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7 Noviembre 2024, Puebla, México.

Mi abuela, en la memoria, las ramitas de toronjil / Enrique Pimentel

Sociedad | Crónica | 28.MAY.2022

Mi abuela, en la memoria, las ramitas de toronjil / Enrique Pimentel

 

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Mi abuela Reynalda nació, contaba ella, en el mero centro de México, el barrio de San Miguelito de San Luis Potosí. Pero creció en Tecali en los turbulentos años de la revolución. Desde la azotea de la casa de su infancia, sus hermanos mayores repelían a tiros las incursiones de gavillas de sedicentes zapatistas que durante una época asolaron a la población. En alguna ocasión uno de sus hermanos, que desde el campanario del convento derruido daba voces de alarma y repelía a los salteadores, regresó a la casa con el sombrero atravesado por una bala; la madre, al verlo, exclamó: “Dios permita que mueras de la peste y no por un disparo”. Su deseo maternal se cumplió, el joven murió durante el apogeo de la influenza española, poco antes de la desarticulación del zapatismo y, probablemente, de los forajidos que se amparaban en esa facción revolucionaria.

 

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Mi abuela sobrevivió a esa pandemia, y en algún momento de su juventud llegó con su madre a Puebla. Aquí se instalaron, y aquí las alcanzaron otros miembros de la familia. Sus hermanos, por cierto, no. Todos los varones murieron, de pestes o disparos, durante esa era turbulenta antes de cumplir los 30 años. Sólo ella y su hermana mayor, la tía Caro, vivieron para ver hijas y nietos. Hoy, en algún día de la incierta pospandemia, cuando ella cumple 50 años de ausencia, me acuerdo de esto y de otras más cosas que me contaba sentada a una mesa, cubierta por un mantel de vinil que, con todo y eso, olía muchas veces a pólvora. Y otras a las ramitas de toronjil de una canción de ronda que solía cantarle a sus nietos en la noche.