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2 Mayo 2024, Puebla, México.

Mario Marín Torres: los tiempos desfondados en el PRI / Sergio Mastretta

Política | Crónica | 15.ABR.2023

Mario Marín Torres: los tiempos desfondados en el PRI / Sergio Mastretta

De comilonas, zalamerías y obnubilaciones de la clase política poblana (PARTE 3)

 

Domingo 7 de noviembre de 1998, elecciones municipales; la historia se le viene encima al gobernador Bartlett, pues una vez más se le cae el sistema, ahora en la ciudad de Puebla; a las diez de la noche no hay resultados, ni a la medianoche, ni al día siguiente. Crisis política y riesgo de elección impugnada por PAN y PRD. Mitin en el zócalo el 14 de noviembre: Felipe Calderón Hinojosa, presidente nacional del PAN, rompe el acuerdo con los perredistas que impulsaron al sorprendente candidato futbolero Emilio Maurer, probable triunfador si el cómputo no hubiera estado en manos de la maquinaria priista. El PAN se hace a un lado y no hay impugnación del proceso electoral. El PRI gana en los medios. Salvado por el PAN, el antiguo burócrata de Gobernación escucha en las tertulias con sus amigos: “de norte a sur se oye un clamor, Mario Marín Gobernador”.

 

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Desde 1987 le puedo seguir la pista. Desde que buscó a través de alguien cercano ayuda para lograr la admisión de uno de sus hijos al Colegio Americano.

Podemos decir que a su manera reproduce al propio Melquiades. Nacido en un pueblo de la mixteca poblana, Nativitas Cuautempan, para entonces ya es un abogado por la BUAP y ha cumplido con cargos en los tribunales de justicia. Con poco más de treinta años, es el secretario particular de uno de los santones de la política local, el alcalde Guillermo Pacheco Pulido. En ese mismo equipo ya aparece un personaje clave para entender lo que para un político es la obra pública: fuente de enriquecimiento personal y mecanismo de financiamiento de la estructura electoral con la que debe de contar si quiere ser funcional para el jefe político que lo apadrina y para el que trabaja; Xavier García Ramírez es el director del departamento de Limpia, se hace cargo de la recolección de la basura con maquinaria propia que le renta al ayuntamiento para rellenar la barranca de Xaltónac al lado del Estadio Cuauhtémoc; cuando Maro Marín sea el alcalde entre 1999 y 2001, ese personaje se dedicará a construir banquetas y guarniciones en las colonias del sur y de la mano irán los operadores electorales que le asegurarán más de 150 mil votos en la elección de gobernador en el 2004; y no parará ahí, a su cuenta irán a parar obras de la dimensión de la remodelación de la avenida Atlixcáyotl y el galerón que llaman Centro Expositor Puebla, en Los Fuertes.

¿Qué hace Marín desde que sale de la administración municipal de Pacheco Pulido en 1989 y que gana la candidatura priista en el 2004? Lo que haya hecho, pero sobre cualquier cosa, construir su propia estructura electoral aprovechando el sitio que ocupa en cada coyuntura de la disputa por el poder entre los jerarcas priistas. Será Subsecretario de Gobernación en el trienio final del gobernador Piña Olaya, justo cuando se construye desde el gobierno una estructura clandestina paralela y subsidiaria de la Secretaría de Gobernación, a cargo de la estrategia de re-distritación de las secciones electorales en el estado. Repetirá en ese cargo con Bartlett, quien lo ascenderá a Secretario antes de ser nominado candidato del PRI a la alcaldía de la ciudad de Puebla en 1998, el mismo año en el que Melquiades Morales, que le lleva veinte años en la tarea de construir una estructura electoral, se hace de la candidatura contra el alfil que intentó imponer Manuel Bartlett. Ha cumplido con el trabajo sucio: la represión a la organización popular 28 de Octubre en 1995 y a los campesinos de Nealtican en 1997 descontentos con la perforación de pozos para el Programa Angelópolis como ejemplos. Tiene como premio la alcaldía de la capital del estado por la vía de una elección bajo las condiciones del régimen priista tradicional a cargo del gobernador Bartlett.

