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8 Mayo 2024, Puebla, México.

La Amenaza de Tláloc / Un cuento de Oscar Ernesto Hernández López

Cultura | Ficción | 16.SEP.2023

La Amenaza de Tláloc / Un cuento de Oscar Ernesto Hernández López

En el trayecto de Puebla a Orizaba, circulando por la carretera 150D, a la altura del kilómetro 95, destaca la imponente mole del Citlaltépetl también conocido como Pico de Orizaba, que con sus 5636 metros de altura,es la montaña más alta de México; sus nieves eternas han cobrado la vida de decenas de osados alpinistas de los cientos, tal vez miles, que se han aventurado a pisar el punto más elevado del territorio nacional.  Casi pasa desapercibida la Sierra Negra, una montaña que está a su lado con una altura de 4580 metros de no ser por la luz solar que se refleja en la gigantesca antena parabólica de 50 metros de diámetro que corona su cúspide. Se trata del Gran Telescopio Milimétrico, instrumento que funciona en la región espectral de ondas electromagnéticas comprendida entre las frecuencias de 75 y 300 Giga Hertz cuyas longitudes de onda oscilan entre uno y cuatro milímetros, de ahí el nombre de Telescopio Milimétrico.

            Los estudios georeferenciales indicaron que el mejor lugar para instalar tan enorme aparato era aquel que tuviera más de 4500 metros de altura y que estuviera libre de posibles rebotes de señal, es decir, lo mejor era una montaña alta situada en medio de un valle, esta condición la cumple perfectamente la Matlalcuéyatl o Malinche (también llamada Malintzi), montaña de 4630 metros de altura localizada entre los estados de Puebla y Tlaxcala, aproximadamente a 70 Km al oeste de la Sierra Negra.

            Cuando el consorcio internacional involucrado en el proyecto de este gigantesco telescopio conformado por Universidad de Massachusetts, el INAOE[1], la UNAM[2], el INEGI[3], el CENAM[4], ECOSUR[5], AEM[6] y la BUAP[7] decidió que se estableciera en el centro de México, los encargados de la construcción de este moderno equipo iniciaron las mediciones y los estudios en la Malinche y sus alrededores. Los técnicos y científicos eligieron a San Miguel Canoa como base de sus operaciones por ser el poblado más cercano a la cumbre y con la infraestructura adecuada para montar el campamento base, así como colocar los primeros aparatos e iniciar la construcción del camino hacia la cima donde se ubicaría la antena.

            Los sucesos que hicieron famosa a esa comunidad 40 años atrás habían sido olvidados o por lo menos despreciados. Fue el 14 de septiembre de 1968, los medios de comunicación informaron que pobladores de Canoa habían realizado la matanza de un grupo de excursionistas cuando planeaba ascender a la montaña. En esos días, la rivalidad entre la extrema derecha y la izquierda radical en el mundo había cobrado niveles alarmantes; algunos gobiernos latinoamericanos armaron una campaña de desprestigio contra el marxismo como estrategia trasnacional para combatirlo, pero se convirtió muy rápido en una tremenda paranoia que derivó en la intolerancia de algunos sectores de la población que consideraban que el comunismo era un riesgo inminente.

La iglesia católica se sentía amenazada por el avance internacional de esta corriente ideológica, seguía asustada por el fantasma de la guerra cristera considerada por algunos historiadores como la última parte de la Revolución mexicana; estaba aterrada por las recientes persecuciones religiosas en la Unión Soviética y en general, en todo el bloque de Europa del Este; todo ello fue un pretexto que utilizó el gobierno mexicano para combatir a los grupos tanto moderados como radicales que exigían democracia y respeto a sus derechos.

La fuerza del estado cayó sobre estudiantes y trabajadores universitarios, incluyendo a los que carecían de filiación política. En Puebla, el arzobispo de la arquidiócesis no perdía ocasión de señalar a los estudiantes y profesores simpatizantes y militantes de la izquierda como agentes comunistas ligados a los gobiernos socialistas, principalmente al de Cuba, estaba fresco el fracaso de Bahía de Cochinos. La lucha por el poder de la máxima casa de estudios poblana entre los comunistas llamados Carolinos por tener su bastión en el edificio central de la universidad conocido como el Carolino y el Frente Universitario Anticomunista, el FUA, había alcanzado niveles de violencia insospechados.

San Miguel Canoa es ahora una junta auxiliar del municipio de Puebla. Está a unos 12 kilómetros al noreste de esa capital.  Es un pueblo indígena que existe desde la época prehispánica, gran parte de la población habla náhuatl y muchos de ellos no hablan español, en 1968 había un vacío informativo y como consecuencia, prevalecía un desconocimiento de la situación política y social del país puesto que en ese poblado no hay acceso a periódicos ni a la televisión en su idioma.

El grupo de excursionistas estaba formado por trabajadores y estudiantes de la universidad, eran cinco los que llegaron a Canoa cerca de las seis de la tarde. La lluvia y el mal clima que imperaba en ese momento les impidieron el ascenso; decidieron refugiarse en el pueblo para pasar la noche, pero fueron rechazados por los pobladores. Acudieron a la parroquia, pero el cura les negó la ayuda. Finalmente, tras cenar sardinas con chiles jalapeños y galletas saladas en una tienda, fueron alojados por el dueño de ese negocio.

