SUSCRIBETE

21 Abril 2025, Puebla, México.

José Ignacio González Faus, S.J. (1933-2025) / Rubén Aguilar Valenzuela

Sociedad | Crónica | 10.ABR.2025

José Ignacio González Faus, S.J. (1933-2025) / Rubén Aguilar Valenzuela

(Este texto fue publicado originalmente en la revista Nexos. Crédito de la ilustración Kathia Recio)

Adiós a "Chalo": José Ignacio González Faus, defensor de la opción por los  pobres y la justicia social | Catalunya Religió: Portal religioso de  Cataluña

 

En 1977, cuando cursaba el segundo de teología en el Centro de Reflexión Teológica (CRT) de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, el jesuita español José Ignacio González Faus nos dio el seminario de “Antropología Teológica”, invitado por el jesuita mexicano Alfonso Castillo, que dirigía el CRT. En esa época los estudiantes de teología vivíamos en la Colonia Ajusco, en la zona de los pedregales al sur de la Ciudad de México.

 

La manera como Chalo, así le gustaba que le dijeran, dio el curso y el contenido del mismo me marcaron. Lo primero fue su exigencia académica, había que leer entre seis y ocho artículos para preparar la clase semanal. Lo segundo, la forma como en su exposición e intercambio en la clase, articulaba los textos que había pedido que leyéramos. Lo tercero, su análisis de los textos y la toma de posición ante los mismos. Lo cuarto, la manera, sugerente e innovadora, como relacionaba la antropología y la teología.

 

En ese, para mí histórico curso, leímos una docena de artículos y apuntes de Chalo: El hombre imagen de Dios; El hombre como creatura; Planteamiento histórico del problema del “sobrenatural”; Paráfrasis de la Carta a los Romanos; La pecaminosidad universal; El pecado en una perspectiva evolutiva; Pecado estructural; Síntesis sobre el pecado; Introducción al tema de la gracia; Paráfrasis del Decreto de Trento sobre la justificación; La transformación del hombre por la gracia y Dinamismo de la gracia: La liberación de la libertad.

 

Chalo tenía entonces 44 años y nosotros, entre 27 y 28. Conservo los apuntes del seminario y también las síntesis de las lecturas que nos tocaba exponer. Ahora recuerdo que sólo una vez más lo vi en una visita que hizo a la Ciudad de México en 2013. En esa ocasión pude platicar con él en distintos momentos. Se me quedó grabado que, entre otros temas, hablamos de la guerra en El Salvador. Él conocía a una médica internacionalista catalana que había participado en ella, que yo conocí en los años del conflicto.

 

En esa ocasión fuimos juntos a una exposición del artista alemán Ekkeland Götze, que realizó una serie de obras a partir de la tierra de cada una de las más de veinte misiones que los jesuitas establecieron en la Baja California, con la colaboración de la también alemana Sybille Flaschka Haas. A partir del seminario de 1977 seguí la trayectoria del teólogo y el humanista, y también continué leyendo su obra, cosa que sigo haciendo con gran interés y siempre me provoca, frente a ellas no puedo permanecer indiferente.

 

El pasado 6 de marzo Chalo, a los 92 años, partió a otra vida. Residía en la comunidad de los jesuitas de Sant Cugat del Vallès, Barcelona. Nació en Valencia, el 27 de diciembre de 1933. En sus propias palabras en el seno de una familia de “clase media baja y de derecha alta”. Cursó sus estudios de primaria, secundaria y bachillerato en el Colegio San José, de Valencia, dirigido por los jesuitas. El 6 de octubre de 1950, a los 17 años, ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Veruela, Aragón. En 1960 se recibe como licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona y hace estudios de Teología en Sant Cugat, y al terminar, se ordena sacerdote el 28 de julio de 1963.

 

Y ordenado continúa sus estudios de teología y entre 1963 y 1965, estudia en Innsbruck, Austria; entre 1965 y 1966 en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, dirigido por los jesuitas, y en 1968 en Tubinga, Alemania, donde se doctora con la tesis Carne de Dios. Significado salvador de la Encarnación en la teología de san Ireneo, que en 1969 publica la Editorial Herder. En ese entonces, en Innsbruck enseñaban los teólogos Karl Rahner y Josef Andreas Jungmann, en el Bíblico Carlos María Martini y en Tubinga, Hans Küng.

