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21 Noviembre 2024, Puebla, México.

México: Los primeros días sombríos del gobierno de Claudia Sheinbaum / Revista Sin Permiso

Política | Ensayo | 3.NOV.2024

México: Los primeros días sombríos del gobierno de Claudia Sheinbaum / Revista Sin Permiso

Revista Sin permiso: Manuel Aguilar Mora es militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS), profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Autor de numerosos libros sobre la historia política, económica y social de México.

Los primeros días del gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo ratifican con creces los mil y un comentarios de que su gobierno, como ella misma lo ha dicho y redicho, es y seguirá siendo la continuidad del gobierno de López Obrador (Amlo): “el segundo piso de la 4T”. Decir esto puede parecer aventurado pero los hechos son tercos y allí están crudos y elocuentes. Entre los obradoristas más listos hay quienes elaboran narraciones que tratan de demostrar que la nueva presidenta no es simple (mala) copia de su antecesor. Pero se equivocan ante el talante indiscutible de marca obradorista que la presidenta se ha enorgullecido siempre en demostrar. Ciertamente afirmar esto no quiere decir ni mucho menos que en los largos seis años que tiene frente a ella mucho va a ocurrir y habrá situaciones que pongan en crisis tal segunda edición del obradorismo, después de todo ella es la que está sentada en la “silla maldita” (según el dicho de Zapata) y tiene en sus manos las riendas institucionales del poder real. La primera mujer en México en tal situación y por ello mismo se trata de algo inaudito ocurrido en este país.

La crisis constitucional

¿Qué mejor muestra de este talante que la crisis constitucional que le heredó Amlo con toda su aquiescencia? Iniciar su gobierno con una crisis con el Poder Judicial (PJ) de la federación gestada totalmente por el gobierno anterior, pero defendida sin dudas por ella, es un hecho absolutamente inaudito de cualquiera forma que se vea. México ha sido visto ante el mundo como el único país, después de Bolivia (en donde no ha tenido éxito), que se ha lanzado a esta aventura lindando en situaciones que parecen farsas grotescas (uso de tómbolas para elegir candidatos a jueces) y proyectando una situación caótica por las dimensiones enormes de la instrumentación plena de complicaciones de las elecciones de miles de jueces.

La torpeza colosal mostrada por Amlo al promover su reforma judicial pone al país en una situación delicada que necesariamente lleva a la pregunta ¿por qué decidió emprenderla tan precipitadamente? La explicación más aducida por el obradorismo es que la corrupción de jueces, magistrados y ministros encumbrados en el PJ hacía intolerable la situación. La solución propuesta por el oficialismo es que los miembros del PJ sean electos por el pueblo. Pero la contraargumentación contundente es que la solución propuesta por el expresidente que la nueva presidenta ha aceptado sin dudar es que las elecciones populares de diputados y senadores al Poder Legislativo y de los personajes del Poder Ejecutivo no han impedido, como se sabe ampliamente, la profunda corrupción que corroe sus estructuras.

La complicación se agrava ante la situación que se deriva de tal crisis institucional. Para comenzar los miles de trabajadores de la judicatura que serán despedidos con los jueces se han puesto en huelga. Pero la expresión más evidente será la desaparición de la judicatura como un poder autónomo e independiente lo cual afectará a la institución fundamental de la marcha de las sociedades burguesas, el sacrosanto “estado de derecho”. Y esto tiene consecuencias fundamentales para el funcionamiento del capitalismo. En el artículo que publicó el Financial Times sobre el particular titulado “México iniciará un proceso imposible para elegir siete mil jueces” lo dice muy claramente: “Estos cambios han aumentado considerablemente el riesgo político para los inversionistas y han abierto una brecha con el gobierno de Estados Unidos”. La importancia de esta situación es evidente: México es hoy el socio económico más importante de EUA (desbancó a China) y las economías de ambos países, junto con la de Canadá, constituyen el bloque económico más grande del planeta. Todo hecho o circunstancia que afecte a esta situación es del más alto grado de importancia para Washington y también, aunque finjan no aceptarlo, para los ocupantes del Palacio Nacional. (Véase en este mismo número el artículo de Jaime González, “La Reforma Judicial de AMLO agravará los problemas de la seguridad ciudadana y la impartición de justicia en México”.)

