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1 Abril 2025, Puebla, México.

Emilia Pérez, fortalezas y debilidades / Jorge Calles Santillana

Cultura | Reseña | 22.FEB.2025

Emilia Pérez, fortalezas y debilidades / Jorge Calles Santillana

Como proyecto, Emilia Pérez tenía dos fortalezas: haber sido planeado dentro del género musical y ofrecer una perspectiva de los complejos procesos por lo que atraviesan en estos tiempos quienes deciden someterse a procedimientos de reasignación o reafirmación de género. Tratar la transformación genérica —uno de los temas más candentes y controvertidos de la actualidad— a través de un musical es una aventura por cuyo potencial expresivo bien valía la pena apostar.  Construir una historia echando mano de la emocionalidad como recurso posibilita a los espectadores una inmersión profunda en la temática.

Sin embargo, esas sus dos fortalezas terminaron por ser sus dos mayores debilidades y evitaron que el film cumpliera su objetivo: conducir a los espectadores a comprender las contradicciones del personaje central Manitas del Monte/Emilia Pérez, al tiempo que algunas propias de la sociedad mexicana y promover lo que la abogada Rita Mora sostiene que es uno de los objetivos que persigue quien opta por una transformación de género: un cambio en la sociedad. 

Resulta muy complicado realizar un musical cuando en el elenco sólo una cantante —Selena Gómez— es incluida y no es debidamente aprovechada: sólo interviene en dos ocasiones e interpreta sus números en español a pesar de no hablarlo bien.  Ciertamente, Zoé Saldaña —Rita Mora— y Adriana Paz —Epifanía—tienen buenas voces y destacan. Pero, pese a ello, el musical no consigue brillar ni explotar todo su potencial, en parte también —y no sólo por razones de carencia de calidad en los cantantes— por las letras de las canciones. Las intervenciones musicales de Karla Sofía Gascón —Emilia— son bastante pobres y eso perjudica al proyecto pues es ella la actriz principal; la historia se construye alrededor de su personaje. Esto no me impide citar lo que, según mi percepción, —inexperta cinematográficamente, debo expresar abiertamente —resultaron ser aciertos, durante los números musicales. Los mejores son los de Zoé, en los que se destaca también la coreografía y algunos elementos narrativos como la suspensión del entorno y la focalización en el diálogo musical entre Rita y Emilia, en una cena en Londres.  La intervención musical de Adriana Paz merece también reconocimiento, especialmente aquella con la que el film concluye. 

Manitas y Emilia se ocultan, uno en un personaje violento y, la otra, en un personaje aparentemente abierto. Los procesos que atraviesan ambos, uno, Manitas, por conseguir su liberación, y , Emilia, por tratar de recuperar una parte amorosa de su vida como Manitas, terminarán por hundirlos en el silencio y conducirlos a la manipulación para alcanzar lo que para cada uno de ellos es la plenitud. Una historia compleja, sin duda, que bien podría haber dado pie a un relato espectacular que cimbrara los cimientos culturales conservadores de nuestra sociedad mexicana —profundamente patriarcal— falla en el momento en que el guion no consigue dar continuidad a la búsqueda/demanda de Manitas.  Convertido en criminal, cabeza de un poderoso grupo de narcotraficantes, para conseguir respeto social y poder reunir los recursos que le permitan, secretamente, transformarse en quien su naturaleza le exige ser, Manitas del Monte, siendo ya Emilia, sorprende a todos, empezando por Rita, pero sobre todo a los espectadores —hasta ese momento, seguía la historia con cuestionamientos menores— mutando a un personaje más próximo a la Madre Teresa que a quien le dio origen. Una madre le muestra la fotografía de su hijo, desaparecido,  y eso bastará para que la empatía, la generosidad y el deseo de rescatar del sufrimiento a los familiares de los miles de quienes han desaparecido en México echen raíces en el corazón de alguien que, bajo otra entidad, fue causante de muchos de esos padecimientos. Ciertamente, hay posibilidades de que eso suceda; adicionalmente, cinematográficamente el hecho puede explotarse o inventarse. Sin embargo, esa transformación tendría que ser resultado de procesos complejos que en ningún momento fueron contemplados en el desarrollo de la historia. El cambio radical ocurre de pronto y dará lugar a una empresa repentina de búsqueda altamente exitosa, por lo que el asunto de los desaparecidos en México —visibilizado gracias a su inclusión en el film, según su director, Jacques Audiard— es trivializado a través de una narrativa que seguramente habrá de resultar altamente desagradable a las miles de madres buscadoras organizadas del país. No sólo son ignoradas en el film, sino también humilladas: qué más desearían ellas que las cárceles estuvieran repletas de colaboradores que no dudan en dar información apenas se les solicita.

El desconocimiento de la problemática de las desapariciones forzadas en México hace que se pierda el sentido de la argumentación y, si bien pretende mostrar a Emilia como un personaje complejo y contradictorio —propuesta muy plausible que podría haber conducido a un éxito rotundo—, demanda echar mano de acciones que no se sostienen de ninguna manera—inexplicables cancelaciones de cuentas bancarias; convocatorias tumultuosas de grupos sociales que, aunque posiblemente coludidos, no pueden coincidir públicamente, pero cuyo encuentro sólo habría sido posible bajo la identidad de Manitas y no la de Emilia, a quien desconocen; un rapto sorpresivo y muy poco probable, así como una escapatoria increíble en medio de una refriega.

No deja de llamar la atención y ser controvertido el hecho de que la única relación sexual en la que Emilia se involucre en el film sea lésbica. Aun cuando esas conductas se presentan en algunos casos de reafirmación sexual, no deja de producir extrañeza. Si el objetivo es confrontar a la mentalidad conservadora ¿por qué ofrecerle argumentos para reducir su disonancia cognitiva y reafirmar sus prejuicios?   

Adicionalmente, los nombres seleccionados para el personaje central, el líder del cartel, Manitas del Monte, como para la fundación creada por Emilia para rescatar cuerpos de las personas desaparecidas, Lucecita, no contribuyen a tomar la propuesta con credibilidad.  Manitas del Monte parece más un sobrenombre para niños de preescolar que el propio de un matón que recurre a él para ser considerado el macho por excelencia y conseguir no suscitar dudas sobre su verdadera preferencia y la identidad íntimamente sentida. Una fundación llamada así, tenuemente, Lucecita, difícilmente convencería a posibles patrocinadores a sumarse a su causa. 

Finalmente, ¿por qué finalizar castigando a Emilia en la forma en la que se hace? ¿Otra concesión a la audiencia conservadora? El número de nominaciones a los premios Óscar es exagerado. Dudo que consiga más de uno.