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12 Mayo 2024, Puebla, México.

Carta abierta por  José Alfredo Jiménez /  In Memorian por Juvenal Cruz Vega

Cultura /Universidades | Crónica | 24.NOV.2023

Carta abierta por José Alfredo Jiménez / In Memorian por Juvenal Cruz Vega

A cincuenta años de su muerte

Por:  Juvenal Cruz Vega. Director de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz

 

De mi máxima consideración a todos los aficionados de José Alfredo Jiménez en todo el mundo.

        

Mi dixit tum quis viator

Non debes venire cito,

Sed debetur adventare.

 

Después me dijo un arriero

Que no hay que llegar primero

Pero hay que saber llegar

 

Advertencia

 

El viernes 26 de noviembre de 2021 dediqué un homenaje a José Alfredo Jiménez, uno de los compositores  de música ranchera más gustados de México en el Siglo XX. La HR 1090 AM con motivo de su Octogésimo segundo aniversario me dio la oportunidad de expresar esta disertación, en el programa “Así es”, que conduce y dirige acertadamente Roberto Martínez Otero, desde Cinco Radio en la ciudad de Puebla.

 

El tema me gustó y le puse: Semántica, filosofía y perspectiva de la obra de José Alfredo Jiménez, tal como puede ver en la grabación de la misma radiodifusora y que compartí en mi muro de Facebook y en otras redes sociales.

 

El texto que ahora presento es una carta abierta sobre mi gusto y aprecio por el canta autor mexicano. Es un documento que había guardado desde el año 2014, dirigido al sobrino de José Alfredo Jiménez, al licenciado José Azanza Jiménez, a raíz de la publicación de su libro: “Mis vivencias con José Alfredo Jiménez, Anécdotas desconocidas y una canción inédita”.

Ahora comparto con el público este documento que escribí hace nueve años, también como fruto de mis vivencias sobre las canciones de este gran poeta mexicano, guanajuatense de corazón, mexicano de patria y la inspiración de muchos otros mexicanos en varias celebraciones.

 

Carta abierta al licenciado José Azanza Jiménez

 

Le saludo desde la ciudad de Puebla, con mucho gusto y con una alegría enorme. En estos días estuve leyendo su libro, el cual ya lo había leído hace unos cinco años en otra edición más sencilla, con motivo de que tres escuelas me invitaron a dar una conferencia sobre José Alfredo Jiménez. Con su libro me identifico bien, por qué no decirlo, me confirma algunas cosas que yo había sospechado desde niño, cuando me comenzaron a simpatizar las canciones de José Alfredo Jiménez. Lo felicito, es un excelente libro, debería tener más difusión en las famosas Ferias del libro. Ojalá pronto conozca una reseña mía, se la enviaré ya publicada. Muchas de las canciones de José Alfredo me recuerdan la infancia y mi adolescencia, desde entonces he admirado tanto a José Alfredo, sin duda, un hombre extraordinario, fuera de serie, es de esos hombres que nacieron dotados de dones, de sentimiento, de valor, de talento, de fe y de esperanza; desde el vientre fue elegido para cantarle al hombre, a la mujer, a la niñez, a la adolescencia, a la juventud, a la senectud y a Dios, a través de la simbología de la auténtica cultura del hombre, tal como puede constatarse en su repertorio y en sus manuscritos. Es el poeta del pueblo, aunque yo no soy poeta, sí entiendo la poesía, pues parafraseando a Aristóteles sé que en la poesía hay más verdad que en la historia.

