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3 Diciembre 2024, Puebla, México.

Turismo: Entre el control del territorio y el despojo

Naturaleza y sociedad | Opinión | 28.FEB.2021

Turismo: Entre el control del territorio y el despojo

Los mega proyectos turísticos soslayan el derecho al territorio

Lirio Azahalia González Luna

La Doctora Lirio Azahalia González Luna es académica especializada en el tema de turismo social. Es egresada del doctorado en Economía Política del Desarrollo. Sus líneas de investigación abarcan conflictos socioambientales analizados desde la perspectiva de los estudios críticos del turismo con la ecología política.Forma parte del Colectivo Turismo Ambientalmente Planificado (COTAP). Participó con esta ponencia en el evento En defensa del campo, los territorios, los bienes comunes, el agua y la vida, realizado en días pasados en Huauchinango.

Las izquierdas y la defensa del campo, el territorio, el agua y los bienes comunes

Pandemia: Crisis política, crisis económica, medio ambiente. Encuentro de las y los activistas del movimiento social y popular democrático, marxistas, socialistas y comunistas de Puebla 2021.

Por una alternativa democrática y popular para resolver la crisis en Puebla.

En 2017 amanecimos con la novedad en Puebla que pronto tendríamos una playa, a muchos nos sorprendió la noticia de la construcción de un gran desarrollo inmobiliario en Tepeojuma, se usaría el clima y el agua como oportunidad de inversión. Se trató de un proyecto turístico que pondría en riesgo el abastecimiento del agua para la producción cañera de ocho pueblos a través de la construcción en 220 hectáreas con 1000 viviendas para albergar a 6000 habitantes, cuatro hectáreas inundadas para hacer un gran lago de confinamiento de agua tratada con químicos que no permiten su reutilización y 3 hectáreas más inundadas para pesca y campo de golf de nueve hoyos para la población flotante de turismo de segundas residencias.  

Este megaproyecto ocasionó indignación y movimiento social de defensa por el agua a través de un frente común contra la multinacional Crystal Lagoons, acción que logró detener temporalmente las obras de construcción por el esfuerzo de los comités de agua de las poblaciones, -que, dicho sea de paso, históricamente han disputado su derecho al agua desde la época colonial-. Poblaciones como San Miguel Ayotla, con el balneario de los Ahuehuetes formaron parte de la defensa, y disputan con sus prácticas ecoturísticas, distintas al modelo de expoliación que les ofrecieron como desarrollo.

Esta experiencia nos permite colocar sobre la mesa algunas reflexiones:

  1. El turismo es una de las formas renovadas de expansión del capital.
  2. Paradójicamente también es un espacio en disputa que permite visibilizar la defensa del territorio y la importancia de los bienes comunes ante el despojo.

Mismas que tendremos presentes dentro de la problemática que hoy nos aqueja derivada de la crisis sanitaria que también es una expresión más de la complejidad de la crisis civilizatoria en este capitaloceno, era planetaria de este siglo 21.

¿Cómo vemos al turismo en la apropiación capitalista  en esta crisis sanitaria?

Exploremos algunas claves de despojo.

Antes de la pandemia en 2019 el turismo ya estaba subsumido al capital, dejó de ser en su esencia instrumento de educación, descanso y ocio recreativo de las mayorías para ser funcional al lucro y explotación del trabajo y la naturaleza.

Como el ejemplo en Puebla hay muchos, los cuales han alertado de esta capacidad del turismo de transformar y refuncionalizar los territorios en la nueva lógica del capital.

Esto es coherente si pensamos que a través del Estado las políticas turísticas y las leyes de las instituciones en el caso de México aún se encuentran ancladas al modelo neoliberal, que permiten privilegiar el capital corporativo que utiliza el patrimonio natural y cultural como mercancía.

Una alerta para la política turística gubernamental del Estado de Puebla es que  los megaproyectos turísticos y eco turísticos se siguen ofreciendo por oligarquías bien organizadas a campesinos, comunidades rurales y urbanas, como sinónimo de bienestar, excluyendo la participación social, soslayan el derecho al territorio y a la ciudad que tienen estos pueblos y vecinos de barrios en zonas urbanas, decidir sobre sus derroteros. Basta recordar el morenovallismo y sus proyectos de infraestructura como la rueda de la fortuna, el teleférico, el tren turístico, etc. para constatar la fórmula de creación de infraestructura funcional al despojo y al crecimiento de la deuda pública en mancuerna con las administraciones locales y del presupuesto público, el cual se destina mayormente a quienes acostumbrados por el poder, tienen el lobby y el derecho de picaporte con las autoridades locales, lo cual se pudo observar en el caso de Cristal Lagoons. Así el Estado no vela por el interés común, sino que privilegia los intereses de clase.

Antes de la pandemia vivíamos una turistificación global con economías hiperturístificadas de alta dependencia a esta actividad. Economías dependientes que demostraron que el turismo no es motor de bienestar, sino de crecimiento del capital y coadyuvante en su concentración, los cinturones de miseria en los polos turísticos demuestran la desigualdad, el llamado éxito turístico no se traduce en bienestar para la mayoría de la población a pesar del ingreso,  desplaza a la mayoría ocurriendo la gentrificación, algo que nos está enseñando la pandemia es la paradoja del llamado éxito turístico, que condena a una vida precaria como lo expresa el movimiento contra la vivienda para turistas en Barcelona.

