Los orígenes coloniales de la economía
Ingrid Harvold Kvangraven, Surbhi Kesar, Devika Dutt
Al ofrecer una «respuesta» fácil y elegante al complejo proceso del desarrollo, aunque equivocada, el ascenso a la fama de Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson ha respaldado una concepción muy particular del desarrollo que prevalece actualmente en la disciplina. También ha proporcionado una narrativa fácil, infalsificable y posiblemente racista del subdesarrollo, que refuerza el eurocentrismo y una visión colonial del mundo. La concesión del Premio Nobel de Economía a AJR revela una vez más la naturaleza insular de la disciplina y su resistencia a cambios y mejoras fundamentales, aparte de cambios muy limitados en la metodología.
El reciente Premio Sveriges Riksbank de Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2024 fue concedido a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson (en adelante, AJR). El comité del Nobel señaló que los galardonados «han demostrado la importancia de las instituciones sociales para la prosperidad de un país. Las sociedades con un Estado de Derecho deficiente e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios a mejor». Una de sus ideas clave es que, para entender las diferencias de prosperidad, debemos considerar los «orígenes coloniales del desarrollo comparativo» (Acemoglu et al, 2001). Algunos han llamado a esto un «giro colonial» en economía (Ince, 2022). Aunque se trata de una mejora en una disciplina que históricamente se ha centrado en los mercados como principal vía de desarrollo, y que ha tendido a descuidar el papel del colonialismo en la configuración de las economías, este giro colonial se queda, no obstante, corto a la hora de comprender las raíces de la desigualdad global (y local) y las instituciones que sustentan el sistema económico. Para entender cómo AJR consiguieron integrar el colonialismo en la economía sin abordar la dinámica capitalista del desarrollo desigual, tenemos que remontarnos a los orígenes coloniales de la economía.
Podría decirse que la economía se ha basado en el eurocentrismo desde sus inicios como disciplina (Dutt et al, 2025). La economía asume que el desarrollo (del capitalismo) tuvo lugar en Europa de forma endógena, basándose en una serie de factores internos como el progreso tecnológico, la alta productividad, el trabajo duro y los cambios culturales y sociales, lo que significaba que la producción para el mercado se ajustaba a lo que los economistas considerarían racional (Amin 1988). En consecuencia, si se pueden crear las mismas condiciones en otros países, el desarrollo también puede tener lugar allí. Esta narrativa eurocéntrica, sin embargo, es parcial y sesgada, ya que distrae la atención de los violentos procesos de colonialismo, explotación, cambios en las relaciones sociales, imperialismo y racialización que dieron forma al avance del capitalismo en Europa, mientras creaban subdesarrollo en otras partes del mundo (Rodney, 1972; Brenner, 1976; Patnaik y Patnaik, 2021; Inikori, 2020). Como tal, reduce el proceso de desarrollo económico a la búsqueda del tipo adecuado de combinación institucional que propicie el aumento de la eficiencia, el progreso tecnológico y la toma racional de decisiones, con el fin de impulsar a los países subdesarrollados hacia una senda de prosperidad. Dada la falta de comprensión de esta visión eurocéntrica del papel del colonialismo en la configuración de la economía mundial y en la creación de la dicotomía desarrollo-subdesarrollo como resultado de un proceso histórico común, en realidad sirve para reforzar una visión colonial del mundo que considera las economías del Norte global como modelos naturalmente mejores para el desarrollo.
A medida que el enfoque de la disciplina se fue estrechando durante la Guerra Fría para reforzar su dependencia del individualismo metodológico y del nacionalismo metodológico -que considera al Estado nación y al individuo como las unidades de análisis más relevantes sin reconocer las estructuras que conforman y limitan tanto la economía global como el comportamiento individual (Blaug, 2003; Fine y Milanokis, 2009)-, la narrativa eurocéntrica no ha hecho sino cimentarse aún más y ha pasado en gran medida desapercibida e incuestionada.
