Como arqueólogo me percato de que una inmensa mayoría de los sitios del pasado ya están descubiertos. Muchos se han estudiado a profundidad y otros muy poco o nada. ¿Cuántos faltarán por descubrir? Imposible de responder, pero sí es evidente que la voracidad del investigador, del explorador, viajero, aventurero, ruinero, busca tesoros y curioso en general y que muchas veces destruye el patrimonio cultural, es inconmensurable. Y es tanta la ambición que el destino ya los alcanza, al grado de que se hará arqueología de los que la hacen y eso será hasta el grado de caer en una espiral eterna sin sentido.
La comprensión del desarrollo sociocultural del pasado no sólo se encuentra en la materialidad oculta bajo la superficie, también está en nuestro presente como resultado de un pasado: lo etnohistórico, histórico, etnográfico, lingüístico, bibliográfico, gráfico rupestre, iconográfico y desde luego en la rica tradición oral. Ese afán por profanar los suelos, en todos los sentidos de quién lo haga, contraviene principios básicos del respeto por el territorio simbólico y sagrado.
La arqueología no sólo es excavación, también es introspección colectiva e individual, pero muy poco se practica ante la voracidad que la materialidad impone.
Se estará o no de acuerdo con lo anterior y se pensará que entonces para qué se practica la arqueología: ¿para saber de dónde venimos?, ¿como hacíamos antes las cosas? ¿Cómo nos organizábamos para el trabajo y sobrevivir?…
¿Qué no existe ya demasiada información para responder estas y otras preguntas?
Se hace arqueología por curiosidad, esa condición innata del ser humano que no deja de amar las tinieblas que ocultan las ruinas del pasado, emoción acompañada por ese sentido romántico, pero la avidez regida por la voracidad del reconocimiento, entendido como acaparador de los reflectores de escenarios públicos, provoca que se pierda esa sencilla condición de la humilde curiosidad.
Hasta aquí dejo este arrebato matutino que espero estimule algo a la reflexión que tanta falta nos hace en estos tiempos aciagos, llenos de vacío o llenos de lo que es insulso e intrascendente…