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11 Mayo 2024, Puebla, México.

Quitar la bandera: cobardía y codicia / Del absurdo cotidiano de Ángeles Mastretta

Política | Crónica | 18.FEB.2024

Quitar la bandera: cobardía y codicia / Del absurdo cotidiano de Ángeles Mastretta

Estamos regresando del Zócalo, con la certeza de que marchar no es un lujo, sino un deber. La plaza llena de gente dispuesta a decir en alto, cantando, coreando que no vamos a permitir que quien ganó las elecciones de manera legítima, apegado a la Constitución, respetando las reglas del INE y apoyado en ellas, ahora quiera ir contra lo mismo que lo puso en la presidencia.  Consignas como “libertad”, “respeto”, “democracia”, se dijeron cientos de veces. Y hubo alegría y esperanza, como la que tantos tuvimos durante muchos años. Había cerca de mí personas de todas las edades, pero me asombró ver a tantos con sesenta y setenta y ochenta años, seguros de que vale la pena repetir el esfuerzo y llegar hasta ese ombligo del país a cantar con otros miles el himno nacional. Yo tengo setenta y cuatro y empecé a marchar a los veinte. No sólo no me arrepiento, sino que aún sigo creyendo crucial ir a pedir, otra vez, lo mismo. Lo dijo muy bien Lorenzo Córdova —en este sitio pueden ustedes encontrar su discurso— durante muchas años se construyó una escalera sólida, costó mucho trabajo, no apareció de repente, todo lo que ahora, muchos jóvenes ven como muy normal, como caído del cielo, como si fuera la concreción de un programa de tele, se fue haciendo con la tenacidad, la vocación de lucha, las ideas, de gente excepcional. Gente a la que acompañamos los que no hubiéramos sabido cómo hacer leyes, ni cómo construir instituciones, pero sí teníamos la certeza de que urgían. Ahí mismo en el zócalo, se ha dicho cada año: “¡Vivan los héroes que nos dieron Patria y libertad!”. Cuando he respondido, “¡Vivan!”, no sólo estoy pensando en Morelos y Leona Vicario, estoy pensando en los héroes que vi pelear durante el siglo XX, a los que acompañé y conocí y a los que pelean, usan su inteligencia y la muestran, tienen valor y no lo ocultan en el siglo XXI. Del modo en que él quiso, también López Obrador marchó en esa plaza pidiendo libertad y democracia, aunque ahora le haya dado por negárselas, negárnoslas a otros. Hasta la bandera quiere quitarnos. Esta vez, porque así lo mandó su codicia, no estuvo en el centro la bandera. Porque hay de pueblo a pueblo y si los reunidos no van a rendirle pleitesía al abusivo presidente que llegó hasta el palacio ayudado por el voto de muchos de ellos, entonces ya no son pueblo, ya no merecen bandera, ya que se larguen del zócalo que sólo es de él. “El Zócalo es nuestro” decían cuando lo usaban para protestar, pidiendo muchas veces, también democracia y respeto al voto. Eso que ahora mismo ya no  quieren.

¿Qué miedo tiene el presidente? ¿A perder qué le tiene miedo? ¿Qué no le gusta del voto en contra si tan seguro está de que habrá multitudes votando a su favor? ¿Y qué codicia? ¿La bandera sólo para él? Si son mayoría quienes necesitan y desean  un papá autócrata, una dádiva con un  nombre y no con el de los impuestos de todos los mexicanos ¿por qué la supuesta minoría no merece bandera?  ¿Tampoco himno? Y sí, —por las leyes que pretende—, tampoco merece democracia según parece decir a diario desde el púlpito en que se adora cada mañana.

Yo no estoy de acuerdo con llamarlo “narcopresidente”, porque no está probado ese dicho, ni con corear: “Fuera López”, porque el señor fue electo para cumplir con el cargo de presidente de la república y tiene que serlo hasta el último día. Lo que fui a pedir al zócalo es que lo haga como se debe, como juró hacerlo cuando protestó cumplir con la Constitución. Quédese presidente, no tenga miedo, ni sea envidioso. Comparta la bandera y el país que prometió honrar.