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26 Abril 2024, Puebla, México.

Crónicas de guerra 14 / La batalla de Miahuatlán

Cultura | Crónica | 8.FEB.2022

Crónicas de guerra 14 / La batalla de Miahuatlán

A mediados de septiembre de 1866, el escuadrón húngaro había sido derrotado por las tropas liberales comandadas por Porfirio Díaz cerca de Nochistlán, y entre las bajas enemigas se contaba el Conde de Gants, comandante de los húsares imperialistas. Maximiliano y sus tropas estaban cada día más débiles, la reconquista liberal tenía que seguir. El líder oaxaqueño se dirigió a la ciudad que presentaba condiciones estratégicas ideales para continuar con los planes de combatir y derrotar a los imperialistas, estaba ubicada al pie de la sierra de Cuixtla: Miahuatlán. El contingente de Díaz emprendió la marcha por el rumbo de las Andallas. Félix, el hermano de Porfirio y que también había sido una pieza importante en la derrota de los húngaros, tomó la vía corta y se colocó al norte de la ciudad de Oaxaca con la consigna de amagar a la ciudad capital del estado que estaba en manos conservadoras, la defensa se debilitaría si a los conservadores se les ocurría enviar algún contingente para hacer frente a los atacantes de Miahuatlán.

 

 

Al llegar a Zimatlán, Porfirio Díaz fue informado de que una columna al mando del general Oronoz había sido enviada a enfrentarlo. Las tropas de Díaz evadieron el encuentro y se dirigieron a Ejutla, Oronoz llegó a Zimatlán, pero Díaz ya se había movido rumbo a Miahuatlán; el enemigo se trasladó a Ejutla y ahí permaneció. El de 3 octubre de 1866 los informantes de Díaz le hicieron saber que Oronoz, general conservador de 37 años y combatiente conservador desde la guerra de Reforma, iba en su persecución. Entre los hombres que perseguían a Porfirio Díaz figuraban 250 extranjeros entre cazadores de Vincens y húngaros comandados por el francés Henry Testard. Al recibir el mensaje Porfirio tenía al enemigo a la vista. La orden dada al Coronel Manuel González fue la de moverse con toda la infantería por el camino de Cuixtla. El general Díaz acompañado de su Estado Mayor y una escolta como de 38 hombres de dirigió hacia el enemigo y dejó ordenado que la caballería formada de 280 elementos al mando del general Vicente Ramos lo siguiera. La tropa liberal se detuvo en una colina a un kilómetro de Miahuatlán. La escolta y ayudantes del general Díaz se colocaron en línea de tiradores sobre la cumbre, el enemigo no podía ver qué había detrás de esa línea, suponían que habría un enfrentamiento por lo que se dispusieron para el combate colocando sus obuses de montaña en posición de tiro.

De pronto, la columna de caballería apareció saliendo por una de las principales calles del pueblo para incorporarse a la vanguardia tal como se le había indicado Porfirio Díaz, el movimiento era invisible para el enemigo pues la colina ocultaba el movimiento de los liberales, lo que sí podían ver era cómo la columna de infantería del coronel González salía por el camino de Cuixtla, el enemigo asumió que se trataba de una retirada. El enemigo quiso ir tras los liberales, Díaz ordenó al general Ramos que regresara y se juntara con el coronel González, Porfirio pidió cincuenta hombres que no estuvieran a la vista del enemigo y que por la barranca de Luchindo los llevaran hasta el panteón sin que el enemigo percibiera este movimiento. La escolta y el Estado Mayor fueron incorporados a los hombres del general Ramos. Porfirio Díaz se adelantó a esa fuerza que iba en contramarcha, acompañado tan solo por el clarín de órdenes, hasta llegar a una de las bocacalles del pueblo, por ahí tenía que pasar la caballería liberal seguida por la del enemigo la que cargó con energía, al alcanzar a la retaguardia en aparente retirada apareció la milicia miahuatlanteca que se habían armado y organizado por cuenta propia, atacaban por la izquierda del enemigo desde unos sembradíos de maíz; el sorprendido enemigo hizo fuego casi a quema ropa, los cincuenta soldados que Díaz había solicitado eran tiradores de montaña, su misión era distraer a los imperialistas y al aparecer los paisanos de la región, se hizo un fuego nutrido lo que distrajo al contingente imperialista, así fue como la caballería liberal pudo atravesar la población y reunirse con el coronel González.

