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16 Mayo 2024, Puebla, México.

La invención de Borges / José Emilio  Pacheco en la revista Nexos

Cultura | Ensayo | 14.JUN.2023

La invención de Borges / José Emilio Pacheco en la revista Nexos

37.º aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges

Revista NexosPara recordar a José Emilio Pacheco ofrecemos este luminoso ensayo, que pertenece al libro Jorge Luis Borges publicado por Era, sobre uno de sus autores más cercanos, junto al que entendió que un escritor es, ante todo, un venerable lector.

Darío, Schwob, Lugones y la literatura palimpséstica

En los años finales del siglo XIX Buenos Aires fue la capital del modernismo hispanoamericano, el gran movimiento renovador que logró al fin la independencia literaria buscada desde los tiempos de Andrés Bello. La Nación, el diario de Bartolomé Mitre, difundió las admirables crónicas de José Martí. Cuando Martí dejó el periódico para entregarse a la lucha por la libertad de Cuba ocupó su lugar Rubén Darío.

Prosas profanas y Los raros son los dos libros capitales en la etapa argentina de Darío. Unos años antes, en 1893, había publicado en La Tribuna una serie de cuentos a los que tituló “Palimpsestos”, es decir, textos escritos sobre otros textos. (El altísimo precio de las tablillas y luego de los pergaminos obligaba a borrar la página original y a inscribir otra en el mismo espacio. De allí la definición de palimpsesto: “Manuscrito antiguo, generalmente de pergamino, que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente”.) Borges no había nacido en 1893 y no pudo conocer más tarde, en el momento de empezar su obra narrativa, los “Palimpsestos” de Darío, pues no fueron accesibles hasta 1950 gracias a los Cuentos completos, editados por Enrique Anderson Imbert y Ernesto Mejía Sánchez.

Darío coincidió con una tentativa semejante y mucho más lograda y radical: las Vidas imaginarias de Marcel Schwob (1896), que no inventan el tema sino la trama, el tejido en que todo se enlaza para formar un diseño nuevo. En 1985 Borges declaró que una de sus fuentes para la Historia universal de la infamia “fue este libro de Schwob”.

Cincuenta y dos años antes, en 1933, Borges había sido llamado para dirigir, con su amigo el poeta Ulyses Petit de Murat, la Revista Multicolor, suplemento del diario popular Crítica, periódico de masas con formato y tendencias tabloidales. Allí Borges tradujo dos de las Vidas imaginarias y publicó las narraciones que formaron en 1935 Historia universal de la infamia. El suplemento de Crítica fue el taller y el campo de experimentación de Borges. Hizo ensayos, cuentos, reseñas y comenzó su labor antifascista al traducir “Escenas de la crueldad nazi”, artículo escrito por Heinrich Mann en 1934, cuando Hitler acababa de llegar al poder.

Leopoldo Lugones era el gran amigo de Darío. En 1906 apareció Las fuerzas extrañas, colección de cuentos fantásticos que se basan lo mismo en la mitología que en la Biblia y los descubrimientos de la ciencia, y constituyen un innegable antecedente de Borges. Lunario sentimental significa la irrupción de la antipoesía dentro del modernismo y el más vasto arsenal de rimas y metáforas que existe en castellano. Odas seculares celebra a “la grande Argentina” en el año del centenario (1910) y es como un catálogo de todas sus riquezas. El ángel de la sombra, una novela corta inscrita en la última etapa de Lugones, no cuenta entre lo mejor que escribió, pero su interés consiste en mezclar en la ficción a personas reales con sus nombres propios, entre ellos el nombre del autor. Borges hará lo mismo en varios de sus más célebres cuentos.