AJR y el «giro colonial» de la economía
Cuando se intensificaron las protestas públicas en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd en 2020, los movimientos estudiantiles basados en las castas tras el caso de Rohith Vemula y los movimientos por la descolonización de las universidades que comenzaron con #RhodesMustFall, la falta de atención de la disciplina a las desigualdades raciales y de casta y su enfoque eurocéntrico llamaron finalmente la atención de los economistas. A raíz de estos acontecimientos, la disciplina también ha tenido que reconocer sus orígenes coloniales y su falta de comprensión del colonialismo y el imperialismo. Muchos economistas se oponen a que se critique a la economía por no tener en cuenta el colonialismo, como, posiblemente, AJR y su muy citado trabajo nos muestran lo contrario. Además, la concesión del Nobel de Economía a AJR puede parecer un intento de poner de relieve que la disciplina se ocupa de hecho del colonialismo. Pero, ¿lo hace de una forma que desafía la narrativa eurocéntrica que hemos esbozado anteriormente o, más bien, deja esa narrativa intacta?
Para dar un poco de contexto, la nueva economía institucional surgió en la década de 1970 como un desarrollo de la economía neoclásica, haciendo hincapié en el papel de los derechos de propiedad y los costes de transacción, viendo los fracasos asociados con las reformas de libre mercado en el Sur global como debidos a acuerdos institucionales imperfectos que no apoyan adecuadamente el crecimiento (North, 1991). La contribución de AJR es un avance más dentro de la nueva economía institucional, y su trabajo sobre cómo el colonialismo dio forma a las instituciones allanó el camino para un auge de nuevos trabajos sobre el colonialismo y la esclavitud dentro de esta tradición (Nunn, 2008; Engerman y Sokoloff, 2006; Michalopoulos y Elias Papaioannou, 2013).
El argumento de AJR, en pocas palabras, es que la desigualdad en el mundo puede explicarse en función de si los países tienen instituciones «inclusivas» o «extractivas». Teniendo en cuenta 500 años de historia colonial, sostienen que el crecimiento capitalista sostenido y la prosperidad pueden atribuirse a las instituciones inclusivas, que asocian con la protección de la propiedad privada, el cumplimiento de los contratos y los mercados propicios que incentivan la inversión y la innovación (instituciones de apoyo al mercado). Según ellos, estas instituciones caracterizan a Europa Occidental, así como a las colonias de colonos de Europa Occidental (EE.UU., Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Por otro lado, las instituciones extractivas permiten la expropiación y la búsqueda de rentas debido a los legados del colonialismo extractivo, obstaculizando el desarrollo en los países del Sur global. En esta dicotomía inclusivo-extractivo, el colonialismo como sistema de extracción se contrapone al capitalismo como sistema de inclusión.
Aunque esto parece devolver el papel del colonialismo al debate sobre el desarrollo y, en concreto, destaca el papel desempeñado por las instituciones extractivas del colonialismo europeo en la creación del subdesarrollo, sostenemos que el enfoque de AJR en realidad sirve para reforzar el eurocentrismo en la economía.
El eurocentrismo de AJR
Hay tres formas importantes en las que AJR refuerza el eurocentrismo y una visión colonial del mundo. La primera es que su investigación descuida la naturaleza global del desarrollo capitalista y el papel central del colonialismo en él (Grinberg, 2018; Ince, 2022). Varios estudiosos anticolonialistas radicales han sostenido durante mucho tiempo que el capitalismo se desarrolló en todo el mundo de manera que produjo concomitantemente desarrollo capitalista en el Norte global y subdesarrollo capitalista en el Sur global. Las denominadas instituciones inclusivas en algunas partes del mundo se sustentaban en instituciones extractivas, como la racialización, la destrucción de las economías artesanales y el desarrollo de economías extractivas mineras y de plantación, en otras partes. Esto creó desigualdades a escala global, produciendo la dicotomía desarrollado-subdesarrollado, que surgió de un proceso común de despliegue global del capitalismo, apoyado por el colonialismo (Amin, 1988; Patnaik y Patnaik, 2021). De hecho, este desnivel no se limita únicamente a la dinámica interna de los países; las economías del mundo en desarrollo han visto que el proceso de acumulación capitalista ha estado asociado a la desposesión a gran escala de quienes subsisten de los recursos necesarios para el proceso de acumulación (Sanyal, 2007). Así pues, estos estudios ponen de relieve la naturaleza diferenciadora de la dinámica del capitalismo, cuya falta de tratamiento delata una comprensión bastante simplista de los procesos de desarrollo.
