En 1847 el ejército invasor norteamericano atacó a los defensores de la soberanía nacional en la ciudad de Huamantla, Tlaxcala. Por las valientes acciones mexicanas en esa batalla Huamantla se ganó el adjetivo de heroica.
Cuando la Ciudad de México cayó en manos de las tropas norteamericanas al mando del general Winfield Scott, una parte de las sobrevivientes tropas mexicanas puso un sitio a los yanquis establecidos en la ciudad de Puebla pretendiendo continuar la defensa de la patria. Poco después el general Joseph Lane al mando de una columna marchó a Puebla para auxiliar a sus compatriotas. Los mexicanos también esperaban refuerzos, Santa Anna había renunciado a la presidencia de la República y se dirigía a fortalecer el cerco impuesto a los estadounidenses comandados por el coronel Childs.
Los espías de Lane le informaron que las tropas de Santa Anna se encontraban acampadas cerca de Huamantla. Al día siguiente, 9 de octubre de 1847 Lane ordenó que el capitán Samuel Hamilton Waker al mando de sus temibles Rangers de Texas se dirigiera a la ciudad tlaxcalteca. Al llegar a Huamantla Waker observó que había una fuerza de unos 2000 lanceros mexicanos. La combinación soldados regulares, lanceros y guerrilleros dividió al destacamento de Rangers en dos. Así comenzó la Batalla de Huamantla.
Antecedentes
El 19 de septiembre de 1847, a 6 días de la derrota de Chapultepec, se dio un hecho de insubordinación cuando un sargento del escuadrón de Veracruz, se puso a disparar su carabina en medio de una multitud animando a sus compañeros a que se desbandaran y desertaran. El 20 las tropas mexicanas al mando del general Santa Anna quien había renunciado a la presidencia de la República cuatro días antes, se dirigían a Tlaxcala. En esta ciudad ocurrió un cómico episodio cuando un grupo de guerrilleros mexicanos asaltó a los aposentadores (encargados de buscar alojamiento) del ejército. Santa Anna ordenó que ahí se fusilara al sargento del escuadrón de Veracruz que se había sublevado días antes. Ya se había formado el cuadro para llevarse a cabo la ejecución cuando el general Quijano acompañado de otros altos jefes militares se pronunciaron a favor del perdón del condenado, el general en jefe aceptó la petición y concedió el indulto. El delito quedó impune y se interpretó como autorización para que los revoltosos quebrantaran la disciplina y cometieran excesos lo que produjo resultados bastantes desastrosos en los días siguientes.
Para el 24 de septiembre, Santa Anna se encontraba cerca de Puebla al mando de mil quinientos dragones y cuatro piezas de artillería ligera, planeaba apoyar las operaciones del general Joaquín Rea y sitiar la parte de la ciudad que ocupaban quinientos soldados norteamericanos al mando del coronel Childs parapetados en el barrio de San José y en los fuertes de Loreto y Guadalupe. Los estadounidenses contaban con artillería gruesa superior a la mexicana. Los generales mexicanos pretendían cortar las comunicaciones entre Scott que se encontraba en la Ciudad de México y Veracruz, pues tomando Puebla, el enemigo no podría recibir refuerzos, municiones, ropa ni dinero preveniente del puerto. La estrategia se dificultaba pues el astuto ejército invasor engañaba a la población mexicana con su aparente política amistosa hacia la población invadida, les compraba comida, ordenaba a sus oficiales que pagaran la renta, diversiones y todo cuanto necesitaban, aunque la mayoría de las veces la tropa norteamericana desobedecía estas instrucciones. El discurso engañoso norteamericano era que la guerra se hacía contra el gobierno, no contra los mexicanos.
