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28 Marzo 2024, Puebla, México.

Para querer más a Cozumel

Sociedad |#c874a5 | 2016-03-28 00:00:00

Para querer más a Cozumel

Verónica Mastretta

Antes de que empezaran las vacaciones de semana santa presentaron en el programa Fórmula Financiera una lista de las cinco playas turísticas más sucias del país, así como de las cinco más limpias.

De las más sucias una está en Acapulco, otra una en Campeche y tres en Cancún. De las cinco más limpias, las cinco están en Cozumel.

 

Playa Caletita.

 

Playa Chankanaab.

 

 

 

Playa Dzul Ha.

 

 

Playa Río Chen.

 

Playa de San Martín.

 

Esa  alargada  isla  con su línea  oriente casi desierta mirando al mar abierto y su costa poniente que ve caer el sol, suplieron  en mi vida lo que en un tiempo ocuparon el aire, la luz y el mar de Acapulco, cuando aún se podía ver gran parte de la bahía desde el malecón, antes de que fuera secuestrada de manera cafre por los grandes hoteles que privatizaron el paisaje. Hay lugares que es mejor recordar  con la magia y belleza  indestructible que les otorga la memoria. No debe uno asomarse al abismo del desencanto que provoca la realidad  a menos que sea inevitable.

 

Me encantó oír que las cinco playas más limpias de México estén en Cozumel. Es un síntoma de que la pequeña isla se defiende de los destrozos que están acabando con el paraíso que debiera ser Cancún y que paso a paso han ido derrotando  a Acapulco.

 

Playa Caletilla, en Acapulco.

 

 Playa Tlapanacocha, en Acapulco.

 

En 1803 Alexander Von Humboldt llegó a México y entró a nuestro país precisamente por el puerto de Acapulco. Apenas tenía 33 años y ya era entonces uno de los científicos más reconocidos del mundo. Tenía además la inteligencia emocional  y las habilidades que nos permiten relacionarnos bien con los demás. Llegó a México acompañado por el médico y biólogo francés Aimé Bonpland y por el joven peruano Carlos de Montúfar, con quien mantenía entonces una relación  íntima. Entraron por puerto Marqués, al que Humboldt nunca había visto pero conocía por las cartas geográficas de la época. A lo lejos ubicó visualmente a la Isla del Grifo o la Roqueta. El grupo se quedó callado de emoción al contemplar lo que el mismo Humboldt mencionó en sus crónicas como una de las bahías más hermosas del mundo, la célebre bahía del mar del sur, uno de los fondeaderos más admirables de la Tierra.

 

 

Acapulco en los tiempos de la Nao de China.

 

 

Puerto Marqués, en Acapulco.

 

 

De ella escribió Humboldt:

 

 "El cataclismo geológico que dio lugar a esa ensenada dejó a flor de agua enormes rocas que simulan construcciones humanas. Las piedras que forman islotes se ven claramente y su peligro disminuye por su visibilidad. Un galeón de 50 cañones como lo es la Nao de China, no tiene problema para circular por la gigantesca bahía." 

 

 El que en sus crónicas ya mencione a  Roqueta, a Caleta y Caletilla y a la playa de Hornos, llamada así porque ahí se fabricaba la cal con roca de madrépora sacada del fondo del mar, el reconocer esos nombres en sus textos,  nos hace sentir todo el peso de la brevedad de nuestro paso por el mundo, pero también la capacidad destructiva del ser humano. Humboldt estaba en el verdadero paraíso, cuando entraron de lleno  al centro de la bahía en el barco Orué. En el mismo paraíso y en el mismo cielo se volvería a morir si viera el desastre ya no digamos ambiental, sino visual en que se convirtió el entonces pequeño y espectacular puerto de Acapulco. El patrimonio visual del país está verdaderamente amenazado. Ni qué decir, si desde la hoy ciudad de México ya casi nadie puede ver los volcanes que fueron  el símbolo de belleza de ese valle perdido.

 

 Todo esto me vino a la cabeza mientras escuchaba el dato de que las cinco playas turísticas más limpias de México están en Cozumel. Y es que podemos tocar el paraíso sin destruirlo. Aunque en la parte poniente, la de la zona hotelera, interrumpieron la vista  hacia el mar con un muelle horroroso, en general los habitantes de la isla están librando con energía la batalla por su conservación. En Cozumel han ido dándose cuenta  de que puede ser un error cambiar el turismo de calidad por el turismo masivo, que puede ser bastante destructor. La experiencia les está ayudando a repensar  la forma en que ofertan sus  servicios turísticos. Algunas de las cosas que se han propuesto ya las lograron. Una muy sencilla me encanta: se propusieron acabar con los perros  y gatos callejeros a base de una campaña de esterilización  cuidadosa y sin crueldad. Los perros de Cozumel tienen dueños, están cuidados y sus dueños no permiten que se reproduzcan de manera irresponsable.

 

 Campaña de limpia de playas en Cozumel.

 Otra cosa que se han propuesto es tener limpia la isla. Saben que una isla limpia y cuidada es su mejor oferta y todo eso los mueve a trabajar por su entorno de manera comunitaria. En la medida de lo posible el gobierno y los ciudadanos dialogan, discuten, se llevan y se aguantan, y aunque a veces es difícil, esa relación es la que le puede seguir dando viabilidad turística y ambiental a Cozumel.    

 

 Hace muy poco pendía sobre la isla la amenaza de que se abriera a la urbanización  la parte oriente, la que da a mar abierto, donde no hay agua potable. En ese lugar las tortugas de varias especies se están llegando a reproducir con éxito, así que biólogos, científicos y la comunidad trabajan y dan seguimiento a la acción de las autoridades locales y federales para hacer  cumplir las leyes ambientales y los planes de ordenamiento que han ido construyendo para la isla.

 

La laguna de Colombia, otra maravilla de Cozumel,  es un brazo de mar que entra en la isla y que  acoge a una enorme cantidad de aves diversas además de ser un reservorio de lagartos; la laguna está perfectamente cuidada y protegida. Toda esa parte de la isla es una joya.  Quizás les faltaría, como a casi todo México, normar los materiales y los estilos de las construcciones, de manera que exista variedad dentro de la unidad. El aluminio dorado y los vidrios polarizados son el enemigo a vencer en casi todos los rincones del país.

 

 Una tarde soleada estaba en el mar con un visor y un  snorkel viendo peces maravilloso cuando una de mis amigas me gritó: ¡Salte, tiburones! No eran tiburones, eran ocho delfines pasando tan cerca de la orilla que pude  ver sus lomos brillantes  casi al alcance de la mano.

 

 Todo eso es lo que Cozumel puede seguir vendiendo a los mexicanos y a los extranjeros. Un turismo ecológico, pequeño, limpio, cálido. Eso y el orgullo de tener las cinco playas turísticas más limpias del país. Se dice fácil, pero no lo es.