noviembre 16, 2025, Puebla, México

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Xochitl Gálvez y el tsunami que no se ve venir / Sergio Mastretta

“Que no patee el pesebre”, afirma Xóchitl Gálvez a la mitad de su discurso pasadas las 7.30 de la noche del miércoles 2 de enero en la explanada de Romero Vargas. Y no se refiere a Alejandro Armenta por su nombre. Pero la suya es la primera frase que encuentro aguerrida en una candidata que debe impulsar el voto descontento organizado en Puebla en la elección del 2024.

“Que no patee el pesebre –repite–. Lo conocemos muy bien, vimos cómo manejaba los fondos en el senado. No se preocupen de esos malos priístas que ya se fueron, no se preocupen, ahí había cientos de años de prisión entre todos y a lo que se fueron fue a buscar impunidad porque brincaron, el candidato de Morena que no venga con la manga del muerto porque estuvo en el PRI, así que no patee el pesebre porque ahí estuvo muchos años y si él decidió irse es su problema, pero que no nos vengan a decir que porque se fueron al otro partido son unos santos.”

Y ese será el único momento en que Xóchitl dé una idea de lo que tendrá que hacer en todos los sitios en los que se presente en la campaña: hablar en el lenguaje local y patear duro si es que quiere impulsar una fuerza política que enfrente a las estructuras electorales dispuestas a operar por morena el 2 de julio. El resto de su participación la encuentro larga y sosa. Y me pregunto si eso les preocupa a los organizadores de sus mítines que le han dejado al final, perdido el clímax, una masa cansada tras hora y media de merolico animador, un rodeo y los discursos de Lalo Rivera, Mario Riestra y Marko Cortés.

1.- La explanada frente al edificio de la junta auxiliar Romero Vargas –para el vecindario también Pueblo Nuevo–, tiene poco más de 2 mil metros cuadrados, y alberga el único punto arbolado en todo el emparrillado de espacio público si no se cuenta el panteón municipal y tres escuelas. He llagado temprano y he tenido tiempo de recorrer sus calles y no me topo con un solo árbol plantado y feliz en ellas. A este sitio que bien representa a la desarbolada ciudad de Puebla han traído a Xóchitl Gálvez para lo que llaman cierre de precampaña de los candidatos Eduardo Rivera y Mario Riestra. Y  la esperan unas dos mil personas.

El cemento común denominador en la Romero Vargas.

 

La explanada está casi llena cuando llego a las 5.15 de la tarde, con el buen sol frío que nos acompaña estos días. Dispuesta en trechos planos escalonados, los organizadores han construido un templete al norte, en la calle López Rayón, sobre el que un grupo de baile folklórico entretiene al respetable. Para disgusto mío, las danzas están por terminar a las 5.30 y quedamos a expensas de un merolico que se hace llamar Lalo Ultra 92.5  y que para  nuestra desgracia, por lo menos la mía, será el animador del evento. Los organizadores le han dado la llave de control –el micrófono— a un locutor de radio con permiso de gritar sin medida con malos chistes hasta convertirse en protagonista principal de un evento político que debería estar en manos propias de un militante comunicador, que se ve no tienen en las filas panistas y priistas. Allá ellos. Mientras, y por los próximos treinta minutos que faltan para que lleguen al templete los tribunos, Lalo el muchacho tiene el propósito de “calentar a la gente” para lo cual ofrece sus dotes de imitador de Ana Gabriel, y quiere que la gente grite con él “poblanos a huevo”. Poblanos, grita y espera la respuesta del público, a huevo repite la pantomima y la gente que se hace remolona. Apenas logra que yo me intrigue sobre lo que pasa por la cabeza de los organizadores panistas-priistas-perredistas-peseístas. ¿La alianza no da para más que un merolico para sus mítines?

3.- Por la esquina de Anáhuac y López Rayón aparecen dirigentes y candidatos. Pelotera alrededor de Lalo Rivera, quien se hace selfis con quien se lo pide. Inútil la pretensión de preguntarle ahora sobre la naturaleza de la alianza que lo impulsa. Pero ahí está por entrar al callejón de las vallas metálicas el exgobernador Melquiades Morales, sobreviviente santón del priismo local y quien  cediera contra el marinismo cuadros y estructura a su entonces alfil y reconvertido panista Rafael Moreno Valle, y Humberto Aguilar Coronado, él mismo santón de la liga panista, refugiado en la ciudad de México en la era del déspota. Qué PRI es este, qué PAN es este que, a la vuelta del siglo y tras el fondo al que los llevaron en su momento los gobernadores Mario Marín Torres y Rafael Moreno Valle, ahora se ven acaramelados a la vera de un renacido con Morena partido de Estado.

