En la cartografía cambiante del periodismo contemporáneo, el artículo se erige como el último refugio de autenticidad. No necesita la instantaneidad de la nota ni la frialdad de la estadística; sobrevive como espacio de reflexión, como territorio donde el tiempo se detiene y la palabra recobra su filo. Allí no hay algoritmos que dicten la agenda ni métricas que definan el valor de una idea. El artículo es, todavía, la voz desnuda de un oficio que se resiste a diluirse en el ruido digital.
Lo que lo distingue no es su formato, sino su esencia: la voluntad de pensamiento. Cada artículo escrito en serio es un acto de resistencia contra la superficialidad que asfixia al oficio. No se trata de opinar por opinar, sino de colocar las piezas del presente en una estructura que permita comprender la coyuntura, vislumbrar la perspectiva y anticipar la prospectiva. El artículo no responde únicamente al instante; se proyecta hacia la memoria y hacia el futuro.
En tiempos donde la frontera entre información y propaganda se vuelve difusa, el artículo recupera su condición de bisturí. Es disección y también reconstrucción. Expone la médula de un problema y lo coloca frente al lector como un espejo que incomoda. No busca halagar, tampoco complacer. Su pulso es áspero, directo, a veces brutal. El verdadero artículo periodístico no se acomoda en la retórica burocrática ni en la tibieza del comentario ligero; está hecho para incomodar a los poderosos y sacudir al lector.
Hoy la coyuntura tecnológica parece haber desplazado el valor de la opinión reflexiva. Sin embargo, el artículo conserva su vigencia porque cumple un papel insustituible: ofrece contexto. Y en una era saturada de titulares efímeros, el contexto es poder. Un artículo bien trazado puede revertir la narrativa impuesta por la inmediatez y ofrecer al ciudadano común la brújula que necesita para entender el caos.
La perspectiva futura no es sencilla. El periodismo digital continuará fragmentando los espacios, y la inteligencia artificial acelerará aún más la circulación de contenidos. Pero en esa avalancha, el artículo seguirá siendo el espacio donde el periodista se mide con su oficio, sin más defensa que su capacidad de pensar y escribir. Su fuerza radicará en la claridad y en la valentía, no en el número de clics.
El artículo periodístico es, en suma, lo más puro del periodismo: un texto que no necesita espectáculo para ser leído, que no se disculpa por tener un punto de vista y que no se arrodilla frente a la estadística. Su futuro depende de quienes lo escriben con la convicción de que aún es posible iluminar el presente con palabras afiladas. Y mientras eso suceda, seguirá siendo la trinchera más noble de la prensa.
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Redacción de Misael Sánchez / Reportero de Agencia Oaxaca Mx