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26 Abril 2024, Puebla, México.

Crónica de guerra 19: El preludio de la tormenta  Combates y escaramuzas previas al sitio de Puebla de 1863

Cultura /Sociedad | Crónica | 31.JUL.2022

Crónica de guerra 19: El preludio de la tormenta Combates y escaramuzas previas al sitio de Puebla de 1863

 

Después de la derrota que sufrieron las tropas francesas en 5 de mayo de 1862 en Puebla, los humillados franceses se replegaron a la ciudad de Orizaba. El ejército mexicano precariamente armado, buscaba alejar lo más posible al ejército galo pues existía el temor de un contraataque del que difícilmente el Ejército de Oriente saldría vencedor. Con objeto de impedir que las fuerzas de Leonardo Márquez derrotadas en Atlixco se unieran a las francesas que se dirigían a Orizaba, el general Ignacio Zaragoza envió al general Santiago Tapia con una Brigada para impedirlo, sin embargo, Lorencez mandó al 99° de línea del ejército francés a las órdenes del mayor Eugene Lefèvre para reforzar al traidor conservador.

 

Unas para los franceses, otras para los mexicanos

 El 18 de mayo de 1862 se produjo el enfrentamiento conocido como el Combate de Barranca Seca siendo el resultado una victoria para los imperialistas. A pesar de esta derrota, era preciso continuar hostigando al invasor extranjero y así dificultar su pronta recuperación, se enviaban misivas de advertencia a los franceses al tiempo que se planeaba un nuevo ataque llegando a Orizaba por la garita de La Angostura. Las tropas comandadas por Jesús González Ortega recibieron la orden de dirigirse de Perote a Orizaba, tomaron el Cerro del Borrego en cuya cima se encontraba un pequeño fuerte, era un punto estratégico para atacar al contingente extranjero. Después de un pesado y complicado ascenso llevando a cuestas artillería de gran tamaño por un costado del cerro no visible para los franceses, llegaron a la cima y decidieron descansar sin tomar precauciones ni montar guardias.

Un mexicano traidor dio aviso a las tropas de Lorencez de la localización de la fuerza nacional, el general galo decidió sorprenderlos atacándolos en la madrugada, los soldados del general zacatecano fueron derrotados, los franceses se apoderaron de la estratégica posición del Borrego y de las piezas de artillería que más tarde las utilizarían en contra de los mexicanos.

Se considera esta emboscada como el inicio de la derrota del ejército juarista, este hecho permitió que los franceses se instalaran fortalecidos en Veracruz y recibieran refuerzos para reiniciar su avance hacia la capital de la República tomando Puebla en mayo de 1863 después de un largo sitio de 62 días y finalmente estableciendo el Segundo Imperio Mexicano.

 

Territorio en disputa

 

A mediados de enero de 1863 el general Francisco Alatorre llegó a Tecamachalco y dos horas después le avisaron que fuerzas invasoras se hallaban en la hacienda de San Salvador como a cinco kilómetros de este poblado. De inmediato, despachó una avanzada de 100 hombres al mando del comandante Pilar Villarreal al que se le unieron algunos exploradores. A menos de cien metros de la hacienda se trabó una escaramuza, el enemigo compuesto por 250 infantes y 40 caballos fue rechazado, pero logró refugiarse en ella. Se les hicieron varios muertos y heridos, pero no fue posible registrar su número. A los atacantes nacionales les hicieron un herido, se trataba del teniente Víctor Garza al que le dieron un balazo en una pierna, otros dos soldados también resultaron heridos, y les mataron dos caballos. Cuando vieron que el enemigo recibía refuerzos, se replegaron a Los Reyes. Los franceses agruparon unos 1500 hombres de las tres armas. En los suburbios de ese poblado tuvo lugar un segundo tiroteo, ahí resultó herido Victoriano Gil, soldado del 4° escuadrón.  Horas después, a las seis de la tarde, estando en Tepeaca, se presentó un desertor francés del 99° de línea, el Coronel Carlos Gargen le tomó la declaración.

            Pero no en todos los pueblos la gente estaba dispuesta a sacrificarse por la patria. En Zacapoaxtla, Tlatlauquitepec, Teziutlán, Tecamachalco e Izúcar de Matamoros, sus autoridades parecían agentes de los invasores y no del supremo gobierno mexicano. Los defensores de la República tenían que enfrentar al enemigo francés, a los militares mexicanos traidores y a las autoridades cómplices de los dos anteriores. Alatorre recibió un comunicado de Libres, le informaron que en Perote había mil traidores a las órdenes de Márquez y unos ocho mil franceses. Se aseguraba que se moverían entre el día 20 y el 30 de enero con dirección a Chalchicomula o al Palmar, ahí concentrarían sus fuerzas para marchar a Puebla. Según el general Aureliano Rivera los franceses eran cuarenta mil, pero descontando los que permanecerían en las guarniciones que tenían que dejar en las ciudades ocupadas, serán a lo sumo treinta mil los que irían sobre la capital angelopolitana.

