Sociedad |#c874a5 | 2021-01-25 00:00:00
Dime a quién has visto
Vida y milagros
El 17 de marzo de 2020 Colombia anunció que cerraría sus aeropuertos y fronteras hasta el 30 de mayo. Lo sé porque iría yo de visita y tuve que cancelar el viaje. Me pareció que era una exageración. Luego oí decir que abrirían hasta septiembre, y luego que, si bien nos iba, todo el mundo al revés terminaría a fin de año. Uno tras otro los países fueron imponiendo protocolos y el mapa mundial en el que se iba marcando el avance del virus se fue llenando de puntos cada vez más cerrados. Lo que en marzo parecía una locura paranoica, poco a poco se fue volviendo la cruda realidad.
Fueron pasando los días, y el posible aislamiento de dos meses, el cierre de colegios por unas semanas, todo se fue extendiendo; el colapso de la vida comercial y social como la conocimos se fue transformando hasta volverse irreconocible. Y cada uno ha ido armando su nueva rutina de acuerdo a su criterio, sus posibilidades, sus miedos, sus circunstancias y, sobre todo, sus particulares creencias. En todos lados la desinformación ha hecho de las suyas, y aquí y en China, como dice el dicho, la gente ha armado su mapa y su ruta para lidiar con la novedad de lo inesperado. Personas que yo imaginé sensatas y bien informadas creen las cosas más inusitadas con respecto al comportamiento del virus, las causas de su aparición y los distintos caminos que se transitarán para su solución. De todo he visto. Desde los que se han encerrado a piedra y lodo y desinfectan hasta un kleenex, hasta los que dicen "no creer" en el virus, como si de acto de fe de alguna religión se tratara. Y según las creencias la gente se comporta. Unos encerrados y otros desperdigando el virus en caso de traerlo. Los términos medios se han vuelto raros. Dicen que ahí está la sabiduría. Pues anda brillando por su ausencia.
Por lo pronto en México, ni el presidente ni su líder para combatir la pandemia consideraron pertinente fomentar el uso masivo y obligatorio del cubrebocas, la única herramienta a la mano y gratuita para lidiar con esta calamidad que nos tiene tomada la vida y la conversación desde hace casi un año. Han sido díscolos con nosotros, con sus gobernados. Han dado el mal ejemplo de andar por todos lados sin la generosidad de la disciplina del cubre boca. Confiadotes y felices platican todas las mañaneras sin protección alguna. Y cuidado que el templete está poblado de gerontócratas, dicho con todo respeto a la edad de los que pueblan el escenario. Ser viejo no es malo, solo peligroso y poco lucido. Yo ni quiero ya hablar de eso, pero en esta época uno acaba siendo reiterativo a falta de muchas contrapartes con quien hablar. Además, a ratos parece que la vida transcurre dentro de un sueño de esos raros, sueños "vívidos" que les llaman, y que solían producir los opiáceos y que ahora me he enterado que también produce el ambiente tóxico de las pandemias. Si se siente usted dentro de un sueño raro estando despierto, si no sabe si ya acabó diciembre, o es lunes, viernes o martes, es por lo mismo. Estamos atrapados en los largos sueños vívidos que produce el cerebro en estas circunstancias. Perdonarán por lo tanto mi incoherencia al escribir. Es producto de lo mismo.
Haga usted memoria de a quién ha visto durante este largo año de pandemia, y sobre todo cómo. Por ahí se dará usted cuenta de cuáles son sus prioridades. ¿Qué riesgos ha corrido? ¿Cuántos niños ha abrazado? ¿Cuántas conversaciones entrañables ha tenido? ¿Cuáles riesgos han valido la pena? ¿Cuáles riesgos han sido involuntarios y cuáles propiciados por usted? ¿A quién ha puesto en riesgo y quien lo ha expuesto a usted? ¿Sus riesgos han sido calculados, medidos con exactitud, tratando de lograr un frágil balance entre el riesgo físico y la salud mental? ¿Sabía que las endorfinas de la compañía, el sexo, la risa suben el sistema inmunológico? ¿Qué va primero, el huevo de la salud física o la gallina de la salud mental? Dime a quién has visto en estos largos meses, dime cómo es que los has visto y te diré...te diré mil cosas de quién eres.