Una noticia más de que la devastación del bosque por la minería es un proceso que no encuentra freno en la Sierra Norte de Puebla. Vale para entenderlo esta crónica escrita en 1989 y que da idea de las consecuencias de la explotación minera a cielo abierto.
La noticia la ofrece este 28 de diciembre de 2025 el diario La Jornada de Oriente en nota de Yadira Llaven.
“La empresa minera mexicana Feldmex ha solicitado a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) la autorización para remover 10 hectáreas de bosque de coníferas en Zacatlán con el fin de extraer 416 toneladas diarias de feldespato durante una década.”
El tema es viejo en las montañas de Zacatlán. Sirvan estas foto satelitales de la región de Piedras Encimadas para comprender la gravedad de esta nueva iniciativa de extracción de feldespato con la técnica de explotación a cielo abierto para comprender la catástrofe que ha significado para la region en términos de costos ambientales.
El bosque de pinos y encinos cada vez pierde más terreno contra la explotación minera industrial.


Y valga esta crónica publicada por quien esto escribe en enero de 1989 para visualizar lo que ha ocurrido tras cuatro décadas de explotación mineral sin freno en esta devastada región forestal de la sierra norte de Puebla.
Crónica de la clausura de una contaminación extrema / Sergio Mastretta
Nanacamitla, Zacatlán, Puebla. Es el Jueves 26 de enero de 1989. Las paletadas de los peones que cargan el feldespato, el agua lechosa que escurre hacia el río, el sol que quiere atravesar el aire helado, la mirada desconfiada del capataz de la empresa General de Minerales, S.A., todo distrae y apenas deja escuchar la conversación:
―¿Usted es aquí el encargado? ―pregunta Francisco Castillo Montemayor, delegado de la SEDUE.
―Pues sí ―responde con desconfianza el hombre de sombreroy pantalones arremangados―, estoy a cargo aquí de los muchachos.
―¿Y dónde está su patrón?
―En Monterrey, señor
–Bueno, ¿y las oficinas?
―Ah, las oficinas, han de estar también en Monterrey…
―Muy bien ―dice resuelto el funcionario, como si le hablara a un ejecutivo regiomontano―. Pues le informa usted a sus jefes que ellos ya saben la causa de los sellos de la clausura. Es una medida de seguridad contemplada en al artículo 170 de la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, y la tomamos por el grado de contaminación criminal del río Atotonilco. Les dimos una oportunidad y no cumplieron.
El capataz no se inmuta, ni se quita el sombrero. Observa atento cómo los inspectores apagan bombas y apagan suiches y compuertas.
No dice nada. Ya se enterarán en Monterrey.
El de General de Minerales es el primero de los seis lavaderos dependientes de industrias regiomontanas clausurados el martes pasado, en visita de inspección realizada por la SEDUE y la SARH a la región de Zacatlán en la que se localizan importantes yacimientos de feldespato, materia base para la fabricación de vidrio y cerámica. El motivo: la contaminación extrema que la descarga de arenas finas por el lavado de las 10 mil toneladas de arcilla al mes causa al río Atotonilco, afluente de la presa hidroeléctrica “El Tejocotal”, en la zona de Necaxa.
Materias Primas de Ahuazotepec, propiedad del grupo Vitro de Monterrey, fue la primera empresa que se instaló en la región hace ocho años. Hoy es la única que contempla el ciclo completo de producción de feldespato, desde su extracción en los bancos de arena sílica localizados a unos cinco kilómetros del río, en el municipio de Zacatlán, hasta el secado y procesamiento de la arcilla, en la planta de Ahuazotepec. Las demás (General de Minerales, Minera Industrial Regiomontana ―propiedad de la compañía Ideal Standard―, y Compañía Industrial El Lechugal), solo dedicadas a la extracción y el lavado, laboran como empresas piratas ―sin registro social―, sobre terrenos federales y sin permisos de uso y descarga de aguas. La situación de los trabajadores de estos lavaderos refleja el respeto que les merece el río: salarios abajo del mínimo, carencia de Seguro Social, condiciones de trabajo desastrosas. Por su desapego a la ley, por la contaminación que provocan y por la extracción de recursos naturales sin mayor beneficio para la región, estas empresas ejemplifican el peor comportamiento de las compañías extranjeras en nuestro país.
―Bueno, licenciado, usted no se pone la mano en el corazón ―dice el viejo Angel Garrido, hombre que regentea dos lavaderos para la Compañía Industrial “El Lechugal”, y que paga 44 000 pesos semanales a sus trabajadores―, usted no piensa en la responsabilidad que tenemos con las personas que aquí trabajan, son cincuenta familias a las que usted está dejando sin empleo.
Francisco Castillo Montemayor ha supervisado el cierre de seis lavaderos. Los inspectores han clausurado compuertas, derribado represas, parado bombas y cerrado suiches. Sus ojos vieron cmo río arriba, en el primero de los lavaderos, el agua cristalina que cayó en chorro de la represa abierta se mezcló con el agua lechosa. Así que responde al viejo sin tentarse el corazón.
―Mire, lo que yo no me explico es la irresponsabilidad de las empresas. Fuimos flexibles, tenemos ocho meses esperando a los de la SARH, vinieron con ustedes hace tres años, si sabían que podía haber una clausura. ¿Por qué razón no hicieron algo, si de veras les importan esas cincuenta familias?