diciembre 4, 2025, Puebla, México

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Mi historia con la fotografía / Revista Elementos BUAP

Rafael Pareja
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Ya desde pequeño sentía algo por la fotografía. Recuerdo aquellos sábados en familia, en los que se desempolvaba una pantalla o un proyector para ver diapositivas, o se sacaban del armario los antiguos álbumes para observar las fotos impresas. Para mí, que entonces tenía unos 8 años, era algo absolutamente emocionante. Cada imagen me trasladaba a momentos únicos, irrepetibles. Sin embargo, durante mi primera juventud, las circunstancias de la vida me hicieron abandonar por largo tiempo la fotografía. Pero el interés seguía ahí.

Con el paso de los años comencé a hacer pequeños viajes. En ese entonces me tenía que conformar con ver las fotos que hacían los demás. Era frustrante, pero como no tenía cámara propia ni dinero para comprarla, no había de otra. Solo de vez en cuando algún familiar o amigo me dejaba, por algún tiempo, una cámara compacta. Era entonces que podía hacer alguna fotografía fugaz.

En 1994 encontré una cámara en el armario de mi hermano Pedro. Le pregunté si podía usarla y él, que era mucho mayor que yo y que tenía una mejor, sencillamente me la regaló. Era una mítica Yashica de origen japonés, modelo Minister-D. Enfocar con ella era complicado, por lo que pretender hacer una foto rápida era casi imposible, así que cometí muchos errores de novato. Incluso, no colocarle bien el carrete y, como consecuencia, no hacer ninguna foto (¡qué desgracia!). Sin embargo, aún recuerdo el maravilloso click del obturador y el sonido de la palanca para mover el carrete.

     Pasados mis primeros veintes, ya en la universidad, por fin compré mi primera cámara. Una Canon. Esto ya era otro nivel. Mis primeras tomas fueron de paisajes naturales y urbanos. Por ese entonces buscaba que nadie apareciera en mis fotos; cosas de mi ignorancia fotográfica.

     Poco después empecé a leer y a estudiar los aspectos técnicos de la fotografía y fue ahí que comprendí lo que era trabajar con prioridad de diafragma y de velocidad, y trabajar en manual. Aprendí lo que era la profundidad de campo o cómo, con el objetivo de lograr una mayor gama tonal para fotografías en blanco y negro, era mejor usar carretes de 400 ASA sobreexpuestos. Además, empecé a mirar las fotografías de grandes autores.

     También empecé a apreciar los detalles y comencé a hacer fotos en las que no buscaba una imagen general, sino más cerrada.

     En ese entonces, mi prima “Pipo” –María José, en realidad–, influyó en mí de manera decisiva. Ella es artista plástica, básicamente pintora y, de una forma u otra, me enseñó a observar de una manera completamente distinta el arte y la fotografía, y a desarrollar esa sutil forma de mirar propia del artista (o del fotógrafo).

     Y entonces, llegó la era digital. Y aunque en principio me resistí a la nueva tecnología, tuve que aceptar que llegó para quedarse.

     Así que me vi forzado a cambiar y, por consiguiente, a invertir en un nuevo equipo de fotografía. Fue entonces que me decidí hacer las cosas con más seriedad y a tomar un curso de fotografía profesional, otro de revelado y uno más de iluminación, todos ellos, en el Centro Internacional de Fotografía y Cine, mejor conocido como EFTI, en Madrid, mi ciudad natal.

     En EFTI tuve la gran fortuna de contar con profesores que en ese tiempo eran realmente los grandes fotógrafos profesionales de España.

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