            Un cónsul norteamericano que se dirigía a Veracruz llegó a Tepeyahualco, el general Álvarez le proporcionó una guardia formada por guerrilleros al mando de Florencio Bernardi, esa escolta condujo al cónsul a Perote confiando en que la seguridad de este contingente estaría garantizada debido a la misión que se le había encomendado, sin embargo, el día 24 de enero, cuando llegaron a esa ciudad veracruzana, Bernardi y sus hombres fueron hechos prisioneros, juzgados en consejo de guerra y pasados por las armas por órdenes del general en jefe François Achille Bazaine. A la señora Luisa Bernardi, madre del finado guerrillero mexicano le expidieron un certificado-constancia del hecho.

 

 

Las fuerzas del general Aureliano Rivera se movieron hacia Veracruz, avistaron al enemigo y le prepararon una emboscada, cuando el enemigo llegó frente a ellos, rompieron un fuego vivísimo sobre él con cierta precipitación lo que permitió que formaran columnas de ataque y destacaran tiradores que desde el bosque lanzaran fuego sobre los mexicanos. El combate se tornó intenso, las fuerzas de Rivera se mantuvieron en sus puestos y sostuvieron un tiroteo durante dos horas, hubo momentos en los que salieron a batirse a pecho descubierto; mientras esto sucedía llegó por el camino nacional parte de la fuerza nacional que se había extraviado cuando se puso en la marcha el plan, rompió sobre la retaguardia enemiga un fuego nutrido que provocó confusión entre ellos que solo pensaron en salvarse, entonces la caballería mexicana cargó sobre los sorprendidos franceses, pero tuvo que retirarse por ser poco numerosa, en esta acción se perdieron algunos caballos. Los carros de los invasores siguieron velozmente su camino cargados de heridos y muertos, dejaron el campo regado de sangre. La fuerza de Rivera se hizo de diez mulas, recogieron dos franceses muertos del 62 de línea, uno de ellos era un oficial, también se recogieron algunos fusiles rayados, bayonetas y mochilas. En ese encuentro los mexicanos tuvieron cinco muertos y 17 heridos, entre ellos dos oficiales, la pérdida de los franceses pudo calcularse en sesenta hombres puestos fuera de combate.

El enemigo se movió hacia San Andrés Chalchicomula, pero dejaron de ochocientos a mil hombres en el castillo de Perote, una cantidad igual de enfermos de disentería y otras enfermedades, y más de cien heridos. Empezó a correr el rumor de que el citado movimiento era consecuencia de la llegada de un nuevo general en jefe, también se decía que el general Forey había decidido hacer un movimiento sobre Puebla que sabía estaba fortificada pensando que anticipándose, se ganaría la gloria de tomar la ciudad, pero eso no sería tan fácil pues también había noticias de que les hacían falta artículos de primera necesidad. Un destacamento de los invasores se acercó a Teziutlán, llegaron al barrio de Xiutetelco y se retiraron debido a la espesa niebla, lo que querían era obligar a la población a entregar el depósito que contenía harina, sal, manteca y arroz, también planeaban imponer un préstamo de veinte mil pesos que el traidor Márquez necesitaba.

En Veracruz, el coronel Manuel Díaz Mirón había recorrido algunos cantones del norte del estado y después de reunir fuerzas y recursos, marchó con quinientos hombres a los pueblos de San Carlos y La Antigua, estos pueblos estaban divididos por odios y rencores alimentados por los traidores de esa región, restablecido el orden y el respeto a la autoridad, supo que un convoy enemigo subía hacia Jalapa, se dispuso atacarlo en un punto llamado El Órgano. Los guías del grueso de su tropa extraviaron el camino lo que frustró ese intento y llegaron tarde al encuentro de su comandante, de inmediato marcharon de manera violenta para salir al encuentro del enemigo en la cañada de Cerro Gordo, solamente se pudo dar alcance a la retaguardia que huyó a los primeros tiros de la escolta de Díaz Mirón que procuró seguirlos, pero el cansancio de la tropa que no habían tomado rancho desde el día anterior, hicieron que se desistiera de ese propósito y volviera a las posiciones del Coscorrón sobre el camino nacional.

Poco después se supo que de Jalapa bajaban doce carros vacíos escoltados por cuatrocientos hombres que habían pernoctado en El Plan del Río y quiso sorprenderlos en la madrugada. El cometido no pudo lograrse porque nuevamente un extravío de una fuerza que debió haber empezado el ataque por la retaguardia del enemigo ocasionó un retraso. Díaz Mirón regresó con su tropa al Órgano a esperar al enemigo que apareció a las 8 de la mañana y fue recibido por el nutrido fuego de las tropas mexicanas que se hallaban en fila de tiradores a la orilla derecha del camino. El combate se trabó con decisión por ambas partes, Díaz Mirón se percató de que la fuerza enemiga pasaba de mil doscientos hombres. El fuego duró tres horas, los guardias nacionales se batieron con arrojo, saliendo casi todos a la mitad del camino y entablaron combates cuerpo a cuerpo.

