COVID 19 en 2022 | Crónica | 17.FEB.2021
Férrea memoria. ¿Quién se ha puesto en paz con su pasado? / Moisés Ramos Rodríguez, poeta
No te vas a morir… al menos por ahora. Sólo son los fantasmas de Scrooge
Para R. Aurora
Para Alekos
Para Ruy
Voces en los días del coronavirus
El confinamiento por la pandemia del covid 666 fue un ensayo, una forma de que nos visitaran tres espíritus, tal como le sucedió al señor Ebenezer Scrooge, protagonista de Un cuento de Navidad (A Christmas Carol) de Charles Dickens.
En la historia del inglés se relata la llegada o la consecución de una epifanía, previo recuerdo al protagonista que, como cualquier humano, un día se va a morir. En los meses de confinamiento ¿se habrá producido, se estará produciendo o se producirá alguna epifanía?
Quienes nacieron a finales de los años setenta del siglo pasado, y algunos de quienes están en los treinta años y un poco más actualmente, seguramente vieron La Navidad de Mickey, de 1983, y The Muppets Christmas Carol, de 1992, ambas películas de Walt Disney Studios, basadas en el cuento de Dickens, dirigidas al público infantil.
Técnicamente Un cuento de Navidad (A Christmas Carol) rodada en el año 2008 y estrenada en el 2009 con un método (entonces y aún hoy) novedoso, por computadora, fue una audacia, una revolución, no sólo para Disney, sino para el mundo de la animación en general, y para las historias (supuestamente) para niños.
Los niños que vieron la película de animación en la versión del 2009 ahora deben estar pasando los 15 años de edad y acercándose o superando levemente los veinte años de edad. Muchos adultos la vimos en el cine, entonces y después en video. ¿Cómo la recordamos? ¿Qué encontramos al verla nuevamente en la Navidad del 2020 y en el flamante año 2021?
Para quien le dedicó la atención debida a la película de Robert Zemeckis (nacido en 1952), la impresión fue honda por la destreza y novedad técnica. En la versión en inglés, es notable el trabajo de Jim Carrey haciendo diversos papales (la versión en español para Latinoamérica, de Humberto Solórzano también es notable). Pero para quien, además de lo anterior siguió con detenimiento la historia (a final de cuentas, una epifanía), la cinta es inolvidable.
¿Cuántos de quienes vieron Un cuento de Navidad (A Christmas Carol, [Los fantasmas de Scrooge en español, en Latinoamérica]) habían leído o leyeron posteriormente o leerán la historia original escrita por Dickens? Quizá pocos, tal vez muchos. ¿Qué importa?
Desde 1895, aunque suene un poco forzado, como humanidad empezamos a ser educados por el cine: desde las imágenes de Los obreros saliendo de la fábrica de los Lumière, de 1895 y de apenas cuarenta y siete segundos de duración, hasta, por ejemplo, Soul, de Pete Docter, estrenada el pasado diciembre del año 2020, los humanos hemos sido educados, en gran medida por el cine.
Nunca desaparecieron, ni desaparecerán otras formas de arte por la aparición del cine, pero la facilidad de éste para ser visto en todo el mundo (y con ello el innegable impacto emocional, espiritual, moral, ético, y demás consecuencias que tiene) es innegable y ninguna otra forma de arte le puede igualar.
En el caso de la película de Zemeckis basada en Dickens, habrá quien siga leyendo a Dickens (¿cuántos?) y habrá quien siga mirando la cinta de animación del estadunidense y, para ambos, se podrá tratar de una educación (ponga aquí el lector el adjetivo que quiera).
Los fantasmas de Scrooge sigue absolutamente de cerca la historia original de Dickens, escrita en 1843: presenta al señor Tacaño (eso sería Scrooge en español) lo más detalladamente posible, y en este caso es literal: su lenguaje corporal, sus gestos faciales, su voz, coinciden siempre con el espíritu que habita a ese anémico y enfermizo cuerpo de Londres del siglo XIX.
