Cuando iba camino al cadalso, durante el reinado del terror de la Revolución Francesa, en 1793, Marie-Jeanne Rolánd de La Platiére, exclamó : “¡Oh, libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre”!
Algo semejante –guardando las distancias– podríamos decir de la autonomía universitaria, bajo cuyo resguardo se han perpetrado cientos, si es que no miles, de tropelías.
Sin embargo, los universitarios no podemos bajar la guardia, por más que abunden los léperos que se han aprovechado de dicha figura jurídica.
Y señalo lo anterior porque pienso que en la coyuntura actual que vive nuestra máxima casa de estudios hay elementos que nos hacen pensar que su autonomía enfrenta riesgos que no podemos menospreciar.
Pero antes de entrar en materia permítaseme hacer las siguientes aclaraciones y precisiones : en primer término estoy lejos de atribuir a tal o cual personaje, a tal o cual grupo, a tal o cual partido u organización política la “intención maligna” de violar la autonomía universitaria. Esto no ayuda a entender el problema. En meses pasados, durante el movimiento estudiantil que estalló en la BUAP, surgieron muchas versiones de ese tipo : “el culpable es Antorcha Campesina”, “quien sembró la cizaña fueron los miembros de la 4T que actúan en la institución”, “el auténtico responsable fue la derecha poblana”, etc. Etc.
Pienso que ese tipo de versiones no ayudan en absoluto a interpretar de manera adecuada la cuestión que nos ocupa, ¿por qué? Porque demonizan las cosas, en lugar de esclarecerlas o encuadrarlas de manera correcta.
Creo que se torna necesario, en consecuencia, evitar las “personalizaciones” (perdón por el vocablo). Desde luego es obvio que hay individuos de carne y hueso a quienes les interesa sacar provecho de lo que sucede en la BUAP, empero esto debemos asumirlo en términos objetivos, o, si se quiere, en términos sociológicos.
Ahora sí, entrando en materia, no descarto la posibilidad de que algunos de los principales actores políticos de nuestro estado intenten, como dice el refrán, “nadar en río revuelto”, observando los conflictos y contradicciones que han surgido al interior de la universidad, sobre todo desde el movimiento estudiantil que estalló hace unos meses, y a partir del reciente proceso para renovar las autoridades de la institución. ¿Deberíamos asustarnos de esto? De ningún modo. Dada la importancia de la BUAP en el entramado político y social de la entidad —sin hablar del impacto que ejerce el presupuesto que maneja–, lo raro sería que los diversos actores políticos y sociales se mantuviesen desinteresados o indiferentes a lo que sucede en nuestra máxima casa de estudios. Para comenzar, no nos extrañaría en absoluto que el gobierno estatal intentase influir o incidir en la vida interna de aquélla, simple y sencillamente porque esto tiene que ver en cierta manera con la estabilidad política y social de nuestro estado, y, además, porque constituye un espacio que puede coadyuvar—directa o indirectamente — a la cristalización de algunas de las principales políticas públicas de la administración, aparte de ser una fuente potencial de empleos para no pocos de los principales núcleos de la clase política en el poder.
Aquí no hablaremos de los otros actores de la vida política y social porque el espacio no nos lo permite, pero, para poner tan sólo un ejemplo, es evidente que la derecha poblana no vería con malos ojos la posibilidad de ejercer una influencia importante en la BUAP (máxime tomando en consideración el notable peso que ejerció esta expresión política en las últimas décadas, sobre todo, durante el rectorado de Antonio Esparza, quien a todas luces sucumbió a la influencia del gobernador Rafael Moreno Valle), y lo mismo podríamos decir de los núcleos más poderosos del sector privado poblano.
Reitero : hablamos en términos sociológicos, no de planes perversos o “diabólicos”.
Hablando del diablo recuerdo aquella frase del poeta Baudelarie que dice: “el mayor ardid del demonio es hacernos creer que no existe”. Esta frase tiene que ver con lo que aquí intentamos advertir : el gobernador Alejandro Armenta en todo momento ha reiterado su respeto a la autonomía de la institución, y pienso que dice la verdad. Empero, esto no significa de ningún modo que vea con malos ojos la posibilidad de aprovecharse de la crisis por la que atraviesa la universidad en esta coyuntura para encontrar una brecha que le permita influir en su vida interna, ora con el propósito de que nuestra principal casa de estudios coadyuve a sus proyectos gubernamentales, ora con el propósito de encontrar acomodo a los cuadros que no pudo colocar en su administración. Si bien colocó a no pocos cuadros provenientes del marinismo, dejó en la orfandad a cientos de líderes de Morena que le apoyaron en su campaña.
Reitero por enésima vez: veo esta cuestión en términos sociológicos, no personales.
Ahora bien, observo con preocupación que ni el principal núcleo que gobierna a la BUAP ni las personalidades o grupos opositores (incluyendo a personalidades como Rafael Cansino) no parecen tener muy presente la problemática a que nos referimos. Están tan concentrados en la situación interna que no tienen ojos para examinar las maniobras potenciales de los principales actores políticos y sociales de la entidad.
Por esa razón, quien esto escribe exhorta a todos ellos a examinar con profundidad los riesgos que enfrenta la autonomía universitaria en la actual coyuntura. No pretendo en absoluto ser apocalíptico, pero tampoco quiero ser ”integrado”, parafraseando a Umberto Eco.