La fuerza que se había extraviado para el ataque del plan inicial, al fin cayó con vigor sobre la retaguardia del enemigo, ésta se desorganizó y solo pensaba en retirarse precipitadamente con los carros que ya habían avanzado mucho. Hubo entre los mexicanos seis muertos, dieciséis heridos de tropa y dos oficiales heridos. La pérdida del enemigo fue considerable y según los datos estimados fueron más de veintiséis muertos y de treinta y cinco a cuarenta heridos que se llevaron en los carros. Los nacionales recogieron del enemigo algunas armas, mochilas y doce mulas.

Este hecho de armas mejoró mucho la moral y el entusiasmo de la tropa, Díaz Mirón movió su fuerza hacia Puente Nacional lugar que encontró desocupado, el enemigo había incendiado la mayor parte de las casas, en ese punto se situó este destacamento para interceptar al invasor. Emprendió la marcha hacia Jalapa dejando guarnecido el pequeño poblado y algunos otros puntos del camino, y sin ser sentido se situó a diez kilómetros de la ciudad, ahí esperó la llegada de otras fuerzas que debían operar en combinación. Durante la estancia de los invasores en Jalapa, Almonte dio un gran baile en su casa al que concurrió Forey con su estado mayor, dos días después, salieron dieciséis piezas de artillería escoltadas por zuavos con rumbo del Palmar.

 

 

No obstantes la solemne promesa que los invasores habían hecho de guarnecer la ciudad de Jalapa para lo cual las autoridades de los traidores habían reunido cuarenta y ocho mil pesos, decidieron evacuarla y para proteger este movimiento bajaron dos mil zuavos de Perote. Para evitar a la población las consecuencias de un ataque que aún no se podía intentar con buen éxito por no haber llegado el resto de las fuerzas, Díaz Mirón demoró las operaciones tres días. Volvió a emprender la acción a efecto de batir a las últimas tropas que habían quedado ahí. A las doce del día llegó y ocupó la ciudad que había sido evacuada dos  horas antes por el enemigo, todavía pudieron cambiarse algunos tiros entre la caballería avanzada de Díaz Mirón con los soldados franceses que andaban dispersos cerca del camino. La ciudad se ocupó con mucho orden y se trabajó en dictar las medidas convenientes para restablecer la administración pública y organizar cuanto antes los demás servicio que estaban completamente abandonados.

 Al mismo tiempo que los galos que deambulaban por ese rumbo eran hostilizados, los guardias nacionales de la costa del estado les propinaron un descalabro en un punto del río Papaloapan llamado El Maidero ubicado a medio camino entre Alvarado y Tlacotalpan, los invasores tuvieron diecinueve muertos, siete prisioneros heridos de los cuales uno murió al poco tiempo y se les decomisaron un regular número de armas, caballos, fornituras, mochilas y otros pertrechos.

Cuando el coronel Manuel María Alva se hallaba en Jalapa curándose de las heridas que le infringieron en Cerro Gordo, los franceses entraron en esta ciudad, el coronel fue asaltado en su domicilio, sacado de su cama por una partida de zuavos quienes destrozaron todo lo que encontraron a su paso, sacaron al coronel de su habitación sin permitir que hablara ni con su esposa y lo llevaron a una prisión donde permaneció hasta que lo trasladaron a Perote obligándolo a realizar el recorrido a pie. En esa ciudad lo redujeron a una rigurosa prisión, en veintiséis horas no le dieron alimento, solamente pudo tomar una taza de café, además se le negó una cama durante todo el tiempo que ahí permaneció. De Perote fue llevado a San Andrés Chalchicomula.

 El contingente de mil hombres que Díaz Mirón envió al norte del estado de Veracruz cuyo comandante era Desiderio Pavón, logró mantener la incomunicación entre los invasores que se encontraban en aquella parte del estado con los que ocupaban Tampico. El 26 de enero, el 99° de línea de la fuerza enemiga estaba en Tecamachalco; el día anterior entró a Quecholac un convoy de San Andrés y salió de ese mismo punto un tren de carros para Orizaba. Los soldados de Pavón tiraron cerca del campo enemigo las proclamas que con este objeto remitió el general Francisco Alatorre.        