 

Después de doctorarse, a partir de 1968 empieza a enseñar Teología Sistemática en la Facultad de Teología de Cataluña en Sant Cugat del Vallès, Barcelona. Es aquí donde pasará la mayor parte de su vida como teólogo, profesor y escritor. Su tesis sobre Ireneo de Lyon, teólogo del siglo II, marca un claro itinerario en su enseñanza y en su investigación teológica teniendo como centro la afirmación de san Ireneo: “La gloria de Dios es que el ser humano viva; y la plenitud de la vida es Dios”.

 

 

 

De 1968 a 1977 fue director de la revista Selecciones de Teología. De 1981 a 2005, se desempeña como responsable académico del centro de estudios sociales y teológicos Cristianisme i Justícia de Barcelona. Él, junto con el jesuita Joan N. García Nieto, crean este espacio de reflexión sobre la fe cristiana y la justicia social en 1981. Hasta el final de su vida Chalo estuvo vinculado al centro y participó activamente en sus trabajos. Es autor de 37 cuadernos de la colección que lleva el mismo nombre del centro. El último, Ricos y pobres en el Nuevo Testamento, se publicó en septiembre de 2023.

 

A partir de 1980 ofreció regularmente clases en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) en San Salvador y viajó como profesor invitado a México, Brasil, Uruguay y otros países de la región. En América Latina su obra y su pensamiento han tenido una gran difusión e impacto.

 

Colaboró con varios medios de comunicación, entre ellos La Vanguardia, de Barcelona, donde durante muchos años publicó regularmente artículos de opinión, y siempre mantuvo activo un blog titulado “Miradas cristianas” en el portal Religión Digital, colocado en el blog de Cristianisme i Justícia.

 

Perteneció a la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII desde su fundación en 1980, participó en varios de sus Congresos anuales y colaboró en la elaboración de numerosos documentos en torno a cuestiones sociales, económicas, políticas, sociales, religiosas y teológicas. Su obra es enorme: si se reúne todo su material daría lugar para diez o doce grandes volúmenes.

 

El obispo catalán Pedro Casaldàliga, desde la selva amazónica del Brasil, en una carta en 2002, sintetiza bien lo que produce la obra de Chalo: “Nunca dejas indiferente con lo que escribes. Siempre eres interesante. Por lo que dices y porqué lo dices bien. Sabes poner a Dios, Cristo, la Iglesia, la Historia, la vida humana, al alcance de la sensibilidad moderna. No tienes miedo de hablar a nyerros i cadells. Eres teólogo y periodista. Eres un teólogo humanista en el sentido de humano y humanizador. Tienes la indignación profética necesaria para sacudir abierta y cortésmente poderes y estructuras y omisiones”.

 

La obra teológica de González Faus tiene dos grandes vertientes: la enseñanza, en particular la formación de teólogos, a la que se dedicó toda su vida, y la publicación de sus libros para dar a conocer su trabajo de investigación y reflexión. Los estudiosos de su pensamiento y obra señalan distintos textos como los más importantes, y de estos los que más frecuentemente se mencionan son: La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología (Sal Terrae, 1974); Proyecto de hermano. Una visión cristiana del hombre (Sal Terrae, 1987); Vicarios de Cristo: Los pobres en la teología y espiritualidad cristianas (Trotta, 1991). Estas obras, junto con otras muchas, dan cuenta de la aportación de González Faus al campo de la teología al final del siglo XX.

 

La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología. Para algunos es la obra más creativa que en su momento supuso una revolución en la manera de tratar la Cristología. Se interpreta la figura y obra de Jesús desde las condiciones sociales del judaísmo de su tiempo, destacando su libertad frente a la ley y su compromiso en favor de los más pobres, reinterpretando desde ese fondo toda la tradición cristológica de la Iglesia. Ese libro marcó un hito en la teología y sigue siendo un lugar de referencia obligado en el panorama del pensamiento cristiano del siglo XX.

 

 

 

Con esta obra se generó un cambio en la imagen de Jesús, asumiéndolo como personaje histórico, en sintonía con las nuevas cristologías de la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, de autores como Karl Rahner, Edward Schillebeekx, Hans Küng, Walter Kasper, Joseph Moingt, Jon Sobrino, Leonardo Boff, Juan Luis Segundo, Xabier Pikaza, y Andrés Torres Queirugam entre otros.