Santa Anna marchó hasta la fábrica de Antuñano y el 25 de septiembre sus tropas entraron en la Ciudad de Puebla, el general Rea hostigaba a las fuerzas invasoras con su guerrilla y con los pobladores que con entusiasmo habían tomado las armas. Santa Anna fue recibido por el pueblo como un salvador, más poblanos tomaban las armas en defensa de la agonizante independencia. Santa Anna soñaba con una acción que le devolviera el esplendor perdido en los combates recientes. Al día siguiente llegó a Puebla por el rumbo del Carmen la primera brigada al mando del general Álvarez, se entablaron leves tiroteos con los estadounidenses. Buscando el aplauso popular, Santa Anna recorrió algunas calles de la ciudad, mientras el general Rea en su calidad de comandante de la plaza declaro que ésta quedaba sometida a riguroso sitio. Santa Ana estableció su cuartel general en el Carmen y lanzó un ultimátum al coronel Childs dándole 24 horas para su rendición incondicional. Childs respondió que estaba dispuesto a morir con todos sus hombres antes que rendirse, en ese momento se rompió la breve tregua y comenzaron los tiros de cañón, granadas y cohetes hacia las posiciones norteamericanas.
El general Rea posicionado del cerro de San Juan coordinaba las acciones tendientes a cortar la entrada de víveres a las posiciones yanquis y supervisaba el continuo tiroteo con la intención de no permitir que Childs lograra conciliar el sueño.
La tarde del 28 de septiembre los norteamericanos enviaron una columna contra las posiciones de Rea, pero fue rechazada. Santa Anna diseñó una estrategia para combatir al enemigo, colocó en Santa Rosa una pieza de a cuatro pero no consideró que los yanquis tenía a tan solo 250 metros una pieza de a ocho, un disparo de esta pieza estadounidense destrozó la rueda izquierda del cañón mexicano por lo que tuvo que ser desmontado. Childs exageró en su parte al general Scott diciendo que estuvieron sometidos a un riguroso sitio durante veintiocho días. Los jefes norteamericanos acostumbraban exagerar sus triunfos y todas sus acciones de guerra pues era una forma de ganar prestigio cuando las noticias llegaban a Estados Unidos y se publicaban en los diarios. El endeble sitio duró unos cuantos días, lo único que los soldados mexicanos hicieron fue hostigar un poco al enemigo con escaramuzas casi sin consecuencias y a veces disparaban una pieza de a seis colocada en el barrio del Alto a cargo de una veintena de soldados de la compañía de Huauchinango. El sitio se levantó de facto el 1 de octubre cuando Santa Anna dejó Puebla con rumbo a Huamantla.
Santa Anna nunca tuvo un plan para provocar la rendición de Childs, pudo haber aprovechado la superioridad numérica con que contaba en esos días en lugar de pasear a caballo por las calles de la ciudad. Al salir de Puebla, Santa Anna llevaba dos mil quinientos soldados de infantería e igual cantidad de caballería y seis piezas ligeras. |
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Estas tropas llegaron a Amozoc a las doce del día y tras un breve descanso, siguieron para Nopalucan, al llegar a ese punto debido a las deserciones le quedaban menos de dos mil jinetes. Cuando la Artillería había llegado a Chalchicomula, una contraorden los obligó volver a Nopalucan alcanzando esa población dos días después. Para entonces la caballería apenas rebasaba los mil dragones, entre los desertores también se contaban por cientos los de la infantería.
El 8 de octubre Santa Anna llegó a las inmediaciones de Huamantla, ahí se enteró de que un convoy yanqui pasaría por el Pinal y no entraría en esa ciudad tlaxcalteca, por lo que ordenó que la artillería y el parque se alojaran en la ciudad con una guardia de tan solo 8 hombres demostrando una vez más su falta de prudencia y recurriendo otra vez a la improvisación. Apenas habían transcurrido dos horas de que se habían cumplido las órdenes de Santa Anna cuando un paisano se presentó ante los oficiales artilleros Segura y Gil para informarles que el enemigo había cambiado repentinamente de rumbo dirigiéndose velozmente a Huamantla y que buscaban despojar a los mexicanos de sus piezas de artillería pues sus espías les habían informado que se encontraban prácticamente sin custodia. Los oficiales mandaron de inmediato por los transportes con la intención de evacuar la plaza y salvar lo que les fuera posible.