 

De niño mi padre Delfino Cruz Vázquez me hablaba bien de José Alfredo, a través de sus canciones. Pues le escuché cantar en el campo, entre la naturaleza del Oriente de la ciudad de Puebla: Que te vaya bonito, Corazón…corazón, Despacito, Un día nublado, El hijo del pueblo, El jinete, Guitarras de media noche, La enorme distancia, La mano de Dios, Sonaron cuatro balazos, entre otras. Después de cantarlas en el campo, algunas veces me las explicaba y me las tarareaba, sin conocer la historia y el contexto de las composiciones, y al revisar este libro, de verdad que a algunas les atinaba, me decía que José Alfredo era un hombre que conoció de raíz el sufrimiento, el amor y la fe, sobre todo, me decía que era un hombre apasionado y enamorado. Aquella apreciación era una interpretación personal y viva de sus canciones, pues mi padre es campesino, de Santa Inés Varela la Luz, Tlachichuca, un pueblo cerca de las faldas del Volcán de San Andrés Chalchicomula, Citlatépetl, y llamado también Pico de Orizaba; no conoció en persona a José Alfredo, ni conoció la hermenéutica, la exégesis y la crítica literaria de las canciones del compositor mexicano.

 

Cuando salí del pueblo y llegué a la ciudad de Puebla, mucho antes de mis estudios universitarios, tuve un encuentro muy fuerte con las letras, con las lenguas clásicas, con la filosofía y con la teología, pues estudiaba en el Pontificio Seminario Palafoxiano Angelopolitano. Algo muy loable de esa época, allí escuché al poeta poblano Filogonio Sánchez Castillo, conocido como el padre Filo, hablaba bien de José Alfredo. Literalmente decía que José Alfredo era el filósofo y el poeta existencialista del pueblo y que no le pedía nada a los grandes del existencialismo, porque le cantaba al hombre, al hombre concreto, al hombre de carne y hueso, que siente las desgarraduras del ser, el hombre que siente, que se angustia y que ama, sobre todo, el hombre de fe y de esperanza. Era el artista, el actor, pero existencialista, es decir, que actuaba y no fingía, porque le ponía sentimiento y sentido a la vida.

 

En aquellas clases comentaba, contextualizaba, interpretaba y aplicaba notas interesantes de las canciones: Yo, Ella, Camino de Guanajuato, El caballo Blanco, Serenata Huasteca, Tú y las nubes, Despacito, Si nos dejan, El rey, Qué bonito amor, Te solté la rienda, Gracias, Pa todo el año, Un mundo raro, Paloma querida etc. Recuerdo que el padre Filogonio nos puso a leer al gran humanista y existencialista, a Don Miguel de Unamuno, con el fin de que hiciéramos una nueva lectura sobre las canciones de José Alfredo, el libro era “Sobre el sentimiento trágico de la vida”, el cual fue publicado en el año de 1913. Esto era importante porque la obra de José Alfredo nació en una época donde figuraba la filosofía existencial y existencialista en sus tres vertientes: atea, agnóstica y teísta, y en las familias de cada pueblo eso se escuchaba debido a la crisis y a la circunstancia del momento. Al padre Filogonio le pregunté un día en clase si había conocido a José Alfredo, me dijo, no necesito conocerlo, es un chingón y punto, y continuó diciendo, “agrégalo a la lista de los grandes”.

 

Más tarde, debido a mis estudios universitarios, conocí la filosofía existencial a través de mi maestro el doctor Humberto Encarnación Anízar, quien me relacionó con el gran filósofo existencialista mexicano, con el doctor José Rubén Sanabria Tapia, y a través de éste último, comencé a conocer la temática, los autores y las vertientes del existencialismo histórico y contemporáneo. La filosofía existencial es una de las vertientes que mejor pueden explicar el pensamiento de José Alfredo. La filosofía existencial es una invitación a la reflexión, al diálogo, a la meditación, a la búsqueda constante por la verdad, al autoconocimiento. Según los problemas que trata: reflexión sobre el hombre, búsqueda del sentido de la existencia humana, reflexión sobre el amor y la interioridad, la angustia, el dolor, la muerte, la vocación, las emociones; es una filosofía abierta, con diálogo divergente, muestra una síntesis y una originalidad para tratar los temas filosóficos de la realidad.