El PJ tiene en la Suprema Corte de Justicia su cúspide. Durante el imperio del PRI fue un organismo completamente subordinado al presidente en turno. Los bonapartes sexenales estaban obligados a reinar durante su periodo manteniendo la estricta sucesión al designar con el dedazo a su sucesor y garantizar su triunfo. La forma de estado era casi de un régimen totalitario. El control electoral priista permitió que todos los candidatos hasta Salinas de Gortari tuvieran más del 75 % de las votaciones presidenciales: en los casos de López Mateos y Díaz Ordaz llegaron a tener el 90% y López Portillo llegó a 94 % como único candidato en las elecciones de 1976. La crisis de 1994 (insurrección del EZLN, asesinatos de Donaldo Colosio y de Ruiz Massieu) fueron el jaque mate del priato y surgió el prian. Las pugnas interburguesas se incrementaron a partir del triunfo panista de Fox en el año 2000. La actual crisis institucional entre los poderes Ejecutivo y Legislativo con el Poder Judicial es una consecuencia directa de la crisis del régimen del prian y ha proyectado la restauración de un régimen de partido único de facto, del tipo que prevaleció después de la Revolución mexicana prácticamente durante todo el siglo XX. Pero Morena no es un partido como lo fue el viejo PRI durante el siglo XX. Tampoco es México el país que era en 1928 cuando se fundó el Partido Nacional Revolucionario, el abuelo del PRI. Y ante todo en los cien años que han transcurrido desde entonces surgió, creció, se fortaleció y es hoy la clase dominante indiscutible, una burguesía nacional, socia menor en el bloque del T-Mec con los capitalistas de los dos países imperialistas vecinos del norte.

Las vicisitudes del bonapartismo

La cuestión que se plantea durante el sexenio que se inicia es ¿qué tipo de régimen representa la 4T? Durante el sexenio obradorista hemos presenciado atentamente el transcurrir de su gobierno, analizándolo y concluyendo en múltiples escritos, muchos de ellos publicados en las páginas de números anteriores del boletín de Unidad Socialista que se trata de un proyecto de restauración del viejo régimen del priato. No somos los únicos que han llegado a esta conclusión, no muy difícil de comprender teniendo en cuenta la historia política de México en el siglo XX, la influencia ideológica decisiva del nacionalismo priista en la cultura política y la cada vez mayor integración de la sociedad mexicana con la del país imperialista del norte. Se trata en efecto de una empresa restauradora del viejo régimen, pero como mencionamos las condiciones que se dan en la actualidad son definitivamente por completo diferentes a las existentes después de la Revolución mexicana, durante el cardenismo e incluso de los sexenios del apogeo del imperio del PRI de los años cincuenta y sesenta.

Se trata del bonapartismo mexicano, ese régimen autoritario impuesto por los caudillos vencedores de la Revolución mexicana que se institucionalizó con la fundación del PNR en 1938. Marxistas de los primeros años del Partido Comunista (todavía no estalinista) lo caracterizaron desde entonces como un bonapartismo, por ejemplo, lo hizo Diego Rivera entonces distinguido miembro del parido.. Pero fue León Trotsky quien como testigo excepcional de los años cardenistas propuso la caracterización más clara y contundente cuando en 1939 escribió las palabras siguientes:

En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un papel decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación con el proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales para el poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, ´por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado a las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación con los capitalistas extranjeros. La actual política [del gobierno mexicano de Cárdenas], se ubica en la segunda alternativa, sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras. (León Trotsky, “La industria nacionalizada y la administración obrera” en Escritos Latinoamericanos. En México [1937-1940], 2013, México DF- Buenos Aires, Museo Casa León Trotsky, Ediciones, Ips, p.154.)

