diciembre 5, 2025, Puebla, México

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Sociedad civil para cerrarle el paso a la pandemia/María Gónzález de Cosío, diseñadora y académica

Voces en los días del coronavirus | 29/03/2020

Sociedad civil para cerrarle el paso a la pandemia/María Gónzález de Cosío, diseñadora y académica

Mundo Nuestro

Voces en los días del coronavirus

 

María Gónzález de Cosío, diseñadora y académica

 

Se nos fueron tres meses sin hacer nada. Noventa días que hubieran permitido producir gel antibacterial, cubrebocas especializados, desarrollar y/o adquirir ventiladores, adecuar espacios y construir muchos más para albergar a tantos enfermos, y sobre todo, tener las pruebas necesarias para cubrir a la población. Varias veces comenté —qué bueno que el primer brote del virus no fue en México porque ya hubiera arrasado con el país–. No sentí que tan pronto estaríamos esperando esta ola incierta de peligro con las manos vacías. Y nos llega sin preparación, sin conocimiento claro de qué hacer y cómo hacer. Hoy en la mañana, todavía nuestro conserje originario de Quecholac, un hombre inteligente y trabajador decía que allá no llegaría la enfermedad; cuestionaba que si de verdad era cierto.

 

Disculpen mi pesimismo, pero se extiende más allá de la enfermedad; estoy consciente de que el virus llega a un país débil, pobre, sin esperanza, sin servicios y sin dirección. Estamos en manos de la sordera, del capricho, de la terquedad que ha despreciado el sufrimiento de los otros países e ignorado las advertencias. Me preocupa que este descontrol se extiende de diversas maneras; por un lado mucha gente que no atiende las instrucciones; otra más que no puede atender por su situación personal que no le permite retraerse en su casa. Y lo más alarmante, grupos de la población que promueven el abuso para hacer daño y apoderarse violentamente de lo que no les pertenece, tal como hemos visto en los saqueos recientes. Después, se extenderá a aquéllos que no tendrán qué comer y que mediante la fuerza y la ilegalidad obtengan lo necesario para subsistir.

 

No se puede ignorar que las dádivas ofrecidas a los que menos tienen implican un menosprecio, una desconfianza; son actos que los hacen sentir inútiles, los niega como personas capaces de imaginar, actuar y producir. La gente lo que quiere es trabajar, ganarse dignamente los alimentos. Ayer un vendedor ambulante en la ciudad de México seguía preparando su comida a pesar de que no había clientes. Decía, —yo no puedo dejar de trabajar. Entonces, ¿por qué exprimir a aquellos que generan fuentes de trabajo? ¿Por qué estrangular a las empresas para que tengan que despedir gente por las exigencias fiscales y de otros rubros? Debemos tratar de que la gente no deje de percibir sus ingresos, de que se siga sintiendo útil, de que pueda salir adelante a pesar de esta adversidad. No entiendo la ceguera de las autoridades.

 

Sin embargo, tengo una chispa de esperanza y ya lo hemos demostrado. Creo en nosotros como sociedad civil, a veces menguada, a veces distante de problemas inmediatos, a veces egoísta e irresponsable. A pesar de todo, en estas últimas semanas, muchas, miles de personas están conscientes de la necesidad de tomar el sartén por el mango, desde las marchas aglomeradas, pacíficas, fuertes y disciplinadas exigiendo justicia ante la delincuencia imparable, o manifestando el trato desigual e injusto hacia las mujeres, hasta decidirnos a cerrarle el paso a la pandemia. Debemos felicitarnos por esta acción de unión, solidaridad, responsabilidad, y me queda la pregunta ¿Qué más podemos hacer desde nuestro cautiverio?