Nació Lugones el mismo año en que llegaron al mundo Jorge Guillermo y Macedonio Fernández. Borges no podía rebelarse contra un padre que lo alentó en todo y lo sostuvo económicamente hasta los treinta y cinco años para que se dedicara a escribir. Los conflictos se transfirieron a la figura de Lugones. El joven ultraísta lo atacó y se burló de su fanatismo por la rima. Antes de que Lugones se suicidara en 1938, Borges afirmó arrepentido que toda la vanguardia argentina había salido del Lunario sentimental. En una nota necrológica lo juzgó “el mayor escritor del idioma”. Después “El Aleph” parodió las Odas seculares en los versos ridículos de Carlos Argentino Daneri. Con Betina Edelberg, Borges hizo todo un libro, Leopoldo Lugones, en 1955, año del derrocamiento de Perón. Condenó el estilo barroco en tanto producto de la vanidad, que es un pecado. Preparó en sus últimos años una Antología poética de Lugones, escribió poemas rimados como los suyos y versos populares semejantes a los que aquél publicó en sus años postreros. La admiración y el rechazo hacia Lugones coexistieron en Borges. Murió sin resolver la querella con este padre literario.

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Del pergamino al periódico

Al igual que el trabajo de los modernistas, la obra de Borges resulta inseparable del periodismo: la inmensa mayoría de sus cuentos y poemas aparecieron en los diarios. Sus ensayos son, en realidad y vistos con detenimiento, el grado más alto que pueden alcanzar la reseña y la nota literaria y establecen un nivel imposible de alcanzar.

Pasado el esplendor de la crónica en que se ensayó la literatura del cambio de siglo, entre 1915 y 1923 Alfonso Reyes mostró en los periódicos de su exilio madrileño las nuevas posibilidades del artículo como arte. Borges fue más allá: inventó un género en el que se confunden los límites: hay cuentos que parecen ensayos y ensayos como cuentos. Consideró la experiencia leída tan válida para hacer literatura como la experiencia vivida, y la realidad le pareció no menos fantástica que el relato más imaginativo. Cada una de sus notas es la crónica de un viaje por un libro, un río de imágenes o una selva de ideas; la novela de aventuras de una inteligencia privilegiada que se arriesga a vivir dentro de lo que otros escribieron. El lector es el héroe de los libros, la lectura, una obra de creación.

En vida Borges no permitió que se reimprimiera ninguno de sus trabajos en prosa anteriores al encuentro con Reyes y Henríquez Ureña. No le hubiera gustado saber que ahora disponemos de los Textos recobrados, Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos. Pero también tenemos la certeza de que sin ese dilatado aprendizaje, no siempre feliz, en que se cruzaron los elementos más contradictorios no hubiera surgido la que ahora vemos, sin desmedro de su juicio sobre Reyes, como la mejor prosa de la lengua española en el siglo XX.

Las orillas y el centro

Para Borges su obra de prosista empieza con Evaristo Carriego (1930) y Discusión (1932), donde ya están algunos de sus mejores ensayos: “La supersticiosa ética del lector”, “La postulación de la realidad”, “El arte narrativo y la magia”. Al reeditar Discusión en 1957 Borges suprimió “Nuestras imposibilidades”, que es lo que hoy llamaríamos una crítica de la vida cotidiana, y añadió “El escritor argentino y la tradición”, conferencia de 1953, publicada en 1955. En ella Borges expresa ideas afines a las de Reyes en A vuelta de correo (1932). Reyes dijo entonces: “Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos”.

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Borges añade veintiún años más tarde:

Nuestra tradición es toda la cultura occidental […] tenemos derecho a esta tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental […]. Nuestro patrimonio es el universo, ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos […]. Si nos abandonamos a ese sueño voluntario que se llama la creación artística, seremos argentinos y seremos, también, buenos o tolerables escritores.

Entre las colaboraciones en la Revista Multicolor tres de 1934 —“Dreamtigers”, “Los espejos velados”, “Las uñas”— aparecieron en la primera edición de Otras inquisiciones (1952) y se incorporaron a El hacedor en 1960, en un juego que refuta la sucesión temporal: Borges ya era Borges en su propio tiempo y espacio. En su cronología, como en la lectura, todos los tiempos eran el presente.

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