La batalla de Huamantla
Apenas están intentando mover la artillería cuando el enemigo entra en la ciudad. El capitán Febronio Quijano manda colocar un cañón en la boca-calle por donde entrarán los yanquis mientras el resto de la artillería se mueve hacia Apizaco. Los sargentos artilleros disparan el cañón lo que contiene el avance enemigo. Se logran salvar cuatro piezas pero una quinta pieza y un obús de montaña caen en manos enemigas.
Los Rangers también conocidos como los “diablos texanos” aparecen en Huamantla, los habitantes buscan armas para defenderse. Los mismos que dos horas antes habían visto con indiferencia cómo se realizaban los movimientos del ejército nacional, ahora tratan desesperadamente de librar a sus familias y hogares de las atrocidades que acostumbran cometer los invasores, especialmente los Rangers. Cien fusileros yanquis a caballo divididos en pequeños grupos, recorren las calles de la ciudad al mismo tiempo que una columna de soldados de infantería llega a la plaza principal donde un poco más tarde se reúne el grueso de la fuerza invasora.
La vanguardia norteamericana estaba formada por soldados voluntarios, eran civiles alistados por contrato o mientras durara la guerra cuyo interés era hacerse de grandes extensiones de tierra en cuanto México fuera despojado de los estados del norte, la mayoría eran de Texas, Luisiana y Georgia. La segunda cargada la realizaron los voluntarios de Indiana, Pensilvania y la artillería. En la retaguardia iba el 15 regimiento de infantería regular para cuidar los transportes y servir como refuerzos ante cualquier contingencia.
Los artilleros que logran hacer algunos disparos con la única pieza dispuesta para la defensa, heridos, junto con el capitán Quijano y el resto de sus compañeros abandonan el cañón y se unen al resto del ejército fuera de la ciudad que arrastra el armamento salvado. Cuando la última pieza en retirada alcanza la orilla de Huamantla con dirección a Tlaxcala, repentinamente aparece el capitán Sánchez Travieso, manda detener el arrastre, voltea el cañón y lo dispara siete veces deteniendo el peligroso avance enemigo, al paso veloz junto con sus hombres, alcanzan a los otros transportes y continúan la huida y no paran hasta llegar a la hacienda de San Diego donde pasan la noche. Los yanquis ocupan las dos iglesias y los edificios principales de la ciudad, se dedican a sembrar el terror y el caos provocando desórdenes y celebrando su victoria con saqueo y destrucción.
Cuando la artillería mexicana tomaba el rumbo de Tlaxcala y los yanquis ocupaban la ciudad y las alturas aledañas, llegó a las orillas de Huamantla la caballería de Santa Anna que se proponía atacar al convoy enemigo por la retaguardia que todavía estaba por el rumbo del Pinal. Se estaba situando en el lugar que consideraba más propicio para asestar un golpe cuando le informan que una fuerza enemiga pequeña se dirige a unirse con la que ya ocupa la ciudad. Santa Anna ordena al capitán Eulalio Villaseñor que con una partida de treinta y cinco hombres pertenecientes a la policía de Puebla marche velozmente a Huamantla, el general lo seguiría con el resto de la división. Villaseñor se percata de que no le será posible desalojar al enemigo. Los yanquis, dedicados al saqueo y robo de casas particulares y habitantes civiles asesinan a quienes les oponen resistencia, golpean a la gente y violan mujeres y niñas, Villaseñor divide su fuerza en dos secciones y entra en la plaza, los guerrilleros del Padre Jarauta se unen al ataque de Villaseñor, las armas de sus hombres son lanzas y atraviesan con ellas a cuanto Ranger encuentran a su paso y todos se retiran antes de que el enemigo se percate plenamente de lo que sucede. Los norteamericanos se reconcentran en sus posiciones, hacen fuego sobre Villaseñor y sus hombres, el capitán se presenta ante el general en jefe y rinde el parte: Dejó tres lanceros muertos pero los yanquis perdieron más de cincuenta entre ellos un oficial e hirieron de gravedad al jefe de la partida de Rangers, un capitán que esa misma noche murió en el camino a Nopalucan a donde lo conducían en un transporte robado.
