La imagen de la mujer en el arte tradicional de México / Emma Yanes Rizo

(Las fotografías que se refieren en este texto son de FONART)                                                     

La mayor parte de las obras artísticas y utilitarias del arte tradicional de nuestro país, alrededor del setenta por ciento, son elaboradas por manos femeninas. Ellas amasan el barro, controlan en agua, el fuego y el aire para convertir la tierra en esculturas, jarrones, ollas y cazuelas; hacen del algodón nativo el delgado hilo que se transforma en blusas y huipiles; se enredan como en un rito en sus telares de cintura y han incursionado ya en el telar de pedal antes de uso exclusivo masculino; recorren montañas, cerros y planicies para recolectar las flores y plantas que otorgan el color de los tintes naturales; desgastan su vista en los pormenores de la joyería; entrelazan las fibras naturales para elaborar muebles, lámparas y hamacas; transforman los tradicionales petates para el suelo en atractivas bolsas de mano; incursionan ahora en el mundo del internet para comercializar sus productos.

Se mueven en grupos, como colegialas de secundaria. Todas para una y una para todas, se representan las unas a las otras en las ferias y exposiciones, para luego repartirse las ganancias proporcionalmente. Todo ello sin dejar de lado las labores de la casa o del campo y el cuidado de los hijos. Y en general hablan su lengua originaria como una medida de protección de sus comunidades.           

Pero sobre todo, en sus obras, se representan a sí mismas, a su contorno y vida cotidiana, tal cual son, sin la imagen acartonada de los tipos populares idílicos, tan en boga en la cartografía del siglo XIX porfiriano. O de la visión romántica y dramática del nacionalismo revolucionario de los años veinte y treinta. Ni de la propuesta posterior de cuerpos indígenas con el estereotipo de la belleza occidental.      

Las artesanas del siglo XXI en sus autorretratos o representaciones de las mujeres de sus comunidades han ganado la batalla de la autenticidad en la historia del arte mexicano. Habrá que agregar que a esta tendencia se han sumado también las piezas de manos masculinas. incluso en algunos casos reinterpretan las obras de los grandes creadores de la etapa del nacionalismo, como Frida Kahlo, desde su particular visión.

Aquí algunos ejemplos:

Columpio, de Tomasa Rafael Julián, Ocumicho, Charapan, Michoacán.

Muñeca traje tradicional, de Isabel Paula García Aguilar. Ocotlán de Morelos, Oaxaca.

Muñeca rarámurí, de María Lucrecia Sawaripa. Guachochi, Chihuahua.

Día de campo, de Leticia Engracia García Aguilar. Ocotlán de Morelos, Oaxaca.

Mujer purépecha, de María Guadalupe Silva Gabriel Coeneo, Michoacán.

Alfarera, de María Catalina Martínez Hernández. Huejutla de Reyes, Hidalgo.

Comercio maya, de Juvencio Renato Leonor Jiménez. Othón P. Blanco, Quintana Roo.

Zinacanteca tradicional, de Rosel González Montoya. de Chiapa de Corzo, Chiapas.

Pareja de tehuanas, de José García Antonio. San Antonino Castillo Velasco, Oaxaca