 

Proyecto de hermano. Una visión cristiana del hombre. Hay estudiosos de su obra que consideran que este es el mejor de sus trabajos. En ella subraya el carácter dialéctico del ser humano: por una parte, su corporalidad, sociabilidad, autoconciencia, sexualidad, racionalidad, sentido lúdico: por otra su “egoísmo potenciado”, que genera estructuras de dominación sobre otros seres humanos y destruye las relaciones de fraternidad.

 

Esta base contradictoria se agudiza aún más, primero, por el pecado del hombre que diviniza su propia particularidad limitada instaurando estructuras de dominio o pervirtiendo las estructuras de fraternidad que otros intentaron crear: y luego, por la “mirada benevolente de Dios”, que ofrece al hombre la posibilidad de valer absolutamente, pero no por lo que él haga o tenga, sino por el Amor de Dios que se le ofrece como llamada y como proyecto. Su antropología destaca el carácter comunitario del ser humano: el yo como hermano, frente a las tendencias antropológicas individualistas y espiritualistas, muy presentes en la historia del cristianismo.

 

Vicarios de Cristo. Los pobres en la teología y espiritualidad cristiana. Es otra obra revolucionaria donde hace una significativa aportación a la antropología, tanto filosófica como teológica, que hoy día sigue siendo un libro de consulta. En el texto desarrolla la opción por los pobres a lo largo de la historia del cristianismo. Esta obra da lugar a una Eclesiología que se fundamenta en los pobres y excluidos de la sociedad, que son los verdaderos representantes de Jesús y no los personajes de la burocracia eclesial.

 

El autor dice que se trata de un libro teológico, pero el no creyente “puede encontrar información llamativa y respetable, por cuanto la historia del cristianismo dice cosas muy sorprendentes sobre los pobres, y porque todo lo cristiano se revela, a la larga, como profundamente humano, sobre todo a los muchos hombres que no creen pero que, como decía Jesús, ‘no están lejos del Reino de Dios’”. Lástima que la práctica cristiana no haya estado siempre a la altura de su teoría. Pero ya decía san Pablo (y la historia de la humanidad lo confirma) que todos los tesoros humanos los contenemos “en vasos de barro”.

 

La reflexión teológica de José Ignacio González Faus tiene como eje la reivindicación del rostro humano de Dios y el acceso a la fe desde la humanidad real de Jesús. El otro elemento central son los marginados: “Dios es un desconocido total pero para nosotros tiene un rostro humano que es la fraternidad, la igualdad entre todos los hombres”, afirmaba que “en los Evangelios los protagonistas son los enfermos y los pobres: quienes sufren. Y éstos son el rostro de Dios con nosotros”.

 

Su profundo compromiso y convicciones le llevaron a ser crítico de las estructuras sociales y económicas que generan injusticias, pero también con las estructuras de poder de la Iglesia. Reivindicó que el lugar de la Iglesia está junto a las víctimas y por eso siempre reclamó su reforma. Toda su obra ha sido un intento de transformación de la Iglesia, desde dentro, siempre en fidelidad con ella. Su reflexión teológica es un compromiso al servicio de la cultura, de la fraternidad y la justicia, que siempre desborda los límites de la Iglesia, para abrirse al mundo ofreciendo su testimonio de fraternidad y justicia, en libertad.

Chalo, que conocía bien su estado de salud y que se aproximaba el final de su vida, publicó algunos artículos que pueden considerarse como su testamento. En septiembre de 2024 escribió “¿Un ‘testamento espiritual’? “Lo que he aprendido”. De este retomo un párrafo: “Destaco lo de la plenitud para significar que no cabe reducir la vida del hombre a solo Dios, como si no tuviéramos otras mil necesidades humanas; pero tampoco cabe reducir la vida del hombre a esas necesidades humanas, como si éstas no apuntaran hasta Dios […] Y resulta que por ahí se vuelve muy secundario y cambia de sentido todo eso que llamamos “lo religioso”, y que se centra en el culto y la moral: el Templo y la Ley fueron precisamente los dos pilares del judaísmo con los que Jesús entró en conflicto, cumpliendo así lo que ya habían anunciado algunos salmos y los profetas”.