Se puede entender su ascenso si se sigue en paralelo la ruta de su antecesor en el gobierno del Estado, Melquiades Morales, como lo explica un experto ingeniero electoral que  le ha seguido la pista:

“Pero esta misma victoria de Melquiades Morales significa el primer gran declive del PRI. Su elección como candidato fue el 28 de mayo de 1998, pero unos meses después, en agosto-septiembre, viene el proceso de selección de los candidatos a presidentes municipales y diputados, y ahí se forja el primer gran rompimiento dentro del PRI. Melquiades había hecho un chingo de amarres, todos decían yo voy a ser el candidato, para esto, para lo otro, solo que no había uno, sin cuatro, cinco o más que decían lo mismo: ‘Yo tengo la bendición del candidato’. Y ahí se perdieron los equilibrios políticos. El compadre de Melquiades se siente traicionado cuando no queda de candidato, y simplemente se pasa a otro partido. Al final, se fueron al proceso de selección interna y ahí brotaron los descontentos por todos lados. Ahí es donde el pan se convierte en el partido carroñero.” (La historia de los mapaches en Puebla. Del libro Dinero ilegal, elecciones y OPERACIÓN DE ESTADO EN PUEBLA Episodio 3: 1988 – 2019. Puebla Contra la Corrupción y la Impunidad, 2021).

En esa ruptura del PRI en 1998 se explica la subsiguiente del 2003, con Marín como cabeza del descontento contra la imposición del candidato del PRI a la gubernatura. A Melquiades le pagan con la misma moneda que en su momento recibió Manuel Bartlett.

 

La sonrisa de los Jefes Políticos del PRI en sus buenos tiempos: casi nos dicen: "Nunca dejaremos de mandar" Manuel Bartlett, Guillermo Giménez Morales, Melquiades Morales Flores y Mario Marín Torres. Foto de la Jornada de Oriente.

 

 

2004: los tiempos desfondados en el PRI

 

Melquiades Morales y Mario Marín, uno en 1998 y otro en el 2004, exponen el proceso de desmantelamiento del partido de Estado en Puebla, al tiempo que ambos mantienen y refuerzan el apoderamiento del aparato de ese mismo Estado por la figura del gobernador. La crónica siguiente, escrita el mes de febrero de 2004, la ruptura entre las dos corrientes que controlan las estructuras electorales en Puebla, que en esta coyuntura favorece al político de Natívitas Cuautempan, derivará en una quiebra mayor que encabezara para Melquiades Morales su joven alfil, Rafael Moreno Valle, que en el 2010 echará nominalmente del poder al PRI.

Pero este 23 de febrero de 2004 es el momento de Mario Marín.

 

Giran orden de aprehensión contra exgobernador de Puebla, Mario Marín •  Actualidad • Forbes México

 Mario Marín, tiempos de gloria. Foto tomada de Forbes.

 

23 de febrero de 2004. Asamblea del PRI para seleccionar el candidato al gobierno del estado.  Lo que ya ocurrió ahora mismo ocurrirá. Los tiempos en el PRI son tan difusos como los ojos de sus políticos que se disputan el poder: qué miran, cómo miran, a quién miran, para qué miran... Los ojos sí perfilan estados de ánimo, pero en una asamblea como la del viernes no se sostienen en un punto preciso, y ese desatino es extremo cuando al final los reporteros acribillan en montón a los personajes. Ninguno de ellos logrará penetrar en el pensamiento simple del precandidato: ya gané y todo esto es un artificio; estoy jodido y todavía tengo que hacerle al teatro.

Germán Sierra y Mario Marín  se han sentado juntos, y codo con codo viven este meneo de verbos priistas en un instante, el de la decisión, que ya dura meses, pero no se paran al mismo tiempo. Germán mira a su derecha; Mario a su izquierda. Los reporteros acosan primero al senador. Marín no responde de arranque a quienes lo encaran con las grabadoras, como si considerara incorrecto que los dos respondan lo mismo –como lo harán--, en una réplica: hay que esperar los términos de la convocatoria. Yo quedo entre las dos peloteras de grabadoras y sólo confirmo que sus ojos miran pero sus miradas están en otro tiempo que igual contiene la quiebra y la dicha que acompañan ganador y al derrotado en una pelea que ya terminó pero que todavía no se ha dado.

Porque hay una mecánica en la asamblea del viernes: nos reunimos –piensan todos y cada uno de los prisitas que han acudido--, los amos y los vasallos para decidir lo que ya está decidido pero que todavía no se decide.

Y hay unas maneras, las viejas y muy respetadas formas –que son el fondo-- del mundo priísta: estamos aquí para acordar lo que ya todos sabemos que han acordado los que todavía no acuerdan lo que hoy acordaremos.

