La aparición del ex campeón del mundo de boxeo en el final del camino de la llama olímpica, en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, estremeció al mundo. En el Corriere della Sera se aseguraba: “Clay conmueve, pero la piedad por la enfermedad del gran púgil no apaga las controversias sobre su rechazo a hacer el servicio militar”. En La Republica, también de Italia, se leyó: “El más grande, el púgil que sobre el ring bailaba como una mariposa y picaba como una avispa pedía ayuda porque las llamas le estaban quemando el brazo. Pero en los Juegos, desnudo en su enfermedad, Mohammed Alí ha pegado duro, seguramente más que antes, al demostrar que hay aún cosas que hacen palpitar el corazón por algo distinto al miedo”.
Seguir leyendo en revista Nexos: