Cultura /Sociedad | Crónica | 13.FEB.2023
CRÓNICA DE GUERRA 20: Los combates por el fuerte de San Javier / Oscar Ernesto Hernández López
La batalla más cruenta del sitio de Puebla de 1863
“La historia es implacable, no se puede tergiversar”. Eduardo Matos Moctezuma
El reconocimiento de una ciudad como heroica se otorga cuando los habitantes de ella luchan en contra de un invasor, sobre todo si ese enemigo es extranjero. El sitio de Puebla de 1863 es el acontecimiento bélico que convierte a la Angelópolis en ciudad heroica por antonomasia. Una de las definiciones más aceptadas es esta: “Una Ciudad Heroica es un honor que se le hace a una urbe cundo sus habitantes la han defendido contra algún ejército extranjero”. Puede haber dudas sobre las otras tres batallas que le han otorgado este título. El 5 de mayo de 1862 fue en realidad una derrota para los poblanos, en su mayoría simpatizantes con el bando conservador, y deseosos del triunfo francés. Los héroes fueron los soldados de Zaragoza y los combates sucedieron fuera de la capital del estado. Se dice que el jefe del Ejército de Oriente estaba tan decepcionado de los poblanos que en un momento de ira quiso voltear los cañones hacia la ciudad. En el telegrama enviado al secretario de guerra el 9 de mayo de 1862 escribió: “… En cuanto al dinero nada se puede hacer aquí porque esta gente es mala en lo general y sobre todo muy indolente y egoísta…” Más adelante manifiesta claramente su enojo: “¡Qué bueno sería quemar a Puebla! Está de luto por el acontecimiento del día 5. Esto es triste decirlo, pero es una realidad lamentable.”
En cuanto a la toma de Puebla del 2 de abril de 1867, la ciudad fue sitiada y tomada por Porfirio Díaz, era el último bastión conservador. Los héroes fueron los atacantes. La Angelópolis era defendida por el jefe conservador Manuel María Noriega, el general Díaz evitó que llegaran tropas a fortalecer a los simpatizantes de Maximiliano de Habsburgo. En todo caso, los extranjeros, unos cuantos, estaban defendiendo la ciudad; los atacantes, todos, eran mexicanos.
Se dice que la Revolución mexicana inició el 18 de noviembre de 1910 cuando los hermanos Serdán se sacrificaron por la causa democrática de Francisco I. Madero. En realidad el primer acto violento derivado del Plan de San Luis ocurrió el 14 de noviembre en Cuchillo Parado, municipio de Coyame del Sotol, Chihuahua, cuando Toribio Ortega, al ser descubierta la conspiración Maderista, tomó con la fuerza de las armas ese poblado. En la casa de los hermanos Serdán el día de la balacera no había más de 25 personas, todos mexicanos, el combate se focalizó en una casa, en una manzana cuando mucho, el resto de la ciudad no tuvo participación alguna. Una vez sometidos los alzados, Puebla ya no figuró de manera notable en la Revolución.
Por el contrario, en el sitio de Puebla participaron como defensores soldados y los ciudadanos que no pudieron o no quisieron abandonar la ciudad; y los atacantes eran alrededor de treinta mil combatientes extranjeros más los mexicanos traidores de Leonardo Márquez. Durante esos 62 días de sitio se produjeron batallas y combates que costaron muchas vidas a ambos bandos, algunos triunfos fueron para los franceses, pero hubo otros y muy importantes que correspondieron al valeroso Ejército de Oriente, aunque finalmente, el triunfo fue para los invasores.
Antecedentes
Ignacio Zaragoza murió de tifo el 8 de septiembre de 1862. Inmediatamente la comandancia del Ejército de Oriente pasó a manos del general Jesús González Ortega, forjado en la Guerra de Reforma, gloria de los liberales, vencedor de los conservadores en la batalla definitiva en Calpulalpan, y respetuoso de los militares de su partido con buen historial. Entre el 5 de mayo de 1862 y el 16 de marzo de 1863, día en que comenzó el sitio, hubo muchos enfrentamientos entre franceses y republicanos con alternados y efímeros triunfos para ambos lados. Ante el fracaso francés en los fuertes de Loreto y Guadalupe, Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez fue sustituido por el general Frederic Forey, militar egresado de la prestigiada academia militar de Saint Cyr y veterano de la guerra de Crimea, ahí dirigió el sitio de Sebastopol.
