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20 Abril 2024, Puebla, México.

El aviso del Ángel / Carlos San Juan Victoria, historiador

COVID 19 en 2022 | Crónica | 24.FEB.2021

El aviso del Ángel / Carlos San Juan Victoria, historiador

La soledad genera su contrario, la añoranza de los encuentros y las pláticas cara a cara

Voces en los días del coronavirus

 

Apertura

En chat un amigo comenta: no estoy bien, esperaba que el 2021 mostrara el descenso de los contagios, pero van para arriba y no paran. Me siento apresado, sometido por un destino amargo. Y le escribo: hasta noviembre el Covid andaba afuera de las casas de parientes y amigos, ahora ya sabemos lo que es vivir con alguien contagiado.

28 de febrero: Primer caso oficial de contagio por COVID-19: un hombre de 35 años con antecedentes de viaje a Italia. Ese mismo día se confirman dos casos más.

11 de marzo. La OMS califica como una pandemia al COVID-1, ya hay 118,326 casos confirmados y 4,292 defunciones a nivel mundial. Es la primera pandemia en la historia causada por un coronavirus.

24 de marzo: Inicia la Jornada Nacional de Sana Distancia, por la evidencia de dispersión comunitaria, con 405 casos confirmados y cinco defunciones por COVID-19. Inicia el encierro de la población. ¿De toda?

Pronto cumpliremos un año de encierro, claro, los que podemos hacerlo. La soledad genera su contrario, la añoranza de los encuentros y las pláticas cara a cara. Entre cuatro paredes nos vemos en un mismo e inmenso barco, con pesadillas y esperanzas comunes. “Cada uno es único, pero las maneras de ser único se parecen demasiado entre sí” escribió Monsiváis. Los individuos, celosos de nuestra condición única y singular, reconocemos que somos seres habitados por otros seres.

 

Una multitud de soledades

Desde la Cátedra Carlos Monsiváis del INAH convocamos a un concurso de crónicas sobre la pandemia dirigida a la juventud. Un homenaje al gran cronista en el décimo aniversario de su muerte y llamado a “registrar” una realidad que nos espanta y desborda. Recibimos más de cien crónicas de todas partes del país. El mosaico mexicano se alcanza a asomar, las condiciones de vida más diversas, las emociones encontradas, amargas o abiertas a la esperanza. La pandemia, cargada de incertidumbre y dolor, genera sin embargo una variedad de comportamientos donde nadie se da por vencido, hay los monólogos interiores, pero abunda la descripción de solidaridades y reencuentros, a todos se les mueve el sentido de sus vidas. Por ejemplo, los que ya vivían solos, en otras ciudades, en otros países, hacen lo posible por reencontrarse. A una nueva generación que cultiva el yo, la pandemia les rehace el sentido y la necesidad de las familias, los amigos, los vecinos.

 

Tetela del Volcán

Pueblo en las laderas de Don Goyo que pocas veces deja su velo blanco de nubes y asoma por instantes. Entro a su mercado municipal con el cubre bocas y una careta de plástico con gorra de beisbolista. Las señoras de los puestos, también con cubre bocas me miran con asombro y curiosidad, las niñas se acercan para ver esa escafandra.

Los puestos pequeños muestran los frutos de sus pequeños huertos o de la milpa, hay calabacitas redondas y guías para la sopa. Nada quiebra la fuerza cotidiana del vender y el comprar, sólo hay un gran cambio, desde hace apenas dos meses casi todos llevan ya sus cubre bocas.  Solo un marciano, trae careta. Igual ocurre en Zacualpan de Amilpas donde persiste su corredor de trueque el día de tianguis, o en pequeñas ciudades como Yautepec, o en las pequeñas industrias del amaranto en Jantetelco. Están los conflictos por la hidroeléctrica, por los ríos, por las tierras y se avecinan las elecciones que dividen y polarizan. Pero la vida cotidiana sigue su paso.