Por aquellos días llegó a Veracruz el buque Saine, era un vapor que el 24 de diciembre de 1862 había zarpado de Alejandría con rumbo a México donde luego de varias semanas de viaje, embarcó hacia México un batallón compuesto fundamentalmente de negros del Darfour enviados por Muhammad Said Pashá como un gesto de buena voluntad hacia el gobierno francés de Napoleón III. Llegaron al puerto mexicano en el mes de febrero de 1863. Eran soldados veteranos, muy valientes, disciplinados y resistentes al sufrimiento por calor y epidemias, por lo que se esperaba que sus servicios fueran de gran utilidad para combatir a las guerrillas mexicanas.

El 1° de febrero por la tarde, tres mil franceses provenientes de San Salvador El Seco ocuparon el pueblo de Nopalucan guiados por otro traidor: Mariano Trujeque. Por su parte, Márquez, se había establecido en Ojo de Agua, Ozumba y San Miguel del Salado, una parte de su división avanzó hasta Cuapiaxtla, Tlaxcala. El general Carbajal que se encontraba en Huamantla se retiró con su brigada a las haciendas de Acocotla y Tochac. La noche del 13 de febrero el enemigo ocupó San Juan de los Llanos.

Los esfuerzos por detener el avance de los invasores hacia la ciudad de México en su afán de conquista para imponer su gobierno imperial, también se dieron en otros puntos de la geografía nacional. En 11 de enero de1863 el general Juan Álvarez informaba al ministro de guerra que en el puerto de Acapulco, el jefe encargado de su defensa le había enviado un comunicado en el que decía que a las ocho y tres cuartos de la mañana se habían roto los fuegos entre la escuadra francesa y la fuerza a su mando. A las nueve horas treinta minutos se inutilizaron todos los montajes de las piezas del fortín Guerrero quedando apagados los fuegos. Lo mismo sucedió a las nueve cuarenta y cinco minutos con el fortín Iturbide y también en el fortín Galeana, pero a las diez en punto, El enemigo se colocó fuera de los fuegos de los fortines Hidalgo y Morelos. En el fortín Álvarez flameaba aún el pabellón nacional. El enemigo se ensañó bombardeando este puerto, pero la tropa y el pueblo vitoreaban entusiastas al supremo gobierno y defendían con honra el buen nombre de la patria.

Cada fracaso del ejército galo era celebrado con gran júbilo por parte de la ciudadanía simpatizante con el gobierno de la República. Al conocerse que los franceses habían sido derrotados en Tampico, los habitantes de Cholula celebraron el acontecimiento. El festejo inició a las doce del día con un repiqueteo de campanas seguido de música, al anochecer, todas las casas y calles fueron iluminadas, hubo serenatas hasta las diez de la noche, a esa hora dio inicio un “gallo” que duró hasta casi el amanecer con repetidos vítores al gobierno. En la ciudad de México también hubo algarabía al conocerse la noticia de la derrota de los franceses, y en contraste con la bárbara conducta de los invasores, no hubo un solo insulto contra los franceses pacíficos de la ciudad.

 

 

Desertores y traidores

 

La naturaleza injusta de la invasión gala iba penetrando en la conciencia de los soldados invasores y traidores a la patria mexicana. Esa es la razón por la que hubo un gran número de desertores que se pasaron a las filas juaristas así como manifestaciones de rechazo a la llamada “Expédition du Mexique” en distintas partes de los territorios franceses. Un tal Jaudron, sacerdote y francés de origen que anduvo con los traidores y con los invasores, decía que estaban tristes porque preveían una derrota, la razón era que estaban conscientes de que la causa que defendían no les parecía justa, pensaban que por eso habían sido derrotados el 5 de mayo y sabían lo que es defender una razón cuando no se tiene a favor la justicia y el derecho. Decía Jaudron que en Francia la guerra era impopular y que esperaban hallar motivos en ella para derrocar al tirano Napoleón III.

Uno de los traidores más connotados y poblano de nacimiento era Antonio Haro y Tamariz quién llegó el 22 de enero a Tecamachalco acompañado de dos mil franceses. El 26 de ese mismo mes, Vicente Riva Palacio escribió una carta al general en jefe del Ejército de Oriente desde Tehuacán en la que informaba que el enemigo subía pertrechos de guerra desde Orizaba, le llegó el rumor de que entre los altos mandos del ejército francés se decía que el general Mac Mahon llegaría a México para hacerse cargo como jefe de la expedición acompañado de diez mil hombres. También informaba que los invasores fusilaron a un joven español que había venido de Europa para sumarse al ejército de la República, lo descubrieron porque le encontraron cartas de recomendación de Garibaldi y de Abraham Lincoln, era un oficial peninsular de apellido Ruiz que prestó sus servicios en Crimea y fue sentenciado a muerte por haber ofrecido su espada al gobierno constitucional. Ese español manifestó tener simpatías por la causa de México y aversión a la mala conducta que observaba Francia. Riva Palacio agregaba en su comunicado que tres mexicanos, Diego Mirón, Vélez y Vivanco fueron metidos en una jaula y posteriormente fusilados. Algunos informantes le hicieron saber que los franceses y algunos traidores pretendían ocupar San Martín Texmelucan para realizar desde ahí las operaciones sobre Puebla, este parecía un plan muy arriesgado.