Cuando hubo desembarcado en Veracruz y después de realizar sus planes de conquista se dirigió a Puebla con cerca de 30 mil soldados, dejó guarniciones en el puerto y otros puntos estratégicos. González Ortega, en contra de las recomendaciones de algunos de sus generales, decidió no enfrentar a los franceses en las Cumbres de Acutzingo, prefirió esperarlos en Puebla. Para tal efecto organizó la fortificación de la ciudad colocando parapetos en algunos templos situados en la periferia de la ciudad. Además de los fuertes de Loreto y Guadalupe, se prepararon para el enfrentamiento: el Fuerte de Santa Anita también llamado el Demócrata, el Fuerte de San Javier nombrado como fuerte Iturbide, ese era la penitenciaría con el templo del santo jesuita a su lado, Fuerte en el Carmen o Hidalgo, Fuerte en la garita de Totimehuacán o Ingenieros, Fuerte en la iglesia de los Remedios ― templo que sirvió de cuartel general de Zaragoza durante la batalla del 5 de mayo―, en su honor se le nombró Fuerte Zaragoza; Fuerte en el templo de la Misericordia o Independencia, Fortín del Señor de los Trabajos y Línea de Redientes del Parral o Fuerte Morelos.
El día 14 de marzo el comandante de la plaza ordenó que el “personal inútil” abandonara la ciudad, se refería a los que por su edad, condición física y sexo no participarían en la defensa de la Angelópolis empuñando las armas. Sin embargo, se quedaron los pobres y todos aquellos que no tenían a donde ir.
Ignacio Comonfort fue nombrado comandante del Ejército del Centro. Los dos ejército, el del Centro y el de Oriente eran independientes uno del otro, sin embargo deberían funcionar de manera coordinada. Uno era el encargado de defender la ciudad mientras que el otro se estableció en San Martín Texmelucan.
Después del sonado triunfo sobre los galos, el Ejército de Oriente tuvo dos derrotas significativas antes de iniciar el sitio, una fue a los trece días de la victoria de Zaragoza, ocurrió en Barranca Seca, fue el 18 de mayo de 1862 cuando triunfó el conservador Leonardo Márquez. La otra derrota la padeció el mismo González Ortega en el Cerro del Borrego el 13 de junio del mismo año cuando sus tropas dormían y fueron sorprendidas por los soldados franceses. Al parecer las condiciones se igualaban, se había perdido la ventaja ganada el 5 de mayo.
Forey se dirigió a Puebla acompañado de sus generales entre los que destacaban François Achille Bazaine, Félix Charles Douay, Pierre Jeannigros, y Armand de Castagny, entre otros.
Entre los destacamentos invasores se contaba al Regimiento Extranjero que después cambió su nombre a Legión Extranjera, un batallón sudanés; Napoleón III acudió a Khedive Muhammad Said Pashá, entonces gobernante de Egipto para solicitar el préstamo de tropas. Apoyando a los invasores extranjeros, también marchaban sobre la capital poblana los traidores conservadores de Leonardo Márquez.
Forey planeaba con calma el ataque, no llevaba prisa y no quería cometer los errores de Lorencez. Mientras, Comonfort y González Ortega planeaban que el Ejército de Oriente fortificara la ciudad y resistiera mientras los franceses se desgastaran, el Ejército del Centro hostigaría desde fuera y en su momento ayudaría a romper el cerco y combatir al enemigo.
En Puebla estaba los generales veteranos que combatieron al invasor un año antes. El ejército de Oriente estaba organizado de la siguiente manera:
1ª División: Brriozábal defendería el Fuerte de Guadalupe con los generales Hinojosa, Gayosso y Osorio.
2ª División: Miguel Negrete se encargaba de las reservas con ayuda de Mariano Escobedo.