Y por supuesto están los impulsos: sí, todo esto que ya se acordó por los que todavía no acuerdan es un acuerdo por mi candidatura.

2.- Qué se decidió en la asamblea del viernes que ya estaba decidido: la elección abierta a los militantes y simpatizantes. Qué saben todos que ya se decidió pero que no se decidió en esta asamblea: que sólo habrá un inscrito. Y qué también ya estaba decidido y que sí se decidió en esta asamblea: que no habrá más actos masivos.

3.- “Mario Marín cree que ya está todo decidido, pero los otros no están cojos, no están mancos y no están solos –me dice un hombre del santón Marco Antonio Rojas--. Ellos se han reunido hoy –y se refiere al propio don Marco, a Germán Sierra, a un representante de Pacheco Pulido y a Oscar Aguilar--. Pero si no se da ese frente común quién sabe qué nos espere en el próximo sexenio.”

Don Marco no ha dejado de sonreír en toda la sesión. Germán habla confiado con los reporteros e insiste en que uno de los candidatos ha saltado las trancas en la contienda interna. El presidente del Tribunal Superior de Justicia, ausente, sostiene el bajo perfil de los por lo menos últimos ciento veinte meses. Oscar Aguilar carga con la cuenta de quienes levantaron pancartas y reclamaron la traición de Melquiades y se oponen a la selección de un candidato narcotraficante.

No suena mal un bloque opositor a Marín, dirán los seguidores de esos aspirantes. Pero no queda claro si están entendiendo que el asunto se dirimirá en las urnas y con los votos en una elección interna.

4.- Manuel Bartlett espera que sólo uno de los candidatos se inscriba. El entra en el capítulo de los que ya saben que en esta asamblea se acuerda lo que ya está acordado. Supongo que en esta nueva era priista el exgobernador forma parte de los que con Melquíades a la cabeza recrean esa mítica figura del gran elector. No tiene dudas cuando le pregunto en qué no se parecen estas dos coyunturas de la selección de candidato priista, la de hace seis años, en el 98, y la que nos ocupa: “Melquíades era imbatible”, me dice al término de la asamblea, cuando no lleva ninguna prisa por abandonar el salón de fiestas.

 5.- Hay, en esta percepción de los tiempos confundidos, la impresión de que las bases no existen, dado que todos los presentes en ningún momento ponen en tela de juicio que no habrá consulta directa a pesar de que justo eso es lo que hoy ellos mismos han acordado. Y el hecho no es percibido como un asunto que genere crisis por sí mismo. Obvio, la preocupación estriba en el nombre de quien se inscriba.

Mario Montero es de los seguros, tanto que está dispuesto al propio sacrificio: “No se pueden tener a los gatos y a los perritos al mismo tiempo”, me dice para que entienda que no tendrá problema alguno con dejarle el campo abierto, supongo yo, al rector Dóger en la disputa por la candidatura a la presidencia municipal.

Ernesto Echeguren empieza por decirme que él ahora no pasa de ser un funcionario de Melquiades. Después –dado que va y viene de su asiento a platicar con quien le llame su atención, como el enviado Gurría cuando se baja del presídium para responder al celular--, revelará qué tanto está al tanto de las decisiones que ya se han tomado y que en la asamblea se van a acordar: “Ya no va a haber actos masivos –me dice--. Y es Germán. Todo estará resuelto antes del día 4”.

6.- Oscar Aguilar confirma que no sólo llegaron juntos los antimarinistas sino que se reunieron en algún momento del día. “Se trata de fortalecer el partido –me dice--. Y yo te pido que vayas a uno solo de los mítines que nosotros realizamos. Mira a los de Marín, tiene que llevar acarreados desde la ciudad de México”.

Ya no lo veré al final, cuando los reporteros se quedan para acosar a Germán y a Mario, por lo que ignoro qué ha dicho de los campesinos que armaron el barullo con las pancartas antimarinistas. Por ahora sólo retengo la imagen de un hombre menudo y bien resuelto en su bigote en la consigna de no dejar pasar al chaparrito de Nativitas Cuautempan.

7.- Pasado y futuro de un país contenido en estos modos del PRI. Todo lo que fue sigue siendo para estos hombres que se contemplan como partes de un verbo conjugado en las barrocas y siempre rudas maneras del poder. Existes y no, y la vida, en el instante de una asamblea, es un mero artificio al que se sobrevive en la vieja disciplina todavía en Puebla bien lustrada por ellos en el más probado juego de los engaños.

