Cultura /Sociedad civil organizada | Crónica | 24.JUL.2023
Los rarámuri, resistir bailando / Emma Yanes Rizo
Déjame que te cuente
Sisoguichi es una comunidad rarámuri rodeada de bosque en la Sierra Tarahumara. Fue fundada por los jesuitas como misión en 1676. Tiene una hermosa iglesia de piedra construida por la orden en el siglo XVII y elevada a rango de Catedral por el Papa en 1958, año en que fue remodelada.
En los años noventa del siglo XX Sisoguichi se convirtió en sede del Vicariato Apostólico de la zona. En su interior, junto al altar, te recibe un cristo con los brazos abiertos, no hay ninguna imagen de Jesús crucificado. Es así como Nazareno recibe los cantos de la comunidad, les da la bienvenida a los feligreses.
Las bancas de madera son ligeras para que sea fácil moverlas y abrir el espacio para las danzas que los rarámuri ofrecen al Creador. Héctor Martínez es el padre de la comunidad y ofrece la misa en rarámuri, diez años le costó traducir el Evangelio a la lengua nativa. Y él mismo suele participar de las danzas, porque son una forma de agradecimiento a Dios y de resistencia contra la violencia y la adversidad. Recientemente luego del asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en junio del 2022, los sicarios rodearon la iglesia de la comunidad, echaron tiros al aire y entraron a la casa de los sacerdotes, el padre Héctor los enfrentó, pensó que venían por él, pero se retiraron sin más.
Al día siguiente los rarámuri respondieron a la agresión con sus danzas tradicionales en la iglesia y en la plaza, de día y de noche, sin parar. Los sicarios hasta ahora no los han vuelto a molestar.
Recientemente fue en esa comunidad el concurso de artesanías de la Sierra Tarahumara: lejos de disminuir la participación de las y los artesanos por la violencia, ésta se incrementó. Quizás fue una manera de decir aquí estamos y queremos la paz.
Vi con admiración el contenedor elaborado con piel con figuras geométricas que asemejan telarañas, las bancas que son en sí mismas la raíz de un tronco, el cesto de palma tejido con particular maestría, la ropa colorida finamente elaborada, las desgranadoras de maíz, los violines cuya música se acerca al cielo, un collar de chaquira que asemeja un abrazo colectivo, las máscaras de madera y de piel de víbora. En general no son muy afectos a las fotos y entrevistas a los ganadores y ganadoras rarámuris. Sólo están y dejan en cada pieza un mensaje de paz.
Las mujeres rarámuris de la alta y baja Tarahumara visten trajes coloridos para darle alegría a Dios.
No siempre fue así. Antes de la colonización usaban ropa de manta y ellas solían andar con el torso desnudo. La moral occidental impuso la ropa completa.
"La bella de la gruta", fotografía tomada en 1892 por el viajero Carl Lumholtz. La imagen forma parte de la exposición de las serie gráfica tomada por este investigador de origen noruegoque se presenta en el museo etnográfico en la comunidad de Creel, en Chihuahua.
En los siglos XIX y principios del XX en los internados de niñas, en particular en Sisoguchi se les cortaba el pelo a las infantas y su uniforme era un atuendo liso y frío. En los años treinta la historia cambió, más le valía a la Iglesia respetar y aprender de los rarámuris. Fue una religiosa quien en 1938 permitió el pelo largo de las muchachas y su peinado de trenzas e ideó un uniforme con telas coloridas y remate de holanes. Al llegar a su casa las mamás se sorprendieron con el cambio y empezaron a idear ellas mismas los sofisticados trajes cosidos a mano que hoy conocemos. Van y vienen las mujeres rarámuris por la Sierra sin detener su andar, son como los colores del arcoíris que estremece al cielo con su mensaje de paz.
Presentamos algunas imágenes de la obra artesanal que se presentó en el concurso estatal realizado en la comunidad de Sisoguichi en la Sierra Tarahumara.