3ª División: Florencio Antillón en el Fuerte de San Javier (Iturbide), le ayudaría el general Mariano Rojo. Contaba con los batallones 1°, 2° Y 6° de Guanajuato.
4ª División: Comandaba Francisco Alatorre y defendería los Fuertes Hidalgo y Morelos. Lo acompañaban Luigi Ghilardi y Nicolás Régules. Ahí estaban las unidades de zapadores, artilleros veracruzanos y cinco batallones de Zacatecas.
5ª División: Defendía los fuertes Ingenieros y Zaragoza. Comandaba Ignacio de la Llave. Estos fuertes estaban unidos por trincheras y parapetos construidos en cada casa. Sus subalternos eran los generales Patoni, Pinzón y Mejía.
Puebla estaba lista para defenderse de los “gabachos” súbditos de Napoleón III. El 10 de marzo de 1863 Gonzáles Ortega declaró que la ciudad estaba en estado de sitio. De acuerdo con el decreto del gobierno, miles de personas abandonaron la ciudad. El 16 de marzo llegaron a Puebla por el rumbo de Amozoc los invasores extranjeros, durante el camino fueron hostigados por las guerrillas rurales.
La defensa del Fuerte de San Javier
El ataque galo no se produce como los mexicanos lo esperan. El general Douay mueve sus columnas de 10 mil elementos rodeando la ciudad por el norte y Bazaine hace lo mismo por el sur. La ciudad queda completamente sitiada. El primer combate entre zuavos y la caballería mexicana dura dos horas, los mexicanos son desalojados del cerro de San Juan. En la cima de ese cerro el general Forey establece su cuartel general el 18 de marzo. De inmediato los franceses cortan el cableado telegráfico. Forey planea su primer ataque sobre el Fuerte de San Javier.
El bombardeo lo inician los invasores al quinto día del sitio, el 21 de marzo sus zapadores preparan el terreno para el ataque a San Javier; construyen una trinchera a 1200 m de los muros del fuerte. Al día siguiente abren otra trinchera a 600 m de la anterior acercándose al bastión republicano, montan piezas de artillería en las dos trincheras. Las operaciones y maniobras y algunos cañoneos se producen en los días siguientes, el fuego se intensifica el 10° día del sitio. Los soldados del 99° de línea y zuavos cargan con gran furia, son en su mayoría veteranos del 5 de mayo; quieren venganza. Se lucha cuerpo a cuerpo con los defensores que, como fieras y con menos recursos y materiales de guerra, tratan de impedir el asalto francés, contraatacan el 1° y 6° de Guanajuato a los que se unen los rifleros de San Luis Potosí y una sección de reserva de Negrete. Los cañonazos sobre los muros de San Javier son tan intensos que abren una grieta. Los zapadores mexicanos arriesgando sus vidas y poniéndose algunos al descubierto sellan la grieta. Luego de dos horas de intenso combate, el clarín francés toca retirada, el primer asalto francés es rechazado exitosamente; sin lugar a dudas es una victoria mexicana. A pesar de que los cables telegráficos han sido cortados en la ciudad, se logra enviar el parte al gobierno de Juárez. Guillermo Prieto lee la noticia en la oficina de correos de Cd. De México al pueblo que se amontona para escuchar el curso de la batalla, una copia es enviada al presidente que se encuentra en Palacio Nacional.
Al día siguiente a las 5 de la mañana los franceses realizan un bombardeo aún más destructivo. Los cañones mexicanos son inferiores en calidad y potencia, después de dos horas los daños estructurales al fuerte son terribles. Ese mismo 26 de marzo se produce un segundo asalto a las once de la noche, nuevamente se producen luchas cuerpo a cuerpo, los zuavos son rodeados por los hombres de Ghilardi y Azúa, después de una hora de pelea, los zuavos se retiran en completo desorden; nuevamente el triunfo es mexicano.