La filosofía existencial no sólo es inmanente, sino también es abierta a la trascendencia. Por sus contenidos que presenta y por la forma de meditar, hunde sus raíces en el personalismo existencialista. El punto de partida es el hombre con todas sus características ontológicas que tiene como persona. La expresión completa es que se trata de una filosofía como sabiduría. En este sentido hago mía la noción de filosofía de mi dilectísimo maestro José Rubén Sanabria y que viene a explicar buena parte de este asunto en su “Introducción a la filosofía”, Editorial Porrúa, México, 1976: “la filosofía es un saber. Pero no un saber por saber, sino un saber para vivir. Para saber vivir y para saber morir. La filosofía enseña a vivir como hombre cabal. Porque el hombre es demasiado grande para bastarse a sí mismo”.

La parte más fuerte de mi apreciación se debe a mi encuentro con el filósofo mexicano, Mauricio Beuchot Puente, es el filósofo más importante del momento en nuestro país y figura entre los más destacados de América Latina. Su aporte mayor es la hermenéutica analógica que ha salido de las obras de los clásicos y con el estilo de Mauricio muy a la altura de la filosofía contemporánea con la que ha enriquecido su síntesis filosófica. La hermenéutica y la analogía son dos aspectos distintos desde sus orígenes; sin embargo, en su contenido son complementarias. Mauricio Beuchot con su enfoque interdisciplinario ha conjuntado estos dos términos para ampliar la interpretación más acertada. La hermenéutica es ciencia, método y arte de la interpretación de textos; la analogía es proporción o proporcionalidad de la realidad, es una palabra muy amplia y ambigua que permite extender el horizonte para captar aspectos más cercanos de la verdad.

En la hermenéutica analógica el doctor Mauricio Beuchot utiliza el lenguaje de santo Tomás como punto de partida, de ahí los términos polisémicos a saber: unívoco, equívoco y análogo, pero con otros elementos que ayudan a la comprensión del texto: símbolo, icono, paradigma, signo, metáfora, metonimia, polisemia, parábola, alegoría y muchas otras relaciones interdisciplinarias. Por su apertura metodológica rechaza una sola interpretación (univocismo) y también varias interpretaciones sin equilibrio porque provocan un relativismo casi total. La analogía es la mayor reflexión de Mauricio Beuchot, por su misma naturaleza es amplia, se coloca entre la univocidad y la equivocidad, sin embargo, predomina ésta última, es decir, la diferencia o la proporcionalidad. La analogía se fundamenta en una filosofía del ser-ontología y una filosofía del hombre-antropología filosófica, por eso su reflexión conduce al hallazgo de la verdad que está interpretando el hermeneuta.

El objetivo de la hermenéutica es el texto, el cual puede ser muchas formas, pues no sólo se trata del escrito, es decir, del documento, sino también del diálogo como lo hace saber Hans George Gadamer. Mauricio Beuchot considera que “El texto escrito es cerrado, mientras que el diálogo es un texto en alguna medida abierto, no está circunscrito por el papel y tiene cierta independencia”. Paul Ricoeur añade como texto la acción significativa, los mediavales llamaban texto del mundo. Mauricio Beuchot, además de que acepta estas tesis de Gadamer y Ricoeur, llama texto a los pensamientos, al lenguaje y al símbolo. Por lo anterior puede advertirse que la hermenéutica analógica es una herramienta muy abierta para la interpretación de textos y por su vinculación con la filosofía o metafísica, busca la verdad para no interpretar desde lo subjetivo y lo relativo. Evidentemente, en la historia del pensamiento se han desarrollado diversos modelos de interpretación, a pesar de ello, se sugiere la Teoría de Mauricio Beuchot, ya que ésta trata de buscar un equilibrio entre las interpretaciones unívocas y equívocas, resaltando en lo analógico, es decir, en lo diferente. Este modelo de interpretación ya ha tenido aplicaciones a distintas disciplinas, con buenos resultados, por ejemplo, en los derechos humanos, las virtudes, los valores, el psicoanálisis, la educación, el arte, la política, la tradición, la historia, la poesía, entre otras disciplinas.

