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27 Julio 2024, Puebla, México.

Juicio rarámuri: justicia restaurativa y transformadora / Javier Ávila

Sociedad /Sociedad civil organizada /Justicia | Ensayo | 26.SEP.2023

Juicio rarámuri: justicia restaurativa y transformadora / Javier Ávila

Mundo Nuestro. El siguiente texto fue leído por su autor en el evento Diálogo Nacional por la Paz, realizado recientemente en Ibero Puebla. La fotografía de portadilla fue tomada de la revista Dimensión Antropológica del INAH.

Los juicios raramuri para lograr la paz mediante una justicia restaurativa y transformadora

A lo largo de los años, repetidas veces se ha dicho que los rarámuri (tarahumaras) están a punto de desaparecer, que son ya un pueblo en extinción. Los apaches desaparecieron y los rarámuri siguen… Este pueblo llama la atención por la persistencia que tienen en mantener sus costumbres, sus tradiciones, sus celebraciones, su cosmovisión, a pesar de las múltiples invasiones que han padecido.

A fines del siglo XIX un viajero noruego hizo un largo recorrido por regiones de México poco conocidas a fondo, incluso por los mismos mexicanos de las ciudades. Recorrió la Sierra Madre, desde la frontera con Estados Unidos hasta el centro del país, y visitó muchos de los pueblos indígenas que en ella viven, entre otros los rarámuri. Describe sus costumbres, su organización, religión, relaciones con los mestizos, y muchos otros aspectos de la vida indígena de entonces. Carl Lumholtz describe la única ocasión que tuvo de ver sus procedimientos judiciales, toda una excelente descripción que pareciera tomada de la actualidad de un pueblo rarámuri de la zona más tradicional. Para entonces ya habían pasado más de 300 años de la llegada de los misioneros españoles; hacía más de 100 años que no había jesuitas en la región, la influencia de otros grupos religiosos era mínima en ese tiempo del viaje de Lumholtz. Por tanto, la organización rarámuri como los juicios y la actitud de la población mostraban gran firmeza y convicción en sus opciones.

John G. Kennedy en su libro Inápuchi (1959-60), hace un estudio del pueblo tarahumara en una comunidad de gentiles (que nunca han aceptado el bautismo cristiano); y describe los tipos de ofensa que los gentiles consideran importantes y el tipo de actitudes y sanciones relacionadas con ellos. Los describe en orden de importancia:

 

1.- Asesinato: Es la ofensa más grave. Es tan seria que se acude a las autoridades mexicanas, aunque extrañas a la comunidad.

 2.- Heridas graves debidas a la agresión: Las sanciona el grupo, sin necesidad de acudir a otras autoridades.

3.- Robo: Se resuelve también entre los miembros de la comunidad donde ocurrió el robo. No se requiere intervención de funcionarios del gobierno mestizo.

 4.- Peleas y adulterio: Suelen ser muy comunes en ambiente de teswino, y ordinariamente estos excesos se atribuyen a la borrachera, más que a otra causa. Se tratan y sancionan en la comunidad.

5.- Daños en propiedad ajena: Ordinariamente son los daños que causan los animales a las cosechas. Suelen ser problemas que se arreglan entre los afectados, sin necesidad de entablar juicio formal.

Muchas son las instancias comunitarias que han permitido a los rarámuri seguir viviendo a lo largo de muchos años (casi 400) de convivencia con gente que se ha entercado en vivir a costa de los demás, de tratar de ignorantes a los que han demostrado mucha sabiduría para vivir.

Dentro de ese complejo unitario que es la vida indígena podemos fijar la atención en algunos aspectos que nos permitan entender la terca insistencia del pueblo rarámuri en seguir viviendo y en seguir siendo pueblo a pesar de todos los que lo hostigan. Uno de esos aspectos es el de los juicios: la instancia que usa este pueblo dentro de su sabiduría ancestral, para re-armonizar las relaciones intracomunitarias, cuando alguna conducta equivocada las rompe y atenta contra la paz, y la decisión firme de vivir como rarámuri. Esta institución judicial, nacida por la influencia de los primeros misioneros llegados a tarahumara, se fue haciendo parte del pueblo de la sierra, hasta llegar a ser elemento de conformación y defensa de la comunidad, una mediación muy importante de reconciliación y restauración de las partes dañadas para vivir en paz, y que forma parte de la organización  rarámuri, fuertemente influenciada por los padres misioneros.