El 27 de marzo los franceses terminan una tercera trinchera a tan solo 130 metros del fuerte. La madrugada del 28 de marzo, a la 1.30 de la mañana se realiza una nueva arremetida francesa, la vanguardia la llevan los del 41° de línea y los cazadores de Vincennes, se produce otro encuentro cuerpo a cuerpo contra los batallones de Guanajuato; 450 infantes de marina apoyan el ataque al fuerte, en esta ocasión los franceses llegan hasta sus muros. Súbitamente aparecen por ambos costados de los atacantes los lanceros de Negrete atravesando con la punta de sus armas a cuanto francés encuentran a su paso, los valientes de caballería del general poblano son apoyados por el batallón mixto de Querétaro y los rifleros de San Luis Potosí. Las bayonetas zacatecanas del general Auza combaten con los cazadores de Vincennes, hay más de cien muertos de ambos lados; ante este nuevo fracaso, los franceses inician otra desbandada, los invasores dejan más de sesenta cadáveres tirados en el campo de batalla. Es el tercer rechazo a los ataques extranjeros. A estas alturas, ya hay más muertos que en la batalla del 5 de mayo.
Al amanecer, se fortifican algunas secciones dentro de San Javier. Una parte del fuerte se desploma. El 29 de marzo por la madrugada se produce el cuarto asalto francés. Los galos construyen una cuarta trinchera paralela a tan solo 70 metros del fuerte, cargan rigurosamente a la 1.30 de la mañana apoyados por fuego de 40 cañones, entran al fuerte por las gritas y se topan con el violento fuego del batallón de Querétaro y los de Guanajuato. Llegan en refuerzo los zacatecanos de Ghilardi; en ese combate mueren 82 mexicanos y 53 franceses. Nuevamente los franceses abandonan su intento de asalto.
Forey comienza a desesperarse, asigna el mando de lo que será el asalto final a Bazaine. A la una de la tarde se desplazan 3000 gabachos desde el cerro de San Juan, cuentan con 80 bocas de fuego de artillería que disparan sobre San Javier. A las cinco de la tarde del 29 de marzo se produce la carga francesa a toda fuerza y velocidad. Diez mil efectivos se lanzan al ataque encabezados por los derrotados del año anterior, son cazadores de Vincennes, el 2° regimiento de zuavos y el 99° de línea. Los franceses plantan en los escombros su bandera: el fuerte ha caído.
Los invasores ingresan al 2° patio, pero el fuerte no ha sido evacuado, entre los escombros hay defensores. El sargento Sánchez Ochoa tiene un sus manos la línea que activa dos minas sobrecargadas, con una escalofriante calma espera a que entren más zuavos y cazadores. A la voz de ¡Fuego! Hace explotar las minas. Pedazos de franceses vuelan por los aires, violentos tiroteos se producen desde los fuertes aledaños, hay combates dentro y fuera del baluarte ferozmente defendido, en las casas y calles que lo rodean y en la plaza de toros que se encuentra muy cerca de San Javier. Los zacatecanos arrojan granadas desde las azoteas del derruido fuerte, los que quedan del 6° batallón de Guanajuato luchan a bayoneta calada contra los zuavos del teniente Gambier. Los comandantes mexicanos se dan cuenta de que el 2° de zuavos ha capturado la bandera del 6° de Guanajuato, es una humillación imperdonable; los zuavos inician el festejo, sin embargo, los oficiales Manuel Álvarez y Juan Topete, sable en mano con cuarenta voluntarios, van al rescate. El estandarte regresa a manos mexicanas, pero Álvarez y Topeta pierden la vida.
Un grupo de 20 hombres del 6° de Guanajuato portando una bandera, equivoca la salida y se introduce en un cuarto sin salida pues cuenta con una sola puerta y una ventana que da a la plazuela con una reja de hierro, el abanderado de apellido Cervantes se asoma, ve al teniente coronel Montesinos y lo llama, tratan de arrancar la reja pero es imposible, Montesinos rescata la bandera pero los 20 hombres incluyendo al abanderado caen bajo las balas francesas.
