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31 Marzo 2025, Puebla, México.

¡Qué te cuento! Picasso, el erotismo de La Celestine / Malusa Gómez

Cultura | Reseña | 21.MAR.2025

¡Qué te cuento! Picasso, el erotismo de La Celestine / Malusa Gómez

(Este texto de Malusa Gómez fue publicado originalmente en la revista entremás.mx)

 

Lo vi desde lejos, sentado en la fuente de afuera del Museo Barroco, con su camiseta a rayas azules tan típica de él. La mirada perdida en el horizonte. Estaba como sin estar.

Me le acerqué temerosa. Con un hilo de voz le dije: ¿Pablo? Levantó la mirada, extrañado. Entonces continué un poco más valiente y dije Pi… ¿Picasso? Movió la cabeza en señal de sí. “Estoy esperando a Fernando de Rojas. Quedamos de vernos aquí, pero no sé si me equivoqué de día, de mes o de siglo”, me dijo.

No daba crédito de lo que estaba yo escuchando, no pude más que hacer la pregunta obvia, ¿el de la Celestina? Con cara de aburrimiento y enojo ante la obviedad de mi pregunta respondió fastidiado: ¡Pues claro!

¿De qué lo conoces? Si no son de la misma época, pregunté.

Me miró fijamente y me dijo: “pues como tú y yo, tampoco coincidimos mucho en las fechas ¿o sí? Lo conozco y punto.”

“Tú ¿de qué nos conoces? De leernos, de ver nuestra obra, de vivir a través de nosotros tu propia vida.” Tenía toda la razón, si yo los sentía cercanos, parte de mi vida, ¿por qué él no podría sentir lo mismo por Fernando de Rojas?

Me senté a su lado sin haber sido invitada. No volvimos a decir una sola palabra. De vez en vez nuestras miradas se encontraban. Yo repasaba en mi memoria, intentando encontrar el punto en común de los dos artistas.

Fernando de Rojas, toledano, nació en 1475. Picasso, malagueño, en 1881. Dos mundos, dos épocas, dos talentos. Uno con la pluma y las palabras; el otro con el pincel y los colores. Uno de la Época de Oro de la literatura española; el otro creador del Cubismo. Uno siglo XV, el otro siglo XX. Y aun así eran capaces de convivir, de complementarse. Me detuve a pensar qué más decirle, cómo hacerle más amena la espera y no quedar como una tonta, y fue entonces cuando una voz fuerte y clara me sacó de mis pensamientos.

¡Hola! me dijo. Yo reaccioné lenta y confundida. Perdona no te había visto.  Señalando hacia un lugar vacío le dije: mira, te presento a Picasso. Mi amiga se me quedó viendo sin entender nada. Con una carcajada super burlona me dijo, ¡Cómo eres ridícula, vamos a ver la exposición y déjate de fantasías! Me quedó claro que no tenía ningún sentido explicarle que no estaba loca, ni fantaseando, que había hablado con él y que estábamos esperando a Fernando de Rojas y es que, según yo, de eso se trata el arte, de fantasear, de que las obras nos transporten en tiempo y en espacio, que nos hagan soñar e imaginar.

“Picasso: el erotismo de la Celestina” es el título de la exposición. ¡Apúrense, vayan a verla que se va de Puebla el 30 de marzo! Fernando de Rojas y Pablo Picasso no se juntan todos los días.

La Celestina, tragicomedia de Calixto y Melibea, nombre completo del libro, es la historia de una alcahueta que como se imaginarán -o saben- se llamaba Celestina, una mujer que por medio de muchas artimañas organizaba encuentros, lograba amores imposibles, amarres, era la personificación de la lujuria.

Fue un libro escandaloso, rompía con las buenas costumbres del siglo XVI. Aunque Fernando de Rojas decía que su libro era moralista, una reflexión de nuestros actos, una crítica social, un análisis de la complejidad humana que no buscaba escandalizar.

Por su parte, Pablo Picasso realizó una serie de grabados que, si bien no pretendían ilustrar la obra de Rojas, ayudan a hacernos una idea del personaje. Nos da su propia visión, su propia Celestina. La que él imaginó y que más de una vez fue protagonista de su obra. Una mujer obscura, nada agraciada, que infundía más miedo que respeto. Truculenta, tramposa, siempre moviéndose por las sombras.  Ese mundo de intrigas, lujuria, trampas y manipulación es plasmado de forma asombrosa en los grabados de Picasso. Hay que verlos uno por uno. Fijarnos en los detalles, en cada trazo, en la composición, los desnudos, el erotismo. Nada en esos grabados está ahí por casualidad.

La exposición se recorre con mucha facilidad, aunque los grabados no cuentan una historia con su cronología, cada lámina nos hace pensar en algo relacionado con la famosa casamentera y sus peripecias. (Malusa Gómez)