
Sociedad | Crónica | 9.MAY.2025
El perico escapó... / Berenice Mastretta

¿Por qué en este mundo nuestro nos cuesta tanto trabajo hablar? ¿Por qué es más fácil sentir que salimos de una jaula que en realidad es un hogar a puerta abierta?
Mi amiga tenía un perico. Quizá el problema es ese verbo de tener porque en el fondo no era suyo. No le faltaba nada. Tenía un espacio soñado para cualquier ave de su tipo, un techo para abrigarse de los cambiantes tiempos de la Ciudad de México, la mejor comida que cualquier alado pudiera imaginar, abrigo para las noches de frío y calor en sus mañanas, pero sobre todo mucho amor puesto en esas plumas que cubrían sus alas. Aún así decidió irse. El perico nunca tuvo la ventana cerrada, no podría sentir que estaba encerrado porque tenía esa libertad y ahí permaneció un tiempo en el que parecía feliz. Lo tenía todo, pero aún así se fue. Quizá todo le era demasiado y prefería la incertidumbre del porvenir, la aventura que no da calma sino adrenalina. Por alguna razón decidió que la falta de certeza le era más atractiva que el calor de un hogar.
Yo también tenía un perico. El problema es otra vez ese verbo porque nunca fue mío. El error fue pensar que me podía pertenecer porque en realidad nadie nos pertenece nunca. Un día simplemente se fue sin decir adiós, sin decir qué le faltaba o qué le sobraba en ese mundo que creamos juntos. ¿Será que ese mundo sólo vivía en mi imaginación y nunca existió? Me dejó en medio de un mar de dudas porque, a diferencia del de mi amiga, sí podía comunicarse y aún así eligió no hacerlo.
¿Por qué en este mundo nuestro nos cuesta tanto trabajo hablar? ¿Por qué es más fácil sentir que salimos de una jaula que en realidad es un hogar a puerta abierta?
En las relaciones actuales nos es más fácil dar una fuerte dosis de un supuesto amor, lo que ahora se conoce como love bombing, que en realidad nunca fue nada. Nos es fácil regalar “te quieros” con la facilidad que decimos “hola” y de pronto cuando algo ya no nos va, cuando esa dopamina ya nos dio la dosis que necesitábamos para seguir con la balacera que es esta vida nos vamos sin decir una palabra más. Ese silencio ahora lo conocemos como ghosting y nos vemos inmersos entre las plumas que quedaron volando a nuestro alrededor como dudas que se clavan profundamente.
Quién sabe, tal vez esos pericos serán más felices en ese lugar al que volaron porque aún teniéndolo todo, no era lo que querían.