Los noticieros informaron que el tendero se había enemistado con el sacerdote del pueblo pues éste solía gestionar obras públicas del municipio y así desviaba recursos. El movimiento estudiantil de 1968 provocó que el párroco acusara a los universitarios de ser enemigos de la religión católica, culpó al tendero de dar posada a los comunistas, quienes “habrían llegado a Canoa para robar sus bienes y mujeres”. Hizo sonar las campanas, instigó a la población y los animó a atacar la casa del comerciante. Los pobladores decidieron linchar a los fuereños. Provistos con machetes y armas de fuego, la turba asesinó a dos trabajadores universitarios, al tendero que los hospedó y a su hermano que los acompañaba. El resto de los intrusos sobrevivieron con graves heridas. Estos hechos fueron relatados en la película Canoa del año 1975.

Pero el testimonio de uno de los habitantes de ese pueblo, Don Federico, trabajador del gobierno en ese tiempo, desmiente la versión de los noticieros. Él asegura que solamente hubo un muerto y dos heridos. Uno de los lesionados fue un tal Julián, y fue él quien contó su versión llena de mentiras que rápidamente se difundió por todo el país alcanzando incluso niveles internacionales. Don Federico dijo que acusaron al cura de azuzar al Pueblo, pero no es cierto, el párroco estaba durmiendo, las campanas de la iglesia nunca sonaron como aseguraron en sus declaraciones los sobrevivientes; lo que sucedió fue que pidieron posada a un alcohólico, el tipo se puso a tomar y enloqueció; agarró un machete y mató a uno e hirió a dos, los otros fueron por ayuda. A los habitantes de Canoa los tomaron por criminales y cobraron venganza, desde entonces tuvieron que vivir un tiempo con ese estigma.

Como hayan sucedido los hechos, San Miguel Canoa se considera una comunidad de cuidado; además, son muy celosos de sus creencias y tradiciones, es un claro ejemplo del sincretismo religioso. Adoran a la Virgen de Guadalupe pero rinden culto a Tonantzin, nombre utilizado para referirse a toda deidad femenina. Para los nahuas evangelizados por franciscanos, Jesucristo es la representación católica de Quetzalcóatl, Tezcatlipoca fue sustituido por San Juan Bautista y Tláloc, el señor de la lluvia y del clima, fue reemplazado por San Isidro. Este último dios prehispánico es fundamental en las distintas comunidades agrícolas autóctonas. Aún están vigentes los rituales conducidos por chamanes, curanderos o brujos dedicados a conservar la salud y combatir la enfermedad, son personas que se les reconoce porque nacen bajo un buen signo del tonalpohualli, calendario prehispánico, y poseen dos remolinos en el cabello. Gedeón, el chamán de Canoa, nació bajo estas condiciones. Cuando los chamanes crecen, sus prácticas les otorgan el reconocimiento de expertos en el control del tiempo, se les dice graniceros o tiemperos, pero su nombre original es el de Teciuhtlizquis; son conocedores del cielo, por lo tanto, del lugar de los muertos. Aconsejan a los gobernantes y al pueblo de lo que se debe ofrecer al dios de la lluvia.

La instalación de los instrumentos para iniciar la construcción del telescopio se realizó al final de la estación de estiaje. Ante la falta de lluvias Gedeón inició sus ritos pues en Canoa necesitaban agua para no perder sus cosechas; ingirió peyote y otras yerbas, danzó, alzó un altar y colocó en él ofrendas, y quemó copal, pero la lluvia no llegaba.

―¿Qué pasa? ¿Por qué no llueve? ―Preguntaron las autoridades.

―Es que mi magia no funciona porque Tláloc está enojado.

―¿Y a qué se debe su enojo? ―Preguntaron nuevamente los principales del pueblo.

―Tláloc está ofendido por los aparatos colocados por los científicos ―respondió Gedeón―.  La magia de los blancos contenida dentro de esas casas de metal es superior a la mía.

Con esa excusa, el pueblo decidió destruirlas. Los científicos recogieron los restos de sus equipos y amenazaron con regresar apoyados por la fuerza pública; hubo gritos, insultos y empujones pero no corrió sangre. Ese mismo día, hacia las cinco de la tarde, un torrencial aguacero cayó sobre la Malinche y los pueblos aledaños. Gedeón estaba feliz así que organizó y dirigió un ritual de agradecimiento al dios de la lluvia.

Pera evitar confrontaciones con los pobladores de Canoa y de los pueblos cercanos, las autoridades federales decidieron abandonar la idea de colocar el Gran Telescopio Milimétrico en La Malinche y lo hicieron en la segunda opción: la Sierra Negra, lugar donde ahora se encuentra funcionando desde hace más de diez años.

 

[1] Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica

[2] Universidad Nacional Autónoma de México

[3] Instituto Nacional de Información Estadística y Geografía

[4] Centro Nacional de Metrología

[5] Colegio de la Frontera Sur

[6] Agencia Espacial Mexicana

[7] Benemérita Universidad Autónoma de Puebla