diciembre 5, 2025, Puebla, México

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El acoso a la Presidenta y el falso debate de “si se expone demasiado”

Este artículo habla de dos cosas. Primero, que un país machista no puede aspirar a nada más que a miseria por mucho discurso de progreso que tenga. Segundo, que el debate general sobre el acoso del que fue víctima recientemente la Presidenta Claudia Sheimbaum, la revictimiza y esconde el problema de fondo.

¿Cómo afecta el machismo el desarrollo de un país?

He visitado países donde las mujeres con miedo o salario bajos son la excepción y no, como en México, la regla. He pasado largas temporadas en esas sociedades y en todas se observa una constante en el modo en el que tratan a las mujeres. Sin duda, el machismo existe en todas partes y seguramente existe en esos países, no son perfectos, pero puedo decir que algo es diferente cuando uno ve a las mujeres vestidas como mejor les gusta, caminando sin asomo de preocupación por una ciudad populosa a la una o dos de la mañana. Por el contrario, en México las madres se vuelven guaruras, cuando no buscadoras, ayudantía y su existencia se reduce a ser chofer de las hijas. Se vive con miedo a los machos siempre, feminicidas en potencia. La pandemia mostró que los agresores más recurrentes están en casa… aquellos que durante la pandemia no podían agredir a la compañera de trabajo entonces se enfocaron en agredir a la esposa, a la hija. 

El contexto escolar

Estoy apunto de cumplir una década incursionando en la docencia, además de mis otras facetas profesionales, y en la mayoría de las universidades y sobre todo en las escuelas de Arte y Diseño de México, veo más mujeres que hombres estudiando. El rendimiento de ellas es mejor, mayor dedicación en promedio. Y sin ningún ánimo barato de congraciarme con el género, son más capaces. Pero, cuando miro el campo profesional, cuando miro a “los artistos”, esos señoros consagradotes, grandes maestros, la ausencia de mujeres en el mainstream es indignante. Me pregunto ¿dónde quedan los elementos más capaces de la escuela? Empantanadas en el machismo. Así de simple. Así de horrendo. Por ejemplo, ¿quienes prosperaron en el marinismo poblano o el morenovallismo poblano? Hombres. Punto.

Por supuesto que en las universidades públicas las oficinas de atención universitaria, y las y los abogados generales, han prestado un valioso servicio en la defensa de acosadores sexuales y machos. Empezando por ahí. ¿Por qué? Nuevamente, porque también la política está dominada por hombres y la paridad lograda hoy, es golondrina que no hace verano ante una historia de alarmante machismo. La política dominada por machos reduce la justicia a su reunión en el bar para dar la orden de que el expediente de la alumna fulana de tal, quede congelado en la oficina que supuestamente debe atender el caso. Es decir, que ni han acabado la carrera las compañeras y ya tienen que cargar la pesada loza de la injusticia. Así deben ir a la escuela, soportar el acoso y la inseguridad en el transporte público, y ser medidas con la misma regla con que se mide al alumno cisgénero heteropatriarcal que llega en auto a clases. 

Esbirra, ¡fly me to the moon!

Los mexicanos, los machistas, sólo pueden entender a la mujer en puestos de poder como esbirra o títere. Por eso la derecha, que nos muestra su concepto de mujer empoderada en Lily Téllez o Xochitl Gálvez, asume siempre que detrás de la Presidenta, está el expresidente Andrés Manuel. Pero ellas tristemente, no son mujeres empoderadas, son esbirros. Y esto, lastimosamente lo he visto en muchos centros de trabajo totalmente machistas en sus prácticas cotidianas y cuando nadie ve. Estos burócratas, funcionarios, jefes, o lo que sean, dicen que las mujeres no sirven para dirigir ni sirven para tomar decisiones, pero son muy buenos “esbirros”. Este paradigma es tan fuerte que he escuchado a mujeres en la Administración repetirlo. No porque estén convencidas de eso, lo sé, sino porque es un modo de camuflaje. Como esas escenas en The Walking Dead donde los personajes tienen que embarrarse de vísceras de muerto para pasar entre los zombies sin ser detectados.