AJR consideran el colonialismo como un choque externo discreto en la trayectoria del desarrollo institucional interno endógeno. La dependencia de la trayectoria, en esta explicación, no se debe a la naturaleza desigual del desarrollo capitalista, sino más bien a la naturaleza autorrefuerzo de las instituciones políticas y económicas (generando ciclos «viciosos» o «virtuosos»). Al centrarse en las instituciones (de apoyo al mercado) como motores del cambio, el marco de AJR pasa por alto la naturaleza desigual del propio capitalismo. Como tal, demuestra una falta de comprensión del capitalismo como sistema global y violento que, tanto histórica como contemporáneamente, produce desigualdades y genera desarrollo y subdesarrollo. De este modo, el subdesarrollo en el Sur global se entiende como el resultado de casos fallidos de transformación capitalista y de la falta de «buenas» instituciones. Del mismo modo, el desarrollo en el Norte global se atribuye simplemente al establecimiento de buenas instituciones, sin tener en cuenta que dicho desarrollo dependía de un sistema global de explotación y extracción. Al ignorar los procesos estructurales, violentos y desiguales del desarrollo capitalista, AJR refuerzan la idea eurocéntrica de que el desarrollo capitalista se basa en instituciones racionales, progresistas y endógenas (buenas).
La segunda forma en que se refuerza el eurocentrismo es en el descuido por parte de AJR del proceso violento y desigual a través del cual se han establecido las instituciones de derechos de propiedad privada tanto en el Norte como en el Sur globales. Este descuido les lleva a considerarlas instituciones «inclusivas», a pesar del hecho de que los derechos de propiedad se crearon a través de desposesiones a gran escala y el cercamiento de tierras comunes o indígenas, muy lejos de la «protección contra la expropiación» (Khan, 2012). De hecho, está bien documentado que la expansión capitalista en las colonias de colonos de Europa Occidental se apoyó en la eliminación y desposesión de los pueblos indígenas (Rana, 2010). Como tal, parece particularmente extraño sugerir que es la protección contra la expropiación y la coerción lo que caracteriza a estas instituciones supuestamente inclusivas.
Además, incluso en el Norte global, los derechos de propiedad privada, tanto para la propiedad física como intelectual, se violaron rutinariamente cuando era conveniente, durante el proceso de desarrollo. Por ejemplo, en EE.UU. en el siglo XIX, el éxito de las compañías ferroviarias privadas se atribuye a menudo al hecho de que se les concedió el poder de dominio eminente -lo que significa que podían violar la propiedad privada de otros pagando una indemnización- para poder expandirse (Klemestrud, 1999). Además, Chang (2001) demuestra que los regímenes de propiedad intelectual también fueron históricamente muy laxos en Europa y EE.UU. en los siglos XVIII y XIX, y los productores violaban habitualmente los derechos de propiedad intelectual de sus competidores hasta bien entrado el siglo XX. En general, al señalar a las instituciones nacionales como el factor clave que explica el desarrollo económico, la visión de AJR delata una falta de complejidad a la hora de comprender cómo las instituciones están integradas y evolucionan con los sistemas económicos y sociales en sentido más amplio.
Además, si observamos cómo se han desarrollado estas instituciones en todo el mundo, veremos que han tenido efectos muy desiguales en las distintas personas, marginando a menudo a los menos poderosos de la sociedad. Por ejemplo, cuando los británicos instauraron los derechos de propiedad en la India, se impuso la dependencia de los contratos escritos. Así, sólo las castas socialmente privilegiadas pudieron beneficiarse de ello, lo que obligó a los grupos de castas marginadas a perder sus derechos de propiedad (Ilaiah, 1990). Otros han señalado que la asignación de derechos de propiedad a las poblaciones tribales e indígenas en la India, al incluir la tierra común en el ámbito del intercambio de mercado, la abre al acaparamiento por parte del gran capital, que tiene mucho más poder en el mercado que la población tribal (Bhattacharya et al, 2017). Del mismo modo, la defensa de los derechos de propiedad privada como sacrosantos en Sudáfrica tras el fin del apartheid, a pesar de la inmensa violencia con la que el gobierno del apartheid se apoderó de la tierra para la población blanca, ha contribuido a la continuación de grandes desigualdades en Sudáfrica (Ngcukaitobi, 2021). Como tal, la promoción crítica de AJR de las instituciones (de apoyo al mercado) barre bajo la alfombra los desequilibrios de poder que se refuerzan a través de tales instituciones y las formas violentas en que estas instituciones se han establecido tanto en el mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo.
