Justicia /Sociedad civil organizada | Reportaje | 2.DIC.2024
Violencia vicaria, una pesadilla real. El caso de Cristina / Samantha Páez
La expareja de Cristina decidió no regresar a una de sus hijas tras las vacaciones de verano, tras días de desvelo y llanto la niña regresó con ella, pero ahora teme por su seguridad
La pesadilla de Cristina Tovar empezó el 20 de agosto de 2024: ese día su expareja Andrés Felipe decidió no regresar a su hija más grande después del periodo vacacional de verano. Esta pesadilla llamada violencia vicaria fue el último episodio de una serie de maltratos que Cristina vivió durante 13 años de matrimonio y que le han llevado a temer por su vida.
Cristina no es la única que vive esta situación, organizaciones civiles han acompañado al menos 30 casos cada año, pero la Fiscalía de Puebla ha abierto 20 carpetas de investigación en más de dos años y el Tribunal Superior de Justicia no ha condenado a ninguna persona por ese tipo de violencia.
Todo empezó un mes antes, el 20 de julio, cuando Cristina entregó a sus dos hijas, Alma, de 12 años, y Eloísa, de cinco, a su exesposo para que pasaran un mes con él. Los primeros días fueron a Veracruz, donde él reside, después se trasladaron a Querétaro, donde viven los abuelos paternos. Allí fue cuando empezó a notar cosas extrañas: se le limitaba el contacto telefónico con sus hijas y durante tres días no pudo hablar con ellas.
Cristina pidió a Andrés Felipe que devolviera a las niñas el 18 de agosto, esto para hacerles varios exámenes médicos y afinar los detalles de su regreso a clases. Ese día no las llevó, fue hasta el 20 de agosto que devolvió sólo a Eloísa y le informó que Alma se quedaría con él, así, sin previo aviso y mediación del juzgado familiar.
— Yo me desestabilicé fuerte emocionalmente, la verdad sí empecé, vaya como cualquier mamá alterada, con crisis. Le dije que le iba romper los vidrios de su carro, fue terrible, llamé al 911, me le subí al carro de él y le dije: no me abajo hasta que no me entregue a la niña.
Pero Alma estaba a unos 330 kilómetros de la ciudad de Puebla, estaba en casa de sus abuelos paternos en Querétaro, Querétaro. Cuando Cristina supo esto, tomó la maleta de su hija menor y solo con la ropa que llevaba puesta, manejó hasta la ciudad donde la familia de su padre la tenía retenida.
Llegó a la una de la mañana y poco más tarde se presentó ante la Fiscalía General del Estado de Querétaro para denunciar la sustracción de su hija de 12 años. La auxiliar de la unidad 4 la revictimizó, también tomó mal su declaración y Cristina la tuvo que corregir al menos cinco veces, al quejarse con sus superiores le pidieron que diera su declaración en otro lugar.
Se solicitó su versión de los hechos a la Fiscalía queretana, sin que hasta el momento haya respuesta.
Después acudió al Juzgado Familiar a solicitar la restitución de su hija, toda vez que Cristina tenía la guardia y custodia de las niñas. Con el personal judicial acudieron al domicilio y la empresa de los padres de su expareja, sin éxito.
— Yo no dormía, te lo juro. Yo no dormía, ni comía, el jueves, el viernes, el sábado. Yo no sabía qué era eso.
Fue en esos momentos, después de días sin comunicación, que recibió un mensaje del teléfono de su hija diciendo que estaba bien. Cristina no reconoció la forma de expresarse de su hija, piensa que fue su exsuegra, Luz Gloria, quien redactó el texto.
Una larga travesía
Gracias a su red de apoyo y a la presión que ejerció en redes sociales, Cristina pudo comunicarse vía telefónica con Alma la noche del domingo 25 de agosto. Su hija hablaba con miedo, haciendo grandes pausas, quizás para escuchar y seguir instrucciones de alguien más. Supo que tenía que actuar en ese momento, antes de que Alma tuviera más daño psicológico.
Cristina llamó entonces al 911 y acudió de nueva cuenta al domicilio de los padres de Andrés Felipe. Llegaron dos patrullas, ella les mostró todos los documentos sobre la guardia y custodia de su hija, las denuncias que había interpuesto por sustracción y hasta la solicitud de Alerta Amber que realizó. Después de una hora en que los oficiales estuvieron hablando con el exsuegro de Cristina, Juan Manuel, éste reconoció que Alma estaba allí. En ese momento, los agentes les dijeron que la situación era grave y que deberían trasladarse a la Fiscalía, de lo contrario regresarían con una orden de cateo. Accedieron y finalmente Cristina vio, por breves instantes a su hija, casi no la reconoció: tenía el pelo corto, ojeras, la piel más que pálida: entre amarilla y verde.
Los sustractores de Alma, padre, abuela paterna y abuelo paterno, llevaron a la niña a la Fiscalía y allí Cristina se la pudo acercar, vio su mirada perdida y temió que la hubieran medicado. A las dos de la mañana pudo hablar con la fiscal en turno, le tomaron su declaración y también a Andrés Felipe, quien le pide a la niña que diga cómo es que su mamá la maltrata. La madre solicitó hablar a solas con la niña y en presencia de la fiscal.
— Me siento enfrente de mi princesa y la digo: hermosa, mírame a los ojos que tú sabes que a mamá le gusta ver a los ojos cuando habla. Ella me mira con los ojos aguados por la mirada triste y le dije: preciosa, dile a la fiscal ¿es verdad que yo a ti te golpeo?, ¿es verdad que yo te violento? La niña se queda callada, luego contesta: es que mi papá me dijo que dijera eso.