El turismo de sol y playa sucumbe temporalmente como principal eje de acumulación pero la caída de la tasa de ganancia, siguiendo a Marx, es antesala de nuevos despojos, pues el capital subsume nuevos ámbitos para su próxima reproducción: el turismo rural se promueve con énfasis como panacea en territorios campesinos, basta observar el lema del Día Mundial del turismo escogido por la organización de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Turismo: “Turismo y desarrollo rural”.

La pandemia también puso a flor de piel la campaña para presionar a los gobiernos a considerar al turismo como actividad esencial, aunque no forme parte de la capacidad de reproducción económica y social del grueso de la población. Son los empresarios quienes presionan a gobiernos locales, estatales y al federal al desconfinamiento. Son quienes intentan acaparar los fondos de ayuda al empleo aun cuando evaden las normas de la legislación vigente en favor de los derechos de los trabajadores y del medio ambiente. Dobles cara cuando por un lado señalan que por ellos se atrae el turista y hay consumo para pagar empleos, pero por otro lado son los primeros en desobedecer la legislación en materia de trabajo.

Otra clave del despojo entonces ha sido el bienestar laboral. El cierre de las empresas visibilizó la precariedad del empleo en el sector turístico, no obstante, concentran el gasto del turista, estas empresas recurrieron al despido masivo de empleados de hoteles y restaurantes sin las mínimas condiciones de seguridad laboral.

Las recuperaciones económicas son interrumpidas por los rebrotes y el turismo es el medio más seguro, pero para la reinfección en las ciudades cuya economía se supedita a estas formas de producción y consumo. Recordemos que los viajes y el turismo coadyuvaron en los contagios.

Ya decíamos que las empresas turísticas y las agencias gubernamentales de todos los niveles, promueven al medio rural como destino turístico, sin embargo, la apuesta de los actores rurales va en otro sentido, no del lucro y acumulación de su patrimonio biocultural, sino de cómo reconstruirse y resistir comunitariamente en medio de la pandemia.

Frente al despojo, el control del territorio

¿Cuál es la apuesta? Los actores rurales ejercen una apropiación social del territorio, en sus prácticas milenarias bioculturales y con ello defienden la vida y sus medios de existencia, como el caso de la playa artificial y otros frentes de lucha que aquí se están discutiendo. 

  • Se han enfrentado históricamente a epidemias. Recordemos que los pueblos originarios enfrentaron la pandemia del siglo XVI, aun cuando su población fue mermada, resistieron. Hoy como antes recurren a la comunidad, para la contención, defensa y auto preservación.

 

  • Para los pueblos indígenas y campesinos quedarse en casa es quedarse en la comunidad. Diseñan acciones colectivas que se declaran en emergencia con organización del territorio. Para ello, se plantean la necesidad de mantener y ampliar la economía propia, basada en la producción local, la recuperación de prácticas productivas y alimentarias ancestrales.
  • La migración urbano-rural es un fenómeno de la pandemia. El regreso al campo, es retorno a “hacer milpa”, diversidad fraterna y modo de vida campesino para evitar los contagios se pone en marcha.

 

  • Cierran vías de acceso y organizan un ambiente de cooperación donde se distribuyen los alimentos que producen, cuidan a los ancianos y se acude al saber ancestral para abordar problemas de salud, es la economía de cuidado en el aislamiento.

 

  • Las redes cooperativas y solidarias echan a andar mercados locales y tiendas de barrio, así como otras propuestas integrales de reproducción de la vida. Se muestra una revalorización del rol de lo rural, lo campesino en la complejidad de la producción de alimentos.

 

  • Como ejemplo, San Francisco del Mar, en el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca de origen huave, y pueblo de pescadores, el 25 de enero de este año dieron a conocer que han utilizado la radio comunitaria para comunicarse y detener los contagios con la información, es un municipio libre de Covid 19.

 

Finalmente, buscando pistas para la recomposición y resiliencia social, necesitamos hoy más que nunca visibilizar a las luchas socioambientales y la apropiación social del territorio de los actores rurales, urbanos, comunidades, ejidos de movimientos sociales y actores colectivos,  que si bien es cierto hoy enfrentan una pandemia en condiciones de desigualdad, también nos han demostrado que su matriz civilizatoria milenaria, en el caso de los pueblos originarios campesinos y pescadores, les ha permitido sobrevivir a las pandemias ocasionadas por la colonización y ahí van con rumbo después de la tormenta neoliberal, enseñándonos de comunalidad, de economía solidaria, de bioculturalidad, de ecofeminismo, de esfuerzo colectivo, de autodefensa, de abasto alimenticio, de faenas, de tequio, de mano vuelta, de cuidado de la madre tierra.

A pesar de que sus pandemias siguen siendo los infiernos ambientales, la delincuencia organizada, las minas, las hidroeléctricas, las playas artificiales, los grandes hoteles, los megaproyectos inmobiliarios, no bajan la guardia, ni para tomar impulso, y se organizan, siempre desde abajo y a la izquierda, caminan hacia la utopía, como lo siguen demostrando al defender la vida en sus territorios, haciéndolo, también defienden la nuestra y siembran esperanzas.