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Ese capitán se llamaba Samuel Hamilton Walker, un criminal texano que había sembrado la muerte desde Veracruz hasta Huamantla, su misión era combatir a los distintos grupos guerrilleros que continuamente cortaban la comunicación de Winfield Scott con Veracruz. |
Walker murió por la fuerza combinada del capitán Eulalio Villaseñor y la guerrilla del padre Celedonio Domeco de Jarauta. Los yanquis lucharon desesperadamente tratando de mantener la posición que tenían en la ciudad, muchos se refugiaron dentro de una iglesia hasta que la infantería del general Lane llegó en su auxilio, atacó y expulsó a las fuerzas de Santa Anna. Cuando Lane supo de la muerte de Walker ordenó a sus tropas el saqueo y la quema de Huamantla.
Los norteamericanos salieron de la ciudad la noche del mismo día 9 de octubre, se llevaron la pieza de a cuatro, el obús, los cuatro carros para el parque y otros útiles de guerra. Algunos hombres de Santa-Anna, motivados por la conducta de Villaseñor intentaron seguir su ejemplo y entraron por las calles de Huamantla llegando hasta el centro, pero otros jefes, oficiales y tropa se dispersaron por los alrededores de Huamantla. El día 10 apareció una pequeña fuerza norteamericana, el general mexicano Stáboli la atacó con la caballería, le causó algunas bajas entre muertos y heridos y le tomó como veinte prisioneros con los que regresó a Huamantla y se los presentó a Santa Anna que se había situado en la ciudad luego de la retirada del enemigo.
Los guerrilleros mexicanos
Estos grupos armados causaron numerosas e importantes bajas al ejército estadounidense, mataban a todo soldado invasor que se rezagaba en la marcha mostrando así que la toma de la ciudad de México el 15 de septiembre de 1847 no había puesto fin a la guerra, los invasores yanquis temían a los guerrilleros especialmente al Padre Celedonio Domeco Jarauta, creían verlo en todas partes y lo apodaban el “sacerdote bribón” y el “príncipe de los bandidos”. La guerra de emboscadas en la que se especializaba Jarauta respondía a la lógica de la venganza y violencia ejemplar, a los norteamericanos que apresaban, los torturaban y después exhibían los cadáveres mutilados, estas acciones eran respuesta a lo más tarde manifestado por el militar voluntario Thomas Barclay: “…los estadounidenses mataban a todos los grasientos que veían, algunos, sin duda, inocentes…”. Los Rangers hacían pagar a la población civil el precio de la guerra de guerrillas.
Celedonio Domeco de Jarauta fue un sacerdote español que se unió a las fuerzas mexicanas organizando y dirigiendo guerrillas. Algunas crónicas aseguran que fue Jarauta quien en Huamantla dirigió la acción de guerra en que murió Sam H. Walker. Los norteamericanos armaron un cuerpo antiguerrilla para buscarlo, encontrarlo y acabar con él. Jarauta jamás aceptó el tratado Guadalupe-Hidalgo e irónicamente fue el presidente de México, Manuel de la Peña y Peña quién, cuando las tropas de Bustamante lo apresaron, lo mandó fusilar. Jarauta se hizo famoso y popular porque causó más estragos a los estadounidenses que las tropas de Santa Anna.
Antonio García Cubas, cronista del siglo XIX escribió así sobre el Padre Jarauta:
“La fama y popularidad del padre Celedonio Domeco Jarauta le definían como el hombre que nunca, jamás, aceptó la derrota; el hombre que se tragó su propia muerte a cucharadas, gota a gota, a sorbos; el hombre que apuró su cáliz sin quejarse”.
