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16 Septiembre 2024, Puebla, México.

La organización de las palabras en nuestra memoria / Revista Elementos BUAP

Cultura | Crónica | 31.JUL.2024

La organización de las palabras en nuestra memoria / Revista Elementos BUAP

Aline Minto-García
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La memoria es una extraordinaria capacidad humana para almacenar y extraer información. No solo recordamos nuestras vivencias pasadas, sino también información sobre el conocimiento del mundo, los conceptos y el lenguaje. Específicamente, la memoria semántica es la encargada de acopiar el conocimiento que una persona posee sobre las palabras, tanto del significado como de las relaciones que establece con otras palabras (Ober y Shenaut, 2006; Tulving, 1972). En ese sentido, podríamos decir que la memoria semántica es crucial en el desarrollo del lenguaje. Conforme el bebé va adquiriendo su lengua materna, las palabras que constituyen su vocabulario se van almacenando y organizando en la memoria semántica para que, en el momento en que necesite comunicarse con otros, acceda a ellas, las recupere y, con ellas, construya un mensaje (o bien comprenda el mensaje que ha recibido).

     Aunque ha habido diversas propuestas teóricas para explicar cómo se organiza el vocabulario en la memoria semántica, una de las más prolíficas afirma que las palabras se organizan en forma de red: se trata del modelo de ordenamiento semántico basado en la teoría de la propagación de la activación (Collins y Loftus, 1975). Desde esta perspectiva, los nodos de la red representan las palabras y los enlaces configuran la asociación entre las palabras.

     De esta forma, las palabras se vinculan con otras palabras constituyendo, así, entramados de nodos que se agrupan y conectan entre sí. Para explicar el procesamiento de palabras a partir de esta propuesta teórica, imaginémonos una red en la que un nodo se activa (o se ilumina, si lo pensamos en términos metafóricos); dicho suceso provoca, a su vez, que otros nodos también se activen. Para que esto suceda, la cercanía entre los nodos es un aspecto fundamental: entre más largo sea el enlace que separa a los nodos, la conexión es más débil entre las palabras y la activación de determinado nodo es menos probable (véase Anderson, 1983; Collins y Loftus, 1975). Esta manera en que se estructura la red permite almacenar palabras de forma flexible, así como una recuperación eficiente; asimismo, facilita el aprendizaje de nuevas palabras que serán acomodadas en el entramado de la red y la predicción de las palabras que se pueden activar en la red ante la previa activación de un nodo.

     La memoria semántica, entonces, no solo se ocupa de guardar determinada cantidad de palabras, sino también de su organización y la recuperación de sus significados. De acuerdo con este planteamiento, primordialmente los nodos se conectan entre sí a partir de su significado, es decir, se vinculan dado que comparten ciertos rasgos de significado y conforman categorías semánticas; por ejemplo, la palabra manzana y la palabra pera refieren a frutas que poseen rasgos en común.

     Sin embargo, las palabras también pueden asociarse por su coocurrencia contextual; esto es, por referir a elementos (objetos, personas, lugares o acciones) que aparecen en el mismo escenario. Por ejemplo, la palabra perro puede vincularse con la palabra correa, o bien con la palabra ladrar. Este último tipo de asociación posibilita el vínculo entre palabras de diferentes categorías gramaticales y puede dar paso a relaciones sintácticas que suceden en el habla cotidiana (es común escuchar frases como “El perro no tiene correa”). De esta manera, los hablantes van ordenando las palabras que conforman su vocabulario, de acuerdo a parámetros semánticos y contextuales (véase Arias-Trejo y Minto-García, 2021).

     Por supuesto, los niños poseen un vocabulario más limitado que los adultos; en ese sentido, las conexiones también son limitadas porque poseen menos opciones (otros nodos) para establecer un vínculo. En cambio, los adultos muestran una mayor conectividad entre las palabras; además, aunque a lo largo de la edad adulta (es decir, desde que se es adulto joven hasta ser adulto mayor) se suscitan pocos cambios en la organización de las redes de palabras, los adultos mayores poseen una variabilidad más amplia en la asociación de palabras, lo cual se explica por la misma amplitud de su vocabulario (ya que se ha demostrado que el pico más alto en el número de palabras que constituyen el vocabulario de una persona se da en la vejez); es decir, dado su conocimiento de una gran cantidad de palabras (y sus significados) hay una mayor posibilidad de vincular una palabra con muchas más opciones (para una revisión de los estudios, véase Arias-Trejo et al., 2022; Brysbaert et al., 2016; Zortea et al., 2014). Esto quiere decir que las redes de palabras cambian con la edad y el desarrollo del lenguaje. Las redes de palabras se van ajustando, adaptando y modificando según el conocimiento de la propia lengua de los hablantes, pero también de las experiencias que han tenido a lo largo de su vida.

     ¿Cómo se estudian las relaciones entre palabras? Existen varios métodos que han permitido, desde diferentes disciplinas y enfoques, estudiar la conformación y organización de las redes de palabras, desde técnicas electrofisiológicas (como la técnica de potenciales relacionados con eventos) y de rastreo visual, hasta tareas verbales como las de nombramiento, decisión léxica y asociación libre de palabras (para una revisión comparativa de los distintos métodos, véase Barrón-Martínez et al., 2021). Desde una visión psicolingüística, la tarea de asociación libre de palabras es un método que ha tenido muchas ventajas por sobre otras técnicas de recolección de datos (por ejemplo, es una técnica no invasiva que posibilita el estudio de la producción espontánea de palabras). Esta tarea consiste en presentar de forma oral o escrita una serie de palabras estímulo y solicitar a los participantes que contesten de forma oral o escrita con la primera palabra que venga a su mente. El resultado es un conjunto de datos de palabras asociadas (estímulos y sus respuestas) que pueden ser analizadas cuantitativa o cualitativamente.

     Ahora bien, gran parte de los estudios sobre relaciones entre palabras se han centrado en poblaciones angloparlantes. Sin embargo, el interés que aquí nos ocupa está enfocado en los hablantes del español. ¿Qué se sabe de la organización del vocabulario de los hispanohablantes? ¿Hay investigaciones específicamente en mexicanos? Con la participación de mexicanos hispanohablantes, se han realizado algunas investigaciones para conocer cómo se conectan las palabras mediante el estudio de la producción léxica.

     A partir de datos recolectados con una tarea de asociación de palabras, se realizó una comparación entre las asociaciones generadas por jóvenes y las de adultos mayores; los resultados indicaron que ambos grupos proporcionaron la misma respuesta más frecuente para 45 de las 117 palabras, es decir, la respuesta más frecuente coincidió en un 38.46 % en ambos grupos (Arias-Trejo et al., 2022).

     Esto indica un solapamiento en las respuestas de los jóvenes y los adultos mayores, aunque evidentemente las asociaciones más frecuentes cambian con la edad.

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