 

Cuautla

La gente de los pueblos del oriente montañoso de Morelos baja en combis, camionetas y autobuses hacia la ciudad de la región, Cuautla. No pocos van en sus motos y de los lugares más cercanos, a unos veinte kilómetros, en bicicleta. Desde muy temprano la “población informal” despliega sus puntos de venta en las avenidas, hospitales, mercados, de la ciudad, mientras la población “formal” se despierta, desayuna o se ejercita. Ya en la tarde, hacen sus compras y van de regreso a sus pueblos. Sin pandemia y con ella, la vida áspera, persiste, no hay de otra.  En la ciudad se ven las calles vacías de las colonias residenciales y de clase media con las familias atrincheradas y las largas filas en los supermercados y bancos.  Luego de un sube y baja de contagios y muertes, el fin de año la ciudad se disparó primero como estruendo fiestero y luego como flecha fúnebre. A pesar de los contactos entre pueblos y ciudades hay una gran diferencia: en las concentraciones urbanas y su ritmo intenso de movilidad, los contagios aceleran el paso. En los pueblos es otro el ritmo. En Ocuituco me dicen: “sólo tenemos dos enfermos”.

 

 

El súper

Como a mucha de la población “formal”, mis situaciones de riesgo se reducen a ir por el abasto. Entro al súper en riguroso traje de marcianito y me encuentro a muchos iguales; en los pasillos de panes, galletas, dulces, mayonesas, salsas, en fin, de todo producto alimenticio, se ven los sellos de la secretaria de salud, una especie de gangrena en forma de recuadros negros: excesos de grasas saturadas, de calorías, de sodio y azúcar. Ningún producto se salva y sin embargo no hay una marca de los monopolios alimenticios que responda al tache: señora consumidora y señor, ya nos cacharon y ya entendimos, este nuevo producto que ahora le ofrecemos no trae excesos.

¿Cuál es el juego? Que la señora y el señor consumidor, atados a la costumbre, seguirán comprando lo mismo, aunque, como en los cigarros, traigan fotos de los daños. El Covid-19 obligó a ver las condiciones deplorables de muchos cuerpos de mexicanos. Disputamos el primer lugar mundial en obesidad y el quinto en diabetes. Y también el poder cero del consumidor.

 

Desde el Olimpo

Me desayuno leyendo, entre otros, a un destacado comentarista: “En estos momentos es muy fácil para cualquier mexicano de más de 65 años vacunarse contra el Covid. Lo único que tiene que hacer es viajar a Estados Unidos, donde se puede vacunar en cualquier centro de salud o incluso en una farmacia.” Un día antes me enteré de que mi cuñada, de una clase media sin zozobras, tiene el firme propósito de irse a EUA para aplicarse la vacuna Moderna, con fama de ser la más efectiva. Y pienso en los proyectos de los mega ricos que ya sueñan con colonizar Marte pues la tierra va a tronar tarde o temprano. La vida a ras de tierra se mueve de otra manera. Para bien o para mal, todas las apuestas para vivir están en un solo lugar.

La pandemia, en uno de sus giros inesperados, desnuda otro aspecto oscuro del vivir en México. Los traslados, en el 80% son locales y en transportes públicos hacinados, sólo el 23% de la población mexicana ha viajado en avión una vez en su vida y cuarenta millones no conocen las playas. La mitad de su población labora en el sector infor­mal, no están afiliadas a sistema alguno de protección en salud, y están expuestos a un mayor riesgo de contagio con un pobre acceso a agua e higiene, hacinamiento y estrés psicológico. Para ellos no funciona el distanciamiento social, o las indicaciones para quedar­se en casa. En el caso del país más desigual de América Latina, en el mejor de los casos, el 23 % irá a la farmacia en avión. Que difícil pensar y hacer en México omitiendo la desigualdad. Pero ocurre.

 

