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11 Diciembre 2024, Puebla, México.

José Ernesto Matsumoto: 101 años de historia entre México y Japón — Parte 1 / Sergio Hernández Galindo

Cultura | Crónica | 19.NOV.2024

José Ernesto Matsumoto: 101 años de historia entre México y Japón — Parte 1 / Sergio Hernández Galindo

Texto publicado originalmente en la revista Descubra a los Nikkei

José Ernesto Matsumoto nació, entre flores y brocados, en una enorme y elegante mansión de la colonia Roma en la ciudad de México el mes de junio de 1923. Ernesto era el hijo primogénito de dos inmigrantes japoneses: Sanshiro Matsumoto y Masao Matsui.

A pesar de que en 1911 la Revolución expulsó del país al presidente Porfirio Díaz, las mansiones porfirianas seguían conservando su toque elegante y distinguido; el barrio con sus parques, estatuas y jardines se diferenciaba de los demás de la ciudad de México. La mansión de los Matsumoto era tan grande que abarcaba toda una manzana entre las calles de Colima y Tabasco, además contaba con un invernadero donde se reproducían cientos de flores y plantas que surtían la florería que los Matsumoto tenían sobre la calle de Colima.

José Ernesto con su madre Masao en el invernadero de su casa.
 

La riqueza y la fama de la familia Matsumoto se había labrado a lo largo de dos décadas. El abuelo de José Ernesto, Tatsugoro Matsumoto, había arribado a México en 1896, y posteriormente en 1910, su padre Sanshiro. El enorme prestigio que habían logrado los Matsumoto se debió a la profesión y al trabajo de ambos.

Como arquitecto paisajista,Tatsugoro empezó a ser reconocido por los sectores pudientes de la sociedad y del propio presidente Porfirio Díaz. El arte especializado de cuidado de los jardines, de arreglos florales (ikebana) y de árboles miniatura (bonsái), que creaba Tatsugoro fueron del agrado de las familias ricas que poseían mansiones con amplios jardines y espacios para lucir tales arreglos. La florería se convirtió en un establecimiento de amplio reconocimiento por los diversos arreglos florares; entre ellos, el que portaban las novias para sus ceremonias religiosas de casamiento.

Al inicio de la década de 1920, Tatsugoro y su hijo Sanshiro seguían siendo los encargados del cuidado del bosque de Chapultepec y de los arreglos florales del Castillo, residencia oficial del entonces presidente Álvaro Obregón. El fin de la etapa armada de la revolución y la estabilidad que se logró al inicio de la década de 1920, le permitieron a Sanshiro pedirle a su madre que viajara a Japón para buscar una señorita que deseara formar una familia a su lado en México. Masao Matsui aceptó la propuesta de casamiento, trasladándose a México donde se realizó la ceremonia religiosa en julio de 1922. A partir de ese entonces Masao Matsui adquirió el nombre de María Consuelo Matsumoto.

En este ambiente nació y transcurrieron los primeros años de vida de José Ernesto. María Consuelo se dedicó de lleno a la atención de la florería por lo que el cuidado del bebé estuvo a cargo de su nana mexicana, Angelita. Ella fue quien le enseño el idioma español y quien lo educó en los usos y costumbres de la cultura mexicana. A los tres años de edad, José Ernesto, su hermana recién nacida y su madre, viajaron a Japón con el propósito de que conociera a la familia materna y al país de sus ancestros. 

 

José Ernesto con su madre en Japón.

 

Los negocios de la familia Matsumoto, al inicio de la década de 1930, seguían mejorando, situación que permitió que adquirieran diversos terrenos con el propósito de ampliar los invernaderos para cubrir la creciente demanda de flores y árboles. Incluso, el presidente Pascual Ortiz Rubio solicitó al gobierno japonés la donación de árboles de cerezo para embellecer la ciudad, propuesta que los Matsumoto desestimaron, con razón, por las condiciones climatológicas de la ciudad. A cambio, la familia le propuso al presidente plantar jacarandas en las avenidas de la ciudad pues se reproducirían con mayor facilidad, flores que podemos admirar en la actualidad año tras año.

A los siete años, José Ernesto ingresó a una de las escuelas privadas más prestigiadas de México: el Colegio Alemán. En esta escuela se educaban los hijos de las élites políticas y económicas del país. Uno de sus compañeros de clase, y su amigo desde entonces, fue el hijo del presidente Pascual Ortiz Rubio, con quien sostendría una larga amistad desde 1930, año en el que ingresó al colegio.