Consecuencias
Santa Anna nunca hizo mención del capitán Villaseñor, ni siquiera en el parte que dirigió sobre los sucesos de Huamantla al supremo gobierno, sin embargo, los habitantes de Huamantla elogiaban al capitán héroe de la defensa de Huamantla. La legislatura poblana le hizo un homenaje en el que como testimonio de admiración y reconocimiento le obsequiaron una lanza de oro.
La batalla de Huamantla no se había decidido, Santa Anna preparaba un último golpe para vencer al ejército de Lane, pero el presidente mexicano Manuel de la Peña y Peña mandó la orden que destituía a Santa Anna y dejaba el mando del ejército al general Reyes, Santa Anna se enfureció al enterarse de esta orden, sobre todo porque según él aún podía ganarse esa batalla, dejó el mando y el general Reyes se retiró de Huamantla y sus alrededores. Santa Anna pensó dar un golpe de estado pero desistió rápidamente y escapó del país cuando se enteró de que sería sometido a una Corte Marcial.
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Tres días después de la batalla de Huamantla, Joseph Lane asedia la ciudad de Tlaxcala y organiza redadas en contra de las guerrillas mexicanas que cazaban soldados estadounidenses que se encontraban solos o en grupos pequeños. |
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El día 13 de octubre la división del general Juan Álvarez y las fuerzas del general Santa Anna que no participaron en los hechos de Huamantla, se retiraron de Puebla dejando la ciudad a merced de la venganza del Lane. En cuanto las tropas yanquis compuestas principalmente por feroces é indisciplinados voluntarios se esparcieron en la Angelópolis, cometieron todo tipo de crímenes, robaban e incendiaban casas, lo hacían como castigo por los acontecimientos recientes de Tlaxcala y Puebla y como advertencia y amenaza de lo que estaba por venir.
Los norteamericanos que se aventuraron en la guerra contra México pensaban que sería una empresa fácil y de corta duración, jamás pensaron que le costaría tantas bajas entre muertos y heridos, no se dieron cuenta que no se trataba de atacar tribus de apaches y arrebatarles sus tierras, sino que, a pesar de las grandes diferencias y riñas políticas, se trataba de una nueva nación y que se defendería con todos los recursos a su alcance. Para diciembre de 1847 el ejército norteamericano contaba en la zona centro con 24,500 hombres. En el norte, las fuerzas de Taylor habían disminuido considerablemente, Los informes proporcionados al congreso de Estados Unidos hablaban de una fuerza efectiva en territorio mexicano de 43,059 hombres entre soldados regulares y voluntarios. A esas fechas los mexicanos habían causado la muerte a 5,101 yanquis. Cuando la guerra llegó a su fin, se informó que durante toda la campaña 27,500 soldados regulares y 71,300 voluntarios incursionaron en México, de ese total de 98,800, 40,000 se retiraron o fueron dados de baja y alrededor de 5,000 desertaron o desaparecieron. Las bajas por muerte, enfermedad o cualquier otra causa fueron superiores a los 25,000
Aunque las bajas por acciones de guerra no hayan sido superiores a los 10,000, es muy significativo el daño ocasionado al enemigo invasor, estos números contradicen el discurso desfavorable respecto de la defensa del invadido.
REFERENCIAS
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Guardino, Peter. (2018). La Marcha Fúnebre. Una historia de la guerra entre México y Estados Unidos. Libros Granos de Sal. México.
Roa Bárcena, José María. (2003) Recuerdos de la invasión norteamericana (1846-1848) por un joven de entonces. Tomo II. CONACULTA. México.
Santiago Aparicio, Eliud (2017). David contra Goliat. La masacre de Huamantla en 1847. Revista Bicentenario Num 36. Consultado en http://revistabicentenario.com.mx/ index.php/archivos/david-contra-goliat-la-masacre-de-huamantla-en-1847/
Valdés, José. (2019). Breve Historia de la Guerra con los Estados Unidos. Fondo de Cultura Económica. México
Wikipedia. La batalla de Huamantla. Consultado en https://es.wikipedia.org/wiki/ Batalla_de_Huamantla el 16 de julio de 2021