Melquiades no entiende la pregunta. O no la escucha. La repito a gritos para borrar al merolico en la tribuna: ¿qué PRI es este del brazo del panismo?

“¿Qué PRI?”, al fin me dice. Y su rostro se ilumina a la sombra que ya gana terreno camino al templete.

“El PRI de siempre, renovado, porque el partido va a renacer…”

Y por el callejón se me pierde este santón de 82 años de edad con toda una vida llena de tribunas. Cualquiera que contemple el renacimiento del PRI con Morena pensará que este hombre me juega una broma.

“Un PAN fuerte, al servicio de la gente –dice muy ufano el diputado federal Humberto Aguilar Coronado, quien busca la reelección en este 2024–, un partido que respeta el Estado de derecho.”

“¿Y  qué me dices del PAN del 2018? –le pregunto–, ¿no hubo Estado de derecho en el 2018 cuando desde el gobierno agarraron las casillas electorales a balazos?

“Ese era el PAN de Moreno Valle”, me responde.

4.- A Xóchitl los organizadores la meten en un callejón de vallas, una media luna que recorta de lado a lado a la masa frente a la tribuna para que la gente pueda apretarle la mano. Un rodeo para alcanzar la tribuna. Un largo rodeo por el país si quiere alcanzar la presidencia de la república. Veo que se deja llevar: me pregunto por quiénes tienen el control de la cancha en la que juega una candidata a la hora de enfrentar a las masas. Esta noche comprendo que no es ella la que dispone las reglas: el sitio, la hora, la escenografía, el ritmo, el tono, el tiempo justo para encender, mitin tras mitin, el tsunami que se necesita para ganar la elección el 2 de julio.

Por lo pronto el callejón se estrecha y ella se toma selfis y aprieta manos como cualquier candidato que se preste y veo que acepta la casaca que le han puesto los profesionales de la política. Yo estoy a un lado de la valla en la que han emplazado a la prensa. Pero fuera de los flashazos de los fotógrafos no distingo otro reportero a la vista. La candidata ofrece su mano a quien la reciba. Cuando pasa a mi lado encuentra la mía. La suya es cálida en la noche fría.

5.- ¿En qué punto se desaprovecha el clímax de un mitin político? ¿Quién  lo identifica? ¿Y cuál debe ser el uso que para los propósitos estratégicos de una campaña se le dé a ese momento determinante?

Ya pasan de las 6 y media y el locutor lleva una hora de gritos animadores. Son cuatro discursos los que de seguro le endilgarán a los asistentes (Mario Riestra, Lalo Rivera, Marko Cortés y la propia Xóchitl), así que por delante nos esperan treinta o cuarenta minutos más antes de escuchar a la candidata.

 Liliana Ortiz entiende que este es un asunto de partido político el que le tiene aquí con su marido, así que le quita por un momento el protagonismo al animador al gritar la consigna “acción nacional, acción nacional”, que el público retoma a coro como para recordar que no asisten a un festival de radio. Ella recorre la tarima de la mano de su marido y ya el público corea “Lalo gobernador, Lalo gobernador”. De camisa blanca, el candidato no parece tener frío. Por lo banderines que asoman sobre las cabezas de la masa confirma que la mayoría de los asistentes se asumen panistas.

Ya han presentado a las figuras en el templete, el presidente nacional del PAN Marko Cortés y el candidato Riestra a la alcaldía, entre ellos. Cuando aparece por fin Xóchitl el animador ha recuperado su solo de micrófono y está decidido a que la masa realice la ola, y poco importa que la candidata esté subiendo al templete –lo que se adivina por los flashazos que la persiguen al fondo–, él termina la ronda ida y vuelta de la ola.

Xóchitl al fin aparece ante la masa. El merolico presentador la abraza y grita:

“¡Soy muy afortunado, abracé a Xóchitl, todavía traigo sus perfume, soy la envidia de todo Puebla!”

“Aquí estoy y ya saben cómo soy –dice sin mayor pena–, y si no para qué me invitan.”

Los organizadores han perdido el clímax.