 

2006: masa y espontaneidad

 

Para mirar en el largo plazo la figura de Mario Marín, hoy preso por el crimen cometido contra la periodista Lidia Cacho, recupero unos párrafos de la crónica 2006: Masa y espontaneidad, publicada en la revista Nexos en mayo de ese año. La movilización de la ciudadanía no logra tumbar el gobernador Marín, respaldado por segunda ocasión por el panista Felipe Calderón, en esta coyuntura ya presidente de la república, pero expresa por primera vez la rebelión popular contra el despotismo del Estado priista.

 

 

Domingo 26 de febrero. Alicia, a sus veinte años estudiantiles, es parte de la masa que ha salido a las calles en Puebla con el ánimo simple de derrocar al gobernador Mario Marín. Sus ojos de bióloga contienen preguntas para el análisis de esta tolvanera poblana que se parece al viento helado que nos conmueve. “¿De dónde ha salido tanta gente? –dice--. ¿De dónde viene? ¿Esto que ocurre en México hacia dónde nos lleva?”. Alicia, como la inmensa mayoría de los jóvenes mexicanos, no encuentra una memoria regional reciente, ordenada, escrita, ni qué decir cinematográfica, a la mano. Sin embargo, para las masas que ocupan las plazas,  hay historia.

 

26 de marzo de 2006: En el zócalo, Alicia mi hija, estudiante de biología en la UNAM,  mira a Flor Coca Santillana, periodista y académica de la Universidad Autónoma de Puebla, la maestra de ceremonias en esta manifestación: ignora que el abuelo de Flor, Leobardo Coca, sindicalista textil en los años treinta, murió ejecutado a la luz del día en una calle del centro de la ciudad por matones de Maximino Avila Camacho, gobernador en la era del Presidente Lázaro Cárdenas;  su mujer no se había enterado de la muerte de su marido cuando  de la oficina del dictador le llegó a su casa una corona funeraria. Años después, los herederos de Maximino bautizaron con el nombre de aquel obrero a una colonia popular en el sur de la ciudad. La vida da vueltas, y ahí está su nieta al frente de una masa que increpa al gobernador Marín, la expresión última de la burocracia que ha controlado por más de sesenta años el poder en Puebla.

¿De dónde viene Marín? ¿De dónde Melquíades Morales? De dos pueblitos, en su tiempo aldeas, para pasar por la vía de la carrera universitaria a la militancia del PRI y a los oficios recónditos de las secretarías particulares. ¿De dónde viene Manuel Bartlett? ¿De dónde Mariano Piña Olaya? De los escritorios profundos de Gobernación, de las bancas antiguas de la escuela de un presidente. En esos dos extremos, la burocracia local y la imposición federal, la sociedad poblana ha derivado entre la parálisis por sus crisis políticas y la medianía del estancamiento económico, pero siempre sometida a los rigores, las intrigas y los discursos de su clase política. Pero en el más puro estilo de los pasillos de Bucareli, el espionaje telefónico filtrado a la prensa, se ha desatado nuevamente el reclamo de la masa al poder, representado por un hombre que en los últimos años supo mover los hilos rancios del culto a la personalidad.

