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17 Mayo 2024, Puebla, México.

Espiritualidad. Perder un amigo en tiempos de pandemia / Francisco Mendiola Galván, arqueólogo

COVID 19 en 2022 | Crónica | 24.FEB.2021

Espiritualidad. Perder un amigo en tiempos de pandemia / Francisco Mendiola Galván, arqueólogo

¿Viviremos ahora una gran guerra espiritual?

Voces en los días del coronavirus

24 de enero de 2021

Golpes, atmósfera densa que pesa sobre la humanidad en momentos que posiblemente sean los más complejos y difíciles de su historia.

Golpes de información sobre muerte y desolación; sobre nuestra cabeza penden, como la espada de Damocles, noticias por arribar todos los días sobre el fin de cercanos y lejanos. Simple materialidad: el inicio y el fin de la vida, el sostenimiento de la misma (economía) y la salud creada o perdida. Estamos frente a un problema muy serio que se ignora: la materialidad está regida por la espiritualidad. Pero es necesario desestructurar la idea de espiritualidad porque no es sólo religión, iglesia, denominación u orden eclesiástica, las cuales, política, social, cultural, económica e ideológicamente, poseen su expresión en fenómenos de esos ámbitos en los que se entablan relaciones de poder a más no poder. De nuevo materialidad.

Voces en los días del coronavirus 2020 / El mundo no es nuestro/Francisco Mendiola Galván, arqueólogo

No, la espiritualidad es la conciencia de nuestras relaciones internas que impactan en las externas, que las modifican. No se hace aquí referencia a una chata concepción del idealismo hegeliano porque éste precisamente está despojado de espiritualidad, sino del poder de la espiritualidad luminosa que gobierna todo: vida-salud-economía-muerte.

El encuentro con uno mismo en estos tiempos ha sido la oportunidad de expandir la conciencia y capitalizar nuestras crisis por las que pasamos a favor de aprendizajes innegables que podrían volcarse al contexto de la globalidad. Tal vez sea el inicio del cambio del sentido y de la correlación de fuerzas: espiritualidad sobre materialidad. Fundir entonces esa idea del racionalismo ilustrado dicotómico entre el sujeto y el objeto es necesario para llegar a ser uno solo con el mar, la montaña, el viento, la luz, la nube, el ave, el río, la noche estrellada y el divino amanecer. En pocas palabras: expansión de la conciencia con la que se trascienden estos tiempos aciagos por los que atraviesa la humanidad entera...

27 de febrero de 2021

No se trata de contar cuántos amigos he perdido en esta pandemia, no, porque con uno que se ha ido la infinita posibilidad de intercambio y regocijo humano desaparece como pompa de jabón. Pudo ser uno o fueron seis o diez, no importa, todos mis amigos me han dolido igual, igual de duro, sin contar con un parámetro asequible para medir mi dolor...

Perder un amigo desenfoca la imagen que tengo de la vida. Es un rugido estridente que desgarra los tímpanos como tronido de bocina, y el dolor aparece en lo inmediato, pero más allá de ese ahogo por el golpe bajo recibido que nubla la vista con vértigo desorientador que tumba y desgarra, está el asunto del amor a uno mismo...

Este corto y largo período de vida en el que el virus maldito nos ha tenido como rehenes, se ha visto aderezado por varios sentidos que delatan un aprendizaje. Ha sido un intercambio entre lo que la dura realidad presenta y lo que uno asimila, mezclado con miedo, dolor, angustia y ansiedad, pero también, con amor. Con ese amor inconmensurable a uno mismo, que se prodiga a los familiares y amigos, a la vida, a la naturaleza y, al mismo tiempo, al ser amado que aparece de forma inesperada, casi como el cliché de un “amor en tiempos de Covid”, intenso, tórrido y sensualmente materializado...

¿Pero qué es todo eso que golpea sin misericordia? Es el embate de los eventos externos que flagelan hasta donde uno lo permite. Mi interior amoroso ilumina el camino de la esperanza y atenúa el dolor de la pérdida. Él gobierna y pone los límites. Así que estos tiempos no han sido del todo malos o buenos, son raros, sí, pero al mismo tiempo, contundentes, por lo que enseñan y transforman. Hemos perdido, pero también hemos ganado. Lo es porque el equilibrio que existe entre lo interno y lo externo así lo dicta y demanda o, al menos, es un sentimiento que gobierna mi existencia.

Perder y ganar en tiempos de pandemia, ni lo uno ni lo otro, sin extremos, necesaria conciliación entre ambos, posible clave que abre la puerta de la esperanza en armonía con el universo...