Las cenizas del hueso del deseo / Un poema de Martín Barrios
El cadalso me estaba meciendo
Cuando el limbo del recuerdo
Llegó en la cuerda
De lo que quiero y no tengo
Se acabó el tiempo
El sinfín justifica los miedos
En el estrépito del silencio
El magma de siete agujeros
La mano de mi cráneo decapitado
En lo alto del promontorio enterrado
Tarareó la canción de cuna del ahorcado
-Nada empieza, nada está acabado-
El cósmico polvo de mis huesos
Residuos que encuentro y pierdo
Nebulosa cabellera de exhumados restos
Obsidiana del cometa negro
El siniestro sigue hablando
Estrella de pelo largo
El vértigo te está escuchando
Heautontimorumenos y ene de palo
He comido el pan de mis cenizas
En la lluvia de los trece cielos
Me incineré navegando en los lustrales mares
Oración y devoción de mis funerales
En la nube volcánica
De jade y esmeralda
Tiniebla mágica
Nada cabe, nada falta
En la muerte previa a la vida
Piélago y flagelo
De la animadversión corroída
Mausoleo de la osamenta demolida
Trasgrede, involuntariamente adrede
El laberinto de la ruta sin camino
Salsipuedes del presagio y destino
Zigzagueante eterno atajo breve
Las huellas de la muerte
Cabalgaron el río del agua preciosa
Arión y su herradura de la suerte
Estamparon el mapa de mi vía dolorosa
En la vasija del enterramiento
Obituario, tiza y plegaria
Herética tumba del sufrimiento
Encrucijada lapidaria
La estrella apareció
En el horizonte de mi piedemonte
Perpetua luz que oscureció
El llamado de Cerbero y el óbolo de Caronte
En el polvo y palabra de mi cinerario
Onírico paisaje del hueso y deseo
Oscura avenida de mi imaginario
En el eterno monólogo de Morfeo
En la convección de mi quimera
Canícula, cábala y cabañuela
Tormenta de la sal de mi tierra
Échate el trompo a la uña y vuela
El que devora la carne
Sentenció, es temprano pero ya es tarde
Adivinanza de lo indescifrable
Atalaya del olímpico paisaje de Marte
Estigia y torrente derribaron el dique
Sin eco de la plegaria de la esfinge
Doblaron las campanas, se vinieron a pique
Bemol y sostenido de la siringe
En los mistéricos abisales
Trinó un austral alfabeto
Silbido, viento y silencio
Mensaje del advenimiento
En la sonaja del desollamiento
Triza de la piel del tiempo
Salmo espiritual del esqueleto
Holometábola y renacimiento
En mi órbita el maíz volaba
Dentro de la niebla hechizada
Travesía de la palabra flechada
Pedernal de la noche estrellada
El corazón de la montaña
Una trompeta oceánica bañaba
La visión que no observaba nada
Dentro del inframundo que transitaba
Todas las moléculas de la fúrcula
En la corteza de la horquilla
Palabras de Sirio, el que brilla
No acaba ni termina, sécula tras sécula
Subía y bajaba
En lo alto de la bóveda estrellada
Mecía y oscilaba
La palabra conjurada.
Martín Barrios. Enero 2025.