Mario Marín nació en 1951, como uno de los once hijos de una familia que en los índices de la SEDESOL caería sin duda en la categoría de marginación extrema. No caen muy seguido las tormentas en Natívitas Cuautempan, en plena Mixteca Baja, en el centro sur del estado de Puebla, pero de ese pueblito –y a la manera del exgobernador Melquiades Morales--  salió a pie para ir a estudiar a Puebla; también estudió Leyes, y por supuesto en la UAP, pero ya en los años setenta. Lo apadrinó otro santón de la política priista, el actual presidente del Tribunal Superior de Justicia, Guillermo Pacheco Pulido, a principios de los ochenta, quien como Magistrado lo contrató de tinterillo en el Tribunal, y ya como presidente municipal, en 1987, se lo llevó como secretario particular. De ahí todo fue escalar desde las oficinas municipales a las estatales, siempre en Gobernación. Piña Olaya y Bartlett, los dos extranjeros, pelearon sus guerras contra los santones locales, y se apoyaron en políticos de segunda línea, que no dudaron en jugar los dados de los gobernadores. Como subsecretario primero, y como secretario después, Marín cumplió con el cometido de toda Secretaría de Gobernación de la era priista: amañar las elecciones y aplicar la fuerza donde la política lo requiriera. Con el encarcelamiento de campesinos contrarios a la perforación de pozos de agua potable para la ciudad de Puebla, en la región de los pueblos de Cholula, o en la represión de movimientos populares como el de la 28 de Octubre en 1995, por ejemplo, Marín se ganó a pulso su alineamiento con el gobernador Bartlett, y por supuesto la candidatura para la presidencia municipal en 1998. Jugó sus cartas como alcalde, no hubo freno en el uso de los recursos públicos para impulsar su imagen, y a pesar de la derrota del PRI en las elecciones municipales del 2001, arrebató a Melquiades el control de la estructura del partido en el estado, tendió sus puentes hacia las amistades y los recursos de personas como Kámel Nacif y brincó al carro madracista que lo llevó a la gubernatura en el 2004. Atrás quedaron sus lazos con Manuel Bartlett. Sus partidarios más cercanos llegaron a verlo como el Secretario de Gobernación de la restauración priista en el 2006, y por qué no, futuro presidente de la república. Marín, efigie, esculpió su propio culto. Y su propia caricatura.

2001: 15 de febrero, segundo informe de Marín como presidente. El culto a golpe de pala. La figura, en el pedestal de la imagen, no se fragmenta. En la era electrónica, el aparato ya no necesita de las masas. Mejor aún, el milagro de la comunicación: las masas ya no necesitan de los actos públicos. Quebrará el sistema, pero se sostendrán los líderes. En el auditorio de la Reforma, en el cerro de los Fuertes, hace justo un mes, Melquiades Morales acaparaba las miradas y los aplausos para confirmar que es el poder presente. Hoy es la fiesta de Mario Marín, y pocas veces la liturgia del Informe reproduce los viejos tiempos. Pero no todos: afuera, en la explanada, no hay masas ni porras ni pancartas. No hay acarreo. Y, a juzgar por el video, no es que el bolsillo que esculpe el monolito de la personalidad del futuro ronde la insolvencia o se rija por pruritos republicanos y austeros. ¿Qué ocurre? Si hoy el viejo sistema se reproduce a la perfección dentro del auditorio, ¿por qué no están las sufridas masas para cantar que sigo siendo el rey y aquí están los altavoces para confirmarlo? No, no hay masas ni porras en la explanada del Auditorio de la Reforma. Apenas entiendo, pero Mario Marín no acarreó colonos o ambulantes, no necesitó de combis o microbuseros para el oficio del Informe. Los jerarcas llegaron en suburbans. Una mayoría de burócratas, ceñida al empleo, llenó la galería y cumplió de corifeo en el rito antiguo de los hombres que se esculpen a sí mismos: orgulloso, solitario, militante, Marín se modela para el poder.

                Para la historia nuestra, la de este día marca el segundo año en la construcción de un culto a la personalidad. Hace un año, en el primer informe, Mario Marín dijo: “Es el principio, yo soy el hombre....”. Inició entonces, sin remilgos, ya no en las cenas con la cofradía, sino desde su cargo público, la carrera al trono de nuestro pequeño reino.  Mario se mira de nuevo en video. Lo mira Melquiades. Hace mucho que uno y otro se miran a si mismos, son su espejo, los separa un escritorio. Imagino su monólogo: “El hombre político siembra futuro para llegar al poder. Parte de abajo, caravanea, es su sombra la que mira desde arriba. Esculpe su personalidad en la grilla en corto, en el templete, en la imagen electrónica. En todo momento es ahijado y padrino, aplaudidor y, poco a poco, el aplaudido, el hombre que salió del escritorio oscuro para mirar desde tribuna con el rostro del que salva a las masas, el poseedor del futuro”.