Cistina después supo que su exesposo y la familia de éste habían inscrito a Alma en una escuela en Querétaro con papeles falsos, ya que los originales los tenía ella en Puebla. Además, Andrés Felipe tramitó una audiencia con el Juzgado de lo Familiar en Cholula el 29 de agosto para solicitar la guardia y custodia de Alma, sin avisarle a su madre, aunque finalmente no se presentó y Cristina conserva la guardia y custodia.
Alma pudo regresar con su madre y hermana el 26 de agosto, sin embargo los sustractores, el exesposo de Cristina y sus exsuegros, siguen libres pese a que fueron sorprendidos en flagrancia del delito. De acuerdo con Cristina están pendientes varias carpetas de investigación, una por sustracción de menores, otra por abandono de persona y violencia familiar contra su expareja, además de una por acoso sexual en contra del abuelo, ya que tanto a ella como a sus hijas les tocó el trasero sin si consentimiento.
Continuo de violencia
Cristina conoció a Andrés Felipe hace 14 años en Colombia, fueron novios durante tres años y en 2011 viajó a México para estar con él; un año después estaban casados. La relación duró 13 años, pero la violencia psicológica, patrimonial, económica y física se prolongaron aún más.
— Ese señor ha ejercido violencia contra mí desde que me separé, psicológica, económica, patrimonial, vicaria. Le habla mal a las niñas [de mí[, le hace daño a las niñas para hacerme más daño a mí.
En 2021, con el trámite de divorcio en curso, lo denunció porque le puso un cuchillo de cocina en el pecho y le lastimó el brazo. Aunque la violencia familiar, según el Código Penal del Estado de Puebla, se persigue de oficio y conllevaría la pérdida de la patria potestad, esta y las otras carpetas de investigación no tienen avances.
— Por eso temo por mi vida, porque sé quién es, sé sus precedentes, quién es su familia […] yo los hago responsables ellos al cien por ciento si algo me pasa, ellos son los directos responsables si algo me pasa a mí en mi integridad física, moral y psicológica y a mis dos niñas.
En Puebla la violencia vicaria, entendida como todo acto u omisión intencional con el objeto de causar daño a través del maltrato, descuido y/o manipulación de hijas e hijos, fue incluida en la Ley de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia en agosto de 2022.
A más de dos años de que se legislara la violencia vicaria, pocos son los casos que llegan a sancionarse. Información entregada vía transparencia por la Fiscalía General del estado de Puebla indica que de agosto de 2022 a octubre de 2024 se abrieron 20 carpetas de investigación por este tipo de violencia, de las cuales se judicializaron 12.
Sin embargo, el Tribunal Superior de Justicia de Puebla dijo que de agosto de 2022 a octubre de 2024 ninguna persona ha recibido una sentencia condenatoria por violencia vicaria, aunque sí han dictado cuatro medidas cautelares: tres se tratan de prisión preventiva y una presentación periódica ante el juzgado.
De acuerdo con Gabriela Rosas Salas, del Colectivo mujeres por el derecho al cuidado y una vida libre de violencia, el bajo acceso a la justicia por violencia vicaria se debería a que no existe una adecuada sensibilización por parte de las autoridades para entender el problema a profundidad.
— [Existe] la confusión de que la violencia vicaria sólo aplica cuando hay un tema de sustracción o retención, lo cual no es verdad, pueden estar las niñas y los niños con la mamá y aun así ser víctimas de violencia, porque son utilizados como un instrumento para controlar a la mamá. Entonces la retención y la sustracción son una de las modalidades de la violencia.
Rosas Salas explicó que la violencia vicaria ocurre desde que padre, madre o familiares manipulan a las hijas e hijos para desgastar el vínculo, mermando la confianza o hasta amenazando de forma directa a las infancias. Es por ello que desde el Colectivo están pugnando para que se reconozcan todas estas violencias sutiles, porque muchas veces cuando viene la sustracción ya es muy tarde.
Es por ello que la activista expuso de la importancia de visibilizar el fenómeno de la violencia vicaria y de cómo está no es sólo ejercida por padres, sino también por otros familiares. Según datos de la Fiscalía poblana de agosto de 2022 a octubre de 2024, hubo 19 mujeres agraviadas por violencia vicaria y cinco hombres.
Algunos de los consejos que Gabriela Rosas tiene para las mujeres o familiares que sean objeto de violencia vicaria son:
- Acercarse a alguno de los colectivos que abordan el tema antes de denunciar, para así tener más elementos ante las autoridades.
- Buscar no sólo asesoría jurídica, sino también psicológica para dar el acompañamiento a la denuncia y que la madre vaya más fortalecida.
- Terapia psicológica de la madre y las infancias para detectar todas las violencias de las que pueden ser objeto, entenderlas y sanarlas.
En el caso de Alma, la hija mayor de Cristina, hubo una depresión fuerte al momento de la sustracción, que decidió cortarse el cabello.
— Me dice: mamá, yo vi cómo estabas tú, yo te sentí cómo estabas tú y yo me puse muy mal, me dio mucha depresión, yo quería verte, no me permitieron hablar contigo, no me dejaban responder los mensajes, no me no me permitían ponerme en contacto contigo, yo me puse muy mal […] tomé las tijeras que están en el baño mi abuela y me corté el pelo, dijo Cristina que le confesó su hija.
Cristina le hizo un examen toxicológico a su hija para descartar que la hayan medicado durante ese periodo; también ha podido aclarar algunas de las cosas conversando con su hija, por ejemplo, que su padre le advirtió que no la regresaría con su madre porque el proceso ante el juzgado se tardaba mucho y eso confirma que todo fue premeditado.
Aunque este episodio amargo ya terminó para Cristina y sus hijas, aún queda en manos de las autoridades que se haga justicia.