En los primeros días de enero hubo tres oficiales que desertaron de las filas de los traidores y se presentaron en el cuartel republicano de Acatzingo, sin embargo poco tiempo después regresaron a Orizaba llevando planos de las fortificaciones de Puebla. Esos espías y traidores no lograron averiguar que el general Antonio Alatorre, jefe de artillería de Zacatecas había logrado fabricar balas de fusil incendiarias. Ya habían sido probadas y se había ordenado un primer lote de cinco mil unidades que serían estrenadas en breve sobre los enemigos de la nación.

Cuando el coronel Díaz Mirón entró en Jalapa, aprehendió al traidor Guillermo Dufao y le informaron que el Padre Galindo permanecía escondido en esa ciudad, ese cobarde sentía “ansias de muerte” al recordar que él fue quien mando repicar las campanas de júbilo cuando entraron los franceses. En ese mismo momento en que los mexicanos entraban en esa ciudad, la banda de música del batallón Papantla iba tocando la marcha “Los Cangrejos” de Guillermo Prieto, fue concebida como una especie de himno de los liberales cuyas coplas hacían sátira de los conservadores.

Del lado de los invasores, varios mexicanos fueron acusados de haber envenenado a soldados franceses, fueron apresados y sometidos a consejo de guerra presidido por el teniente coronel Margin, el veredicto fue el siguiente: Manuel González, Bartolo Banderas y Justo Pasos fueron condenados a muerte y ejecutados, José Carmona condenado a 10 años de trabajos forzados, Ramón Zamudio a 5 años, Antonia Zamudio a trabajos forzados permanentemente, Dolores Barajas a 10 años de trabajos forzados, Dolores Arellano en libertad al igual que Dolores Carbajal.

El sargento francés Armando Ganduchen desertor del ejército francés, perteneciente al 18° batallón de Cazadores de Vincennes declaró que en San Andrés Chalchicomula se encontraban el 95 de línea y dos batallones de su arma, llegaron a Orizaba con 600 efectivos, perdieron 300 por vómito negro. Informó que toda la artillería la habían movido a la Cañada y al Palmar, se trataba de veinte piezas de a dieciséis, y treinta y dos rayadas, sesenta piezas de campaña y veinte obuses. La artillería de batalla era de a cuatro y de a ocho[1], los obuses de montaña de a dos y media y tres. El desertor era secretario del comandante de su cuerpo de nombre Lepage des Longchamps, quien era ayudante del emperador y que por una carta que escribió Forey a ese comandante, supo que le ordenaba que estuviera listo con su fuerza para el 17 o 20 de febrero pues pensaba atacar Puebla el 25 de ese mismo mes y que pensaban tomar la ciudad en cuatro días, que acaban de llegar 15 mil hombres provenientes de la Martinica, la caballería contaba con dos mil cazadores de África, y que quinientos húsares y cazadores de Francia ya se encontraban por el Palmar, dijo que el total del ejército invasor era de treinta mil hombres con más de cien carros con materiales, útiles de asalto y sitio como gigantescas perchas, escalas de gancho, candeleros, arbotantes, explanadas de batería, piquetes, caballetes y tablones para puentes volantes. Aunque el general Forey sabía que Puebla estaba fortificada, decía que no le costaría gran trabajo tomarla y que sus soldados entrarían con el arma al brazo pues los mexicanos no se defenderían.

 

Más de desertores

 

Un grupo de soldados franceses que llegaron a Puebla pidiendo asilo, dirigieron una carta al gobierno mexicano en los siguientes términos:

 

Señor presidente:

No quisiéramos separarnos de la capital de la republica sin dar testimonio de nuestra gratitud por el buen trato que hemos recibido hasta hoy del gobierno mexicano que tenéis el honor de representar.

Desde que nos separamos del ejército francés, en donde se nos decía que todo desertor de aquel ejército, sufriría del pueblo mexicano los tormentos más excesivos luego que llegase a internarse en la República, hemos visto que esto era una horrible mentira, pues por donde quiera que hemos pasado, hemos sido acogidos con los mayores miramientos, así como de los jefes superiores, que se han apresurado a auxiliarnos ofreciéndonos sus servicios y manifestándonos sus sinceras simpatías.

Recibid, pues, señor presidente, nuestros más sinceros agradecimientos.

México, Febrero 14 de 1863

 

Los firmantes de esta carta fueron:

 

Del 2° Batallón de zuavos:

Coqueret Aristid, sargento 1° - Eugene Picard, cabo. – Anatole Vasscur, Caffin Joseph, Carteron Jean, Gauron Pierre, soldados.

 

Del 3er Batallón de zuavos:

Picat Edourd, Perillon Pierre y Guepet Jean, soldados.