Para quienes no han visto la cinta de Zemeckis (también recordado por El expreso Polar, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? [excelente mezcla de animación y actores] y las famosísimas Regreso al futuro y Forrest Gump) no pretendo contarla aquí, sino detenerme en la historia que tan fielmente ha seguido: el señor Tacaño está a punto de morir (¿por una pandemia, como podría ser actualmente? No, pero no importa), y tiene una revelación gracias al espíritu de su socio, un usurero que murió siete años antes del momento en que se cuenta la historia. Le recuerda: “Un día, como todos, te vas a morir… pero no por ahora”. Así como nosotros, con o sin pandemia.
Tres espíritus se presenta entonces al señor Tacaño (y nadie que lo haya leído en Dickens o visto en Zemeckis puede dudar de que suceda) y ello implica, para él, una epifanía: ha tenido la oportunidad de estar consigo mismo guiado por esos tres espíritus (el Pasado, el Presente y el Futuro), quienes le muestran lo que fue, lo que es y lo que podrá ser, de tal forma que él, quien sabe que va a morir, que no es más que uno más en una humanidad formada por compañeros que se dirigen a la muerte, toma una decisión absolutamente consciente.
¿Cuántos de quienes estuvieron y están en confinamiento desde el pasado marzo del 2020 han tenido una epifanía como la del señor Tacaño…? ¿Cuántos de ellos, entonces, tomaron una decisión respecto a su futuro?
Claro, para los confinados actuales por el covid 666, se debieron cumplir algunos requisitos indispensables para poder llegar a esa epifanía (o tal vez no, claro): poder ver el pasado y aceptar que todo fue como tuvo que ser, pero que ellos no se pueden quedar ahí, a riesgo de no vivir en el presente (es decir, morir en vida, nadar de a muertito); ver el presente con todas sus correspondencias con el pasado, y como presente en sí, y el futuro como resultado de las acciones del pasado y del presente.
No se puede decir que los actuales confinados y quienes lo estuvieron, no tuvieron o no han tenido tiempo para detenerse a hacer esas exploraciones por su pasado, su presente y su futuro, acompañados por espíritus como los que visitaron al señor Tacaño; o sin ellos. El tiempo que nos fue concedido a la mayoría en este lapso de resguardo forzado, ha sido o puede seguir siendo suficiente para una exploración como esa.
¿Quién en los últimos meses se ha atrevido a hacer ese viaje sin moverse de su casa? ¿Quién se ha puesto en paz con su pasado? ¿Quién ha visto su presente tal cual es… y lo ha aceptado? ¿Quién ha decidido que intervendrá para decidir su futuro y cambiar algo que creía inamovible…?
A mister Scrooge, al señor Tacaño, no le fue fácil hacer el viaje hacia su pasado y aceptarlo, y ver su presente tal cual lo estaba viviendo. Tuvo que llegar incluso al terror para poder tomar una decisión vital respecto a lo que serían su últimos años de vida.
¿Cuántos testimonios, entonces, hay o habrá en un futuro, cercano o no, de una epifanía como ésa? ¿De cuántas historias contemporáneas en ese sentido nos estamos enterando o nos enteraremos…? ¿Cuántos están saliendo del confinamiento, o están por salir, de una forma irreconocible…? ¿De cuántos decimos, o diremos: “El confinamiento por la pandemia lo hizo cambiar y ahora se llama Epifania o Epifanio…?”
Me gustaría saberlo. Pero eso, a final de cuentas, se sabrá con el tiempo.
Por ahora, lector, si has llegado hasta aquí, te recomiendo una película impresionante, en tiempos de confinamiento o “normales” (como conocíamos y concebíamos la “normalidad” y como será): Los fantasmas de Scrooge, A Christmas Carol, de Robert Zemeckis, del año 2009, producida por Walt Disney Pictures e Image Movers Digital, con un guión del propio Zemeckis, y con un muy buen trabajo actoral de Humberto Solórzano en la versión en español para Latinoamérica, a la altura (y a veces más) que la versión original de Carrey.
Y feliz epifanía.