                Escribo estas frases para el monologo moderno de un político cruzado en la estantería del sistema, alentado por los moribundos dinosaurios en el sueño de la Restauración. Dice el italiano Norberto Bobbio que la tarea del hombre de cultura es sembrar dudas, no recoger certezas. Y lo dice siempre ilusionado por entender la relación entre los intelectuales y el poder, pero con la sabiduría de un viejo que ha visto demasiadas equivocaciones como para creer en la salvación por los iluminados. De tantas certezas electrónicas, de tanta liturgia megalómana, este poder arcaico que domina Puebla, se deshace en dudas, se desmiente en proezas y se reproduce de nuevo a sí mismo. De Mario Marín guardo cuatro imágenes delirantes: En el video, lo miro paleando tierra a la manera de los grandes e infernales líderes europeos en los años treinta; Mario palea y los fotógrafos lo catapultan al futuro, el suyo es un espíritu que se piensa para las masas que lo admiran porque con él el mundo dejará de ser una desgracia. Y si besa niños y da banderazos de salida a corredores esforzados es porque él bendice y encausa destinos. En el salón de protocolos del Ayuntamiento se manda pintar en un mural como constructor de la ciudad, casco de por medio, arropado por sus arquitectos, embelesado en el plano de sus sueños. A la altura de las visiones del presidente municipal, el empresario José Abed levanta en su honor una estructura metálica de estación ferrocarrilera coronada por una bola dorada desastrosa, y que Marín bautiza como la torre del milenio.

                Una última imagen: terminado el video, se encierra en la entrega del viejo aparato al informante municipal: Mario Marín apenas parado tras la mesa pétrea de Melquiades Morales y Pacheco Pulido, es por un instante el futuro de la cúspide en ese monumento gris a la jerarquía mayor de la burocracia que ha gobernado Puebla desde hace sesenta años. Entre los santones de la política priista hay uno nuevo, todavía más santón, más joven, mestizo y fiero, para decirles a todos que él es el renacimiento.

                26 de marzo de 2006. Nueva marcha y nueva masa, un mes después, con todo lo que ha ocurrido desde entonces: un probable pacto de sobrevivencia entre Marín y el gobierno federal, con la creación de una fiscalía anti pederastia inaugurada por los funcionarios foxistas Medina Mora y Yunes; el gobernador en el clandestinaje –ni siquiera puede rendir homenaje a su santón Juárez--, intenta recomponer el amasiato con la prensa y los empresarios constructores del sexenio; la crispación del candidato Madrazo ante la desazón priista en Puebla; la oposición panista en el más burdo oportunismo regala senadurías a los aliados priistas de la maestra Elba Esther; las redes de Andrés Manuel crecen como piezas fundamentales en el movimiento antimarinista. 

                Mediodía en el zócalo. No son cuarenta mil pero sí rebasan los diez mil.  No hace frío, pero va a llover. Los gritos y las consignas son mucho más airados –hay uno extremo: “¡Maldito el cerro que te parió, Marín, come nopales!”. Es la personalidad partida, la injuria racista contra el déspota. No puede haber otro tono frente a tal indefensión pública. En la memoria las frases de dos hombres acostumbrados al delirio que los ha esculpido a imagen y semejanza: “Mi góber precioso…”, flota en los altoparlantes, y la multitud responde a carcajadas como aldabonazos que conspiran contra el extremo grotesco del poder. “Aquí te tengo una botella bellísima…”, cantonea Kámel por la espesura de los fresnos y los pensamientos de todos los marchistas. “Ya le di su coscorrón a esa vieja cabrona…”, confirma el gobernador a la masa ante los paredones de Catedral. La grabación ilegal no cuenta para la ley mexicana. El estado de derecho no cuenta para los mexicanos. Dos frases entre tantas en mi cabeza. Por un momento pienso que las voces de estos dos hombres –roncas, altivas, léperas en la altisonancia de los que todo lo pueden y ni por asomo se permiten pensar en que alguien lo ponga en duda-- las hemos amasado todos en nuestra incapacidad histórica para construir contrapesos democráticos, en nuestra debilidad para desatar los amarres de esa urdimbre criminal en la política: no hay una reforma electoral en el estado que garantice procesos electorales transparentes, partidos democráticos y legislaturas independientes del ejecutivo; las contralorías, las gubernamentales y la del Congreso, obedecen al gobernador; los medios de comunicación escritos y electrónicos sobreviven de las contrataciones del gobierno; y la procuración de justicia y los tribunales… tan sólo hay que escuchar las grabaciones.

                Pero la voz de Flor Coca lo corta, es sólida, compensa todos los interrogantes que ha hecho Alicia: “Esta marcha ha sido convocada por el Frente Cívico Poblano…”.

                Sí, la masa se organiza como última defensa ante la ausencia de Estado de Derecho. No ha podido ser de otra forma en la historia de Puebla.