Del 99 de línea

Alfred de Caragnac, sargento 1°

 

Declaración de otros desertores

 

En interrogatorio del fiscal, Miguel del Moral dijo ser originario de Madrid, España, de veintitrés años, soltero y que era subteniente del 3° de línea de las fuerzas que capitaneaba Leonardo Márquez. Dijo que vino a la república en el ejército expedicionario de España, al mando del general Prim con el grado de sargento primero del 2° batallón, primera compañía del regimiento del Rey; que al retirarse para Europa el ejército expedicionario de su país el 11 de junio del año anterior, el declarante se quedó enfermo en Orizaba y al mes y medio después de retirado del ejército expedicionario de España, fue destinado por el general Francisco de Paula Tamariz al escuadrón Lanceros de Orizaba, y hallándose en este cuerpo reclamó al general Agustín Zirras el grado que tenía en el ejército expedicionario quien mandó que el declarante quedara de porta-estandarte del referido escuadrón, que de dicho cuerpo pasó al 3° de línea con el grado de subteniente de cuyo cuerpo se había separado.

Por su parte, en el pueblo de San Juan Ixtenco, el sargento primero Hilario Núñez se separó de su batallón con objeto de presentarse en las filas del ejército mexicano; dijo que el motivo que había tenido para separarse de las fuerzas francesas era que siendo un verdadero español, por ningún motivo podía militar en el ejército francés cuya nación era enemiga natural de su país. Este sargento sabía, aunque no los vio, que eran cincuenta mil franceses, y como dos mil quinientos mexicanos, que a esos sí los había visto con sus propios ojos porque andaba con ellos, que los puntos más avanzados que ocupaban los franceses, estaba en Nopalucan, y que los mexicanos traidores llegaban hasta San Juan Ixtenco; en cuanto a la artillería francesa, dijo que traían cinco baterías de á seis, piezas de todos calibres y que los mexicanos tenían cinco piezas de diversos calibres y que los principales jefes franceses eran Forey y su segundo Lorencez y de los mexicanos eran Márquez, Zires y Almonte; no sabía del parque francés en cantidad, pero sabía que el de infantería era de bala cónica, el de artillería era el común de bala raza, metralla, granada y como material de incendio camisas embreadas; que los mexicanos traían como material de guerra o parque, tres o cuatro carros cargados con parque de fusil y de artillería, aunque este último muy escaso, y por último, que en cuanto al ataque que se proponían dar a esta plaza de Puebla, había oído decir que se proponían darlo en los primeros días del mes marzo.

 

El 4 de marzo llegaron a Puebla once desertores más del ejército francés.         

Carta de un zuavo desertor.

 

“En México es en donde se disfruta de verdadera libertad, en 24 horas que hace estamos en Puebla de Zaragoza, hemos conocido que en México, sin mucho trabajo y afán, se puede vivir con más comodidad que con Napoleón III, trabajando honradamente; venid con nosotros los que no querais ser esclavos de Napoleón III; aquí está el descanso, la honradez, la franqueza; allá con vosotros la esclavitud. En todos los pueblos por donde hemos pasado se nos ha tratado como señores, de la autoridad para abajo. ¡Viva la República de México, Mueran los esclavos del despotismo!”

 

Los primeros días de marzo, la comandancia militar del Estado de Veracruz informó que los soldados del primer regimiento de infantería de marina, Bernard Alexis, Hardy Alexandre, Lezeaud Jean y Marchal Julien fueron hechos prisioneros en el tránsito de la Tejería a la Soledad, resultado del ataque que una fuerza dependiente de esa comandancia dio a una partida francesa a la cual pertenecían. Esa comandancia propuso canjear los prisioneros por el coronel Manuel M. Alva que se hallaba prisionero del enemigo, considerando que ese jefe mexicano no se hallaba en idéntico caso al de los prisioneros franceses, pues el coronel Alva fue detenido contra todas las leyes y usos de la guerra porque fue aprehendido en su casa, donde estaba curándose bajo la salvaguardia de la promesa que se le había hecho de no ser molestado por las fuerzas expedicionarias.

 

 

Cartas, poesía y discursos

 

CARTA

Que sobre los asuntos de México dirige al Sr. General Forey comandante en jefe de las tropas francesas, el ciudadano Manuel Payno.

 

(Extracto)

 

                        … La constitución de 1857 ó cualquiera otra constitución, por mala y defectuosa que se suponga, forman la base de un sistema: la dictadura militar es la negación, la ausencia de todo sistema: en las malas constituciones hay la esperanza de la reforma, en la tiranía militar no se ve mas que el fondo sombrío del abismo revolucionario.

            .... Si el Sr, general Forey conoce la constitución de la República francesa de 1848 no necesita ya estudiar la constitución mexicana. Sus defectos, pues, consisten en la mucha amplitud de facultades que concede á las localidades, y en las muchas garantías que otorga á los ciudadanos.

