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9 Abril 2025, Puebla, México.

 Cuando el destino nos alcance / Juan Carlos Canales

Cultura | Opinión | 6.ABR.2025

Cuando el destino nos alcance / Juan Carlos Canales

Diario de trabajo, 6 de abril

Es un lugar común, pero no por ello menos cierto : hemos destruido el mundo; hemos destruido nuestra casa. Palabras más, palabras menos, alguna vez - y seguramente lo fue en “El espectador”, - Ortega y Gasset sugirió que nada es más peligroso para el género humano que la confianza en sí mismo; herederos de las Luces - si es que no debemos remontarnos a Grecia- creímos que la razón nos llevaría a estados cada vez mejores en materia de desarrollo económico, desarrollo científico y progreso moral. Pero no ha sido así. No solo no hemos acabado con la pobreza; cada día crece más y más y adquiere formas más siniestras. Aunque el desarrollo científico es impresionante, no se traduce en una mejora sustancial para la salud de millones de seres humanos. ¿Y moralmente? Solo el siglo XX pudo registrar las peores formas de violencia y destrucción humana que toda la historia de la humanidad, y no pocas veces avaladas y empujadas por el mito del progreso y la ciencia.
Existen varias líneas de pensamiento que señalan ese vínculo inexorable entre razón y destrucción planetaria; acordemos llamarla  razón instrumental o ANTROPOCENO. Sin embargo, fue Freud el que con mayor contundencia y precisión señaló el más allá del principio del placer y que, junto a este, existe uná pulsión de muerte, a veces mayor que ese; así lo dejó ver, también, en la correspondencia con Einstein. Una de las funciones de la cultura no es solo poner un límite al mundo sexual de los hombres, sino, también poner un coto a dicha pulsión mortífera a través del “súperyo”que, paradójicamente, regresa al hombre como pulsión de muerte. De ahí, la paradoja de la cultura y su permanente malestar. Lo que quiero subrayar, de entrada, es que en la medida que tengamos sociedades cada vez más superyoizadas, la violencia, también, será mayor.
El comentario viene a cuenta porque hoy en la tarde pude ver el documental “Invisible Demons”, de Rahul Jain, sobre la contaminación en Delhi. Una situación de la que no estamos lejos en  MÉXICO y a la que hasta ahora no habíamos puesto  la suficiente atención, y de modo timorato, por ejemplo , con el reciente reconocimiento, por parte del gobierno federal,  del daño ecológico que significó la construcción del Tren Maya. Siguen pendientes de una verdadera evaluación de daños los casos de Dos bocas y otras obras emblemáticas del lopezobradorismo. 
Pero no vayamos lejos, Puebla- ciudad y estado- enfrenta, desde hace mucho,  graves problemas de contaminación. Pienso, solamente , en la desaparición de zonas boscosas de la entidad, en la situación del Río Atoyac o en la vertiginosa cementización de la ciudad y la ausencia de áreas verdes dentro del perímetro urbano. Desconozco cuál sea el verdadero significado de “bioética” como uno de los pilares del proyecto político del gobernador Alejandro Armenta. Pero temo que no sea otra cosa que un lance puramente retórico. Nadie, sin embargo, puso en duda la construcción de CU2 en función de los riesgos que implicaba seguir  extendiendo la mancha urbana; tampoco se ha cuestionado con la suficiente fuerza y claridad la concepción que tiene de la ciudad el actual presidente Municipal y bien resume en su slogan de gobierno: la ciudad imparable. 
No sobra comentar que, desde hace mucho, vengo advirtiendo de las consecuencias que tiene para la Angelópolis su crecimiento desordenado resultado,  casi siempre, de la corrupción. Durante el primer gobierno de Eduardo Rivera, hice pública una carta dirigida a él en la que señalaba el vertiginoso aumento de ruido en la ciudad y las implicaciones neurológicas, psicológicas, sociales y políticas que traía consigo. Obvio, nunca recibí respuesta.
Los problemas de contaminación a nivel mundial- además de la contaminación por gases, como son la auditiva y visual- es compleja y en ningún caso su solución o simple disminución puede ser unilateral. Hay que añadir una variable más que depende del lugar que un país ocupe dentro del desarrollo capitalista para definir  su lugar en la crisis ecológica mundial. No podemos pasar por alto lo que podría significar para millones de seres humanos ralentizar, de la noche a la mañana, la producción de bienes a nivel mundial, una utopía imposible de sostener, como pretendió el filoso S. Zizek  alrededor de  la pandemia de COVID. Pero algo tenemos que hacer, desde el espacio local, o desde nuestra condición de ciudadanos, antes que el destino nos alcance. J. Canales