6.- Lalo Rivera se dirige a la masa. “Veo en sus ojos un gran ánimo”, le dice. Supongo que es un buen recurso de oratoria. Pronto da idea de la médula de su discurso: cambio por un mejor rumbo. Pone de ejemplo la ciudad que encontró en el 2021, la que ganó por 21 puntos de diferencia contra Morena: rescató las estancias infantiles, capacitó a 600 policías –“y no habrá más de aquello de abrazos y no balazos”– y ha ganado el primer lugar en mejora regulatoria y con el programa de microcréditos. “No me dio un solo quinto el gobierno estatal ni el federal”, afirma. Y anuncia que ha hecho el compromiso con Xóchitl de obtener el doble de recursos para la ciudad. “¡Un chingo de recursos!”, grita. Termina con la metáfora del camino y el vencimiento de los obstáculos: “Quitaremos las piedras y los troncos para que entre la democracia en Puebla”.

“En el 2024 no se repetirá lo ocurrido en la elección del 2021 –me ha dicho hace una hora en el callejón de la entrada el diputado Aguilar Coronado–, cuando el gobernador Barbosa no metió las manos en la elección municipal. Ese no será el caso este año.”

7.- Supongo que es Marko Cortés el que no entiende de clímax y ritmos en un mitin político. Pero es el presidente del partido. Arranca trepado en la ola festiva que le dejó Rivera. Por lo pronto es un hecho que el suyo es el tercero de los discursos, y que se llevará con él más de diez minutos que con voz hinchada resaltará el desastre que deja el gobierno de AMLO. Asumo también que es desde su oficina donde debe operar un cuarto de guerra para impulsar la figura de su candidata. Ni por asomo una idea de carácter organizativo para la masa. Si la mayoría de los asistentes son panistas he de pensar en que para el operativo funcionaron las estructuras del partido. si algo me queda claro es que los asistentes al mitin ya se saben la película. ¿Para qué más los han convocado? . Entiendo así que por su cabeza no pasa una pregunta simple: ¿en qué beneficia a su candidata este mitin de cierre de precampaña? ¿Vale algo aquello de que la nombraron  la coordinadora de acción del voto o lo que haya sido con esta mecánica de saltar la ley electoral por los partidos en México? ¿Alguna manifestación de que se toman en serio lo que denuncian como una próxima elección de Estado? No escucho de su parte un llamado a la organización electoral.

8.- La pregunta vale también para la candidata Xóchitl Gálvez. ¿Con qué propósito asiste a un mitin de cierre de precampaña en Puebla si no es para dar un paso en la construcción de un tsunami que vuelque los resultados del 2 de julio a su favor?

Le gana el frío. Se ha puesto una chaqueta blanca sobre el bluzón aterciopelado. Más allá de las 7 de la noche le dejan al fin el micrófono. La mayor parte de la gente está aquí desde las cinco de la tarde. Ya tiene rato que se acabaron los tacos de canasta que se repartieron por aquí y por allá en la explanada. Xóchitl acude también a un buen recurso de oratoria: nos cuenta la historia de Elsa, una mujer que se levanta a las 4 de la mañana todos los días para su trabajo como recicladora de residuos; ha logrado que uno de sus hijos obtenga el título de ingeniero. Xóchitl pide a Elsa que levante la mano para que la masa la reconozca. Gritos de júbilo. Y en ese momento acude a un recurso que no es retórico: “¿Por qué quiero ser presidenta de México?”, pregunta. Lo responde con una frase: “Para que la gente pobre salga de la pobreza y la clase media tenga el apoyo que necesita.” Tal es el ejemplo de Elsa.

Por un momento pienso que ha dado en el clavo y que ahora se centrará en las tareas que su fuerza política tiene que realizar calle  por calle, barrio por barrio a todo lo ancho de la república como único camino posible para disputar la elección del dos de julio. Acción política visualizada por la candidata. Pero no es eso lo que sigue. Lo que escucho es lo que repite muy bien en una entrevista radiofónica pero que aquí suena largo y soso: la  reseña de su programa de gobierno, que todo lo que está bien siga, que lo que está mal se quite y lo que se pueda mejorar se mejore. Pero eso no se resume en cinco minutos, la cuenta le lleva poco a poco a perder el ritmo de la asamblea. Muy lejos ha quedado el clímax. Me dirijo al fondo de la explanada. El claro abierto entre el edificio de la junta auxiliar y la masa abajo es amplio. Ocurre lo de siempre en estos mítines: un hilo aquí, un hilo allá, la gente abandona la plaza por la calle Anáhuac rumbo al arbolado panteón de Pueblo Nuevo y el baldío en el que esperan los camiones y autos en los que han llegado.

9.- “Puebla estaba mejor con el PRI y con el PAN”, dice la candidata. Su voz se pierde en la noche fría. Yo también tomo el rumbo de la salida. No veo que así se vaya a provocar el tsunami organizado que Xóchitl necesita.