…Ortega, Comonfort, Doblado, Uraga, y los gobernadores, y todo el partido liberal podrán tener sus quejas y sentimientos privados, pero todos caminarán á un fin, todos ayudarán con los elementos que tengan, al triunfo de la independencia, y vencidas que sean Puebla y México si la desgracia lo quiere así, quedará un territorio inmenso que conquistar, y allí de nuevo, los que quedaren con vida continuarán la lucha..

 

Manuel Payno

 

…El camino de fierro de Veracruz al Pacífico, la comunicación por el Istmo de Tehuantepec, la colonización de inmensos terrenos cuya plata y cuyo oro llenarían los palacios de todos los reyes de la Europa; pero ¿todo eso debe hacerse con la sangre de estos pueblos? ¿Para llegar á estas grandes ideas y para preparar un porvenir mágico á estas Américas es necesaria la invasión y la conquista? ¿Cree así conquistar, lo primero que debe conquistar un soberano, que son las simpatías de los pueblos americanos? ¿En cuantos años, con qué número de hombres y con cuántos millones podrá establecer la paz en un territorio que cuenta de la capital á sus fronteras seiscientas ó setecientas leguas de caminos á veces desiertos y despoblados?

            Yo espero, Sr general, que ud. acojerá con benevolencia estas observaciones hechas con la mejor buena fé y sin interés bastardo, y con el objeto de contestar los folletos anónimos que han circulado expresamente en estos últimos días.

            …En lo particular, tengo el honor de ofrecerme como su mas atento y seguro servidor que B. S. M.Manuel Payno. México, noviembre 15 de 1862.

 

 

A NAPOLEÓN III

 

Este Napoleón chiquito

No se parece al grandote,

Y aun para ser Don Quijote

Siempre será Quijotito.

Pero el consabido rey,

Desde Paris reclinado

Solo nos ha consignado

A Laurenzes y á Forey:

El que nos dará la Ley

Con Almonte su escudero:

La Ínsula le dio primero;

Y aun el rucio y rocinante

Reirán en adelante;

Porque aquí mi Don Quijada,

Lo dejó de mal talante

Mandándole una manteada.

Así tú, Napoleón Mío,

Si has de ser conquistador

Imita el grande valor

Del ambicioso tu tío.

Si eres Quijote, me rio

Que atiende cuentos los muertos

Y a tus Sanchos inespertos

Dejes en grande aflicción

Porque vean que Napoleón

Manda enderezar entuertos.

 

Enero 14 de 1863.- Vicente Dámaso Echavarri

 

 

El 2 de marzo de 1862, el presidente Benito Juárez estuvo en Puebla y ante la inminente llagada del ejército invasor a esta ciudad, dio un mensaje a las tropas de González Ortega, esta es la transcripción fiel de ese mensaje:

 

Jesús González Ortega

 

Carta a los soldados por Beníto Juárez

 

El C. Benito Juárez, presidente constitucional de la República, al ejército de Oriente.

Soldados:

            Por fin el enemigo abandonará dentro de breves días la inacción en que le forzásteis á cambiar su arrogancia, y satisfará vuestro más impaciente deseo, acercándose á esta ciudad, que lleva un nombre tan ilustre para vosotros, como fatídico para los invasores de la patria.

            Así, pues, el emperador Napoleón III insiste en hacer probar los horrores de la guerra á un pueblo, que había prodigado sus simpatías y sus favores á los franceses.

            La conciencia de todas las naciones civilizadas ha condenado severamente esta invasión por sus miserables pretestos y por sus tendencias más miserables aún.

            El gobierno del emperador no nos pide justicia, que nunca le hemos negado. A lo que realmente aspira, es á humillarnos, es á destruir una República libre y popular, en que han sido vencidas completamente las clases privilegiadas.

            Soldados:

En vuestros denodados pechos más que en los fuertes que circundan esta ciudad, tiene la República cifrados sus más preciosas esperanzas. La patria os ha mandado aquí para combatir los primeros, defendiendo su honor, su independencia y sus hermosos destinos, para mostrar una vez más todavía á sus injustos y pérfidos invasores, que México es grande. Libre y digno de serlo, aunque otra cosa pregone un puñado de ilusos, de agiotistas y de traidores.

            Soldados:

Al través de vuestros peligros vais á conquistar una gloria imperecedera. Para repeler á los orgullosos soldados de Francia, os basta el ejemplo de vuestras propias hazañas en el 5 de mayo. México, el continente americano y los hombres libres de todas las naciones están pendientes de vosotros, la causa de la libertad, de la humanidad y de la civilización. Marchad, Pues, á ocupar vuestros puestos, y confiad en que el gobierno nacional os ausiliará á toda costa y premiará dignamente vuestros servicios.

