SUSCRIBETE

28 Marzo 2024, Puebla, México.

Tronos y cruces: la Iglesia y América. Última parte / Luis Gerardo Ortiz Corona

Cultura | Crónica | 18.ENE.2023

Tronos y cruces: la Iglesia y América. Última parte / Luis Gerardo Ortiz Corona

 

Las antiguas estructuras de autoridad mesoamericanas se trasladaron a las Repúblicas de Indios, para luego conservarse en la intimidad de los barrios, donde las parroquias y templos católicos constituyeron la cumbre de la organización social y el punto de coincidencia del trabajo colectivo. Así constó en la vida y obra de Tata Vasco de Quiroga, quien reunió comunidades enteras alrededor de sus santuarios y seminarios en Michoacán para desarrollarlas no sólo en lo espiritual, sino en lo social y económico.

La consumación de la lucha de independencia en México colocó a la fe católica en un sitio privilegiado, protagonizando, desde el preámbulo de la Constitución de 1824, el espíritu de la nueva república: “En el nombre de Dios Todopoderoso, autor y supremo legislador de la sociedad […]” “[…]la religión de la nación mexicana es y será perpetuamente la católica. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra […]” Con ello se pudo entender que, una de las pretensiones políticas de la época, era garantizar una relación similar a la que la fe sostuvo con los Borbones, siendo ahora el Estado Mexicano el responsable de administrar la alianza con las autoridades eclesiásticas.

La Constitución Mexicana de 1857 fue el punto de partida para una nueva relación entre la Iglesia y las autoridades seculares. Por un lado, se afianzaron los derechos civiles y ciudadanos, especialmente los relativos a la propiedad, el registro público y la libertad de credo. Las cofradías religiosas, que antiguamente sirvieron como sociedades comunitarias de crédito, fueron paulatinamente reemplazadas por entidades mutualistas y de préstamo. Los talleres y parcelas aledañas a los templos fueron subastadas a grandes latifundistas.

La muerte del presidente Juárez, aunada a la inestabilidad política que desencadenó la sucesión del poder ejecutivo, condujo al clero a un proceso de readaptación donde, según la Dra. Cecilia Bautista García, se efectuó “la apropiación de las garantías individuales por los católicos”. Desde la trinchera de “los laicos” se registraron diversas movilizaciones que materializaron proyectos sociales y políticos; poco a poco, la Iglesia retomó la pelea por el control social, aprendiendo el lenguaje político del régimen liberal del Gral. Porfirio Díaz. Muestra de lo anterior fue el nacimiento del Partido Católico en 1911.

 

Grupo de mormones a las afueras de una escuela, en la localidad chihuahuense de Benito Juárez. Fotografía anónima, publicada en El Mundo Ilustrado, de julio de 1897, presentada en el texto de Débora R. Sánchez Guajardo, "Hacia la pluralidad religiosa", en Relatos e historias de México.

 

La crónica cuenta que la muerte de la Sra. Delfina Ortega de Díaz, quien fuese esposa de don Porfirio, relajó de nueva cuenta la relación Iglesia-Estado, esto en el año de 1880. El arzobispo de México presidió los funerales, dando con ello un mensaje de reconciliación a la opinión pública de la época. Más tarde, el polémico expresidente de México se amistó con el sacerdote Eulogio Gillow, quien, además de ser el principal interlocutor de los temas eclesiásticos para Diaz, condujo la ceremonia de matrimonio con su nueva cónyuge, Carmen Romero Rubio.

Con el porfiriato aumentaron las propiedades eclesiásticas en el territorio mexicano. Se multiplicaron las diócesis y arquidiócesis, atrayendo a más órdenes religiosas para cumplir con los oficios de la fe. En la intimidad, el primer mandatario profesó un gran respeto al catolicismo; al exterior, se negó a firmar un concordato con el Papa León XIII, que hubiese propinado un revés a las temibles Leyes de Reforma. Algunos afirman que esta naturaleza ambigua del Gral. Díaz, se debió principalmente a su carácter masón y a que su esposa era profundamente católica.

 

El Obispo de Tamaulipas, Mons. Eduardo Sánchez Camacho, cuestionó la aparición de la virgen de Guadalupe en tiempos de Porfirio Díaz.

 

En una anécdota publicada por Margarita Michelena, se relata cómo doña Carmen, preocupada por el rumor de que monseñor Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas, cuestionaba la existencia de la Virgen de Guadalupe, obligó a su marido a invitarlo a cenar y así conminarlo a cambiar de opinión. Llegó la fecha y la convivencia transcurrió lenta. Don Porfirio se negaba a tocar el tema, pues como “masón” le era irrelevante un asunto tan quisquilloso de teología; sin embargo, para su esposa era fundamental, por lo que en innumerables oportunidades dio de “rodillazos” al general, por debajo de la mesa, para que éste reaccionara. Antes de que acabaran los alimentos, el mandatario mexicano le preguntó al obispo: “Monseñor, me han dicho que usted no cree en las apariciones”, a lo que el prelado asintió. Entonces don Porfirio sólo agregó: “¿Pero sí cree en las desapariciones?”. Quedaba clara la postura del Porfiriato frente a la relación Iglesia-Estado: la última palabra, incluso en temas de fe, la tendría el presidente.