Cuando algún hecho dentro de la comunidad rompe la armonía de las costumbres, se exige esa ceremonia especial del juicio como mediación para volver a la normalidad.

El que sufrió el perjuicio o alguno de sus familiares cercanos ven necesario arreglar el asunto ante la comunidad, ponen la demanda ante las autoridades indígenas (gobernadores o el general).

En muchos casos, sobre todo cuando hubo violencia ejercida contra otro, por ejemplo golpes, agresiones verbales, etc., se supone que el acusado va a estar renuente a asistir al juicio y arreglarse con quien lo acusó. Se necesita ir por él y llevarlo incluso por la fuerza al lugar del juicio. Entonces los gobernadores envían a uno o varios capitanes, y suelen escoger a los más alejados de la ranchería donde sucedió el asunto para que vayan por el acusado, con la intención de evitar desavenencias posteriores entre vecinos. Los capitanes se hacen acompañar frecuentemente de tres o cuatro soldados nombrados para el caso y van hasta la ranchería donde vive el acusado y llegan sin generar sospechas. De ordinario la sola presencia del capitán que lleva la lanza, su símbolo de autoridad y de los soldados, basta para que el delincuente no oponga resistencia. Incluso les ofrece de comer a los que van a presentarlo a juicio, antes de acudir con ellos al lugar en donde se va a realizar el mencionado juicio. Se procura tener con él una actitud pacífica y todo intento de agresión o de huida serán agravantes a tener en cuenta en el juicio.

Hay algunas ocasiones en que la terquedad del sujeto amerita que se le lleve amarrado hasta el lugar del juicio. Pero esta medida es la última ya que agotaron los  intentos de convencerlo de que arregle satisfactoriamente y en paz las cosas en el juicio.

 

Aceptación del delito

 

Cuando el acusado se siente acorralado por las declaraciones de los testigos, por las preguntas de los gobernadores y por la aportación de pruebas, no le queda más que aceptar su participación; o si el acusado no quiere aceptarla, el juicio no termina, se remite a los mestizos y que ellos lo juzguen. Esta medida no les gusta a los rarámuri, porque saben que ahí ordinariamente no será la verdad la que guie el proceso del juicio, ni se va a llegar a aclarar la participación en las relaciones dañadas. Además, la multa no va a ser para el perjudicado sino para la autoridad que se queda con ella. Y lo peor, quizá, es que se va a encarcelar al culpable que se verá impedido de atender a su familia y cumplir con sus obligaciones para con la comunidad. Esto no es arreglar  las  cosas, sino descomponerlas por venganza.

Cuando se termina el juicio hay algunas amonestaciones y un sermón del gobernador, un acuerdo mutuo sobre la compensación, restauración de la armonía previa, y entonces la comunidad asiente el acuerdo. Así se llega a la restauración de la armonía perdida.

Es muy importante cuidar que nadie critique al delincuente cuando se vuelve a integrar a la comunidad, cuando vuelve a tomar su lugar en la misma como si nada hubiera pasado.

En adelante, nadie más le va a reclamar ni a recriminar su conducta equivocada,  porque es muy importante reintegrarlo a la comunidad y que la vida siga en paz.

Esto habla de a una conciencia colectiva fuerte; de una cosmovisión compartida y de un marco de valores que aglutina y propicia el fortalecimiento comunitario. Principios todos aprendidos y asimilados por los primeros miembros de la iglesia y enseñados por los misioneros llegados a estas tierras hace 400 años, principios que los siguen motivando para vivir en armonía y en paz.

 

El juicio rarámuri en relación con el juicio mestizo.

 

La misma palabra expresa realidades distintas según el marco cultural en el que fue dicha y oída. La impartición de justicia es muy diferente en cada cultura.

