Voces en los días del coronavirus | 2021-01-04 00:00:00
Memoria de mis amigos que se fueron
Voces en los días del coronavirus
Ha amanecido el último día de este extraordinario año de 2020. Me he levantado y desde la ventana del dormitorio que ocupo en la casa en las cercanías de Tepoztlán, Morelos y he visto la luz del sol incipiente bañando al hermoso cerro rocoso que lo domina. Cuando escribo estás líneas, según cifras confirmadas mucho menores a lo que acontece en realidad, la peste ha infectado a más de 83 millones de personas y está cerca de matar a 2 millones. Acaso sea este hecho, unido a qué he arribado a una edad en la que mi horizonte es crepuscular y que el año pasado perdí a seis amigos o personas cercanas a mí y este año perdí a otros ocho más, en estos días he sido más consciente que nunca de mi propia mortalidad. Confieso que mi propias convicciones acerca de la inexistencia de la inmortalidad del alma y de Dios, me llevan a asumir la muerte como un simple dejar de ser y sumirse en la nada, lo cual me provoca una sensación parecida al vértigo que provoca estar en un lugar de gran altura.Cada noche cuando me dispongo a dormir, he sentido que es un día menos, que mi vida es una mazorca y que sus días son como sus granos que al desprenderse dejan al descubierto al olote (la muerte) tal como en México se le llama al raquis o corazón del maíz.
Los amigos que se fueron...
Cuando se inicia el último día de un año que ha presenciado un acontecimiento excepcional para la humanidad, quiero recordar a mis amigos y personas cercanas que no sobrevivieron a una enfermedad o al virus que nos azota. A Vinicio Monzón, camarada de ideales en Guatemala, de exilio en Costa Rica y México, de persecuciones en Guatemala y México. A Jorge Núñez, magnífico historiador ecuatoriano y Director de la Academia de Historia de Ecuador. El virus que nos azota se llevó a Mario Francisco Villagrán a quien conocí siendo un adolescente que acompañaba con su familia el exilio de su padre, a César Reyes irreductible militante del Partido Guatemalteco del Trabajo, a Haroldo Rodas Melgar, el excanciller de Guatemala quien enfrentó la muerte con un valor y estoicismo admirable. También a Ricardo Melgar Bao, historiador que reconstruyó los avatares de los primeros comunistas latinoamericanos del siglo XX. A Alejandro del Castillo Saavedra, quien me ayudó en mis labores como Secretario Estatal de Derechos Humanos de Morena en Puebla entre 2012 y 2015. Finalmente a Gustavo Aguilar Micceli, compañero de luchas en la dirigencia nacional de Morena.
Pese a los lúgubres pensamientos, debido al recuento de los seres queridos perdidos, catorce en dos años, al amanecer el último día del año, considero que 2020 fue un gran año para mí. Logré evadir al infame virus y mi familia también la libró, viví en confinamiento pero pude hacer academia y política y tuve el privilegio que millones y millones de personas no tienen, cuál es el haberme podido quedar en casa y trabajar desde ella. En este último día de 2020, la vacuna lograda en un asombroso corto tiempo, me hace albergar esperanzas de que este año 2021 será mejor que el que está por terminar. Les deseo a todos ustedes amigos y amigas, compañeros y compañeras, colegas, mucha salud, felicidad y amor. Les deseo también rebeldía y capacidad de indignación ante la depredación del ser humano y la naturaleza por este infame sistema, en suma el horror que la pandemia nos develó.
Tepoztlán, 31 de diciembre de 2020.