En tercer y último lugar, al identificar las causas fundamentales del desarrollo, el marco de AJR, desgraciadamente, también nos lleva a pensar en el desarrollo como un proceso tecnoburocrático de decisiones políticas (Rist, 1997), despolitizando así el proceso de desarrollo capitalista. La última lección que suele extraerse de su trabajo es que las instituciones políticas angloamericanas son históricamente únicas y deben universalizarse para apoyar el desarrollo capitalista a escala mundial (Morefield 2014). De hecho, la prescripción política clave que surgió del trabajo de AJR fue que los países del Sur global necesitaban adoptar los tipos adecuados de instituciones para apoyar la acumulación de capital, alineándose también estrechamente con lo que desde entonces se conoce como el Consenso post-Washington (Fine, 2006).
Aunque AJR se aleja de las fi guras de comportamiento de tipo plomizo que los aleatoristas promueven como solución al desarrollo (Banerjee y Duflo, 2011), su concepción general del desarrollo como algo que puede resolverse importando soluciones desarrolladas en el Norte global se mantiene. Tal vez no resulte sorprendente que la importación de «buenas» instituciones no haya tenido en general mucho éxito a la hora de promover el desarrollo económico en el Sur global, dado que es una falacia que dichas instituciones facilitaran el desarrollo económico en el Norte global. Un ejemplo extremo es el caso de Afganistán, donde Estados Unidos intentó importar buenas instituciones para facilitar el desarrollo, sin abordar los problemas estructurales más amplios ni reconocer su propio papel en la configuración de la economía política del país (Goodhand y Sedra, 2013). Como sabemos, este intento fracasó estrepitosamente. En general, despolitizar el desarrollo para alejar nuestra atención de las fuerzas estructurales y violentas que sustentan la acumulación de capital sirve para reforzar la visión eurocéntrica del desarrollo. Esto tiene consecuencias materiales reales para las personas de todo el mundo que están sujetas a las políticas asociadas a la nueva economía institucional.
En consecuencia, aunque a menudo se considera que el trabajo de AJR representa un «giro colonial» en economía, en realidad no aborda la visión colonial del mundo incrustada en la teoría económica dominante, dado que el colonialismo se considera un choque del pasado y no se tiene en cuenta la dinámica continuada del imperialismo y el desarrollo capitalista desigual. Sorprendentemente, a pesar de su intento de integrar la historia y el colonialismo en su análisis, el marco teórico de AJR sigue siendo en realidad ahistórico y eurocéntrico (Ankarloo, 2002; Dutt et al, 2025).
Conclusiones
La concesión del Premio Nobel a AJR a pesar de la naturaleza fácilmente refutable de sus hipótesis sobre las instituciones y el desarrollo -que de hecho ha sido muy criticada en otros campos- revela una vez más la naturaleza insular de la economía y su resistencia a cambios y mejoras fundamentales, aparte de cambios muy limitados en la metodología. Este premio a los tres profesores del Instituto Tecnológico de Massachusetts y Chicago da más credibilidad a la reciente conclusión de Freeman et al. (2024: 1) de que ha habido una concentración «alta y creciente» de ganadores del Premio Nobel en sólo un puñado de universidades de élite estadounidenses. Esta insularidad y concentración de poder es particularmente problemática, dada la influencia desproporcionada que la disciplina económica tiene en el mundo de la política. De hecho, las formulaciones políticas sobre «buen gobierno» en las principales organizaciones internacionales siguen estando muy influidas por la visión simplista y sesgada de AJR sobre la naturaleza del proceso de desarrollo capitalista.
