Sociedad |#c874a5 | 2021-01-12 00:00:00
Memoria de Leticia Ánimas / Una Sierra viva, discutidora, emergente. Una crónica de junio de 2013
Mundo Nuestro. Murió este lunes 11 de enero Leticia Ánimas Vargas, periodista nacida en Huauchinango. Ella trabajó estos dos años como coordinadora nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez, en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Leticia realizó una de las experiencias periodísticas más importantes de los últimos años en el estado de Puebla. Por su trabajo pudimos conocer con detalle los graves problemas y conflictos que han provocado los proyectos industriales que se intentan imponer en la Sierra Norte de Puebla.
La recordamos con cariño en Mundo Nuestro. Con su trabajo ella demostró que otro periodismo es posible.
En junio de 2013 se llevó a cabo una importante reunión en Zapotitlán de Méndez, en la Sierra de Puebla, convocada por una diversidad de organizaciones sociales que se oponen a la realización de proyectos industriales --mineros e hidroeléctricos-- en los ríos y cañadas del territorio serrano.
Presentamos una crónica elaborada por Leticia Animas, quien durante más de 25 años años documentó desde los pueblos serranos los complejos procesos políticos y sociales de la vida en la sierra.
Como puede verse en la crónica, no ha sido fácil para los diversos grupos involucrados en la defensa del territorio de los pueblos originarios serranos alcanzar los consensos necesarios. Pero la discusión permite reconocer las temáticas, las prioridades y las estrategias que se pueden establecer frente a la magnitud del conflicto ambiental e histórico.
Y es un nuevo llamado a las autoridades de todos los niveles a sentarse con los grupos civiles organizados para discutir a fondo un verdadero proyecto colectivo fundado en el reconocimiento de la realidad histórica, social y culturar de los pueblos originarios en un entorno ambiental fundamental para la conservación ecológica de México.
El acuerdo político que no se firmó en Zapotitlán.PDF
El documento que se firmó en Zapotitlán. PDF
Zapotitlán de Méndez, Pue.- Es casi la una de la tarde, han esperado pacientemente más de tres de horas bajo el sol que cae impertinente sobre la plancha de concreto de la plaza zapotleca, a un lado del quiosco porfiriano que hoy servirá de templete y tendedero de las mantas y lonas con sus consignas de rechazo a las mineras, las hidroeléctricas, las ciudades rurales, al maíz transgénico.
Es la hora de una Sierra viva, discutidora y emergente.
Llegaron temprano porque en esta reunión “se decide el futuro de la sierra”. Esperan a Jaime Martínez Veloz, comisionado nacional para el diálogo con los pueblos indígenas del gobierno federal. Aunque buscan la sombra, nadie camina más allá de los portales. Esperan. Y cómo no hacerlo, si desde hace más de un año que empezó el movimiento en la sierra, los indios nahuas y totonacos cuyas tierras y ríos están amenazados, no han escuchado ninguna respuesta de la autoridad a sus demandas. Por eso, dicen, también es día de fiesta.
Vinieron para decirle al señor autoridad que no quieren que entre estallido y estallido de dinamita en sus comunidades vaya habiendo cerros al revés, enormes cráteres, ríos sin agua en las venas. Que el oro y la plata que pueda haber en las tierras que habitan poco les importan, porque al oro en su idioma le llaman teocuitlatl o “caca de los dioses” para los coyomes.
Les dijeron que hoy se firmaría un acuerdo. Que el comisionado servirá de puente con funcionarios de las dependencias que pueden decidir qué hacer con los proyectos de las empresas nacionales y extranjeras a las que se les han entregado sus recursos naturales sin avisarles, sin que ellos pudieran decir que no están de acuerdo.
Llevan un año informándose de los efectos de la minería extractiva, saben de la desaparición del Cerro de San Pedro en San Luis Potosí, ícono apocalíptico de las empresas mineras nacionales e internacionales, que las mineras necesitan el agua de sus ríos y no quieren “que nos cargue la chingada”, como gráficamente lo describe más tarde en el mitin don Germán Romero González, el elocuente y bien plantado dirigente de Tetela Hacia el Futuro, movimiento que tiene el mérito de haber hecho a muchos voltear los ojos para saber qué estaba pasando en el corazón de la sierra poblana.