            Soldados: ¡Viva México! ¡Viva el Ejército de Oriente!

Puebla de Zaragoza, Marzo 2 de 1863.- Benito Juárez.

 

Al día siguiente aparecieron por toda la ciudad volantes y carteles anunciando:

 

Gran Parada:

Hoy 3 de marzo tiene lugar la gran parada por las calles de Puebla y en el enorme llano de Teotimehuacan, maniobras de treinta y tantos mil hombres del benemérito Ejército de Oriente, esperando ansiosos la hora del combate. El C. Presidente de la República y el General en gefe del ejército del centro presenciarán este magnífico movimiento.

Vestido todo el cuerpo del ejército con sus nuevos y vistosos uniformes, llevando al frente, las Divisiones, Brigadas y cuerpos, sus gefes acompañados de sus estados mayores, hará conocer á los que aun dudan de que hay una fuerza suficiente para resistir á los enemigos de la nacionalidad. En el lugar respectivo insertamos la orden general del día, en la que se detallan los movimientos de marcha de sus cuarteles, y los de la formación al llegar al llano hasta ponerse la órden de batalla.

 

El 9 de marzo se dio a conocer que de la ciudad de Puebla de Zaragoza se iba a evacuar a todas la gente que no sirvieran para la hora del ataque, ya fuera tomando las armas, conduciendo heridos o acudiendo a todos los trabajos que fueran necesarios durante el sitio, deberían salir de la ciudad dentro de un término establecido. Solamente se quedarían en la plaza las personas que serían empleadas en la defensa, que deberían estar dispuestas a no ver espectáculos que les causaran aflicción o les hicieran decaer el ánimo guerrero que deberían conservar hasta el último momento.     

Ese mismo día llegó a Puebla la noticia de que desde Santa Rosa hasta Nopalucan estaba tendido el ejército invasor en una serie no interrumpida de vivacs y acantonamientos de manera que formaba una línea compacta de batalla, que presentaba a la vista un cuadro pintoresco, presentando el aspecto de una serpiente colosal, cuyas escamas eran las bayonetas.

El general Miguel Negrete, aquel conservador que antepuso el patriotismo manifestado en la defensa de la patria a los ideales políticos también dio un mensaje.

 

            Poblanos:

            A mi regreso la última vez á esta ciudad, me habéis entregado una bandera con este lema: “Los hijos del pueblo, al general Miguel Negrete.” Por ella he visto un voto de confianza á mi persona, y la espresión mas franca del suelo en que vi la luz primera. Por la misma, os prometí llenar mis deberes como el último de los hijos de México. Pronto va a llegar el momento de cumplir mi promesa. El enemigo avanza, y por momentos le tendremos frente á esta ciudad: yo os conjuro en nombre de nuestra patria querida, así como vos me habéis conjurado, para que unidos todos los poblanos volemos a defender la autonomía de la nación, y hacer entender al audaz invasor, que a un pueblo que quiere ser libre, no se le arrebata impunemente su nacionalidad.

 ¡A las armas poblanos! Un hermano vuestro os llama á nombre de la patria que reclama el cumplimiento de nuestros sagrados deberes; os espero en el campo de batalla, donde daremos una nueva prueba de que sabemos ser libres, y que México es digno de figurar en el catálogo de las naciones independientes.

            Puebla de Zaragoza, Marzo 9 de 1863. Miguel Negrete.

 

Gral. Miguel Negrete

 

El mismo 9 de Marzo, Tomás O’Horan informó que los traidores Antonio Haro y el padre Miranda, salieron de Tepeaca para Amozoc, donde habían llegado quince piezas de artillería de grueso calibre, sumadas a las treinta que ya estaban allí, y además, cuatro mil hombres que acamparon en el centro de la población. Ese mismo día, el general Douay ocupaba Amozoc después de intercambiar algunos disparos con un puesto de avanzada mexicano. Mientras, el general Bazaine enviaba patrullas de reconocimiento en dirección a Huamantla. El 15 de marzo, habiendo recibido la orden de concentración definitiva, este general reunió su división cerca de Acajete. El día 16, el general Duay salió de Amozoc y se estableció en la hacienda de Manzanilla frente a los fuertes de Loreto y Guadalupe, el general Bazaine atravesó Amozoc sin detenerse hasta llegar a un punto entre el cerro de Amalucan y la hacienda de los Álamos. Los traidores con Márquez se colocaron en las haciendas de Capulaque y San Miguel Espejo.  “Hemos tenido un ligero tiroteo con el enemigo”, informó el general O’Horan.

Ese día que daba inicio el sitio de la ciudad de Puebla, llegaron 30 desertores franceses procedentes de Tacali.

 

NOTAS

[1]  En el siglo XIX el calibre de los cañones se definía por el peso de la bala, no por el diámetro interior del cañón, y se medía en libras.

 

REFERENCIAS

 

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