¿Por qué esto es importante? Al ofrecer una «respuesta» fácil y elegante al complejo proceso de desarrollo, aunque equivocada, el ascenso de AJR a la fama ha respaldado una concepción muy particular del desarrollo que prevalece actualmente en la disciplina. También proporcionó una narrativa fácil, infalsificable y posiblemente racista del subdesarrollo: ¿Por qué los países en desarrollo no son capaces de desarrollarse, incluso tras décadas de esfuerzos por fortalecer las instituciones según la norma eurocéntrica? Porque sus derechos de propiedad privada y otras instituciones capitalistas aún no son lo suficientemente fuertes. Esta narrativa sugiere que hay algo intrínsecamente bueno en las instituciones capitalistas occidentales e intrínsecamente malo en las instituciones no capitalistas. El papel del colonialismo en la destrucción de lo bueno no occidental -tanto instituciones capitalistas como no capitalistas- que podría promover mejoras en el nivel de vida y la cohesión social en las naciones actualmente subdesarrolladas está fuera de lugar. Nuestro objetivo no es sugerir que el estudio de las instituciones no sea importante, sino más bien que la forma en que se estudian las instituciones en la corriente principal de la disciplina económica es gravemente defectuosa para comprender la desigualdad mundial.
Referencias
- Acemoglu, Daron, Simon Johnson y James A Robinson (2001): «The Colonial Origins of Comparative Development: An Empirical Investigation», American Economic Review, Vol 91, No 5, pp 1369-401.
- Acemoglu, D y James A Robinson (2012): Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty, Nueva York: Crown.
- Amin, Samir (1988/2009): Eurocentrism: Modernity, Religion, and Democracy: A Critique of Eurocentrism and Culturalism, 2ª ed, Oxford: Pambazuka Press.
- Ankarloo, Daniel (2002): «New Institutional Economics and Economic History», Capital & Class, Vol 26, No 3, pp 9-36.
- Banerjee, Abhijit y Esther Duflo (2011): Poor Economics: A Radical Rethinking of the Way to Fight Global Poverty, Nueva York: Public Affairs.
- Bhattacharya, Rajesh, Snehashish Bhattacharya y Kaveri Gill (2017): «The Adivasi Land Question in the Neoliberal Era», The Land Question in India: State, Dispossession, and Capitalist Transition, Anthony P D'Costa y Achin Chakrabarty (eds), Oxford: Oxford University Press.
- Blaug, Mark (2003): «The Formalist Revolution of the 1950s», Journal of the History of Economic Thought, Vol 25, No 2, pp 145-56.
- Brenner, Robert (1976): «Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe», Past & Present, nº 70, pp 30-75.
- Breman, Jan y Marcel van der Linden (2014): « “Informalizing the Economy: The Return of the Social Question at a Global Level,”», Development and Change, Vol 45, No 5, pp 920-40.
- Chang, Ha-Joon (2001): “Intellectual Property Rights and Economic Development: Historical Lessons and Emerging Issues,”, Journal of Human Development, Vol 2, nº 2, pp 287-309.
- Davis, Mike (2013): « Planet of Slums», New Perspectives Quarterly, Vol 30, No 4, pp 11-12.
- Denning, Michael (2010): «Wageless life», New Left Review, Vol 66, No 6, pp 79-97.
- Dutt, Devika, Carolina Alves, Surbhi Kesar e Ingrid Harvold Kvangraven (2025): Decolonizing Economics: An Introduction, Londres: Polity Press.
- Engerman, Stanley L y Kenneth L Sokoloff (2006): «Colonialism, Inequality, and Long-run Paths of Development», Understanding Poverty, Abhijit V Banerjee, Roland Benabou y Dilip Mookherjee (eds), Oxford: Oxford University Press.
- Fine, Ben (2006): : The New Development Economics: Post Washington Consensus Neoliberal Thinking, Londres: Zed Books.
- Fine, Ben y Dimitris Milonakis (2009): From Economics Imperialism to Freakonomics: The Shifting Boundaries between Economics and Other Social Sciences, Londres y Nueva York: Routledge.