Estas líneas han tenido una trayectoria ideológica excepcional pues fueron la expansión de una de las categorías políticas más importantes surgidas a raíz de la Revolución francesa hacia los países atrasados del mundo del siglo XX dominado por la fase imperialista del capitalismo mundial. Trotsky (y Lenin, Gramsci y otros destacados teóricos marxistas) también ya habían empleado la categoría en ciertos de sus análisis en su mayoría de la política en Europa.Lo novedoso era que precisamente un gran teórico marxista europeo como Trotsky, que frente a la terrible persecución de que eran objeto él y sus partidarios por parte de la sangrienta e implacable dictadura estalinista había encontrado refugio en México gracias a la generosidad democrática de Lázaro Cárdenas, se convirtió en un testigo excepcional de un proceso de la lucha de clases en un país capitalista atrasado. Esta versión del tipo de estado bonapartista aplicada a un país atrasado tuvo una sorprendente actualidad cuando después de la Segunda Guerra Mundial la tempestad de la oleada de la revolución colonial echó abajo los imperios europeos y surgieron nuevos estados independientes en África, Asia y, como se había constatado en México después de la Revolución de 1910-1919, también América Latina.

Esa oscilación producida por las pugnas entre los poderosos imperialismos capitalistas y las débiles burguesías nativas, permitían a los pueblos, a sus proletariados a partir de la fuerza de sus luchas antiimperialistas incrustarse en la escena política y lograr concesiones.

Fue el caso de Argentina con el surgimiento del peronismo apoyado por el proletariado nacional y confrontado a un bloque oligárquico que veía amenazada su hegemonía. Y casos más o menos parecidos se produjeron en Brasil (Getulio Vargas), Perú (el general Velasco Ibarra), en Bolivia, en Ecuador, en Venezuela. En África fue evidente este proceso con el surgimiento del nasserismo en Egipto y la extensión de su influencia en todo el mundo árabe en el Medio Oriente, en los países del África negra destacaron los gobiernos de los años cincuenta en Ghana y Guinea. En Asia la Indonesia de Sukarno fue un ejemplo patente. E incluso el gobierno de Nehru en la India tuvo rasgos bonapartistas sui generis.

Estamos ante un despliegue analítico con muchas implicaciones políticas. No son análisis neutros, simplemente juegos intelectuales o meramente académicos los que se han producido con respecto al fenómeno de los bonapartismos, su significado y las estrategias políticas e ideológicas que se derivan de ellos. Hay poderosas cargas ideológicas que se despliegan contra su uso. Es particularmente evidente el destino de la categoría del bonapartismo en el discurso internacional de los partidos comunistas en su periodo estalinista, su uso fue tajantemente prohibido. La razón era muy obvia, el gobierno dictatorial de Stalin tuvo rasgos bonapartistas abundantes y nefastos. En la ideología del priismo por supuesto también se vetó su uso, jamás hubo acercamientos teóricos e ideológicos a una concepción del bonapartismo en los discursos priistas.

Es fundamental comprender la trayectoria de las luchas de clases en todas sus fases. Es ella la que determina la situación política de los países. El logro teórico colosal que Karl Marx y Frederick Engels consiguieron con la redacción del Manifiesto del Partido Comunista durante la revolución de 1848 no se puede entender plenamente sin tener en cuenta el otro aporte esencial que logró Marx escribiendo el El 18 brumario de Luis Bonaparte, el análisis de la contrarrevolución de 1851. En él plasmó la comprensión de la dinámica de los procesos sociales cuando dichas luchas de clases llegan a momentos de cierto estancamiento en el cual las derrotas populares se expresan de las maneras más complejas en su recomposición y rearmamento. El concepto del bonapartismo es una expresión clave de esa interpretación teórica de la historia política. Trotsky lo explica así:

 «Términos tales como liberalismo, bonapartismo, fascismo [las cursivas son de Trotsky] tienen el carácter de generalizaciones. Los fenómenos históricos nunca se repiten íntegramente. No hubiera sido difícil demostrar que incluso el gobierno de Napoleón III, comparado con el régimen de Napoleón I, no era “bonapartista”, no sólo porque Napoleón III mismo era un Bonaparte dudoso por su sangre, sino también porque sus relaciones con las clases, especialmente con el campesinado y el lumpenproletariado, no eran de ningún modo iguales que las de Napoleón I. Sin embargo el bonapartismo clásico surgió de la época de las colosales victorias bélicas, que el Segundo Imperio no conoció en modo alguno. Pero si esperásemos la repetición de todos los rasgos del bonapartismo encontraríamos que éste es un acontecimiento único, de una sola ocasión, es decir que el bonapartismo en general no existe, no obstante existiera una vez un general llamado Napoleón que nació en Córcega. No es diferente el caso respecto al liberalismo y los demás términos generalizados de la historia. Cuando se habla del bonapartismo por analogía es necesario exponer precisamente cuáles de sus rasgos hallan su más completa expresión bajo las condiciones históricas actuales. (León Trotsky, “El bonapartismo alemán” en La lucha contra el fascismo en Alemania, 2013, México D.F.-Buenos Aires, Museo Casa de León Trotsky, A.C. Ips, p.285.)

El bonapartismo senil 

¿Cuáles son esos rasgos del bonapartismo en las complejisimas condiciones en que se encuentra México en el primer mes del gobierno de la heredera del caudillo populista avasallador que fue Amlo como presidente de la República? La crisis constitucional entre los poderes federales ha puesto de manifiesto las pugnas interburguesas no sólo entre el obradorismo y sus opositores sino también entre las propias filas del obradorismo. En primer lugar para bien o para mal, Claudia no es Amlo, carece por completo de su carisma y no es ni de lejos el gran demagogo que fue (¿seguirá siendo?) él.

El propio Amlo dejo su obra incompleta, la restauración bonapartista sigue en la agenda con Claudia, pero no se trata ni mucho menos del bonapartismo progresivo que atisbó Trotsky en Cárdenas en 1939 y que apareció en muchos países semicoloniales después de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo en Argentina con el joven Perón quien ya viejo de vuelta de un largo exilio encabezó un bonapartismo que heredó a su viuda cuando murió en 1977, la cual fue derribada por la criminal junta militar que asesinó a miles de argentinos. En México el PNR ochenta años después no era exactamente el PRI ni por su personal, ni por las diferentes relaciones con las clases y, ante todo, carecía por completo de ese nacionalismo que se expresaba en esos años en muchas regiones del mundo. El PRI se había convertido a partir de los años cincuenta en el socio obediente de Washington. También aquí el genio político de Trotsky nos proporciona sugerencias muy pertinentes con su concepción del bonapartismo senil que él interpretó como una fase del proceso de descomposición de las democracias parlamentarias en Europa después de la Primera Guerra Mundial. (Véase su artículo “El bonapartismo alemán” antes mencionado.)

 En efecto, con las presidencias morenistas nos topamos con proyectos de restauración de un gobierno autoritario de tipo bonapartista, incluso con muchos rasgos militaristas, en condiciones en las cuales son numerosos los factores que entran en la composición de la situación de un bonapartismo senil. Podemos sumariamente mencionar las principales tendencias tributarias de la potencial situación caótica que se está gestando.

 A este respecto es fundamental la mancuerna de la combinación de las dos tendencias fundamentales que están descomponiendo el tejido social con fuerzas poderosas y que se alimentan mutuamente. Es en primer lugar la inseguridad que se ha apoderado de amplias regiones del país con la acción de los delincuentes que se expresa de las formas más diversas, desde los asesinatos, las desapariciones, las extorsiones, los secuestros, los robos y todos sus múltiples derivados. El aparato de justicia fue incapaz de lidiar con ese alud de delitos y crímenes y reventó. La realidad cotidiana de la sociedad burguesa obligaba a una profunda reforma del aparato de procuración e impartición de justicia. El gobierno de Amlo tomó la peor decisión, de desaparecerlo. Se dio la clásica situación de que el remedio resultó peor que la enfermedad y se desató la crisis constitucional actual que complicaría aún más la situación al aparecer cruda y desnuda la figura del desacato que va a mostrar sin afeites la verdadera naturaleza de la jungla social que es el capitalismo. La propia presidenta se salpicó de las turbias aguas que inundan las pugnas interburguesas y ante las órdenes de una jueza que le manda sacar la resolución del Legislativo sobre la demolición del Poder Judicial primero la desacata y un día después se ve obligada a declarar que ella no desacata ninguna ley.

