Cultura | Crónica | 22.NOV.2023
Nacajuca: Los Chontales, del tejido del petate a la poesía / Emma Yanes Rizo
Déjame que te cuente: arte y poesía en Tabasco
Cae una lluvia tenue en Nacajuca, municipio de Tabasco que pertenece a la región de Chontalpa y a la subregión de los pantanos. Su vegetación es por demás exuberante. El calor roza los 40 grados centígrados. Ahí está el taller del maestro artesano Sebastián de la Cruz. Él se dedica a la producción de mobiliario y arte decorativo con lirio acuático y con la fibra conocida como cañita, cuyo uso inicial en el mundo prehispánico fue para la elaboración de los petates, utilizados como mesa, cobija, cama y envoltorio mortuorio por los indígenas, que persiste hasta nuestros días; sin embargo, las laboriosas manos de las artesanas y los artesanos, lo han logrado transformar también en bolsas, cajas, aretes y objetos decorativos. Sebastián cultiva el lirio en un pequeño estanque, común en los traspatios de las viviendas. El artesano corta el lirio fresco, verde y a través de un procedimiento manual logra estirarlo hasta crear tiras compactas con las cuales las mujeres de la familia tejen sobre una estructura metálica desde sillas y mesas hasta cabeceras de cama. La cañita, por su parte, la siembra a unos cien metros de su casa, es una fibra verde, plana, que puede medir hasta cuatro tres metros de altura. Los artesanos que a la vez son campesinos, la cortan desde la raíz y después la van separando desde la punta hasta abajo generando las tiras que dieron origen al primer tejido que fue el de los petates.
El uso de la cañita para la elaboración de bolsas, lámparas y figuras decorativas, es también la especialidad del maestro Raúl Hernández y de su familia en la localidad de Villa Ocuiltzapotlán, Villa Hermosa, quienes han revolucionado la producción artesanal con piezas de excelente manufactura; al tejido de la fibra cañita han incorporado la talabartería y el bordado a mano, con piezas de singular elegancia. Ambos artesanos y sus familias son indígenas mayas-chontales, que han convertido los tradicionales petates, generalmente asociados a la pobreza, en mobiliario y bolsas de mano de amplia demanda en la hotelería. Es la suya la artesanía contemporánea indígena.
Volviendo a Nacajuca, en el centro de la población está el taller de cerámica Casa Muriel, también integrado por indígenas maya-chontales; el lugar lleva el nombre de la monja Muriel, que además de religiosa era artista. Ahí, hace cuarenta años, la monja hizo una escuela-hogar para niños y jóvenes huérfanos. Para su sustento los jóvenes realizaban diversos trabajos como carpintería y objetos de barro y organizaban bazares. Hasta que hace algunos años, por iniciativa de la madre Muriel, la casa-hogar montó un taller de cerámica con apoyo de técnicos universitarios y del Fonart. La madre falleció hace un año, pero la comunidad de huérfanos, convertidos ya en adultos, han hecho del taller una pequeña empresa ejemplar, administrada por ellos mismos y por quienes fueran entonces las trabajadoras de asistencia social.
El taller Casa Muriel produce vajillas, lámparas y floreros, con diseños contemporáneos particularmente delicados de amplia demanda en los restaurantes y los hoteles de Villa Hermosa.
También en Nacajuca se encuentran la radio La Voz de los Chontales y las instalaciones del Instituto Nacional Indígenista local, cuya explanada se distingue por tener al centro un busto del poeta Carlos Pellicer. Nos reciben ahí un grupo de artesanas y cocineras tradicionales, nos cuentan además que tres de ellas son poetizas, con algunas publicaciones en español y yokot'an su lengua originaria. La comunidad nos invita a comer un tradicional pavo acompañado con tamal a la manera de pan. Se extiende la sobremesa y María Esmeralda López Méndez, comparte algunos de sus versos:
Tu vejez
Tus canas son andares
de un largo viaje,
que van danzando
y enseñando su plumaje.
Recordarte bajo el tiempo,
donde juegas tus telares de maíz
como lienzos
de adornos sobre la raíz.
Grietas frágiles
que inundan las aguas benditas,
recordando la penumbra
de los sueños que me quitas.
La jícara y el pozol
Soy el espíritu de tu casa,
en cada rezo tuyo
busco impregnarme con el aroma a humo
que roza mi piel morena.
En cada danzar
soy el manjar de los olvidados
apagando la sed del personaje deseado.
Con caricias de mi compañera
ruedo sobre el mundo
hasta no juntarnos sobre aros de piedras.
Atardecer de pasión
El sol alumbra el maizal
de mi corazón,
que guardo
como un tesoro sin razón.
Como piedra apostada
acompaño tu atardecer
esperando la llegada
de tu bello amanecer.
Quererte
como un día sin bendición,
el cual lloro con alegría
al escuchar tu pasión.
La noche obscura
Silencio, silencio,
respira profundo
para no despertar a la noche obscura.
Silencio, silencio,
que la noche cobija a la luna
y la adormece como un niño.
Silencio, silencio,
que la noche va cantando
para hacer bailar a las estrellas
Remata el locutor chontal Domingo Alejandro con el siguiente poema:
Versos de Colibrí
1
Un colibrí danzó sobre mi cabeza
y me regaló estos versos
para escribirlos en el pétalo de tu corazón
2
El colibrí
un poeta que escribe versos
con el néctar de las flores.
3
La miel queda en mis labios,
en espera de tus besos.
Mujeres poetas. Maria Esmeralda López Méndez, Maria Guadalupe Hernández de la Cruz y Griselda Luciano de la Cruz.
A un costado de la radio se mira deteriorada la casa del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador cuando fue titular del INI. No tiene ventanas y la vegetación se asoma por la que fuera la pequeña sala; la vivienda era de tres recámaras; tenía además una pequeña cocina con una barra hacia el pasillo y dos baños. Aquí empezó el sueño de la 4T, nos dicen los lugareños, algunos de los cuales acompañaron al joven Andrés en el INI. “Hacíamos de todo”, nos comentan, “no éramos burócratas”: hicieron caminos, levantaron viviendas, enfrentaron la burocracia del gobierno estatal y de la ciudad de México, para financiar proyectos y soportaron con suma tristeza el cierre de la radio Chontal que con esfuerzos apenas se está levantando. Guardan incluso algunas fotos de aquéllos años y se admiran aún de que aquél joven funcionario haya conseguido la Presidencia de México. La casa era una romería, como lo es ahora el Palacio Nacional.
Pero el crimen organizado también ha llegado hasta ahí. Un día después de nuestra visita en la propia Nacajuca los narcos quemaron una camioneta. Nos cuentan las personas artesanas de los talleres que ya comentamos, personas desconocidas se han acercado a ellos para intentar cobrarles derecho de piso. Ojalá que el arte tradicional, la poesía y los sueños sociales sean la fibra que se entrelace, como los petates mismos, para cobijarnos contra la violencia cotidiana.