Habitar

Al oriente de Morelos le toca la bendición geográfica y biológica de estar bajo el eje Neo volcánico que parte de Colima y llega a Veracruz. Los inviernos son verdes, y en el pequeño jardín de casa despiertan los árboles con flor temprana, las cactáceas revientan en colores intensos y las buganvilias reposan en su eterna y personal primavera. Las plagas, vida que acude y devora a otras vidas, se incrementaron desde que las lluvias pasadas convirtieron al jardín en una pequeña selva. Empieza el tiempo de las podas, la limpieza y los cambios de tierra, para aprovechar el impulso que viene, el calor primaveral y las aguas del verano. Es una temporada de “salir de si”. De dedicar tiempo, observación y cuidado a esos seres silenciosos que van convirtiendo a este lugar en un hogar, con pandemia o sin ella. El encierro, a algunos, les impulsa a reorganizar su espacio. Los libros, la ropa, los enseres de cocina, los cuadros, se someten a cirugías y a nuevas arquitecturas. La larguísima conversión del primate en homo sapiens se realizó en una simbiosis entre lugares físicos, poblados de vida natural, y el surgimiento de la cultura humana, un modo de crear espacios, de habitar, en intercambio con la vida de otros seres. Las religiones más antiguas, animistas, como el sintoísmo japonés, creen que la vida toda, humana y natural, animales, aguas bosques y viento, es una comunidad de seres en constante intercambio. Del Tao a Heidegger está la huella de esa búsqueda.  

 

Discordias

Los chats hierven de opiniones contrarias. Amigos y parientes me inundan de opiniones sobre la inexistencia de la pandemia, la inutilidad de las vacunas, las conjuras detrás de ella. A veces me animo a decir: si, pero ahora conozco con nombre y apellido a personas muertas, sé de las tribulaciones para convivir con un familiar contagiado, de conocidos que sufren por los tanques de aire, escasos y cada vez más caros. Hay mucho dolor inocultable.  Me mandan más chats de lo mismo, mejor me callo.

Un querido amigo me manda de manera religiosa un resumen de noticias diario desde hace dos años. Resuenan tambores de guerra, hay la impresión de una sociedad dividida, un caos que desborda gobiernos ineptos. Luci, mi esposa, me informa en cada desayuno de las respuestas puntuales de los youtuberos. El corazón se agita, la razón se nubla, la paz se evapora.

Los chats encienden sus focos rojos: el presidente tuvo una embolia grave, está en riesgo de muerte, fue trasladado a un hospital militar. De inmediato recuerdo los años en que nació mi hijo: en 1973 corría el rumor de un estrangulador que atacaba mujeres. En 1974 ya hubo reacciones sociales al rumor de que se estaban vacunando niños en las escuelas para esterilizarlos, varias retuvieron a sus hijos. Siguieron los rumores sobre el desabasto de gasolina y de alimentos y apareció una ola grande: las compras de pánico. Ya en 1975 y 1976 los rumores se desataron con una fuerza y frecuencia inusitada: hubo un atentado contra la esposa del presidente, estalló una rebelión militar en Veracruz, se van a cerrar los bancos y no se tendrá acceso a los ahorros, es inminente un golpe de estado, vienen expropiaciones masivas de la propiedad privada. Nada de eso paso, lo que si vino fue la fuga masiva de capitales que agotó las reservas, se devaluó el peso, la confianza en el gobierno estaba rota y la nación en vilo por la crisis. Sólo ganaron los que nunca pierden, los que compraron dólares baratos y regresaron con dólares muy caros.

¿Cómo serán estos meses previo a las elecciones, y los años 2023 y 2024? En este presente de pandemia y de crisis económica, hay fuerzas decididas a incubar otra dimensión de la caída, y ganar con ella.   

Vidas Paralelas

En Argentina y en México se gobierna con los pactos de estabilidad hacia los grandes poderes muy afectados. En ambos existen bloques claramente diferenciados y opuestos. En Argentina los señores de la tierra y el ganado, las corporaciones industriales y financieras, los dueños de medios masivos, y clases medias indignadas por la crisis económica y la pandemia, tienen copada a la opinión pública en guerra abierta contra el reformismo social del gobierno de Alberto Fernández aun y cuando haya una prensa inteligente y comprometida con el cambio. Su batalla actual se cifra en la vacuna Sputnik V.   En México fueron los medios masivos los primeros que reaccionaron a un gobierno poco dispuesto a seguir en el camino de su conveniencia. E iniciaron desde el primer mes, diciembre de 2018, su rigurosa vigilancia y desgaste. En contrapeso, el gobierno tiene un poder comunicativo fuerte y propio. En dos años, poco a poco, se van tejiendo las redes opositoras, ya se configura el asentamiento territorial del PAN, del PRI y del PRD con sus clases políticas, la opinión pública se traba en batallas campales. Ahora tienen el mismo tema: la vacuna Sputnik V, y ahí se concentra la apuesta de quebrar la confianza en el gobierno, o reforzarla. Ya lo dirán las elecciones inminentes. México y Argentina: vidas paralelas, en ambos países se escribe una historia parecida.