Bajaron del Levante desde Huehuetla e Ixtepec. También hay gente de Tetela de Ocampo, de Xochitlán de Vicente Suárez, de Zoquiapan, Zongozotla, Camocuatla, Zacapoaxtla, Huitzilan, Zapotitlán, Teziutlán, de Hermenegildo Galeana, de Cuetzalan, que vienen para reiterar su rechazo a los proyectos que han calificado como “jurídicamente inviables, moralmente condenables y socialmente injustos”, a más de ser una nueva versión de la invasión española.
En la plaza sigue la imperturbable espera indígena. Escuchan las poesías del huehuetleco Alberto Becerril, el improvisado rap anti-minero de los preparatorianos del mismo municipio; bailan y versean con el huapango El Querreque: “Pobrecito cojolite que vuelas en las encinas/que vuelas en las encinas pobrecito cojolite. /Me duele tu vida triste que hoy en día no adivinas/ pues aplastarán tu nido los escombros de una mina.”
De pronto, corre el rumor: “Ya vienen por El Paraíso”. La cohetería lo confirma. Paran la música. Encienden el xochijarro, el olor del purificador copal invade todo. Salen a recibir a Martínez Veloz. Ponen en su cuello el xochiyugo, bien cerquita del corazón donde están los sentimientos buenos y lo malos, pero también la responsabilidad que pesa sobre la persona.
Lo acompañan la diputada perredista Roxana Luna Porquillo y Raymundo García López, dirigente de Serranos Unidos en Resistencia Indígena (Suri), que llenó la plaza con vistosas lonas. Viene con cientos de hombres y mujeres de todas las edades que van cerrando filas conforme el Comisionado Martínez Veloz avanza hasta el quiosco. Saca su Ipod --que también tiene oro, dirían los mineros--, registra el sombrererío, los tules y las pancartas. Truena el grito: La tierra no se vende se ama y se defiende.
Siete pequeños quetzales empiezan a bailar la danza dedicada al sol. Un son de costumbre sale de una flautilla de carrizo y un tamborcito de cuero y de madera. Mueven sus pies en en cruz para simbolizar los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos que nos forman, también hacen círculos para emular la rotación del tiempo, los cambios, las revoluciones. Agradecen por lo que tienen, por lo que son y quieren seguir siendo.
Vienen las bienvenidas en totonaco y náhuatl, poco debe entender de ellas el encargado de diálogo con los pueblos indígenas del país que llegó sin traductores. De cualquier manera aplaude con entusiasmo.
Rubén Espinoza, de Xochitlán, le recuerda a Martínez Veloz que “estos pueblos lucharon muy fuerte contra la invasión francesa”; le pide llevar el mensaje a las autoridades de que no están dispuestos a soportar imposiciones. “Luchamos contra la invasión, luchamos en la revolución. El pueblo estaba tranquilo, sereno, dígale al presidente (Enrique Peña Nieto), con el debido respeto, que no queremos que lesionen nuestra ecología, nuestro entorno, que dejen de atentar contra nuestra seguridad”.
Le exigen que las autoridades cumplan la Ley de Desarrollo Sustentable del estado de Puebla, que se creen los Consejos Consultivos del Medio Ambiente. Le recuerdan que cumplir con la Ley del Medio Ambiente es una responsabilidad compartida: “No sólo el gobierno debe tomar decisiones, debemos participar. Nosotros también pensamos y tenemos sentimientos. Pedimos que las acciones que impliquen la afectación del medio ambiente se nos consulten, es nuestro derecho al futuro. Exigimos se detengan los proyectos mineros hasta que se informé a la población.”
El maestro de ceremonias le da el micrófono a Gerardo Pérez Muñoz que anuncia que leerá un extenso documento firmado por cinco organizaciones de la región de Zacapoaxtla, que si esperaron dos horas al funcionario, el asunto a tratar bien vale la pena darle unos minutos más a su participación.
Hace un recuento de los agravios a los pueblos originarios desde el sexenio salinista. Da cifras, muchas cifras. Habla de las bajas tasas impositivas, de la entrega de los recursos hídricos y minerales a empresas canadienses y estadunidenses; del despojo a los pueblos de los daños, del surgimiento de conflictos sociales, del deterioro del medio ambiente.