Las mujeres que adoptan el rol de “esbirras”, especialmente en el ataque a otras mujeres pero siempre bajo órdenes de un varón con más poder, por supuesto, destruyen la sororidad. Pero no es tan simple como decir que son malas. En realidad compran, con simulación, un poco de dignidad y libertad de acción frente a estos orangutanes. Simulan, por sobrevivencia, en muchos centros de trabajo el papel fetiche que tan bien Hollywood ha sabido volver paradigma de la humillación femenina en la película Fly me to the moon.

En esta película, inmune al progreso de la lucha feminista, un par de publicistas mujeres terminan haciendo trabajo sucio para Richard Nixon y se ven gradualmente reducidas a muñecas inflables. La función de estos personajes de la película, es reducir la realidad a imagen propagandística solamente meneando las caderas y agitando el escote para elevar la popularidad del programa espacial norteamericano de la época. Es una excelente radiografía de lo que Hollywood y en general la ultraconservadora norteamérica, entiende como liberación femenina. El personaje principal, Kelly Jones, interpretado por Scarlett Johansson, debe verse a la luz de la crítica como lo que es: un proyecto ideológico y político que plantea que el papel de la mujer frente a la ciencia, los valores y las instituciones es sonreir como idiota, peinarse “creativamente” -único lugar de libertad para la mujer fetichizada por el entretenimiento- y ponerse traje sastre a lo Margaret Tacher. Cumplidos los requisitos, su trabajo es ser esbirro, perdón, esbirra. Mentir, manipular, sobornar y como es de clasificación para todas las edades, omiten varios aspectos que semánticamente encajan en los deberes del esbirro.

Por contraste, los hombres en la película, quedan reducidos a descerebrados que pueden bombardear Vietnam por una sonrisa de la muñeca inflable. El jefe, por supuesto, es un operador político que está por encima de toda ley.

Este es pues el proyecto político-ideológico de la derecha sobre la mujer. Esa fórmula ya funcionó muy bien con Homero Simpson normalizando la obesidad, en el hombre, mientras Marge Simpson siempre en forma, sublima su opresión con un peinado que bien visto, es un grito de auxilio. Nuevamente, siendo creativa donde solo la industria le permite a la mujer fetichizada serlo, con su cabello. Nada más. Pero lo más importante de todo lo anterior es que el esbirro es desechable. Además, es culpable de lo que le pase. El esbirraje es firmar con el demonio quien siempre, a la hora de defraudar su trato, termina por exhibir la mala moral de quien le hizo caso. La casa nunca pierde. Recomiendo ver la película.

La tecnocracia es machista

Las escenas de la película citada, son comunes en la política, la iniciativa privada y las oficinas mexicanas cundidas de machos, en general: los famosos “Ché” de la calle pero Pinochet de la casa, muy, muy famosos y abundantes en la izquierda, reducen, cual Alito Moreno, a las compañeras administrativas, profesoras, intendentes, alumnas al simple papel de esbirras. Una forma de acoso que convierte a la mujer no en objeto sexual sino en objeto burocrático, carne de cañón para el lawfaire.

Son la mejor estrategia de los machos con poder para atacar a otras mujeres. La cuña para que apriete debe ser del mismo palo, por eso eligen que la batería de ataque contra la Presidenta, la Rectora, la Diputada, la trabajadora, que en general ejerce su legítimo derecho a vivir dignamente, es una batería hecha de otras mujeres. Ya he hablado en otra ocasión de esto a nivel local y lo hice porque tampoco soporto esa hipocresía de preocuparse por las focas del ártico y el antártico e ignorar las bajezas que ocurren en el campo inmediato.

