Gobierno /Sociedad | Opinión | 21.AGO.2024
Desafíos del nuevo gobierno ante la crisis de los medios en México / Luis Alberto Martínez
Cada 3 o 6 años, a nivel nacional y en los estados que cambian a sus autoridades estatales y municipales, el sistema de medios y noticias se reconfigura parcialmente. Surgen medios, desaparecen otros, algunos se reinventan, unos se fortalecen, y otros se debilitan.
Tras el último proceso electoral, en el que la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo asumirá la Presidencia de la República en octubre próximo, y donde 9 estados tendrán cambio en sus gubernaturas y presidencias municipales, esta reconfiguración se da en el marco de fenómenos globales y locales que vale la pena repasar:
Los medios tradicionales —es decir, la prensa escrita, la radio y la televisión— están viviendo momentos complejos y enfrentando grandes desafíos.
Particularmente, quienes se llevan la peor parte son las televisoras, que atraviesan la peor crisis de su historia. Han sido desplazadas por internet como el principal proveedor de la industria publicitaria. En un mundo donde los anunciantes prefieren recurrir a influencers, pautas en redes sociales y millonarias campañas con agencias que dominan el espectro digital, la televisión ha quedado rezagada.
Hoy, la televisión es considerada el medio de comunicación con la peor credibilidad, y a pesar de sus grandes esfuerzos por vincularse con las audiencias en el espectro digital, las nuevas generaciones, primordialmente, no confían en ella.
En su desesperación, recurren a contenidos morbosos, estridentes y sensacionalistas que, complementados por personajes con fuerte presencia en las redes sociales, logran millones de visualizaciones, pero en detrimento de la calidad, ética y profesionalización de los contenidos.
En la prensa escrita, ante los altos costos de producción, cada día más periódicos deciden cancelar sus ediciones impresas para concentrarse en el terreno digital. La mayoría de los que sobreviven lo hacen gracias a agresivas campañas publicitarias o sólidos convenios de publicidad con los gobiernos locales y dependencias federales.
La radio es quizá el medio tradicional que mejor ha sobrellevado la crisis, manteniendo respetables niveles de confianza y balanceando su financiamiento entre lo público y lo privado.
En el escenario digital, de acuerdo con el Observatorio Mexicano de Medios, actualmente el 93% de los portales de noticias tienen al sector público como su principal fuente de financiamiento.
Como ya se ha señalado en otros espacios, financiar un medio dentro del ecosistema digital es mucho más económico que financiar cualquier medio tradicional. Por ello, en los últimos años se ha experimentado una sobreoferta de portales de noticias.
Ante este escenario, el próximo gobierno federal y los gobiernos locales entrantes tienen en sus manos una importante oportunidad y desafío: coadyuvar en la democratización de las noticias en México, en la formación de audiencias más críticas e informadas, y en la consolidación de políticas públicas que impacten positivamente en el ejercicio digno del periodismo en el país.
Los medios que dependen de la oligarquía mexicana —es decir, aquellos que están bajo el control de familias que integran el poder económico— hoy son minoría dentro del ecosistema mediático mexicano. Sin embargo, ante la crisis de los medios, el resto se encuentra vulnerable ante la inviabilidad financiera. Están cercados, sin un modelo de negocio estable que les permita ejercer el periodismo en libertad, sin someterse a las tentaciones de quienes, desde el poder político, buscan construir sus propias narrativas y acallar sus errores.
Para Claudia Sheinbaum y quienes le acompañen en su equipo de comunicación social, se presenta una inmensa oportunidad de realizar una efectiva reconciliación con los medios de comunicación, que —hay que decirlo— se sienten agraviados por la descalificación generalizada, la violencia y los excesos de personajes locales que malentienden la relación prensa-poder.
A Sheinbaum le corresponde consolidar el fortalecimiento de los medios públicos —el principal acierto del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador— y reinventar la llamada «Mañanera» como un espacio efectivo de rendición de cuentas e información gubernamental, alejado del inútil boletín de prensa.
Asimismo, le toca impulsar políticas claras y transparentes para la asignación de convenios publicitarios, donde se privilegie la calidad, el compromiso y la ética por encima de los volúmenes de audiencia o la total entrega de las líneas editoriales. Los colegas de Sin Embargo han demostrado que es posible hacer un periodismo digno, cercano a la Cuarta Transformación, sin sometimientos.
Es necesario establecer y transparentar metodologías claras para señalar a aquellos medios de comunicación irresponsables y entregados a las agendas del poder económico, al mismo tiempo que se fortalezcan mecanismos de verificación para combatir la desinformación, sin caer en la estigmatización ni la descalificación.
Finalmente, será crucial consolidar mecanismos de protección para los periodistas, que abarque todos los órdenes de gobierno, implacables y efectivos, que prevengan no solo las violencias ejercidas por el crimen organizado, sino también por el poder político de aquellos que, una vez más, malentienden su relación con los medios de comunicación.
El sistema de medios mexicanos debe ser resultado de consensos, transparencia y diálogo. De lo contrario, si se construye a partir de la verticalidad, el control y la censura gubernamental, las voces neoliberales estarán gritando que tenían razón.