Con la palabra justicia nos referimos de ordinario a la justicia vindicativa.

El rarámuri no usa en su lenguaje el témino abstracto nuestro. Para él la justicia es la reconciliación entre las partes, con la comunidad y el cosmos, es reordenar todo. No es castigo, no es cobro ni reivindicación sobre un daño ocasionado.

Para la cultura occidental el juicio va a definir derechos y a imponer pagos, correcciones, castigos.

El rarámuri utiliza dos términos: najóroma y nategára que hablan de este proceso de mediación para la reconciliación.

 

Najóroma es el verbo que indica llamar, convocar para esa acción comunitaria que reintegra al desviado que hizo mal, y para ello se le pide satisfacer por el daño, y reconciliarse con la parte afectada y con la comunidad.

Nategára, significa satisfacción, y es una noción rarámuri da que prácticamente se contrapone a la multa occidental. Se trata de reparar el daño hecho, restaurar los espacios comunitarios lastimados, devolver lo robado, pagar por los días que no pudo trabajar un herido, o dar algo significativo para resarcir ofensas morales.

 

Conclusiones

Son muy fuertes las diferencias entre el juicio rarámuri, aprendido ancestralmente y utilizado  como mediación para la paz, y el juicio mestizo.

Parten de dos opciones vitales muy distintas: en el rarámuri se ve el impulso  creativo de la reconformación de la comunidad, de la restauración de un daño. Es importante que el individuo mantenga su pertenencia al grupo, no olvide que es parte de la comunidad y colaborador dentro de su comunidad; y de la misma manera, a la comunidad le interesa mantener dentro de ella a  todos sus miembros, y trabaja por la seguridad colectiva. Y es la misma comunidad, con los  juicios como mediaciones, que busca rehacer esos espacios dañados.

Resulta curioso que una nación cuyas instancias judiciales han llegado a convertirse muchas veces en terreno propio para la corrupción, ni siquiera se pregunte si vale la pena tomar en cuenta ese derecho consuetudinario de los pueblos indígenas, cuando mucho nos enseñan y más nos valdría aprender de ellos.

Cuando el poder público es fruto de fraudes, cuando el gobierno se ve muchas veces como el campo propicio para engañar a la población, cuando los así nombrados “servidores públicos” mantienen la actitud de robar y aprovecharse del puesto en la medida en queno sean descubiertos, entonces se entiende por qué las autoridades rarámuri son elegidas como como son elegidas.

Se eligen entre los que poco o nada tienen de reprochable en su vida; los servidores públicos rarámuri no cobran un centavo por sus servicios; en los juicios se llega a hablar con la verdad y se busca esclarecerla, no para ver quién es más sutil en ocultarla o en burlarse de los demás, etc.

Parecería que un pueblo pequeño como el rarámuri demuestra más señas de nación seria, coherente y con instituciones apropiadas para auto-conformarse que un pueblo mayor que aparentemente no tiene opciones comunes como pueblo. De ahí la institucionalización del engaño a los demás, los fraudes en las elecciones, los juicios amañados, las cuentas no apegadas a la verdad, los servidores que se autosirven y ponen en plano muy secundario a la comunidad, a la nación que les dio confianza.

Y aquí encontramos un modelo de mediación que se ha mantenido a través de muchos, muchos años, desde que los primeros misioneros lo heredaron, y sigue fortaleciendo el caminar y el ser comunidad de estos pueblos originarios.

El mundo rarámuri se preocupa del bien de la comunidad que se sintió lastimada por un hecho doloroso para todos y que hay que reparar y reconstruir en favor del bien de las familias afectadas y de toda la comunidad.

Nosotros los cultos y bien preparados calificamos a los "indios" de atrasados y primitivos sin caer en la cuenta que la forma como luchan por la vida está más cercana al bien común, al buen vivir, que lo que hacemos nosotros los preparados, entendidos y estudiosos occidentales que vivimos en la era de la tecnología y la ciencia y destruimos la vida de las comunidades, y de las familias bajo un rimbombante título de justicia.