diciembre 5, 2025, Puebla, México

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Tlaxcalancingo en acrílico / Revista Elementos BUAP

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Nada como hacer un viaje en el tiempo hasta la primera mitad del siglo pasado y, armados de una cámara fotográfica imaginaria, internarse en la cotidianidad y la magia de una comunidad indígena. Llegar a todos los rincones espaciotemporales y plasmar en imágenes la realidad hallada. Esto sucedió en la comunidad de Tlaxcalancingo cuando, a bordo de la nave denominada “relato oral”, llegué hasta el instante preciso en que arribaron los primeros habitantes de esta población de origen tlaxcalteca. Plasmé los mitos fundacionales de los barrios del pueblo. La llegada de san Bernardino, patrón de la comunidad, y la construcción del templo principal localizado en medio de sus cuatro promontorios icónicos. El establecimiento de los lugares y rincones mágicos y sagrados. El surgimiento de los entes agresores y protectores. Los acontecimientos que a lo largo de los años fueron resguardados hasta llegar a la cotidianidad de los tiempos relativamente recientes.

     Así pude ver cómo los xantilme (gigantes míticos), construían el Tlachihualtépetl (cerro hecho a mano, se refiere a la Gran Pirámide de Cholula) para intentar llegar al cielo, y cómo descendió del cielo el arcángel Miguel tirando parte del cerro para impedirlo.

     Vi arribar a la Cihuapipil (mujer dueña de todo), ente mitad mujer y mitad serpiente, enviada desde el volcán La Malinche para resguardar los afluentes de agua de la comunidad, y pude observar cómo se la llevaron a otra dejando desprotegido al pueblo.

     También pude captar como la Tlahualpuchi (bruja), variante tlaxcalteca de la metzcopinqui (la que se quita las piernas), se transforma en totol (ave), y emprende el vuelo hasta llegar al lugar donde habita una criatura para alimentarse de su sangre.

     Estuve cuando un hombre nahual se cubría con una cobija, se transformaba en perro o burro y llegaba hasta donde podía aprovechar su poder para perjuicio de quien lo encuentre. Caminé junto a los tiemperos que llegaron hasta La Malinche, venciendo el obstáculo de la serpiente, para entrevistarse con la dueña de la montaña y esta les otorgara el poder de controlar las lluvias. Acompañé a don Esteban Tócatl cuando, en el siglo XIX, se enteró del derrumbe del santuario de la Virgen de los Remedios a causa del temblor de 1864, y en las peripecias que pasó para acudir al llamado de las autoridades, donar gran cantidad de dinero y ser testigo de cómo era nombrada la comunidad de Tlaxcalancingo, dueña y protectora del santuario. Penetré en el interior del Cerro Zapotecas para ver a las personas cuyas almas se encuentran encadenadas a cambio de disfrutar de riquezas en el mundo exterior.

     Presencié varios encuentros de parejas jóvenes hasta llegar al ritual del matrimonio y el festejo acompañado de la Danza del Xochipitzáhuac. Llegué hasta donde escondían a las mujeres para que no se las llevaran los llamados revolucionarios. Me despojé de mis ropas para poder entrar a los temazcales comunitarios donde hombres y mujeres disfrutaban del ritual del baño.

     Acompañé al pequeño niño que había entrado en el interior de un cuexcomate llamado cencal (casa de la mazorca), que usaba como escondite y lugar de relajación. Acompañé a la curandera que portaba en un morral los enseres que necesitaba para aliviar el empacho, la caída de la mollera, la tiricia, el espanto y muchos males más.

     Estuve con quienes hallaban dinero enterrado y con quienes vivían aventuras en el campo. Jugué los juegos de los niños. Me acomodé en las cocinas para disfrutar del olor de los diversos alimentos que preparaban y disfrutaban las familias al calor de diversos tlecuiles (fogones). Estas y muchas más cosas y acontecimientos encontré en este viaje fantástico que surgió de las diferentes voces de los protagonistas de esta comunidad.

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