- Freeman, Richard B, Danxia Xie, Hanzhe Zhang y Hanzhang Zhou (2024): «High and Rising Institutional Concentration of Award-Winning Economists,» NBER Conference Paper, https:// conference.nber.org/conf_papers/f204525.pdf.
- Frank, Andre Gunder (1966): «The Development of Underdevelopment,» Monthly Review, Vol 18, No 4, p 17.
- Goodhand, Jonathan y Mark Sedra (2013): « Rethinking Liberal Peacebuilding, Statebuilding and Transition in Afghanistan: An Introduction», Central Asian Survey, Vol 32, nº 3, pp 239-54.
- Grinberg, Nicolas (2018): « Institutions and Capitalist Development: A Critique of the New Institutional Economics» Science & Society, Vol 82, No 2, pp 203-33.
- Ilaiah, Kancha (1990): «SCs and STs: Systemic Exploitation», Economic & Political Weekly, Vol 25, nº 51, pp 2771-74.
- Ince, Onur Ulas (2022): «Saving Capitalism from Empire: Uses of Colonial History in New Institutional Economics», International Relations.
- Inikori, Joseph E (2020): «Atlantic Slavery and the Rise of the Capitalist Global Economy», Current Anthropology, Vol 61, No S22.
- Khan, Mushtaq H (2012): « Governance and Growth: History, Ideology and Methods of Proof», Good Growth and Governance in Africa: Rethinking Development Strategies, Akbar Noman Kwesi Botchwey Howard Stein y Joseph E Stiglitz (eds), Oxford: Oxford University Press, pp 51-79.
- Klemetsrud, Jennifer M (1999): «The Use of Eminent Domain for Economic Development», North Dakota Law Review, Vol 75, No 4, p 783.
- Michalopoulos, Stelios y Elias Papaioannou (2013): «Pre-Colonial Ethnic Institutions and Contemporary African Development,» Econometrica, Vol 81, No 1, pp 113-52.
- Morefield, Jeanne (2014): Empires without Imperialism: Anglo-American Decline and the Politics of Defl ection, Oxford y Nueva York: Oxford University Press.
- Ngcukaitobi, Tembeka (2021): Land matters: South Africa's Failed Land Reforms and the Road Ahead, Sudáfrica: Penguin Random House.
- North, Douglass C (1991): «Institutions», Journal of Economic Perspectives, Vol 5, nº 1, pp 97-112.
- Nunn, Nathan (2008): «The Long Term Effects of Africa's Slave Trades», Quarterly Journal of Economics, Vol 123, nº 1, pp 139-76.
- Patnaik, Prabhat y Utsa Patnaik (2021): Capital and Imperialism: Theory, History, and the Present, Monthly Review Press.
- Rana, Aziz (2010): The Two Faces of American Freedom, Cambridge: Harvard University Press.
- Rist, Gilbert (1997): The History of Development: From Western Origins to Global Faith, Londres y Nueva York: Zed Books.
- Rodney, Walter (1972): How Europe Underdeveloped Africa, Londres: Bogle-L'Ouverture Publications.
-Sanyal, Kalyan (2007): : Rethinking Capitalist Development: Primitive Accumulation, Governmentality and Post-colonial Capitalism, Nueva Delhi: Routledge.
Fuente: Economic and Political Weekly, 19 de octubre, 2024
El Nobel de Economía se redime
Robert Kuttner
El premio de este año ha recaído en tres críticos institucionalistas del neoliberalismo. Ya estaba tardando.
El Premio Nobel de Economía se concedió el lunes [14 de octubre] a Daron Acemoglu y Simon Johnson, ambos del MIT, y a James Robinson, de la Universidad de Chicago. El premio se concedió por sus investigaciones sobre el modo en que determinan las instituciones qué países prosperan.
Su caso de estudio es el colonialismo, que proyectó una larga sombra una vez que las antiguas colonias se independizaron. En algunas colonias, el poder colonial europeo fue principalmente extractivo. En otras, construyeron instituciones políticas que permitieron que la economía local acabara prosperando.