Piden al Comisionado que el gobierno de Enrique Peña Nieto dé una muestra de voluntad y compromiso con las comunidades indígenas cancelando “definitivamente” los proyectos de muerte en todo el territorio nacional y se revisen los proyectos asociados a la minería a cielo abierto. Se reforme el artículo 27 Constitucional y devolverle su espíritu social, popular y nacional y el Tratado de Libre Comercio.
A Martínez Veloz le demandan integrar mesas interinstitucionales para analizar el impacto social y ambiental que los proyectos extractivistas y energéticos de muerte están teniendo sobre las comunidades de la Sierra Norte
Vino el quiebre: “No podemos firmar ningún acuerdo -se oyó- sin antes ver qué es lo que vamos a firmar. Cuáles son los puntos de la agenda y, en especial, cómo se integrarán las mesas de trabajo.” Y tronaron los aplausos en apoyo a la posición de los zacapoaxtlas.
“El Huauchi” Pérez invita a los que están en el quisco a firmar el documento. El senador Bartlett se adelanta, se recarga en el barandal, traza su rúbrica, le sigue Roxana Luna, don Germán Romero, Raymundo García López y al final Martínez Veloz.
Mientras siguen los discursos, los dirigentes de las organizaciones serranas cabildean. Pasa por las manos y los ojos de todos, un documento en un folder color manila, dicen que es el acuerdo que firmarían con el Comisionado federal. Parece que no los convence. Van. Vienen. Discretos en algunos momentos, en otros no tanto.
“Cómo vamos a firmar reconociendo que hay avances en materia de derechos humanos en el país, si la situación está que arde. Si el tema es de los más cuestionados. Si se persigue y hostiga a nuestros compañeros por defender sus tierras. Esta es una cuestión de lucha de clases”, se escucha. Se dice que el acuerdo ceñiría las mesas de diálogo para la solución de los conflictos sociales provocados por la hidrominería en la sierra al Pacto por México. Siguen las negociaciones.
Llega el discurso del comisionado Martínez Veloz. “El gobierno federal no apoyará ningún proyecto que atente contra los pueblos indígenas”, se compromete y dice que ahora se cuenta con instrumentos jurídicos que “atarían de manos a aquellos que ya entregaron la mitad del país”.
Les cuenta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación reconoció el 9 de Mayo pasado el derecho del pueblo yaqui, en Sonora, a ser consultado previamente sobre la construcción del Acueducto Independencia que va de su territorio hasta Hermosillo, y que esta sentencia favorecerá a los indígenas.
Admite que la entrega de recursos naturales a las empresas mineras y energéticas, han puesto en riesgo a la soberanía nacional y la gobernabilidad, y reclama que se tome una decisión de Estado a partir de los instrumentos jurídicos que se han ido reformando en beneficio de los pueblos indígenas. Son un “foco rojo” para el país que deben atenderse y reclaman de medidas mayores.
Sin embargo, reconoce, aún hay “funcionarios que no entienden esto, como los que repartieron las concesiones mineras como tarjetas de Navidad… Las cosas han cambiado, por ello he venido por segunda ocasión en mes y medio a la sierra y vendré las veces que sea necesario para que construyamos mecanismos de interlocución con el gobierno del estado y los municipios.”
Les ofrece que las disposiciones que se tomen en esas instancias deberán contar con el apoyo y la aprobación de los serranos y les asegura que no tendrán tintes partidistas y no habrá manipulaciones.
Atrás de él hay concierto. Entre los líderes las aguas vuelven a su cauce: el convenio que en un folder color manila ha pasado por sus manos y sus ojos no se firmará. Primero se sentarán con Martínez Veloz a definir una agenda este 11 de junio en Tetela de Ocampo.
“Hace 20 años que no había una manifestación así en Zapotitlan”, dice satisfecho Raymundo García López del Suri, mientras bajo su brazo guarda un documento engargolado con tapas transparentes que dejan ver su afanoso título: Acuerdo por la Gobernabilidad, la Justicia, el Bienestar y el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de la Sierra Norte de Puebla.