Lucia Guerrero-Becerra, Consuelo Lomas-Soria
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El timbe (Acaciella angustissima) es una especie de árbol o arbusto de la familia Fabaceae y subfamilia Mimosoideae. Esta planta, originaria de América Tropical, se distribuye ampliamente, encontrándose en países como Estados Unidos, México, Centroamérica, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y Argentina, además de estar presente en algunas regiones de África, Asia, Oceanía y el Caribe. Prefiere habitar en zonas de bosques secos o semiáridos, así como en áreas de transición entre bosques y sabanas.
El timbe puede alcanzar entre 2 y 7 metros de altura. Sus hojas son compuestas y deciduas, lo que le permite, al perderlas durante la temporada seca, adaptarse a las condiciones de sequedad; sus flores, pequeñas y de un característico color blanco, se agrupan en racimos, formando inflorescencias atractivas; el fruto es una vaina alargada, típica de las fabáceas, que contiene varias semillas que se dispersan en su entorno. El timbe ha enfrentado amenazas que ponen en riesgo su supervivencia, principalmente debido a la destrucción de su hábitat, la deforestación y el cambio climático, factores que afectan las poblaciones locales de esta especie. Además, los pobladores suelen talar los árboles para utilizarlos como leña o como forraje para el ganado. Ante esta situación, en 2011 se impulsó en Querétaro un programa de reforestación con la adopción de estos árboles con la finalidad de preservar y restaurar sus poblaciones. Por lo tanto, el objetivo de este artículo es dar a conocer la importancia ecológica, biotecnológica y cultural del timbe, así como motivar a la acción a la sociedad, las autoridades y la comunidad científica, con el fin de promover su conservación y su aprovechamiento sostenible.
PARTICULARIDADES Y USOS DEL TIMBE
El timbe (Acaciella angustissima) se caracteriza por su alta producción de semilla, con un rendimiento de 90,000-100,000 semillas por kilogramo, y su notable resistencia a la sequía gracias a su raíz pivotante. El timbe puede adaptarse a condiciones climáticas y ecosistemas donde los suelos están bien drenados, infértiles y ácidos. Crece en lugares con precipitación anual entre 400 y 3,000 mm y temperaturas de 5 °C -30 °C (Musara y Aladejana, 2020).
El timbe (Figura 1) está compuesto por una raíz pivotante profunda que le permite resistir la sequía y fijar nitrógeno en el suelo; un tronco delgado que actúa como soporte principal y ramas extendidas que sostienen hojas de textura ligera. Las flores del timbe son de color blanco o amarillo, y crecen en racimos, mientras que sus frutos en forma de vainas contienen numerosas semillas pequeñas. Todas las partes del timbe colaboran entre sí para adaptarse a condiciones difíciles, jugando un papel fundamental en los ecosistemas secos y semiáridos. Esta capacidad del timbe para mejorar la calidad del suelo lo convierte en una herramienta valiosa en la biorremediación, ya que contribuye a la restauración de ecosistemas degradados; su uso en cultivo rotativo también es benéfico, ya que ayuda a mantener la fertilidad del suelo, reduce la erosión y mejora la estructura del terreno (Alonso-Herrada et al., 2016).
El timbe se ha utilizado tradicionalmente en usos que aprovechan toda la planta. El tronco se emplea como leña o para hacer postes de cercas, mientras que la corteza se utiliza en la industria del curtido de pieles. En la práctica cultural, también se usa para la fermentación de bebidas alcohólicas como el pulque. Las flores son aprovechadas por las abejas debido a su polen, y tanto las hojas como los frutos (vainas y semillas) sirven de forraje. Esto último se debe a su notable capacidad de rebrote, lo que le permite producir más hojas que otras fabáceas, por lo que es una excelente fuente de proteínas, vitaminas y minerales, especialmente valiosa durante las temporadas secas. Además, su alta concentración de nitrógeno (33.2-40.8 g/kg de materia seca) lo convierte en una fuente proteica destacada. Sin embargo, su consumo debe ser controlado, ya que un exceso puede causar pérdida de peso e incluso la muerte en animales no adaptados. Para mitigar estos efectos, se han implementado métodos de adaptación gradual y transferencia de microbios ruminales, lo cual mejora la digestibilidad y seguridad de la planta como suplemento alimenticio animal. Finalmente, la raíz y la corteza del timbe se emplean en la medicina tradicional para aliviar dolores de muelas, artritis, gastritis, reumatismo, lesiones cutáneas y trastornos digestivos como la diarrea (Musara y Aladejana, 2020; Rico-Arce y Bachman, 2006; Odenyo et al., 2003).
PROPIEDADES BIOLÓGICAS DEL TIMBE
El timbe ha demostrado poseer propiedades biológicas destacables, lo que le otorga un gran potencial para ser utilizado en diversas aplicaciones. Estas propiedades se deben principalmente a su alto contenido de compuestos fenólicos, metabolitos secundarios que la planta produce como mecanismo de defensa frente a factores ambientales. Investigaciones sobre los extractos de sus vainas han revelado una notable capacidad antioxidante, lo que significa que son eficaces en la protección de las células contra el daño causado por los radicales libres, sustancias nocivas que pueden afectar el organismo. Además, tanto en sus semillas, como en la vaina, flores, hojas y tallo, se ha identificado la presencia de fenoles, compuestos que refuerzan aún más las propiedades protectoras de la planta, y amplían su potencial de uso en diferentes campos, desde la salud hasta la industria (Rodríguez-Méndez et al., 2018; Alonso-Herrada et al., 2016). El timbe ha mostrado tener propiedades antimicrobianas, lo que lo hace efectivo contra ciertos hongos que afectan a las plantas. También se ha observado que el timbe puede proteger el ADN celular al reducir hasta un 80.33 % los daños causados por una sustancia que altera la genética de las células (Vargas-Hernández et al., 2014).
Rodríguez-Méndez y colaboradores (2018) encontraron que los compuestos fenólicos de las vainas del timbe ayudan a regular el colesterol de manera más equilibrada, reduciendo el LDL (colesterol “malo”) y los triglicéridos, mientras aumentan el HDL (colesterol “bueno”). Además, el timbe disminuye los niveles de glucosa en sangre y, gracias a su alto contenido antioxidante, protege los riñones al reducir el estrés oxidativo. También tiene propiedades antiinflamatorias, lo que puede ser útil para tratar las inflamaciones crónicas asociadas a la diabetes. En este sentido, los hallazgos de Rangel-Sandoval y colaboradores (2025) refuerzan estos resultados, ya que señalan que las vainas del timbe son efectivas para reducir la acción de una enzima relacionada con el aumento de azúcar en sangre. Por otro lado, las semillas, al inhibir una enzima clave en la digestión de los carbohidratos, ayudan a manejar de manera más eficiente la glucosa en el cuerpo.
Rangel-Sandoval y colaboradores (2025) han reportado que el timbe mostró capacidad para bloquear una enzima importante en la fisiopatología de la hipertensión, lo que lo convierte en una opción interesante como tratamiento complementario para la presión arterial alta.
En cuanto a su acción antimicrobiana, las vainas fueron las más efectivas contra ciertas bacterias, mientras que las semillas y flores tuvieron efectos más limitados, aunque también mostraron actividad frente a algunas bacterias comunes como E. coli, Salmonella y Staphylococcus. En este sentido, el timbe se presenta como una alternativa natural prometedora para el tratamiento complementario de enfermedades como la hiperglucemia, la dislipidemia, la hipertensión y el estrés oxidativo asociados a la diabetes, además de mostrar propiedades antimicrobianas.