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El caminante y la agricultura   - Porfirio Tepox Cuatlayotl 

Cultura /Naturaleza y sociedad | Crónica | 4.FEB.2022

El caminante y la agricultura - Porfirio Tepox Cuatlayotl 

Ir de camino por la naturaleza/ vigésima tercera crónica

Una de las expresiones más antiguas de la cultura está relacionada con la agricultura, esto es, cultivar los campos. Dicho de otra manera, por un lado, es saber reconocer la tierra fértil, que es el humus de donde brota la vida, por el otro lado, es saber leer el tiempo que trae consigo la benevolencia de la estación lluviosa, la cual es símbolo de que es el momento idóneo de sembrar la tierra. Cultivar los campos es, para decirlo con las palabras de J. Concepción Flores Arce (Xochime): “aprender a partir la tierra para depositar el maíz en el regazo del surco con la religiosidad de nuestros ancestros, es aprender a esperar el milagro de la germinación, es conocer la conducta de las nubes y el viento en el pedazo de cielo de nuestros pueblos, es tener esperanza en el espigar de la milpa y en el jilote en flor, aunque, a veces, se dé la tristeza que embarga al campo cuando el cielo no bendice la tierra.” Por todo esto, podemos apreciar que la agricultura es una actividad que requiere esfuerzo, conocimiento, religiosidad y esperanza.     

Por su parte, la definición etimológica dicta que el vocablo agricultura integra los sustantivos latinos ager, campo y colere: cultivar. Esta actividad, por su generosidad y su bondad, y por permitir la alimentación en los hogares, ha sido una tarea universal, asimismo, muy bien recibida por los agricultores. Para el caso de México, tanto el de ayer como el de hoy, han figurado una gran diversidad de cultivos, entre los que sobresalen los históricos que arraigan al mexicano a su tierra, nos referimos a “los cultivos de maíz, frijol, chile, tomate y calabaza” tal como están registrados en el libro Historia General de las cosas de Nueva España de Fr. Bernardino de Sahagún. Una nota más que no se debe olvidar es que los cultivos tienen como fundamento y horizonte, para expresarlo con las palabras del libro Rerum rusticarum Libri III de Marco Terencio Varrón, traducción de José Ignacio Cubero Salmerón: “el agua, la tierra, el aire y sol y que tienen como metas la utilidad y el placer. La utilidad busca la ganancia; el placer, el deleite.

Esta marcha ha iniciado con una introducción sucinta sobre la agricultura, pues todo senderista sabe que, en su recorrido hacia las praderas, bosques y montañas, en el trayecto de su viaje ha de caminar por veredas alternas a muchos cultivos. Sirvan como ejemplo los abundantes cultivos de nopal, los huertos de aguacate, las tierras bendecidas por el nogal y la granada, es única la presencia de aquellos cultivos milenarios de capulín que se entretejen en un horizonte lleno de plantas de maíz y frijol en la temporada lluviosa, no pueden faltar los sembradíos de chile, calabaza y haba, y los relucientes huertos de durazno que con su plétora de flores rosas invitan a moverse al viajero, son muchas las sementeras rebosantes de flores, que ante la mirada del caminante anuncian, un buen fruto.

Ahora bien, tal como lo expone Marco Terencio Varrón entre la utilidad de los cultivos y el deleite de los mismos, el senderista se desplaza por estos bellos lugares que son fruto de la tierra, del esfuerzo del campesino y, principalmente, de la bendición de Dios. En este caminar, el viandante camina por el tiempo, pues se desplaza por el invierno, la primavera, el verano y el otoño. En este recorrido, cada uno de sus pasos es abrazado por el color verde de los cultivos de nopal, cada uno de sus suspiros es acariciado por la blancura de los cultivos de las flores de nube, cada uno de sus latidos es sorprendido por las miríadas de colores de las flores denominadas estate, cada una de sus miradas es complacida por los rayos del sol que cubren las tierras de labranza en el amanecer, cada uno de sus momentos de escucha es atrapado por los sonidos que produce el viento al chocar con los tallos y las hojas secas del maíz, cada uno de sus latidos es impulsado por el deleite de la belleza de los cultivos.  

Además, los senderistas, al caminar cerca de los cultivos, no debemos olvidar que cada planta cultivada es resultado del esfuerzo del campesino, esta diligencia se convierte en el condimento de la vida del cual habló Marco Tulio Cicerón para una actividad distinta a la agricultura, pero idónea para iluminar esta tarea y otros oficios que tienen como requisito el cansancio, el sudor y el esfuerzo para llevar el pan al hogar, estas son las palabras de Marco Tulio: Etiam sunt condimenta cenae labor in venatu, sudor, cursus ad Eurotam, fames, sitis (Cic. Tusc. 5, 34, 98). Que traducimos así: el esfuerzo en la caza, el sudor, la carrera junto al Eurotas, el hambre y la sed también son condimentos de la comida. Es por esto que sugerimos que la faena de cada día le da sabor a cada fruto de la cosecha, en otras palabras, la jornada de trabajo es el mejor condimento de la vida.

Para dar termino a este escrito por las tierras de cultivo, únicamente queremos agregar que todo caminante al regresar a casa debe llevar consigo la idea de que la dulzura de los frutos de la cosecha tiene como fundamento, por un lado, el agua, la tierra, el aire y sol del que habló Marco Terencio Varrón, y por el otro lado, el esfuerzo, conocimiento, religiosidad y esperanza del agricultor que expuso J. Concepción Flores Arce (Xochime).   Finalmente, “es necesario y saludable”, tal como lo expone Rachel Carson citada por Catherine L'Ecuyer: “que devolvamos la mirada hacia la tierra y que, en la contemplación de su belleza, nos encontremos con asombro y humildad ”.   

 

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