Esa tendencia que determina la proliferación de los embriones de ajustes ordenadores y su rápida traducción en impulsos y hechos represivos se ha acumulado durante los tres últimos sexenios y ha seguido expresándose fuerte y cruelmente en los primeros días del actual gobierno. El primer día del gobierno de Sheinbaum se estrenó con el asesinato de cinco migrantes que habían cruzado la frontera con Guatemala ejecutados por los militares que los confundieron con delincuentes. Por primera vez han sido asesinados dos autoridades, los dos alcaldes uno de Guerrero y otro de Oaxaca (el de Chilpancingo Alejandro Arcos quien fue descuartizado y su cabeza expuesta públicamente el domingo 6 de octubre sólo cinco días después de la toma de posesión de Sheinbaum y el de Loxicha Román Ruiz Bohórquez el martes 15 de octubre). Guerrero está prácticamente en poder de los varios grupos de delincuentes que actúan como si fueran los dueños del estado, con la tácita complicidad de la corrupta camarilla obradorista que lo gobierna “formalmente”. Y también en Guerrero siguieron los asesinatos, un cura de Chilpancingo encontró la muerte tras sus esfuerzos conciliadores con los delincuentes de las pandillas. Y siguen siendo asesinando decenas en los distintos conflictos que azotan a Guanajuato, Veracruz, Baja California, Michoacán, Chihuahua. La “paxnarca” de Sinaloa ha sido por completo rota a raíz del secuestro por el FBI del célebre jefe narco Mayo Zambada y expuesta ante todo el mundo la desvergonzada complicidad del gobernador Rocha Moya con los jefes de los cárteles que actúan en su estado, gobernador que ha contado con el apoyo una y otra vez vehementemente demostrado tanto de Amlo como de la nueva presidenta. Los hechos criminales se comienzan a dar más seguido incluso en la Ciudad de  México. Ahí en pleno centro histórico fue agredida a balazos el 17 de octubre Diana Sánchez Barrios, una dirigente de comerciantes de Tepito, uno de los centros comerciales más importantes de la ciudad. Ella se salvó, pero murieron dos acompañantes. Y en estos días es cada vez más frecuente la información gravísima que viene de Chiapas y que incluso en las páginas de una publicación tan cercana al obradorismo como es La Jornada fue expuesta por uno de sus jefes editorialistas Luis Hernández Navarro con el crudo título de “Chiapas, la guerra civil llama a la puerta”, (La Jornada, 18.10.2024). La grave situación se desarrolla en una región fronteriza con Guatemala en la cual participan una antigua comunidad zapatista “6 de octubre” integrante del Caracol IX Jerusalén, la cual ha sido agredida varias ocasiones (ha habido muertos) y participan agresores de diversos plumajes, desde los sicarios vinculados a los cárteles de Sinaloa y Jalisco, grupos vinculados al Partido Verde (un aliado de Morena) que hoy pululan como extorsionadores y trata de blancas entre los migrantes provenientes de Centroamérica en complicidad con las autoridades estatales y federales de Morena con el nefasto gobernador Rutilio Escandón. Ante esta grave situación el EZLN ha debido posponer hasta nuevo aviso la “Convocatoria a los Encuentros Internacionales de Rebeldías y Resistencias 2024-2025” prevista a realizarse a principios de 2025. Y un poco antes de escribir estas líneas fue asesinado al salir de oficiar una misa el 20 de octubre el sacerdote Marcelo Pérez en San Cristóbal destacado activista por la paz desde hace treinta años.

La presente restauración bonapartista en marcha, del mismo modo que en la época hace un siglo del surgimiento del bonapartismo mexicano, se da con el apoyo crucial de las fuerzas armadas. Desde un punto de vista estructural se trata del apoyo del mismo ejército, cuyos jefes históricos fueron los vencedores de la Revolución mexicana. Pero los momentos históricos han cambiado. Aunque eran los jefes de los ejércitos que vencieron a Villa y Zapata, Obregón y sus socios habían participado en la revolución. Pasó un siglo, ese ejército no es ya el de la revolución, es el de Tlatelolco, de Ayotzinapa y de tantos otros casos de feroces represiones realizadas para mantener el  Priato y ahora a sus sucesores obradoristas. Es el ejército cuyos oficiales son también cómplices de los narcotraficantes como se ha sabido que lo era el general Salvador Cienfuegos, jefe del ejército durante el gobierno de Peña Nieto y uno de los más importantes responsables de los atroces hechos de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. A petición de los jefes militares empoderados y privilegiados como nunca por el gobierno de Amlo, éste solicitó la extradición de Cienfuegos a Trump. Fue así que el general fue liberado de una cárcel de EUA en la cual le esperaba una larga sentencia. Fue devuelto a México exonerado y condecorado por el propio presidente. 