El falso debate

Entrando en el tema del acoso a la Presidenta Claudia Sheimbaum Pardo. Hizo bien la Presidenta en presentar la denuncia contra el acosador. Hizo bien la Presidenta en revisar cuál es el estatus jurídico de esta situaciones. Hizo bien en decir “esto me ha pasado como mujer antes”. Hizo bien en poner este problema en el centro de la agenda en cuanto ha aparecido. Para quienes critican a la Presidenta y el proceso histórico que estamos viviendo hoy, quizá lo que acaba de suceder los haga despertar. La situación es también paradigmática y muestra hasta qué punto la presidenta está vinculada con la vida cotidiana. Eso es una nota de congruencia absolutamente inédita en la historia del presidencialismo mexicano con excepción de AMLO.

Reprocharle su nivel de exposición al contacto con el pueblo es lo mismo que reprochar a la mujer asesinada cómo iba vestida. Que la Presidenta deje de lado su actuar y se enfoque en el actuar del agresor significa que no cae ella en el falso debate.

¿Cuál es entonces el verdadero debate?

Se reprocha a la presidenta exponerse, o se reprocha a sus elementos de seguridad no estar atentos y aunque pudiesen tener razón quienes esto señalan, en realidad, eso es mascar el verdadero problema. El verdadero problema es que somos una nación de machos: debemos rechazar ser una nación machista, una nación de acosadores y feminicidas, de ministros de iglesia cuyo cada acto es atendido por un harem de esbirras, debemos de reprocharnos ir al putero donde estamos frente a trabajo esclavo normalizado, debemos de reprocharnos vivir en una sociedad donde los políticos cierran tratos, en islas como las de Jeffrey Epstein, pero también en cualquier bar donde al tono de “mesa que más aplauda le mando a la niña” se cierra el ascenso o el contrato, mientras la mujer que lleva décadas trabajando honestamente y con eficiencia, se queda fuera de ese ascenso, de ese contrato, o tiene que ganarlo víctima de los peores delitos estando en la peor de las desesperaciones.

Tenemos que reprocharnos y denunciar la amistad con algún acosador, ministro eclesial con harem o pederasta, reprocharnos las pláticas donde los hombres destruyen vidas de mujeres inventando cosas que jamás sucedieron sólo por impresionar a propios y extraños. Tenemos que reprocharnos hacernos de la vista gorda cuando alguna mujer está siendo reducida a esbirra por algún funcionario, debemos reprocharnos cuando a alguna mujer en el poder se le achaca tener a alguien detrás, manejándola. Nos tenemos que reprochar tener un millón de explicaciones que siempre enmascaran el verdadero problema: el machismo.

Los hombres en México ven a las mujeres como objeto. Y qué duda cabe que en esto ha tenido un papel prominente Televisa y TV Azteca. Cómo dejar de reconocerle a Brozo, con sus “nachas”, haber formado una generación entera de sucesores de Alfonso Sayas “el caballo”, de Rafaél Inclán y el gran proyecto cultural de entrada del neoliberalismo: el llamado “cine de ficheras”. Que ni era cine, ni era de las ficheras, sino de los proxenetas dueños de las televisoras.

Nada más tenemos que ver el 10 de mayo mexicano, donde la madre tiene que soportar la borrachera de los hijos y a los primeros minutos del 11 de mayo tiene que limpiar el tiradero del baño vomitado porque claro, ya es 11 de mayo. México jamás va a ser potencia mundial, no importa cuántos centros de microprocesadores, no importa cuántas universidades, no importa cuánta “conciencia se siembre” mientras los hombres y las mujeres no tomemos una posición activa en una lucha frontal contra esos homínidos de andar erecto, de biología masculina pero que son simplemente machos y no hombres. No se trata solamente de ser aliades del feminismo, hombres decunstruides, sino destructores activos del machismo, detractores radicales del machismo. El personaje que acosó a la presidenta nos ha acosado, a todos y todas.