Esta investigación se basa tanto en la historia como en los datos, y dista mucho de la economía estéril y abstracta de la manipulación de ecuaciones basada en el supuesto de la eficiencia del mercado, que ha dominado durante mucho tiempo a la generalidad de la profesión. Hay otro subtexto que guarda relación con ello: una reprobación del neoliberalismo, con sus apelaciones a la desregulación, la privatización y la austeridad fiscal.
Simon Johnson, entre cuyas credenciales se incluye haber sido economista jefe del Fondo Monetario Internacional, es lo más convencional que vamos a encontrar. Sin embargo, su libro de 2010, escrito con James Kwak, 13 Bankers: The Wall Street Takeover and the Next Financial Meltdown, [13 banqueros: La toma del poder de Wall Street y el próximo desastre financiero] es el relato definitivo del modo en que la influencia privilegiada y la excesiva desregulación de las finanzas condujeron al derrumbe financiero de 2008 y a la profunda recesión que le siguió.
Entre las cosas que se supone que deben valorar con precisión los mercados están los valores financieros. Eso dice la teoría convencional. Sin embargo, tal como demostró Johnson, gracias a la corrupción política, la influencia de personas con información privilegiada y la autocontratación, los mercados amañados fijaron precios catastróficamente erróneos para los derivados, enriqueciendo a los operadores, hundiendo la economía y asolando a los propietarios de viviendas. Las instituciones importan.
Johnson se mostró mordaz en The American Prospect en 2019 respecto a la manera en que el equipo neoliberal de Barack Obama se enfrentó al derrumbe. «El sector financiero se salvó, quedando en buena medida intacto, gracias a un apoyo gubernamental sin precedentes», escribió. «Si los propietarios de viviendas hubieran recibido el mismo grado de apoyo en 2008-2009 -por ejemplo, en forma de hipotecas refinanciadas baratas-, ¿qué habría pasado? Se habría recuperado la economía norteamericana, los precios de la vivienda habrían subido y todos los implicados habrían parecido unos genios»
También dio en el clavo en lo que respecta a las consecuencias. «El resultado, en orden cronológico aproximado, fue: desempleo masivo, mayor desigualdad, desmoronamiento de oportunidades, rabia confusa y un presidente como Trump. Los esfuerzos realizados por Bernanke, Geithner y Paulson para una reforma financiera –a fin de asegurarse de que esto no volviera a ocurrir- fueron endebles».
Esas ideas, sin duda, son dignas de un Nobel. A lo largo de dos décadas, el comité del Nobel se ha ido abriendo camino a través de notables economistas cuya obra ha puesto en tela de juicio las ideas de la teoría del libre mercado.
Claudia Goldin recibió el Nobel en 2023 por su labor pionera en torno a la desigualdad de género. David Card recibió el premio en 2021 por su labor sobre economía laboral; su trabajo empírico más famoso, un libro coescrito con el difunto Alan Krueger titulado Myth and Measurement [Mito y medida], refutó la afirmación de que unos salarios mínimos más elevados conducen necesariamente a un aumento del desempleo.
William Nordhaus, de Yale, recibió la distinción en 2018 por incorporar los costes de la degradación medioambiental a los modelos macro. Richard Thaler, de Cornell, fue el galardonado en 2017 como reconocimiento a su labor, que ponía en duda los supuestos de conducta del modelo ortodoxo.
En 2015, el premio fue para Angus Deaton, de Princeton, que ha escrito sobre la pobreza y el aumento de las «muertes por desesperación».
Y en 2001, Joseph George Akerlof, Michael Spence y Joseph Stiglitz fueron objeto de elogios por sus aportaciones, al señalar que en el mundo real, contrariamente a los modelos convencionales, existen grandes disparidades de información y de poder de negociación entre comprador y vendedor, directivo y trabajador.
Podría seguir, pero ya se hacen una idea. Lo que todos estos premios tenían en común es que han supuesto un reconocimiento de la economía como economía política, y no como transacciones individuales aisladas en un vacío social o histórico.
El Comité Nobel ha recorrido un largo camino desde que le otorgó el premio a Milton Friedman en 1976. También lo ha recorrido la profesión.
Fuente: The American Prospect, 18 de octubre de 2024