Cultura | Crónica | 8.JUL.2022
Alfareras purépechas: Nana Elvia, la naturaleza en sus manos
Sus movimientos suspenden el tiempo. Cuando cubre con la pastura el horno simple en el patio y el calor del estiércol quemado cuece el tecolote y el tlacuache,la tuna y el copal que dentro de un rato con una varita descubrirá al aire de la tarde en Zipiajo. Cuando va en busca de su sombrero para espantar la ceniza que envuelve a sus animalitos de barro,, y que muy pronto se alumbrarán de flores, tal vez aquí mismo, en el patio de su casa. Cuando describe en su lengua purépecha la transformación del barro en pajaritos encantados en una olla.
Ella es María Elvia Silva Bartolo, de la comunidad purépecha de San Pedro Zipiajo, en la región de La Ciénega, en el estado de Michoacán. Nana Elvia le llaman, y encabeza el trabajo de dos agrupaciones de mujeres artesanas en las ramas de la alfarería y textiles, Los premios y reconocimientos cuelgan bien emnarcadaos en el taller que ha transmformado como parter de un proyecto estratégico de FONART, la instituciòn federal responsable del impulso del trabajo de las artesanas que, como ella, sostienen a comunidades enteras en todo el país.
El taller de trabajo de la alfarera María Elvia Silva. Foto de Mundo Nuestro.
Todas las mañanas sus manos remojan el barro, lo mezclan con la arena fina de uno de tantos volcanes que han brotado en esta tierra joven en el tiempo milenario. Tres kilos de barro por dos litros de arena, dice, y uno imagina sus manos cuando arremeten y amasan esa fresca revoltura mientras por su cabeza pasan las figuras de los animalitos que la rodean, por ejemplo unos pajaritos comiendo las migajas que han dejado las gallinas por la mañana y que veremos después trepados en la redondez de una olla. Con un cuchillito da forma a las avecillas que brotan de las bolitas que ha amasado sobre la tabla, con una piedra de mar va puliendo el pecho y las alitas, y así sus manos y su mente van y vienen entre el barro que se amasa y el fuego que cuece las maravillas floridas en las que crecerán mirasoles y flores de mayo recogidas en el campo.
El patio de Nana Elvia / Secuencia fotográfica:
María Elvia ha vivido siempre en Zipiajo, una comunidad purépecha rodeada de pueblos mestizos en la región de la Ciénega, a 67 kilómetros de Patzcuaro. La fuimos a visitar a su taller hace unos días, cuando por actividades laborales de la historiadora Emma Yanes recorrimos siete u ocho comunidades que realizan hoy el esfuerzo de producir loza vidriada sin plomo. María Elvia y sus compañeras alfareras no se complican las cosas: el valor de su obra se descubre en las formas de animales que convierten las ollas y las macetas en esculturas y de la sabiduría antigua como la del encantamiento entre los tejocotes que se come el ganado en el campo y el estiércol combustible en el horno rústico con los que logran colorear, por ejemplo, la cabellera negra del retrato con la que estas mujeres campesinas se representan.
Nana Elvia y la muñeca que como un retrato de todas estas mujeres alfareras las representa. Foto de Mundo Nuestro.
De sus manos brotan maravillas como la muñeca que tiene en sus manos, y muchas más, igual tlacuaches y gallinas, que ajolotes, tecolotes, gallinas, gorriones y lagartijas que terminan en macetas como las que adornan el patio de su casa. Y las saca con el calor que produce el fuego del estiércol encendido y avivado con zacate para cocer el barro en el más precario e inteligente sistema de cocimiento que imaginarse pueda.
Cuanto ayuda ver ese país de mujeres campesinas y artistas, capaces de sostener a sus familias y de paso, sin que nos demos cuenta, al país entero. Cruzamos por esas cañadas purépechas a la vista de los plantíos de aguacates que se comen las cuestas de los cerros y que viven bajo el asedio de los criminales. Pero si no se olvida esa tragedia nacional, sí me apuro por contemplar escenas como las que nos regalaron estas mujeres artesanas. Un mejor país desde sus manos.
Pero ahora, María Elvia y su imaginación de barro.