Gobierno /Política | Opinión | 6.JUL.2021
Mañaneras, democracia y libertad de expresión
La democracia ciertamente no es solamente la posibilidad de elegir gobernantes mediante un sufragio efectivo. Para que esto pueda existir debe existir también la libertad. Aunque democracia y libertades suelen ser confundidas y metidas en un mismo saco, la verdad es que democratismo y liberalismo provienen de cepas distintas de pensamiento. Hoy se han unido en un matrimonio indisoluble por lo que ciertamente no puede existir democracia (la elección de gobernantes y representantes populares por el número más amplio e indiscriminado de electores) sin libertades (libertad de asociación, participación expresión, cátedra etc.,). El neoliberalismo ha pregonado ser el campeón de las libertades pero ha ocultado que sus regímenes se asientan en la anulación de hecho de muchas libertades. Una de ellas es la de expresión.
Los regímenes neoliberales se han asentado en una dictadura, la dictadura mediática expresada en el control de los grandes medios de comunicación impresos y electrónicos. Esta dictadura se sustenta en la eliminación y censura de aquellos comunicadores, pensadores, noticias y pensamientos que no sostengan lo que consideran que es su verdad. Los regímenes neoliberales también han usado esa dictadura mediática para ejercer una nueva forma de represión cual es el linchamiento mediático contra sus opositores. Aparte de la violencia física y la represión abierta, que también se ejerce, hoy las dos grandes armas represivas de la derecha neoliberal son la guerra mediática y la guerra judicial (Lawfare). En toda América Latina hemos visto cómo antes de hacer uso del poder judicial para eliminar a un opositor/a, se le condena anticipadamente en los medios de comunicación.
Todo esto viene a propósito de las críticas que el establishment comunicativo ha lanzado no solamente en contra de las conferencias de prensa matutinas de Andrés Manuel López Obrador, sino ahora en contra de la nueva sección que se titula “Quien es quien en las mentiras de los medios de comunicación”. Estas críticas se centran en el argumento de que evidenciar las noticias falsas lo que hace es estigmatizar a los periodistas que las propalan. En el más de medio siglo que llevo siguiendo las noticias de México lo que he podido constatar es que los medios de comunicación dominantes han encubierto a los poderosos, han falseado información, ignorado hechos incómodos y satanizado a los crítico/as del orden establecido. Salvo en su momento Excélsior (hasta el golpe de 1976), Proceso de Julio Scherer, unomásuno antes de volverse otra cosa y La Jornada y comunicadores decentes como Miguel Angel Granados Chapa y Carmen Aristégui para citar solamente algunos de los medios y periodistas con dignidad, lo demás ha sido parte de la referida dictadura mediática.
En los últimos dos años y medio he observado un antídoto eficaz sustentado en el “derecho de réplica” que se ha ejercido en las llamadas mañaneras. Y eso no le ha gustado a la dictadura mediática. Por diversos medios, el establishment comunicativo que forma parte del establishment neoliberal, han buscado acallar al derecho de réplica del presidente. El mundo ideal del establishment neoliberal es que solamente sea éste el que imponga su verdad. Y su verdad es que con el gobierno de López Obrador se está instaurando una dictadura populista; que el Estado se está militarizando; que las libertades se están aniquilando; que la economía está en caos; que el país está sumido en una ascendentemente desbocada, acelerada y sangrienta violencia; que la pandemia esta sin control y que el gobierno es responsable de cientos de miles de muertes. En suma, el establishment neoliberal y la dictadura mediática quisieran que no hubiera la posibilidad de contrarrestar esta narrativa de falsedades absolutas y medias verdades.
Doy la bienvenida a la nueva sección de las conferencias de prensan matutinas. Los grandes medios de comunicación no pueden seguir difundiendo falsedades y medias verdades sin que haya una respuesta. Si se trata de democracia y libertad de expresión, entonces que los grandes comunicadores sigan ejerciendo sin restricción alguna su narrativa, pero que también el gobierno haga lo mismo.