diciembre 19, 2025, Puebla, México

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La crónica como último oficio / Misael Sánchez

El futuro del periodismo no se define por la velocidad, sino por la confianza. Esa confianza se construye con trabajo constante, escritura precisa y relatos que resisten la verificación

El periodismo atraviesa una etapa en la que la prisa se ha convertido en método y la fragmentación en lenguaje común. En ese paisaje saturado de notificaciones, la crónica periodística vuelve a reclamar espacio como un oficio completo, exigente, incómodo y necesario. No lo hace desde la nostalgia, sino desde la experiencia acumulada de quienes entienden que informar no consiste solo en repetir hechos, sino en comprenderlos, ordenarlos y contarlos con precisión y sentido. El periodismo narrativo reaparece así como una herramienta de trabajo que aporta contexto, profundidad y credibilidad en un ecosistema informativo cada vez más ruidoso.

La crónica no nació para agradar ni para sumar clics. Surgió como una forma de narrar la realidad con rigor, observación y escritura sólida, capaz de sostener la atención del lector sin traicionar los hechos. Durante décadas, ese género fue la columna vertebral de una prensa que entendía el tiempo como aliado y la palabra como responsabilidad. El reportero recorría calles, contrastaba versiones, escuchaba silencios y escribía con la conciencia de que cada línea quedaba expuesta a la prueba de la realidad. Esa disciplina formó generaciones enteras y construyó memoria pública.

Con la llegada de nuevas plataformas y formatos, el oficio se transformó. La información se aceleró, los textos se acortaron y el consumo se volvió inmediato. En ese proceso, la crónica perdió espacio en las redacciones, desplazada por contenidos rápidos y fácilmente replicables. Sin embargo, esa reducción no eliminó la necesidad de relatos completos. Al contrario, la multiplicó. Cuando la información circula sin contexto, la crónica se convierte en el instrumento que devuelve sentido a los hechos y permite entender por qué ocurren y qué consecuencias dejan.

El periodismo narrativo moderno no renuncia a la verificación ni a la ética informativa. Se apoya en ellas. Incorpora recursos de la escritura para ordenar el relato, describir escenarios, explicar procesos y acompañar al lector en la comprensión de realidades complejas. No inventa ni exagera. Trabaja con datos comprobados y los presenta de forma clara, con una estructura que facilita la lectura y una voz que sostiene el interés. Esa combinación es la que distingue a la crónica de la opinión y del simple reporte.

En escenarios de crisis social, política o económica, la crónica demuestra su valor con mayor claridad. Permite observar los efectos reales de las decisiones públicas, documentar la vida cotidiana de comunidades afectadas y registrar cambios que no siempre aparecen en los balances oficiales. Allí donde el titular se queda corto, la crónica amplía el campo de visión y aporta información útil para comprender el presente. Por eso sigue siendo un género central en el periodismo de calidad, incluso cuando su espacio parece reducido.

La formación de nuevos periodistas enfrenta hoy un desafío concreto. Muchos llegan a las aulas con dominio de herramientas digitales, pero con poca experiencia en escritura extensa y observación prolongada. Recuperar la crónica como ejercicio formativo implica enseñar a mirar, a escuchar y a escribir con método. Implica recordar que el periodismo se aprende en la calle y en el texto, no solo en la pantalla. La práctica de la crónica desarrolla criterio, sentido crítico y respeto por los hechos, cualidades esenciales para cualquier profesional de la comunicación.

En el entorno digital, la crónica también ha encontrado nuevas posibilidades. Publicaciones en línea, formatos multimedia y narrativas transmedia permiten ampliar su alcance sin perder profundidad. El lector que busca información confiable y bien contada encuentra en estos espacios un refugio frente a la saturación informativa. El periodismo narrativo se adapta sin diluirse, mantiene su estructura y su exigencia, y demuestra que la calidad sigue siendo un valor reconocible.

El futuro del periodismo no se define por la velocidad, sino por la confianza. Esa confianza se construye con trabajo constante, escritura precisa y relatos que resisten la verificación. La crónica periodística cumple esa función porque combina información, contexto y lenguaje claro en una sola pieza. En tiempos de ruido, se mantiene como un oficio completo, directo y útil, capaz de explicar el mundo sin adornos innecesarios y sin concesiones al vacío.

Mientras existan historias que necesiten ser contadas con rigor y lectores que busquen entender lo que ocurre a su alrededor, la crónica seguirá vigente. No como excepción, sino como referencia. Porque el periodismo, cuando se ejerce con responsabilidad y escritura sólida, no depende de modas ni de plataformas. Depende del compromiso con los hechos y del respeto por la inteligencia del lector.

Redacción de Misael Sánchez / Reportero de Agencia Oaxaca Mx