 

El aviso del Ángel

Me voy a vacunar y también creo que la principal trinchera de la salud es el propio cuerpo. Veo con alivio la proliferación de vacunas y me gustaría mucho una cultura personal y social que modifique los hábitos alimenticios. Me preocupa el boom de inversiones en salud pues fortalecerán su condición de mercancías y agudizarán la desigualdad, y apostaría por un sector público muy fuerte con áreas de investigación de alto nivel.

Y también creo que la pandemia es apenas un aviso de algo mucho peor.

Covid 19, como cualquier virus, es materia inerte e información genética, por si misma permanece inactiva hasta que puede penetrar células vivas e inicia su reproducción masiva. El medio ambiente artificial de la modernidad, cristalizado en ciudades, redes intensas de transporte, laboratorios, mercados, industria alimenticia, deterioro biológico humano, se convirtió, para esta partícula más pequeña que una célula, en una incubadora que lo reprodujo y transportó a escala planetaria. El 26 de enero de este año una comisión de 13 científicos de la Organización Mundial de la Salud inició en Wuhan, la gran ciudad y nodo global, la investigación sobre su origen, o intercambio entre animales y humanos, o manipulación genética de laboratorio.

Paradoja: la modernidad capitalista y sus altísimas tecnologías que manipulan la vida nos han regresado a la incertidumbre de la feudalidad. Vivimos esperando la nueva peste negra. Sus promesas de más seguridad y abundancia se convierten en su contrario, la fragilidad, el miedo y la incertidumbre. La biotecnología a la vez que ofrece mejores alimentos, fármacos mejorados y energías limpias, trae consigo la manipulación genética y su aplicación en la industria alimentaria a gran escala, con los convidados de piedra de la gripe aviar y la gripe porcina, la decadencia biológica de los millones de especies manipuladas para alimentar poblaciones crecientes, la aparición de enfermedades crónicas y degenerativas propias del hiperconsumo y de la vida sedentaria.

Covid 19 es apenas uno de los muchos síntomas de que el medio ambiente artificial de la modernidad capitalista afecta de dos maneras graves al conjunto de la vida planetaria. Por un lado, produce sus propias agresiones, las masifica a un ritmo muy intenso y, además, debilita al hombre biológico y a su entorno vital. Por el otro, es una inversión destructiva entre vida humana en matriz capitalista y la naturaleza que le sustenta, y, además, ya transita por una frontera terminal. Se nutre de las diversas manifestaciones de la vida planetaria considerada materia prima, costo a abaratar, recurso a la mano para acumular como nunca. Y eso incluye a la mayoría de la humanidad, de ahí la pobreza y la extrema desigualdad. A ese corte brutal del larguísimo proceso simbiótico entre hombre y naturaleza, se le llama el Antropoceno, o de manera más rigurosa, el Capitaloceno (Jason Moore). Del arte de habitar pasamos al matadero.

Gobiernos y sociedades urgen a regresar a la normalidad, sólo que ese regreso es volver a acelerar el tren rápido de la modernidad que ya transita por una frontera donde los signos del colapso son crecientes y múltiples.

Hay sin embargo una tensión en esa frontera hacia la extinción con procesos que se desatan en sentido contrario: hacia modificaciones posibles y de fondo. La pandemia puede ser el aviso del Ángel de la Historia, que, aterrado, ve la devastación que esta forma de vida deja  a su paso.  La pandemia trajo el dolor y el espanto, la voz gélida de Thanatos que recorre al planeta, pero también conmociones que replantean el sentido de uno mismo, las relaciones con los demás, los modos de vida cada vez más acotados, las maneras de hacer y de pensar. ¿Será posible la aparición de mayor contacto, aproximación e identificación con los demás, un reconocimiento de la pluralidad vital del ser, el reencuentro con las vinculaciones, las correspondencias y las conjunciones, un renacimiento del habitar compartido, regido por la hospitalidad? Si es así, la pandemia deja de ser sólo dolor y espanto, es desaliento y esperanza a la vez, es fractura y reencuentro, es soledad y tarea común.