La caballería enemiga tuvo que retroceder, trató de reunirse con la que estaba cerca del panteón, pero los miahuatlantecos, hombres osados y algunos ebrios atacaron con furia, los hombres de Oronoz fueron rechazados con pérdidas cuando trataron de tomar el centro de la población, los tiradores de montaña habían quedado ocultos dentro del maizal, el general Díaz logró incorporarse al destacamento del coronel González, Díaz ordenó que la retaguardia tomara distancia y ésta logro quedar fuera de la visibilidad enemiga al ocultarse detrás de una loma. 

La llamada Loma de Nogales forma un semicírculo y en una depresión hay un arroyo; el general Ramos hizo un movimiento envolvente de unos seiscientos metros siguiendo el cauce del arroyo para no levantar polvo, así lograron colocarse prácticamente a espaldas de los imperialistas. La línea de tiradores enemiga hostigaba a la de los liberales que no podía responder porque cada soldado solamente disponía de siete cartuchos y la mayaría ya los habían quemado, el comandante en jefe ordenó reforzar esa línea con los pocos soldados que aún tenían parque, se intercalaron entre la línea de tiradores y así continuaron el tiroteo.

 

Al momento de tres toques agudos seguidos de uno de atención, el capitán Rojas al mando de los tiradores ocultos en el maizal rompió un vivísimo fuego a un costado del enemigo aproximándose a la orilla del plantío, pero sin salir de él para que el enemigo no notara lo reducido del número de atacantes; cuando el contingente de Ramos llegó al punto calculado por Díaz, éste ordenó que toda la infantería descendiera a la barranca la cruzara y se echara sobre el enemigo atacando la fuerza liberal por todos los costados. El enemigo quiso defenderse lanzando su caballería, pero fue arrollada, lo que a su vez provocó la desorganización de su infantería que un su huida volcó uno de sus cañones; los liberales cargaban con sable y comenzaron a apoderarse de los caballos de los oficiales imperialistas así como de municiones y cargamento que había quedado abandonado en su retaguardia.

Fue fácil hacer prisioneros entre la infantería que corría tratando de ponerse a salvo, la caballería persiguió enemigos por más de tres leguas. Ya de noche se dispuso la atención de los heridos, se recogieron del campo armas y demás pertrechos; los muertos fueron recogidos al día siguiente. Entre los cadáveres se encontró el del comandante francés M. Henry Testard; junto a él estaba su perro que no dejaba que nadie se acercara al cuerpo inerte del comandante galo, fue necesario apaciguar al perro para recoger la espada del oficial caído misma que posteriormente fue enviad a su familia por medio del Mariscal Bazaine. Testard, además de ser el jefe de cazadores franceses y húngaros, mandaba un batallón de soldados mexicanos cuya característica era que toda la oficialidad estaba constituida por franceses. 

El General Oronoz logró huir con parte de sus jefes y oficiales, dejando en el campo de batalla, además de números soldados, gran cantidad de oficiales tanto mexicanos como extranjeros. Entre los prisioneros que hicieron los liberales se encontraban oficiales franceses que fueron enviados a la sierra para que fueran custodiados y así evitar que entorpecieran las operaciones futuras. Los jefes y oficiales mexicanos tomados prisioneros fueron inmediatamente pasados por las armas, así lo ordenaba la legislación vigente en esos días, fueron acusados de traidores a la patria y ese delito se castigaba con el fusilamiento.

La batalla de Miahuatlán y las ejecuciones coincidieron con el aniversario de la célebre ley de Maximiliano del 3 de octubre de 1865 que decía “todos los ligados a bandas o reuniones armadas, después de ser juzgados por Cortes Marciales, serán pasados por las armas si se les encuentra culpables y la condena debe ser aplicada a las veinticuatro horas de ser dictada.”

El botín logrado por Díaz y sus combatientes fue de mil fusiles, dos obuses de montaña y cuarenta y cuatro mulas cargadas de municiones para fusil y cañón, pero el fruto moral del triunfo de esa batalla fue mayor. Porfirio Díaz decía en viva voz: “La victoria de Miahuatlán me abrirá el camino para México.”

El Dr Antonio Salinas que recientemente se había incorporado a las fuerzas de Díaz se encargó de establecer y organizar un hospital de campaña. Dos días después era momento de organizar la marcha sobre la ciudad de Oaxaca. 

Al inicio de la batalla el General Oronoz contaba con dos piezas de artillería y mil cuatrocientos hombres bien armados y organizados mientras que Porfirio Díaz tenía bajo su mando novecientos soldados mal armados y, con muy poco parque. El General Díaz siempre consideró la batalla de Miahuatlán como su gran éxito militar.