Montesinos junto con soldados de la 3ª compañía buscan la salida del fuerte, alcanzan un patio que ya estaba ocupado por zuavos parapetados detrás de una fuente circular con un relieve de 75 centímetros, los mexicanos se encierran precipitadamente en un cuarto que servía de depósito de pólvora almacenada en barricas, una de ellas está destapada. El teniente coronel Montesinos no los sigue y va a la salida y sorteando el fuego llega sano y salvo a la calle, algunos disparos le atravesaron una manga y los faldones de la levita, pero no impactaron en su cuerpo. Los que se encerraron en el depósito de pólvora, abren sorpresivamente la puerta disparan sobre los franceses que rondan ese cuarto y la vuelven a cerrar. El cuarto tiene una claraboya, un francés arroja por ahí una granada; la pólvora se incendia y casi todos los encerrados mueren.
Un capitán de zuavos llamado Gilard llega al 1er. patio y propone al Teniente Coronel Rosado la rendición, lo hace a nombre del General Douay. Como ya se le han agotado las municiones, Rosado dice a Gilard que suba hasta el primer descanso de la escalera para tratar. El jefe mexicano con pistola en mano le pide al zuavo que para negociar en necesario que envaine su espada, Gilard contesta: “pero Ud. guarde su pistola." Rosado aclara que se rinde pero no a los zuavos, porque algunos están borrachos, y no perdonan ni a los heridos, Gilard lo pone a consideración del General Donay, se suspende el fuego, el lugar de los zuavos lo toman cazadores de Vicennes. Rosado y sus hombres son felicitados por los franceses pues defendieron el fuerte hasta agotar sus municiones. Rosado y siete de sus oficiales caen prisioneros, y al pasar por el patio, son atacados por seis zuavos que se habían quedado escondidos tras un montón de escombros, hieren mortalmente al Teniente Cristóbal Velásquez; indignado Rosado se queja con los oficiales franceses que, indignados también, se dirigen a los zuavos; un comandante de los cazadores da un sablazo en la cabeza a un zuavo; el Capitán Gilard hiere con su espada a otro zuavo que apuntaba su fusil a un oficial mexicano, los de Vincennes rodean al resto de los atacantes, los desarman y los llevan presos. Rosado se dirige a Velásquez que esta tirado y rodeado por los demás y le pregunta: "¿Dónde le han pegado?" En la vida, responde el caído y a poco expira.
Rosado junto con sus oficiales es llevado ante el General Douay, éste les tiende la mano y los felicita por tan férrea defensa y les dice: “me admiro de verlos prisioneros." ¿Por qué General, pregunta Rosado. "Porque a causa de la muerte del General De Laumiére, los zuavos de la vanguardia se pusieron furiosos y me pidieron no dar cuartel a los enemigos que encontraran.” "Pues entonces yo también me admiro”, respondió Rosado, “tanto por haber escapado con vida, como por el permiso concedido a los zuavos."
Llega al fuerte una nueva columna francesa de refuerzo. Luego de tres horas de combate, al anochecer, los comandantes mexicanos llaman al repliegue. Sale del fuerte lo que queda de las tropas mexicanas y se resguardan en la Plaza de Toros y en la Iglesia de Guadalupe. Bazaine, aún con dificultades tiene el control del Fuerte. González Ortega, en su parte, reporta que los escombros de San Javier están repletos de cadáveres.
Las bajas mexicanas ese día son de 600 soldados y 200 prisioneros. Forey reporta que ellos tuvieron 246, pero muchos testigos aseguran que por lo menos fue el doble.
“Ya nos veremos combatiendo casa por casa y pieza por pieza”, expresan los comandantes mexicanos.
Durante los 14 días que duró este primer episodio del Sitio de Puebla murieron 7000 hombres. Fue la etapa más sangrienta de todo ese convulsionado 1863. Con la caída del fuerte de San Javier, lo franceses pensaban que la toma de Puebla sería cosa de unos cuantos días, sin embargo, la ciudad resistió durante 49 días más durante los cuales se produjeron combates muy sangrientos causando numerosas bajas a ambos bandos hasta la rendición de la ciudad de Puebla el 17 de mayo de 1863.
REFERENCIAS
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