En el año de 1932, su padre Sanshiro y su madre María Consuelo, consideraron mejor que Ernesto estudiara la escuela primaria a Japón. Los Matsumato deseaban que su hijo se educara en Japón y que a la postre estudiara ingeniería o botánica con el objetivo de que a su regreso se hiciera cargo de los negocios de la familia. Los primeros años de estancia en Japón fueron muy difíciles para José Ernesto quien contaba con sólo nueve años de edad y no hablaba el japonés de manera fluida ni mucho menos sabía leer ni escribir los kanjis que son la forma de escritura de ese idioma. Esta etapa sin duda forjó el carácter de José Ernesto para enfrentar los años más complicados que vendrían posteriormente.

En México la situación de los Matsumoto era inmejorable al grado que Sanshiro decidió naturalizarse mexicano debido a que la familia había construido una sólida situación financiera y social que los arraigaba al país al que había llegado en 1910. En cambio, la situación en Japón se complicaba ante al avance de las tendencias ultranacionalistas y militaristas que se afianzaban en la conducción del gobierno y que lo conducirían por el sendero de guerra.

Al inicio de 1941, José Ernesto ingresó a la Universidad de Tokio para estudiar agronomía. Las relaciones entre Japón y Estados Unidos se agravaban y los vientos de guerra soplaban cada día más fuerte.  En ese entonces, las cuatro hermanas menores de Ernesto, se encontraban en Japón por lo que sus padres decidieron que las niñas regresaran a México. José Ernesto se quedó en Japón para continuar sus estudios universitarios.

 

José Ernesto con sus hermanas en Japón.

 

Al estallar la guerra en diciembre de 1941, el regreso a México de José Ernesto se hizo imposible, pues las comunicaciones quedaron rotas totalmente ante la declaración del gobierno mexicano del estado de guerra contra Japón en mayo del siguiente año. Los contactos entre José Ernesto y sus padres se suspendieron a lo largo de la guerra; la preocupación y la angustia de sus padres y abuelo se incrementaban pues la derrota militar de Japón se vislumbraba día con día, situación que presagiaba la destrucción casi total del país, como sucedió.

Al interior de Japón, la población sostenía la guerra con grandes sacrificios ante la falta creciente de alimentos y bienes básicos. En los primeros años, los estudiantes de todos los niveles sólo realizaban ejercicios y campañas de apoyo al ejército. En la medida en que la guerra avanzó, los estudiantes de nivel superior que habían cumplido 20 años de edad fueron incorporados a las fuerzas armadas.

José Ernesto fue llamado para integrarse a las fuerzas navales japonesas en 1943. La familia de Matsumoto fue a despedirlo pues se le envió a la escuela de entrenamiento naval en Yokozuka, en el puerto de Yokohama. El objetivo de los militares era preparar a los jóvenes para incorporarlos a la guerra. A finales de ese año, en el mes de octubre, después de haber recibido su capacitación, José Ernesto se reunió con todos los conscriptos en el estadio Yoyogui en Tokio, donde el primer ministro, el general Hideki Tojo, los exhortó para que dejaran los libros y se alistaran a defender a la patria.

 

Familia despide a José Ernesto para incorporarse a las fuerzas navales.

 

En estos primeros meses de entrenamiento, se seleccionó a los jóvenes mejor capacitados con el propósito de que se especializaran en una tarea específica que la Marina requería. José Ernesto fue enviado a la base naval de Ryojun, (el nombre japonés de Puerto Arturo), enclavada en territorio chino al sur de Manchuria para que se adiestrara en el manejo de artillería naval, otorgándole el grado de subteniente.

 

Jose Ernesto sentado (primero de izquierda) junto con sus compañeros en la Escuela Naval de Ryojun.

 

Después de este largo periodo de entrenamiento y capacitación, José Ernesto fue trasladado a Tokio a principios de 1945 para ser parte de la defensa de la capital ante el avance incontenible del ejército norteamericano que bombardeaba a cielo abierto las ciudades más importantes de Japón y que se preparaba para ocuparlo totalmente.

José Ernesto tenía la certeza que el fin de la guerra se acercaba y que la derrota de Japón parecía inevitable; sin embargo, guardaba esperanzas de que esto no sucediera y que sería posible detener la ocupación al lado de las escasas fuerzas militares que aún defendían la isla.

Continuará...

 

© 2024 Sergio Hernández Galindo