Para 1910, el 99.5% de la población nacional se reconocía católica. Chihuahua fue de los pocos rincones del país que albergó, en esos años, una nutrida comunidad protestante. Frente al gran número de creyentes, contrastó el penoso porcentaje de analfabetismo: más del 70% del país no sabía leer ni escribir. La brecha educativa exigió nuevos profesores; entre los normalistas que aceptaron el reto, destacaron personajes como: Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles u Otilio Montaño.

La Iglesia, aprovechó todos los medios propagandísticos posibles para tomar parte en la lucha revolucionaria. Claro ejemplo de ello fue la participación de don Silvestre Terrazas, quien fuese el titular del Correo de Chihuahua y director de la Revista Católica de la arquidiócesis. Aprovechando su posición editorial, promovió una ideología de amor y fraternidad cristiana, que resultó sistemáticamente contraria al discurso oficial del gobierno estatal y federal.

La extraña fórmula de científicos liberales (porfirismo) y actores católicos, fue desairada por considerarse abominable y corrupta. Casi inmediatamente después de la muerte de Madero y Pino Suárez, Victoriano Huerta asumió el poder. En 1913, en el diario El Imparcial se leyó: “El clero de México ayudará al gobierno con la suma de veinte millones de pesos […] […] para procurar el pronto restablecimiento de la paz”

El lenguaje oculto de los líderes contestarios y reaccionarios de la Revolución no permitió saber cuál era el verdadero propósito de cada facción involucrada en la lucha. Luego de diez años sangrientos, la Iglesia terminó confrontada con la generación de normalistas encabezados por Obregón y Calles. La nueva era para la política nacional debía prescindir de la manipulación ideológica del clero, por lo que fueron promulgadas diversas disposiciones, las cuales supusieron condiciones sumamente estrictas para la operación de cualquier culto en el territorio. Se expulsó a ministros religiosos extranjeros; se exigió el registro de cualquier religión en un padrón nacional; se prohibió la difusión de ideas políticas en sermones u oficios espirituales; se permitió que las autoridades estatales establecieran reglas específicas de operación a los ministerios dentro de sus jurisdicciones. Así inició la Guerra Cristera, un enfrentamiento que dejó -según estimaciones no oficiales- a más de 250 mil personas fallecidas.

 

Cristeros michoacanos, 1928.

 

Plutarco Elías Calles, el “Jefe Máximo”, no pudo sostener exitosamente el maremoto en contra del catolicismo; de manera sigilosa, la cual fue calificada como “nicodémica” -en alusión a Nicodemo, el fariseo que se acercaba a Jesús de noche-, el gobierno de Portes Gil dejó de perseguir a los cristeros con la misma intensidad, y la Iglesia dejó de exigir sus derechos empleando violencia. Se dice que, discretamente, ambas partes negociaban. Esa forma “nicodémica” de entender la relación Iglesia-Estado se prolongó muchos años sin presentar cambios jurídicos sustanciales. Manuel Ávila Camacho fue el primer presidente en reconocerse a sí mismo “católico”. Miguel Alemán Valdés se hizo acompañar de un clérigo en todas sus giras y actividades como mandatario. Adolfo López Mateos incluyó en su campaña presidencial el discurso de un sacerdote quien apoyó su postulación, en total desacato al artículo 130° constitucional. José López Portillo pidió al Papa Juan Pablo II que celebrara una misa para su madre -dicen las malas lenguas que, en el interior de la residencia oficial, en Los Pinos-. Pese a todo, la legislación era prácticamente la misma que se sostuvo en la Guerra Cristera; la diferencia, es que se recurría a aquél tergiversado aforismo del Derecho Castellano que versaba: “¡Obedézcase, pero no se cumpla!” -como muchas leyes en México, actualmente-.

La era “nicodémica” terminó en 1992, cuando Carlos Salinas de Gortari promovió una serie de reformas constitucionales que desestimaron lo estipulado en el Constituyente de 1917. Con este cambio de paradigmas jurídicos, se reconoció la personalidad de la Santa Sede y México inició relaciones con el Estado Vaticano.

Con esto, terminamos nuestra serie de “Tronos y Cruces”. ¿Qué opinas sobre el futuro que le depara a la relación de estos dos grandes protagonistas de la vida pública en México? Con gusto, leeré tus comentarios.

Voy y vengo.

 

FUENTES:

 

Cárdenas Roque, C. A., & Chávez Ramírez, A.  (2015). El papel de la Iglesia  católica –política– en la construcción del Estado mexicano: diversos contextos entre 1810 y 1857. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, XXI(II),79-101.[fecha de Consulta 12 de Enero de 2023]. ISSN: 1405-2210. Recuperado de:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31639208005

Curley, R.,  (2002). Los laicos, la Democracia Cristiana y la Revolución mexicana,1911-1926. Signos Históricos,  (7),149-107.[fecha de Consulta 16 de Enero de 2023]. ISSN: 1665-4420. Recuperado de:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34400706

Pérez-Rayón, N.,  (2004). El anticlericalismo en México. Una visión desde la sociología histórica. Sociológica, 19(55),113-152.[fecha de Consulta 16 de Enero de 2023]. ISSN: 0187-0173. Recuperado de:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=305026635005

Rosas Salas, Sergio. (2014). Las disyuntivas del Estado y de la Iglesia en la consolidación del orden liberal: México, 1856-1910. Estudios de historia moderna y contemporánea de México, (47), 212-217. Recuperado en 17 de enero de 2023, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26202014000100008&lng=es&tlng=es.

 

Profesor universitario e investigador en Derecho e Historia.

[email protected]

youtube: lgortizc