 

Así, pues, querido amigo José Azanza, le escribo esto para comunicarle que por José Alfredo siento una fina admiración, no como el común de los mexicanos, sino como alguien muy singular que con mucho esfuerzo he aprendido a salir adelante, algo así como la composición de José Alfredo, “Pedro el herrero”: “No pude ser algo grande, por no haber ido a la escuela, sigo aprendiendo despacio, lo que la vida me enseña”. Por eso cada año entre el 20 y el 25 de noviembre le hago un homenaje a título personal, a veces en radio, a veces en vivo en algún salón, para recordarlo, y trato de involucrar a otros universitarios parecidos a mí. Ahora, conozco muchos seguidores de José Alfredo. Entre los cuales, en Puebla, son conocidos, el maestro Antonio Robledo y Meza, profesor de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el vulcanólogo poblano, el maestro Alejandro Rivera Domínguez, el Cronista de Tepeaca, el licenciado Francisco Jiménez, conductor del Programa “Reflexiones desde Tepeaca”.

 

Hace algunos años, le pedí a mi gran amigo, el doctor Tarsicio Herrera Zapién, Miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, que vertiera al latín las principales canciones de José Alfredo, le dije, si usted ha hecho esto por Amado Nervo, Juan Rulfo, Sor Juana, Francisco Cabrera y otros, le dije, le falta José Alfredo. Y alguna ocasión me dio la sorpresa al poner la canción del “El rey” en latín, y al ver la excelente construcción, la comencé a cantar probando con la fonética clásica y con la fonética italiana, luego le dije, que sin alterar la música y el ritmo había quedado como la quería José Alfredo. A lo cual me dijo: “No hubiera hecho este arreglo de José Alfredo, si José Alfredo no hubiera compuesto el rey”. Después fuimos a la radio de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y ahí en dos horas hablamos más de José Alfredo que del tema para lo que habíamos sido invitados. Y allí cantamos por primera vez el rey en latín. A partir de entonces, hemos seguido con la idea de que haya más canciones de José Alfredo en latín, esto es, en la lengua más hermosa del mundo occidental.

 

 Finalmente, y particularmente, le admiro su esfuerzo y su valentía de hacer una labor enorme por José Alfredo y por México. Me impresionó mucho de usted su sensibilidad y su humildad, pues un hombre con el itinerario político como el suyo es muy diferente. Aunque mi visita a Dolores Hidalgo fue muy rápida, prometo ir nuevamente, pues tengo finas amistades en la Universidad de Guanajuato. Le envío la canción del rey en latín, aquella ocasión, 23 de noviembre del 2008, el doctor Tarsicio me la dejó en una servilleta, pues estábamos en un restaurante cuando hizo la versión al latín, y también yo la transcribí a mano. Ahora se la mando para que la ponga el Museo de José Alfredo Jiménez, si usted lo amerita.

 

 

Versión latina de El rey. Dr. Tarsicio Herrera Zapién.

 

STROPHA I.

Scio bene me esse foras

At in die quo ego moriar

Scio ploraturam te (ploraturam te)

 

Tu dices non dilexisse

At futura es valde tristis

Et remansura sic es.

 

CHORUS.

 

Sit pecunia aut non pecunia

Facio Semper quidquid cupiam

Et verbum meum est lex.

Thronum non habeo aut reginam,

Nec quanquam quae me percipiat,

At sum adhuc ego rex.

 

STROPHA II.

 

Petra quaedum inter viam

Decuit mi fortunam meam

Esse rotare et rotare (rotare et rotare).

 

Mi dixit tum quis viator

Non debes venire cito,

Sed debetur adventare.

 

CHORUS.

 

Sit pecunia aut non pecunia

Facio Semper quidquid cupiam

Et verbum meum est lex.

Thronum non habeo aut reginam,

Nec quanquam quae me percipiat,

At sum adhuc ego rex