El determinante imperialista                                                                    

“México superó a China y Taiwán como el mayor proveedor de productos de tecnología avanzada para el mercado estadounidense” (El Financiero, 21.10.2024). Fue en agosto pasado que las cifras arrojaron los datos que señalaron que México rebasaba a China y a Taiwán como los mayores exportadores en dicho segmento. Esta realidad está muy lejos del país mayoritariamente rural que era México hace más de ochenta años. Igualmente, la “débil burguesía” nacional de esa época desapareció con los Slim, los Larrea, los Salinas Pliego, los Azcárraga y demás multimillonarios mexicanos que están en las listas de la revista Forbes de los hombres más ricos del mundo. Dentro de las fuerzas poderosas que han surgido a la par de la burguesía blanqueada está la enorme riqueza en poder del narcotráfico clandestino o, como en el caso de los jefes de los carteles sinaloenses y demás, semi clandestinos y tolerados por años (el Mayo Zambada fue tolerado por décadas por priistas, panistas y obradoristas).

Los capitalistas necesitan el arbitraje bonapartista que les permite dedicarse a la acumulación de sus capitales y a la preservación del sistema en su totalidad. El México actual es un país cruzado por conflictos más numerosos y fuerzas burguesas que no existían antes. Y, por supuesto centralmente está el bloque que integra con los dos países imperialistas norteños que es el más poderoso de los bloques capitalistas de la economía mundial. Como se apreció con evidencia con la relación que mantuvieron los presidentes Trump y López Obrador en 2018-2020, el presidente mexicano aceptó sin problemas las exigencias del inquilino de la Casa Blanca. Con Biden fue más discreta la relación de subordinación, pero de ninguna manera desapareció. Estas líneas se escriben días antes que se realicen las elecciones de EUA del 5 de noviembre, las más importantes en décadas entre las candidaturas de los partidos imperialistas de ese país, el demócrata y el republicano, Kamala Harris y Donald Trump. Todas las informaciones señalan un empate técnico entre ambas candidaturas, con una ligerísima ventaja de Harris que Trump en cualquier momento podría superar. Cualquiera de los dos que gane constituirá grandes desafíos que afectarán a la política de EUA con México. Trump, sin duda, ha sido más hostil y negativo en sus referencias a México. En sus campañas incluso declaró que de triunfar cerraría la frontera sureña con México. Aunque más moderadas, lo que prometió Harris como política migratoria no se diferencia mucho de las propuestas de Trump.

A partir del próximo noviembre desafíos inéditos esperan a la política mexicana. Son tiempos difíciles y complejos los que vienen desde todos los puntos de vista. Con guerras en Ucrania y en el Medio Oriente (aunque ésta más que “guerra” es un genocidio del gobierno de Israel contra Palestina) cuya dinámica entraña peligros terribles para el mundo entero. Factores económicos y tecnológicos están transformando aceleradamente las sociedades. Proliferan tendencias políticas autoritarias y represivas que ensangrientan y oprimen a las naciones de todos los continentes. Serán días para la realización de verdaderas transformaciones sociales que superen proyectos restauradores de formas de gobierno antidemocráticas como las que proponen Morena y sus aliados. Serán días de lucha y de la forja de estrategias y proyectos que superen el nacionalismo, la burocratización, la demagogia en favor de un combate por un México verdaderamente democrático, libre, igualitario, feminista, cuidador del medio ambiente y ante todo y sobre todo internacionalista y solidario con las luchas de todos los pueblos por su emancipación del yugo del capitalismo-imperialista.

Fuente: https://correspondenciadeprensa.com/?p=44276